Toda esta historia empezó cuando, de la noche a la mañana y por motivos que no llegué a entender, ni vale la pena recordar, la relación que tenía desde hacía ya algunos años con un chico, se rompió.
Yo estaba realmente enamorado de este chico, pero al parecer, el sentimiento no era mutuo por lo que me sentí muy decepcionado. Mis familiares y amigos me apoyaban y me decían que no valía la pena sentirse así por alguien que no lo merecía, pero yo, no era capaz de olvidarlo tan rápidamente.
Pasaron las semanas y esa decepción, se convirtió en tristeza y la tristeza en rabia por sentir que había vivido una mentira durante mucho tiempo.
Aproximadamente un mes después de aquello, decidí que tenía que pasar página y entretenerme de alguna forma, así que me apunté en un gimnasio para ganar un poco de volumen y musculatura ya que, por aquella época, yo era extremadamente delgado, mido 1,80 m y pesaba 50 kg.
Y así empezaron mis cambios, iba al gimnasio cada día, por lo que no tardé mucho en empezar a notar los primeros resultados. Allí veía gente de todas las edades, hombres, mujeres, cuerpos de todo tipo… Pero yo me limitaba a ponerme unos cascos para escuchar música mientras hacía mis ejercicios e irme sin hablar con nadie. Los cambios empezaban a ser más que físicos ya que yo, antes de aquello, solía ser más hablador y relacionarme con los demás, pero en ese momento, simplemente no me apetecía.
Poco a poco mi cuerpo iba modelándose y pasado un tiempo, ya notaba como tanto chicos como chicas se empezaban a fijar más en mí, sólo que ahora sentía que era yo el que podía rechazar a la gente y no al revés como ya me había pasado con anterioridad simplemente por el físico, lo que me empezó a convertir en una persona más antipática, fría, cortante, borde en definitiva y quizás algo egocéntrica también.
Un día, mientras entrenaba se me acercó un chico, me saludó sonriente y me dijo:
– Se te ha caído esto.
Sujetando en su mano una toalla mía que al parecer se había caído al suelo y no me había dado cuenta.
En otro momento de mi vida, yo le hubiera devuelto la sonrisa y le hubiera agradecido el detalle, pero en ese momento, simplemente lo miré manteniéndome serio y le dije un "gracias" de mala gana.
Yo ya había visto con anterioridad a este chico por allí pero no habíamos hablado nada, parecía ser extranjero por su tono de piel blanco como la nieve y sus ojos azules. El chico se presentó y me dijo que se llamaba Sven, hablaba bastante bien español, pero con un fuerte acento extranjero. Yo también me presenté diciéndole mi nombre:
– Alberto.
Él, se puso a correr en una cinta cerca de mí y aproveché para preguntarle de dónde era simplemente por curiosidad, me dijo que era noruego, pero ahora vivía en España, después no volví a preguntarle nada más y, si él me decía algo, mis respuestas eran escuetas, con monosílabos y sin mucho interés.
Al terminar la sesión de entrenamiento, simplemente me fui sin decir nada, como hacía últimamente con todo el mundo. En los siguientes días, volvimos a vernos en el gimnasio, pero como mucho, nos saludábamos si nos cruzábamos.
Yo seguía cambiando en todos los sentidos y hasta me llegué a hacer un par de tatuajes en los brazos, cosa que antes nunca hubiera imaginado que haría; también empecé a depilarme todo el cuerpo salvo el pubis que simplemente lo recortaba para darle forma. Mi cuerpo estaba ya suficientemente fibrado para verme bien y mis familiares y los amigos que me habían quedado, decían que no me reconocían, sólo, que no se referían a mi aspecto físico sino a mi actitud. Había pasado de ser dañado fácilmente, a ser yo el que dañaba a los demás, pagando mi rabia con quien menos culpa tenía.
Poco a poco iba hablando algo más con Sven, al fin y al cabo, él era el único con el que charlaba en el gimnasio y así nos fuimos conociendo más. Hasta que un día la conversación cambió al tema parejas y él me preguntó:
– Oye ¿Tienes novia?
