A diferencia de mis padres que son unos buenos samaritanos, yo tiendo a ser más frío y desconfiado. Pero en mi defensa he de decir que desde que era pequeño me llevaban a todo tipo de horribles lugares a ayudar a los demás, deshaciendome incluso de mis propios juguetes para regalarselos a los avariciosos niños de la calle. En fin, creo que la idea de no ayudar a nadie desapareció con la llegada de "Fabricio", un viejo amigo de mis padres, y que en sus mejores tiempos fue maestro de lucha.
Recuerdo que un día al llegar de la universidad, me encontré a mi madre limpiando mi habitación, pasó de ser la habitación de un chico común a la de un militar, y con esto me refiero a que limpió todo, llevándose consigo muchas de mis cosas. No entendía que pasaba, ¿por qué se estaba deshaciendo de mis posesiones más deseadas? ¿Acaso se las daría de nuevo a los pobres?
Me regreso la tranquilidad una vez me dijo, que tendríamos visita y que tenía que tener todo en orden. Pero aun así, eso no explicaba porqué se había llevado mis cosas.
Una vez en la cena, mis padres me explicaron que llegaría Fabricio, un viejo amigo de ellos, hasta ese momento me pareció bien, mis padres habían decidido hacer su caridad del mes. Pero después continuaron diciendo que su amigo había caído en las drogas desde hace un par de años, por lo que perdió a su mujer y a sus hijos. He conocido a drogadictos, no es la primera vez que he lidiado con uno de ellos, pero honestamente, no tengo la paciencia suficiente como para lidiar con uno. Entendía que mis padres querían ayudar a su viejo amigo, pero ¿qué tenía que ver eso con que se hayan llevado cosas?
Fácil, mis padres habían decidido que un drogadicto de casi cuarenta años iba a dormir en la misma habitación que yo, no sé quién estaba peor si ellos por no ver el peligro que eso representaba o yo por terminar aceptando.
Al día siguiente, llegó a nuestra casa un colchón nuevo junto con su base, entonces mi padre y yo lo subimos. Quería que su cama estuviera lo más alejada de la mía, y es que no quería despertar a las 3 am con un loco amenazándome con una navaja o algo parecido. Pero entonces me pregunte ¿cómo pasas de tener una hermosa familia y una enorme casa a comer mierda en la calle?
¿Qué habrá pasado por su mente para mandar todo a la mierda?
Papá me contó que Fabricio le había puesto los cuernos a su ex mujer, aunque no me dijo con quién, me dio a entender que lo hizo con alguien que no valía la pena, por lo que deduzco que se trataba de una prostituta o alguien que tiene un onlyfans, no lo sé. Entendí también que se habían llevado mis cosas de valor para evitar así que Fabricio escapara con ellas y que las vendiera, al menos eso fue algo inteligente de su parte.
Se supone que mis padres traerían a Fabricio en la camioneta y que serían ayudados por varios amigos, deseaban ayudarlo, pero en pocas palabras lo traerían a la fuerza.
Una vez llegó la camioneta, apareció en el aire un olor a putrefacción. En serio, no exagero, ¡olía horrible!
Resulta que Fabricio se había cagado en los pantalones, sin mencionar que el agua y el jabón era inexistente en su vida. De alguna manera era su forma de decirles a mis padres que no quería ser ayudado, y yo estaba de acuerdo con eso, si el hombre no quiere que le ayuden, pues dejenlo donde estaba.
Entre cuatro hombres lo bajaron a la fuerza de la camioneta, mientras que mi madre no tuvo otra cosa que hacer más que llevar la camioneta a lavar en ese preciso momento.
Una vez pasó a un lado de mí, me contuve las ganas de vomitar.
Y la verdad es que yo solo le pedía al universo que no lo sentaran en uno de los sofás o que lo subieran a mi habitación en esas fachas.
