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Tiempo de lectura: 2 minutos

Les contaré otra historia, corta, pero satisfactoria. Tengo un nuevo amigo, de color verde menta, un "succionador de clítoris", que de succionar poco tiene, pero vibra a la velocidad y presión perfecta para hacerme llegar en un menor tiempo que cuándo lo pongo a cargar. Así fue que llegué a mi casa, lo puse a cargar, proceso en el que demore como dos minutos ya que no encontraba el empate dónde era. Mientras tanto me recosté en la cama, me corrí un poco el panty y lo puse en mi vulva, sentí cómo ella solita comenzó a hincharse y a botar fluido pegajoso, que hizo que me excitara aún más.

Lo movi un poco hacia abajo ya que sentí que se encalambraba el clitoris y continuó vibrando, no me dio tiempo de ponerle otra velocidad porqué enseguida me corrí. Es maravilloso, por ahora reemplazable, más no comparable con la lengua. Esta con su textura rugosa y húmeda, que se mete en todos los rincones de los labios, que cambia de velocidad y de presión a su antojo, y que de final feliz me recompensa con una verga grande, gruesa, venuda e imponente. Acompañada de unas manos suaves, que cogen mis tetas y que su dueño me embiste como torero al toro.

Tengo seis meses de no sentir a ese macho, excelente por no alabarlo mucho. Un amante perfecto, recatado, inteligente, buen conversador y con muy buen potencial entre sus piernas.

Ese amante, un hombre que conocí hace más de dos años y con el cuál quise entablar una relación seria y duradera, pero él no es de esos, me quiere sólo para sexo y yo he aprendido a responderle igual. Un hombre que se entrega a todo en los momentos de sexo, que no le importa nada, sólo dar y recibir placer. Un hombre que se dispone y se abre de piernas como mujer pariendo para que yo le chupe su culito, y meta mis dedos en el mientras chupo su verga. Un hombre que aguanta su semen hasta que no me folla y me hace acabar, que explota mis más perversos sentidos, que explora todos mis orificios con su lengua y prepara la entrada de su verga triunfal.

Nuestros encuentros, ocasionales, fugaces, se enredan en nuestras vidas de parejas, hijos, trabajo. Hablamos y nos extrañamos en sexo, planeamos cosas para cuándo podamos volver a estar juntos.

Algún día la juntaré a los tres, a mi amigo el moradito, el nuevo verde y a él, ya les contaré cómo será…

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