Mi actitud cambió ipso facto, teníamos algo más de confianza sí, pero no quería hablarle de mis relaciones ni, por consiguiente, decirle que me gustan los chicos, me negaba a abrirme tanto así, de repente, por lo que simplemente le contesté tajante:
– No quiero hablar de eso.
Y me fui a otra parte del gimnasio dejándolo solo.
Él se sorprendió de mi reacción, pero a mí me dio igual y continué entrenando un rato más, aunque esa inoportuna pregunta hizo que volvieran a mi mente recuerdos que creía olvidados, recuerdos de mi ex, por lo que me di cuenta de que aún no lo había superado del todo. Estuve un rato más y luego me fui a las duchas y volví a casa.
Ya por la noche, antes de dormir, volví a darme una ducha, dejando que el agua caliente cayera por todo mi cuerpo desde la cabeza para así evadirme del mundo. Mientras, casi sin darme cuenta, empecé a acariciarme bajando por mi cuello, pecho, abdomen… hasta llegar a mi polla que, lógicamente no tardó en reaccionar al magreo.
Empecé a masturbarme suavemente a la vez que me enjabonaba, pero, cambiando de idea, pensé algo que consideré mejor opción en ese momento, así que me terminé de duchar rápidamente sin llegar a correrme y me descargué una aplicación de citas, al fin y al cabo, llevaba ya algo más de un año sin sexo, el mismo tiempo que sin pareja.
No tardé mucho en contactar con un chico, yo fui claro y directo y le dije que solo quería follar y adiós, también le dije que era activo, aunque realmente nunca lo hubiera sido, nos mandamos un par de fotos mutuamente y, como no estaba muy lejos, me vestí poniéndome una camisa blanca y unos vaqueros sin calzoncillos y fui a su casa.
Al llegar, me abrió la puerta un chico de unos 20 años, muy delgado y de piel clara, pero pelo y ojos oscuros, vestido con ropa deportiva, ni siquiera recuerdo cómo dijo que se llamaba, ciertamente me recordó a mí mismo en el pasado. Me invitó a entrar, estaba solo en casa, se le notaba nervioso, pero yo me mantenía serio y sin hablar mucho.
Viendo que el chico no tomaba la iniciativa, entré hasta el salón y allí me desabroché los pantalones sacándome la polla que ya empezaba a ponérseme dura, el chico se acercó y sin mediar palabra se puso de rodillas y me la empezó a chupar.
Lo cierto es que no la chupaba mal, incluso llegó a conseguir tragársela entera un par de veces mientras se atragantaba e hilos de su saliva me chorreaban por los huevos, pero yo me mantenía de pie con las piernas algo separadas como si nada, sin ni siquiera mirarlo o tocarlo.
Un poco después se levantó y me intentó besar, aunque yo lo evité así que terminó diciéndome sin dilación:
– Fóllame por favor.
Su cara estaba enrojecida y respiraba fuertemente, realmente lo deseaba.
Fuimos a un sillón y le dije que se colocara a cuatro patas, prácticamente fue una orden, no una petición; él obedeció y rápidamente, le bajé bruscamente los pantalones hasta los tobillos para a continuación bajármelos yo también un poco más.
Su culo, perfectamente depilado, me pareció bastante cerrado, pensé que probablemente era virgen, aunque no me molesté en preguntar, me daba igual. Y poniéndome un condón, escupí un par de veces en su culo y lo empecé a penetrar.
Aunque no lo hice de golpe, tampoco fui muy cuidadoso, por lo que él dio un fuerte gemido. Para callarlo, le puse una mano en la boca y seguí hundiendo mi polla dentro de su culo sin pausa alguna. Mi polla es bastante recta, tiene un tamaño medio, 17 cm, circuncidada y más bien gruesa por lo que, en caso de que ese chico fuera virgen, creo que lo debí torturar un poco ya que, cuando se la conseguí meter toda, noté cómo dos lágrimas me mojaban la mano que le tenía puesta en la boca.
Era la primera vez que penetraba a un chico, pero no estaba dispuesto a que se notara, así que empecé a bombearlo a buen ritmo, sacando mi miembro casi por completo de su culo para luego penetrarlo hasta que mis huevos chocaban con su cuerpo mientras él bufaba fuertemente con cada embestida.
