La jornada electoral había sido agotadora. La mayor participación en años y en plena ola de calor del verano. Aquel domingo de junio terminó con aquella pareja entregando los resultados de su mesa electoral en el Juzgado número 3. Eran las 2 de la madrugada y el calor seguía siendo asfixiante.
Fue ella la que propuso tomar algo en una terraza. Aquel bar tenía buena música y la clientela era bastante tranquila. La mujer ofreció un brindis por el final del recuento que les había llevado más de lo previsto. Sus ojos brillaban de una manera especial cuando el hombre le dedicó media sonrisa y alabó su buen cuerpo. Consiguió que se ruborizarse pero algo en su interior hizo "click".
Los pezones de ella reaccionaron al halago y se marcaron de manera indisimulable bajo su camiseta de tirantes. La fina tela del sujetador no pudo contener grosor de aquellos botones erectos. A sus 51 años sentía la sexualidad como nunca.
Ella correspondió al hombre piropeando su fibroso cuerpo y su mirada azul. Él propuso un último brindis antes de salir para casa. Montados en el coche, el coqueteo era incontrolable la falda vaquera de la mujer dejaba ver más de lo imprescindible y el hombre acariciaba el muslo cada vez que cambiaba de marcha. La mujer suspiraba con cada caricia. Colocó una mano tras la nuca del hombre y correspondía a las caricias de él. Entre comentarios subidos de tono y risas llegaron bajo el edifico en que vivían.
El hombre apagó el motor del coche y se giró en el asiento mirando hacia ella. La mujer inspiró fuerte y se estiró en el asiento. Lo reclinó y dejó que el conductor se inclinará sobre ella. Sus bocas se sellaron en un beso antes que el hombre descendiera hasta sus maravillosas tetas. Con un hábil movimiento las liberó y comenzó a comérselas. Una gran aureola de color marrón claro se coronaban con pezón gordo y ahora endurecido. El hombre los lamió, los succionó y los mordió mientras la mujer apretaba la cabeza del hombre contra ella. Los suspiros excitados de ella era lo único que se oía en el pequeño habitáculo.
Deslizó su mano por debajo del cuerpo de él hasta alcanzar su entre pierna. Como pudo la introdujo dentro de su pantalón y alcanzó la polla erecta. Por su parte, él acompañaba la comida de tetas con su mano bajo la falda. Sus dedos apartaron el tanga y se introdujeron entre los labios mojados de su acompañante. Comenzó a masturbarla provocando gemidos que ella conseguía ahogar en el cuello de él. Por fin alcanzó un extraordinario orgasmo con los dedos del hombre. Se convulsionaba, apretaba las piernas aprisionando las manos del hombre que seguía moviendo sus dedos en el interior de la vagina.
El hombre se separó de la mujer sonriendo. Sin dejar de mirarla a los ojos, se lamió los dedos:
-Cabrón, qué paja me has hecho…
Ella se incorporó aún con las tetas al aire:
-Acomódate que te voy a pegar la mejor mamada de tu vida.
El hombre reclinó su asiento. Se estiró y se bajó los pantalones a medio muslo. Su polla saltó como un resorte. De un grosor considerable, las venas se le marcaban de manera exagerada. La mujer se arrodilló en su asiento. Se recogió el pelo en una coleta y se inclinó sobre la entrepierna del hombre.
Agarró la polla con la mano, calibrando el grosor. Con media sonrisa miró al hombre:
-Joder, vaya tranca calzas…
Abrió la boca todo lo que pudo y se la fue introduciendo. Apenas le cabía. Lamió el glande con ganas. La succionaba. Comenzó a mover la cabeza de arriba a abajo mientras con una mano se ayudaba. Lo pajeaba con movimientos semicirculares al tiempo que la cabeza iba y venía.
La posibilidad de que pudieran verles teniendo sexo oral en el coche, aparcado frente al edificio donde vivían era una situación exageradamente morbosa.
-Qué bien la mamas, zorra.
La mujer sentía como sus babas salían por la comisura de los labios y caían hasta los huevos del hombre que seguían gimiendo de placer. Sin duda era una de las mejores mamadas de su vida. La mujer, en un estado de excitación desconocida, aceleró el ritmo de la felación. El hombre sentía que estaba a punto de llegar al orgasmo.
De repente, alguien tocó la ventanilla del coche. La mujer asustada levantó la cabeza. Sorprendida solo acertó a decir:
-Tu madre…
El chico, miró por la ventanilla y vislumbró la cara enojada de su madre. En ese momento eyaculó con inusitada potencia juvenil. Tres chorros de leche caliente impactaron en la cara de su vecina que avergonzada miraba fijamente la cara de su amiga, vecina y madre del joven al que practicaba una mamada en un coche…
El hombre quedó exhausto en el asiento. Como pudo comenzó a subirse el pantalón. La mujer, sin decir palabra, se recompuso y salió del coche en dirección a su casa. Evitaba mirar a la cara a su vecina. Ésta, con cara de pocos amigos se dirigió a ella:
-¿No te da vergüenza? Tu marido lleva horas esperándote. Mi hijo tiene la edad del tuyo….
La vecina infiel no le contestó y siguió directamente hasta su casa con una extraña sensación entre el morbo y la humillación. Dos lágrimas corrían por sus mejillas.