Durante el servicio militar tuve un buen destino en mi ciudad debido al habitual enchufe que todos los cartageneros tenemos en el mundo de la Armada. Allí conocí a un chaval paisano pero tres años más joven porque yo había pedido prórrogas y él no.
Nuestra amistad se trasladó más allá del cuartel y siguió cuando terminamos la mili. Yo me casé con 27 años con la novia que tenía desde los veinte y que era cuatro años menor que yo. Salíamos entonces en pareja con mi amigo y su novia. Mi mujer no tomaba a mal que él también viniera a recogerme algún día para salir los dos a tomar unas cervezas.
Un día mi amigo me llamó y me dijo que me esperaba en mi casa. Yo le dije que me quedaban un par de horas para llegar y que se tomara una cerveza en casa mientras me esperaba. Eso fue a finales de 1992. Ese verano había nacido mi hija y mi amigo le tenía mucho cariño.
Yo terminé ben el trabajo mucho antes de lo previsto y marché a casa. Al llegar y empezar a subir la escalera escuché lo que sin duda eran gemidos de mi amigo. Sospechando claramente lo que sucedía abrí la puerta sin hacer ruido y desde el vestíbulo pude ver cómo él estaba sentado en el sofá desnudo y mi mujer de rodillas le estaba haciendo una mamada.
Mi polla se endureció rápidamente. Yo había comentado alguna vez con mi mujer la posibilidad de hacer un trio con mi amigo, que hacía meses que había roto con su novia, pero ella decía que no. Pero allí estaba, mamando el cipote de mi colega, que gemía fuertemente hasta que lanzó un grito y de corrió en la boca de mi mujer, que se tragó toda la leche. Luego le dijo que tenía más polla que yo, lo que era verdad, y que también echaba más leche.
Entonces cambiaron de postura y ella se sentó en el sofá y él se puso de rodillas a comerle el coño mientras le decía que le daba morbo por ser el de mi mujer y porque había parido hacia solo unos meses. Mi mujer jugaba con el pelo de su cabeza y gemía como si fuera la primera vez que le comían el coño. En unos cinco minutos se corrió y sus flujos mancharon el sofá. Le diremos a mí marido que se ha hecho pipí la cría, le comentó a mí amigo.
Entonces él volvió a sentarse en el sofá y ella encima de él empezó a cabalgarlo, algo que es sin duda su especialidad. El mientras le mordía los pezones y le daba bofetadas, aunque ella le dijo que tuviera cuidado por las marcas. Mientras yo me había sacado la polla y me estaba haciendo una paja.
Más de 10 minutos tardaron en llegar al orgasmo. Ella se recostó sobre él. Yo entonces salí de casa con discreción y desde abajo llamé al timbre poniendo la excusa de que me había olvidado las llaves. Me abrió él y me dijo que mi mujer había ido al aseo. Me acerqué a la puerta de éste y escuché el ruido del bidé, donde se estaba lavando para quitarse la abundante corrida que sin duda había recibido.
Yo hice como que no me había percatado de nada y me fui con mi amigo a tomar unas cervezas. Pero sabía que era el principio de algo que siempre había querido, que mi mujer follase con otros mientras yo miraba.
Pero eso ya son otras historias.