Yo solamente quería descargar toda esa tensión y rabia acumuladas durante tanto tiempo, correrme y largarme de allí, y así hice. Cuando me iba a correr, rápidamente me salí de él, me quité el condón y girándolo y arrodillándolo rápidamente delante de mí, descargué mis huevos soltando tres o cuatro trallazos de leche que terminaron en su cara y pelo.
Hecho esto, cogí un pañuelo, me limpié un poco, me subí los pantalones y salí de allí rápidamente sin decir nada y sin ni siquiera esperar a que el chico también se corriera.
Sí, fui un cabrón desde luego, un egoísta sexualmente hablando que sólo buscó su propio placer sin importarme si él disfrutaba o le hacía daño. Nada que ver con mi yo anterior, el que buscaba el placer de su compañero sexual más que el suyo propio. Y, para decir verdad, fue placentero sí, pero no más que si me hubiera corrido masturbándome en la ducha, placentero, pero no satisfactorio.
En los siguientes tres o cuatro meses, volví a hacer uso de la aplicación un par de veces más, siempre con chicos diferentes, pero actuando de la misma forma.
Mientras tanto, la pregunta de Sven había quedado sin contestar y se notaba más distanciamiento de nuevo entre nosotros, hasta que un día, decidí que iba a sincerarme con él, y empezaría por contestar esa pregunta, porque, aunque nunca se lo hubiera dicho ni se lo hubiera demostrado, lo consideraba un buen amigo ya que, a pesar de mis borderías y desplantes completamente inmerecidos, no me había dado de lado, como sí habían hecho la mayoría de mis amistades perdidas.
Así que, al día siguiente, cuando fui al gimnasio lo busqué, pero no lo encontré, me pareció extraño no verlo, así que le escribí un breve mensaje al móvil:
– Me gustaría hablar contigo de algo.
Un rato después me contestó, me decía que no había podido ir al gym, que si quería podía ir a su casa y hablábamos tranquilamente.
Era ya por la tarde cuando fui a su casa, él vivía solo. Una vez, allí nos sentamos en el salón y me ofreció una cerveza, yo la acepté y comencé a hablar, al principio con algo de duda y evitando dar a entender que mi ex era un chico, le conté toda la historia mientras él escuchaba con atención y, por último, lo miré y le dije refiriéndome a mi ex:
– Esta persona, era un chico.
Sven sonrió levemente y preguntó:
– ¿Entonces eres gay?
Yo le contesté sólo con un “Sí” esperando su reacción. Y acto seguido añadió:
– Vaya… Yo creía que eras…
Se veía algo sorprendido y la verdad es que no era el primero que creía que yo era hetero así que no me pareció extraño, aunque sí que me sentí algo mejor contándoselo todo.
Pero las sorpresas no habían acabado ahí, ya que Sven volvió a hablar y dijo sin rodeos y riendo:
– ¿Y por qué tanta intriga? Yo también lo soy
Mis ojos se abrieron como platos. Creí que me estaba mintiendo puesto que yo también pensaba que él era hetero. Pregunté rápidamente:
– ¿En serio?
Sven soltó una carcajada y me lo confirmó. Luego me dijo que tampoco tenía pareja y también le habían hecho daño en el pasado, me sentí entendido e identificado con él.
Ambos nos habíamos tomado ya un par de cervezas y puede que, debido a esto, empecé a ver a Sven de otra forma, era un chico atractivo para ser sinceros, un poco más alto que yo, de mandíbula ligeramente cuadrada que le otorgaba unas facciones muy masculinas y cabello de color castaño claro que contrastaba con el mío de un negro intenso.
Pasaron las horas y se hizo de noche después de un largo rato hablando relajadamente, hasta que se produjo un momento de silencio, él sonrió y yo, por primera vez se la devolví; entonces, Sven aprovechó el momento para acercarse a mí lentamente con la intención de besarme mientras se mantenía con semblante serio, me puse un poco nervioso y terminé girando la cabeza y rechazando su beso, por lo que él se volvió a retirar rápidamente y un poco avergonzado me dijo:
– Lo siento, yo…
Todo parecía acabado por esa noche, pero entonces, fui yo el que dio un paso y puse una mano en su pierna antes de que terminara la frase.