Afortunadamente, lo subieron hasta al baño de mis padres que es el más grande y fue ahí en donde pudieron meterlo a bañar. Uno de los hombres que venían con ellos, sacó de una bolsa una maquina para cortar cabello. El tipo al ver mi cara lo bastante asqueada, me dijo que era porque le habían encontrado un sinfín de piojos a Fabricio, por lo que era necesario dejarlo completamente pelón. Recorde que su cama estaba a pocos pasos de la mía, por lo que subí a moverla y pegarla lo más posible a la pared contraría a la mía.
Escuché como Fabricio gritaba como loco, parecía incluso que lo estaban matando, una total exageración. Mi padre salió del baño con la nariz sangrando, al parecer Fabricio le había dado una patada en la cara.
-Tendrás que ayudarme con él -me dijo desesperado.
Guácala.
¿Qué? ¿Acaso la sustancia que se metió el vagabundo le había hecho efecto a mi padre? ¿O como por qué yo haría eso? Estaba loco si creería que yo iba a intervenir. Pensé en un y mil excusas para no hacerlo, pero mi padre me conoce lo bastante, sabe que se me da muy bien mentir cuando alguien necesita algo.
Me dijo que si yo hacía esto por él, me pagaría las vacaciones de verano con mis amigos. Y sin más que objetar, me puse manos a la obra.
Papá sacó de su clóset un conjunto de ropa que había comprado recientemente. Me la dió y me pidió que se la llevara a Fabricio, y que si se negaba, que entonces yo mismo lo vistiera.
Para cuando llegué al baño, los hombres que lo habían bañado ya estaban agotados. Y por suerte Fabricio también. Me di cuenta que su cabello estaba regado por todo el baño, evité pisarlo, no vaya ser que me brinque una pulga.
Me encontré con que el vagabundo era de miel morena, con un poco de panza, pero no mucha. Yo lo describiría como la panza que tiene un hombre una vez que se empieza a descuidar, que admito, en muchos casos es sensual. Y sin querer sonar cliché, tenía los brazos de un albañil, fuertes, resistentes, bastante morenos por el sol, pero que te logran dar la impresión de que te pueden cargar, Por otro lado, las piernas eran grandes, dándome así la fantasía de verlas encima de mi cara. Y aunque no tenía mucho vello tenía lo suficiente como para adornar sus partes bajas. Y entonces lo note, estaba morboseandome a un vagabundo que minutos atrás se había cagado.
Había caído muy bajo.
Tomé la toalla y me acerqué a él, pero su mirada parecía pérdida. De su rostro solo veía lo cristalino en sus ojos, como si hubiese perdido en un recuerdo.
— ¿Necesitas que te ayude?
Pero no encontré respuesta alguna por parte de él, se mantuvo en silencio. No sabía qué hacer, digo, no me la iba a pasar toda la tarde esperando a que reaccionara, pero tampoco me quería acercar lo suficiente como para que me diera una patada en la cara.
Intenté pedir ayuda de los amigos de mis padres, pero estaban de lo más placidos en el jardín trasero.
— Está bien, no hay por que entrar en pánico. Tú no quieres estar aquí y yo tampoco quiero que tú estés aquí, así que si me ocasionas el minimo de los problemas, te ayudaré a salir de aquí. ¿De acuerdo?
Pero solo me miró sin decir algo.
— Ay, bueno, y quizás te dé un poco de dinero para que compres lo que quieras.
Y entonces, fue como darle un hueso a un perro, en seguida reaccionó, diciendo.
— Sí, sí.
Fabricio se puso de pie, dejándome ver unos hermosos huevos colgando de él. Eran oscuros, suavecitos y caían delicadamente entre su entrepierna. Mientras que el pene estaba de lo más flácido, aproximadamente unos 14 centímetros. No podía imaginar como se vería esa cosa en su mayor expresión.
Tenía frente a mí a un hombre verdaderamente delicioso. Pasó por mi mente su pene atravesando con fuerza mi trasero. Lo quería, lo necesitaba.
— ¿En serio me vas a ayudar? — me preguntó.
Claro que lo voy a hacer.
Muy pronto segunda parte.