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Mi vida con Eduardo (II)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Cada vez amo más a Eduardo. Hace unos 3 meses finalmente pudo quedarse una noche fuera, su hija había ido un fin de semana con su madre, de visita en la ciudad. Me llamó un viernes y me dijo: “Este fin de semana me quedo contigo, prepárate Francy”. Así, autoritario como a veces es conmigo. El corazón me dio un vuelco: “¡Sí mi amor… síi!”, atiné a decirle solo eso. Una felicidad me invadió, tal que quede como loquita. ¡Dos noches y dos días con él…! Hasta ese momento solo nos veíamos unas horas, dos veces a la semana, cuando él podía por su trabajo y su hija. Hacíamos el amor, un café y algún traguito y nada más. Pero me llamaba antes de dormirse, hablábamos cosas lindas, a veces me celaba y me pedía que le contara mi jornada.

–No quiero que coquetees con ningún hombre, tú eres solo mía, ¿estamos? –me dijo serio, un poco autoritario.

–Sí Eduardo, sabes que te soy fiel y que te amo. Y tú tampoco con otra, ¿ya?

–Francy, soy solo tuyo, esto que tengo en mi mano es solo para ti… –yo imaginaba su pene en su mano, quizás ya duro por la conversación al teléfono. Más de una vez hicimos el amor por ese medio. Él iniciaba:

–Bésame bebé…

–Smuaaac…! ahí va mi beso amor mío

Luego me pedía describirle como estaba vestida. Siempre duermo con babydoll y calzones, o pijama de franela femenino en invierno. Son mis noches sola. Alguna vez me ordenaba tomar una foto a mi culito y dernas en la cama y enviársela por whatsapp. Y me hablaba: “Baja a mi pene, bésalo Francy”, “Ábrase las nalgas amor…!” “Comienzo a metérselo bebé”. Cosas así, y yo gemía y le hablaba con pasión, con voz femenina y dulce, como si estuviera de verdad cogida por él. Hasta que sentía su voz cuando acababa, su gemido de macho. ¡Qué feliz me sentía esas veces, haberlo satisfecho de esa manera! Nos dábamos las buenas noches, y yo a soñar con él.

Bueno, esa vez que me anunció que dormiría conmigo, comencé a prepararme como nunca. Fui a comprar alguna lencería nueva, una calza ajustada y una faldita corta de simil cuero. Además algunas cosas para comer y beber, cosas que él me había dicho que le gustaban. ¡Iba a atender a mi hombre, a cocinar para él, ver su ropa, quizás lavarla, plancharla…! Estaba como loca, me sentía súper mujer. La casa la limpié a fondo, cambié sábanas, ordené mi ropa, todo para mi Eduardo.

Ese viernes llegó como a las 8 de la noche. Cuando tocó el timbre yo estaba ya vestida, calza violeta, blusa blanca, zapatitos de taco bajo y abajo un colaless negro y un peto ceñido, también negro. Mis labios pintados sobriamente y mis pestañas crespas. Acudí a abrir la puerta con el corazón palpitante. Ahí estaba mi amor, mi Eduardo, con cara de cansado pero sonriéndome.

–¿Cansadito mi amor?

–Sí bebé, un poco, fue un día de locos, la construcción con problemas y yo solo para resolver todo.

Eduardo es constructor civil, y tiene a cargo escuadras de obreros y técnicos. Un trabajo que lo hace más viril a mis ojos, siempre lo imagino con su casco y su porte fuerte ordenando a obreros y dando indicaciones.

–Ahora descansará amor, con su Francy –le dije y eché mis brazos a su cuello, empinándome para besarlo. Correspondió a mi beso con pasión y buscó mi cuello para besarlo.

–Estás linda mijita, linda…

Qué alegría oír eso, me había esmerado mucho. Lo acomodé en el sofá y llevé su bolso al baño, traía su cepillo de dientes, su perfume, alguna ropa interior y sus pantuflas. Venía preparado mi amor. Acomodé todo eso en el baño y dormitorio y corrí a verlo.

–Amor, sáquese la chaqueta, aquí están sus zapatillas de descanso, ¿se las pongo?

–Sí Francy, gracias, que linda eres.