Nos quedamos mirándonos fijamente sin decir nada unos segundos hasta que Sven, algo cortado, tragó saliva y se atrevió a levantarme lentamente la camiseta sin apartar su mirada de mí, expectante a mi reacción.
Yo simplemente le dejé hacer y me terminó de quitar la camiseta, seguidamente, con movimientos lentos, como esperando mi aprobación, se agachó delante de mí, me desabrochó el botón del pantalón y bajó la cremallera. Ese día yo sí llevaba calzoncillos y bajo estos, mi polla ya semierecta apretaba queriendo salir.
Colaborando un poco con Sven, me levanté un momento para terminar de bajarme los pantalones y él se ocupó de quitármelos totalmente, quedando yo en calzoncillos. Por último, con una de sus manos, masajeó mi bulto un poco y sonrió levemente antes de liberar mi polla dejando el elástico del calzoncillo por debajo de mis huevos.
Me relajé respirando profundamente y él empezó a chupármela recorriendo lentamente con su lengua un par de veces el tronco, desde los huevos hacia arriba para continuar metiéndosela en la boca e ir bajando con suavidad y sin apartar su mirada de mi cara.
Su lengua no paraba de moverse golpeando y rodeando todo mi miembro sin excepción, mojándolo bien y sin olvidarse de mis huevos, los cuales succionaba alternando uno y otro; realmente Sven sabía lo que hacía. Un momento después aumentó el ritmo, tragándose mi polla entera y acompasando la mamada con sus manos, con las que me masturbaba y masajeaba los huevos.
Probablemente fue una de las mejores mamadas que me habían hecho, aunque intenté no gemir mucho simplemente por hacerme el duro, eran todo matices de mi actitud en ese momento de mi vida, antes no me hubiera importado reconocerle que me había encantado.
Un poco después, se levantó y rápidamente se empezó a quitar la ropa hasta quedar completamente desnudo, exhibiéndose frente a mí. El cuerpo de Sven estaba ligeramente más fibrado que el mío, aunque sin ser para nada rudo, también era más ancho de espalda que yo, con unos fuertes brazos y piernas cubiertos por un corto y fino vello casi invisible que también aparecía sutilmente entre sus pectorales.
Una vez desnudo, yo también me levanté, me terminé de quitar los calzoncillos y él me dijo:
– Vamos a mi cuarto.
Fuimos por un pasillo hasta llegar a una amplia habitación con una gran cama, Sven se tumbó boca arriba en ella. Yo no sabía si Sven era pasivo o no, pero esa noche lo iba a ser si quería que folláramos, puesto que yo no estaba dispuesto a dejarme penetrar, así que le dije con firmeza:
– Date la vuelta.
Él sonrió y se puso boca abajo sin oponerse, dejándome su culo expuesto. Me coloqué sobre él y poniendo mi polla entre sus nalgas, empecé a moverme arriba y abajo, aunque sin penetrarlo todavía, entonces me di cuenta de que no tenía preservativos y se lo dije, él se rio un poco y me respondió:
– No te preocupes, confío en ti.
Hacía mucho que no follaba sin condón porque sólo lo había practicado con mis parejas y ni siquiera lo había experimentado antes como activo, pero ahora no iba a echarme atrás, así que, bajando hasta su culo, escupí un par de veces e intenté introducir un dedo, después de todo, con Sven quería ser más cuidadoso ya que era mi amigo, no un desconocido.
Mi dedo entró sin mucha dificultad, por lo que probé con otro y un poco después, otro. Sven suspiraba suavemente y yo estaba ya totalmente empalmado, no aguantaba más, así que volví a escupir en su agujero y colocando la punta de mi polla en su entrada, empecé a empujar suavemente mientras los gemidos de Sven iban en aumento.
Fue realmente delicioso sentir cómo se abría su culo conforme iba adentrándome en él, mucho mejor que cualquier otro culo de los chicos que me había follado desde que había decidido cambiar de rol, quizá por eso fue que, aunque al principio mis movimientos eran suaves, quise cada vez más y más, llegando a perder el control y empezando a follarlo más fuerte con cada embestida hasta llegar a no importarme nada, para terminar tratándolo como si fuera un juguete cuya función fuera darme placer y hacer que me corriera, como había hecho con los demás chicos.
Su interior cada vez estaba más caliente por la fricción, pero yo continuaba follándolo intensamente y sin compasión mientras nuestros cuerpos chasqueaban al golpear el uno con el otro y Sven abrazaba fuertemente una almohada hundiendo su cabeza en esta, sin quejarse ni emitir sonido alguno.
Un poco después, sin sacarle la polla, lo agarré por la cintura y dando un tirón hacia arriba, lo puse a cuatro patas para continuar así hasta que, un rato después, cuando estaba ya a punto de correrme, di un fuerte y seco golpe de cadera metiéndosela lo más profundo que pude a la vez que atraía su cuerpo hacia mí con mis manos, y me corrí dentro de él dando un fuerte gemido que sonó más como un gruñido.
Cuando me salí, Sven suspiró aliviado y se desplomó sobre la cama. Yo también me tumbé a su lado boca arriba, necesitaba recuperarme, estaba agotado; mientras tanto, ninguno de los dos decíamos nada.
Un momento después, giré la cabeza para mirar a Sven que seguía boca abajo con una acelerada respiración, los ojos cerrados fuertemente y los dientes apretados, las venas del cuello hinchadas y el pelo mojado por el sudor, tenía una clara expresión de dolor, mientras, su agujero, seguía un poco dilatado y muy irritado, casi a punto de sangrar.
Poco a poco empezó a expulsar mi semen que, bajando entre sus nalgas y por sus huevos, formaba una mancha rojiza en las sábanas blancas, no me sentí bien por ello, más bien todo lo contrario, realmente le había hecho daño al chico que… espera un momento (pensé), ¿Puede ser que…?, No, no puede ser; ¿Me gusta Sven?, Pero… yo ya no creía en el amor, por eso rechazaba los besos o cualquier otro signo de afecto, por eso había cambiado tanto el trato a los demás y trataba así a los chicos con los que me acostaba, no podía volver a enamorarme, me daba miedo, aunque quizás, era ya tarde para evitarlo.
Sven poco a poco iba relajándose hasta que se quedó dormido mientras yo, sin dejar de pensar en el tema, me empezaba a agobiar, así que me vestí lentamente sin hacer ruido para no despertarlo y me fui de allí dejándolo solo.
Al llegar a casa, fui directamente a la cama y me tumbé sin ni siquiera cambiarme de ropa, entonces fui realmente consciente de lo injusto que había sido en el trato a mis seres queridos y empecé a llorar amargamente, no dormí nada en todo lo que quedaba de noche, no quería seguir siendo así, tenía que cambiar, tenía pedirles disculpas a todos.
A la mañana siguiente decidí hablar con mis familiares y amigos uno por uno y pedirles perdón, hablé con todos, todos excepto uno, el que me resultaba más difícil de todos, Sven.
Me pasé todo el día pensando qué le iba a decir a él, pero no encontraba unas palabras que me resultaran apropiadas. Al día siguiente, ya por la tarde, después de no haber dormido nada una segunda noche, me di por vencido y me dirigí a casa de Sven sin saber bien qué decirle, esperando que no fuera demasiado tarde para disculparme.
Al llegar, Sven me abrió la puerta y pronunció mi nombre con tono de sorpresa, no me esperaba.
Entonces, sin ni siquiera esperar a entrar en su casa, reuní el valor que necesitaba y cabizbajo le dije:
– Lo siento mucho Sven, de verdad que siento como te he tratado todo este tiempo y… lo de anteanoche, espero que puedas perdonarme.
Y esperé con incertidumbre su reacción.
Lo miré y los ojos se me llenaron de lágrimas, por un momento creí que no me perdonaría, ya que tardó unos segundos en reaccionar, pero de repente me dio un fuerte abrazo y me dijo:
– Tranquilo, todo está bien. Con voz calmada.
Yo también lo abracé fuertemente, Sven se empezó a reír y añadió:
– Me reventaste el culo eh cabrón.
Yo le volví a pedir disculpas por ello y separándonos de nuevo, me dijo con una amplia sonrisa:
– No te preocupes, estoy bien.
Yo también sonreí y así me quité esa sensación desagradable de culpa de encima al sentirme perdonado por él.
Me sentía bien, así que simplemente hice lo que me apeteció en ese momento y, sin reprimir mis sentimientos, me lancé a la boca de Sven y empecé a besarlo con pasión allí mismo.
Casi sin tiempo para entrar en la casa y cerrar la puerta, Sven me quitó la camiseta mientras yo también lo empezaba a desnudar a él, acabando ambos completamente desnudos antes de llegar a su dormitorio al que fuimos directamente, quedando toda nuestra ropa repartida por el suelo de la casa.
Al llegar al cuarto, Sven tropezó con la cama, cayó de espaldas sobre ella y yo sobre él, así que aproveché para empezar a bajar por su cuello y pecho, brazos y dedos; besando, mordiendo y lamiendo cada rincón, intentando no dejarme nada atrás, queriendo probar cada centímetro de su cuerpo.
Al llegar a su cintura, pasé mi lengua muy cerca de su miembro dejando que notara mi aliento, pero sin llegar a rozarlo, él tenía ya una tremenda erección, pero quise hacerlo de rogar un poquito antes de empezar con aquella delicia que se imponía entre sus piernas.
Realmente era una buena polla, algunos centímetros más grande que la mía, algo curvada, venosa y también circuncidada, con una buena cabeza de un rosado pálido que invitaba a chupar hasta dejar secos esos redondeados huevos.
Sin más demora, empecé a dar lametazos rápidos por todos lados a su tronco para continuar agarrándola por la base y tragándomela lo más hondo que pude de golpe.
Joder cómo había echado de menos esa sensación de tener mi boca llena por una polla caliente y dura que me ahogaba, su olor a limpio… Más de un par de años ya sin saborear el rico líquido salado que empezaba a brotar de su uretra y que se mezclaba con mi saliva a la vez que goteaba por sus huevos.
Sven mientras tanto me miraba con atención, con una ligera media sonrisa de satisfacción y sus manos puestas en mi cabeza con las que me acariciaba el pelo. Yo también lo miraba de reojo hacia arriba a la cara sin sacarme ni por asomo su rabo de la boca, quería verlo disfrutar.
Hubiera seguido agachado entre sus piernas comiéndome su rabo todo el día, era como si necesitara recuperar en ese momento todo lo que no había hecho en tanto tiempo, besar, mamar una polla… Pero Sven tenía otra idea y, haciendo que me levantara, me cogió la polla y me empezó a masturbar antes de lanzarse a chupármela sin mediar palabra, en la habitación sólo se escuchaban los bufidos provocados por nuestro deseo.
Pero yo quería más, así que me subí a la cama y poniéndome de lado y en sentido contrario a él, me tumbé y comenzamos a hacer un 69 con el que, en una especie de extraña lucha de placer, cuanto mejor me la chupaba Sven, mejor se la quería chupar yo y a la inversa.
Así pasamos un maravilloso rato, pero de repente, pillándome completamente desprevenido, él se reincorporó en la cama y girando rápidamente, se puso sobre mí, encerrándome entre sus brazos y dejándome sin reacción al hacerme sentir de nuevo como hacía mucho tiempo que no, protegido a la vez que dominado por un hombre y me encantaba.
Al momento empecé a acariciar suavemente sus fuertes brazos con un dedo mientras lo miraba fijamente a los ojos, esos ojos azules de mirada intensa que me hipnotizaron.
Entonces se agachó un poco más y, poniendo su boca en una de mis orejas, me la empezó a mordisquear y lamer justo antes de susurrarme acalorado:
– Hoy quiero hacerte mío.
Esas palabras me hicieron gemir cachondo perdido, pero aparte de eso, no dije nada más y simplemente levanté un poco las piernas dándole permiso a Sven para que hiciera conmigo lo que quisiera, aunque, para decir verdad, también sentía algo de miedo ya que quizá Sven se vengaría por la follada que le había metido yo dos días antes.
Él sonrió y empezó a bajar besando aleatoriamente mi pecho hasta llegar a mi culo, momento en el que separó mis nalgas con sus manos y hundió su boca entre ellas. Su lengua empezó a jugar con mi agujero y de repente se introdujo dentro, se movía rápidamente por todos lados mientras yo me relajaba cada vez más con los ojos cerrados, gimiendo suavemente mientras disfrutaba de su experta boca.
Un poco después noté sus dedos y también me metió uno, dos y hasta tres, así que volvió a incorporarse, escupió en su polla e inclinándose sobre mí, apoyó su rabo en mi agujero y empezó a entrar lentamente. La expresión de su cara me decía que había deseado mucho ese momento.
Y ahí fue cuando empecé a sentir el verdadero placer de hacerlo con un hombre que poco a poco me iba poseyendo, el placer realmente satisfactorio que jamás había llegado a sentir en mis veces de activo.
Un dolor punzante que me hizo arquear la espalda hacia arriba me atravesó por dentro cuando su punta traspasó el esfínter y di un pequeño gemido que Sven se encargó de acallar sin separar su boca de la mía a la vez que su polla seguía entrando en mí con un suave y corto balanceo, hasta que sentí sus huevos rozar mi culo, estaba toda dentro, me sentía lleno de él mientras mi culo intentaba expulsar con espasmos el mástil de carne que lo había traspasado.
Sven se quedó inmóvil dentro de mí mientras yo lo abrazaba y acariciaba con brazos y piernas, fundiéndonos en uno solo hasta que poco a poco fueron cesando las fuertes punzadas y, lubricándome con su saliva, comenzó a moverse.
Al principio su vaivén era suave y corto, pero poco a poco fue aumentando el ritmo sin dejar de preguntarme:
– ¿Vas bien?, ¿te gusta?… Se preocupaba por mí.
Yo gemía y asentía con la cabeza entre aspavientos cada vez que Sven me la metía toda, realmente estaba disfrutando como nunca.
Estábamos ya ambos empapados en sudor cuando Sven me dijo que me diera la vuelta y se salió de mí, provocándome una sensación de vacío en el culo, por lo que me puse a cuatro patas rápidamente y él me volvió a penetrar, esta vez entró toda de golpe fácilmente al estar ya bien abierto y mojado.
Antes de que Sven empezara a moverse, empecé a moverme yo yendo en busca de ese rabo que me volvía loco y me hacía gritar de placer, hasta chocar con su cuerpo mientras él se mantenía quieto y colocaba sus brazos en jarra.
Un momento después le dejé a él recuperar el control de las embestidas y continuó a buen ritmo mientras me sujetaba por la cintura. Hasta que unos minutos después, también Sven empezó a gemir, se iba a correr y lo iba a hacer como merecía tal follada, vaciando bien sus huevos en mi interior.
Así que unos instantes después, noté como su polla convulsionaba y se hinchaba dentro de mí. Sven tiró de mí y pegando mi espalda a su pecho, agarró firmemente mi polla con una mano y me empezó a masturbar enérgicamente justo antes de sentir sus trallazos de leche inundándome mientras me tiritaban las piernas y Sven daba un fuerte gemido. Un par de segundos después me corría yo también sobre las sábanas y exhausto caía rendido boca abajo en la cama arrastrando tras de mí a Sven que seguía sin salirse.
Cuando perdió la erección, lentamente se movió hasta quedar tumbado boca arriba a mi lado, yo también me giré y miré su polla, estaba toda mojada, enrojecida y aún más venosa que antes. Sven me cogió una mano y yo lo miré a la cara, me estaba sonriendo, me preguntó:
– ¿Estás bien?
Contesté resoplando:
– Muy bien.
Entonces, después de unos segundos de silencio mirando al techo, volví a mirarlo a él y le dije lo que no quería callar por más tiempo:
– Sven, yo… a mí… me gustas mucho.
Él me miró y me dijo:
– Lo sé, ¿y sabes qué? tú a mí también.
Y nos volvimos a fundir en un delicado y romántico beso que ninguno queríamos que terminara.
Así me terminé quedando dormido, ambos desnudos y apoyando mi cabeza sobre su pecho mientras él revolvía suavemente mi pelo humedecido por el sudor. A la mañana siguiente nos duchamos y salimos a dar una vuelta y hablar. Desde ese día Sven y yo somos pareja y yo vuelvo a ser el que era antes de todo, somos felices.
FIN.
Espero que os haya gustado mi relato, un saludo.