Me sentí dichosa de quitarle sus zapatos y calcetines, y calzarle sus zapatillas de cuero marrón, me sentí como una esposa, cariñosa con su hombre. Lleve sus zapatos y chaqueta a mi dormitorio, que ahora sería también el suyo.

Volví a sentarme a su lado, buscando sus labios, mimosa y coqueta. Me tomó mi cabeza y me besó con cariño y después con ardor. Así estuvimos besándonos y acariciándonos un buen rato. El me tocaba mis nalgas y muslos por encima de mi calza ajustada y me abrió un poco la blusa para acariciar mi pecho y cuello. No pude resistir y puse mi mano sobre su paquete viril, por encima del pantalón. Ya estaba duro, debo decir que Eduardo es un hombre muy caliente, se erecta fácilmente.

–Sáquelo bebé –me ordenó en voz baja. Bajé la cremallera y abrí el bóxer. Ahí estaba su herramienta de dominio sobre mí. Yo adoraba su pene, lo conocía enteramente, lo sentía tan mío.

Lo acaricié un rato con mis manos, que tengo pequeñas, cosa que a él le gusta. Me tomó de la nuca y me hizo agacharme para ponerlo en mi boca. Sentí su aroma de macho, sudado después del trabajo, no había tenido de ducharse en la obra, me dijo.

–No importa amor, me gusta tu olor de hombre de trabajo duro, nos tenemos confianza ¿no?

–Mi Francy… mmm, mmm –yo ya tenía su pene en mi boca y lo chupaba suavemente mientras él me acariciaba mis nalgas, suspirando de placer. Yo bajé del sofá y me arrodillé ante sus piernas para seguir chupando su imponente pene, aferrada a sus muslos de macho. Lo miraba hacia arriba, buscando sus ojos, mostrándole amor y entrega.

–Ya bebé, levántese.

Lo hice y me puse de pie ante él, mirándolo sumisa. Me dio vuelta y comenzó a bajarme la calza, hasta quitármela entera. Quedé en calzones, mi culito a la altura de su rostro. Comenzó a besarme los muslos y el nacimiento de mis nalgas. Luego me bajó los calzones y me besaba las nalgas, buscando mi agujerito con su boca. Siempre estoy muy limpia y perfumada de esa parte.

–Qué rico huele su culito bebé, me gusta que siempre esté así –me dijo suave para luego meter su lengua dentro y lamer. Yo casi me desmayaba, como siempre que me hace eso. Sé que precederá a la penetración. A él le gusta y además me lubrica con su saliva.

Después se bajó los pantalones y el bóxer, quedando sentado con su pene levantado al aire.

–Venga amor, siéntese en su macho.

Me abrí las nalgas y con una mano cogí su pene para ubicarlo frente a mi hoyito húmedo. Él me tomó de la cintura y me bajó más, empujando su pene dentro, un poco brusco.

–¡Ay amor…! –grité con un dolorcillo y placer al mismo tiempo. Ya estaba dentro, enteramente dentro de mí. Una vez más era su mujer, él ejercía su derecho y me poseía como le daba la gana.

–¡Muévete mujer…! –ordenó con voz fuerte. Como dije antes, vivo en casa aislada y no hay vecinos que puedan oír nuestras voces, gemidos y gritos. Y aunque oyeran que más daba, en esos momentos era una mujer que gozaba su hombre, y punto.

Comencé a moverme hacia arriba y hacia abajo, su pene casi salía pero luego me lo metía yo misma con mis movimientos. El me daba palmazos en las nalgas, sabe que me gustan.

–¡Dale, dale Francy, así me gusta…! Mi hembra golosa…

–Síii, tu hembra, solo tuya amor…

Finalmente él se arqueó y gimió acabando. Sentí su semen caliente dentro y me quedé quieta, gozando ese sublime momento.

–Te amo Eduardo, te amo… –no pude dejar de exclamar.

–Lo sé Francy, también te quiero cada vez más. Límpielo amor, como sabe que me gusta.

Me levanté y su pene salió de mi culito. Me volví, me arrodillé y empecé a lamerlo, tragando los restos de semen, hasta dejar limpio su pene, como había hecho antes. Mientras, de mi culito salían los restos que me había dejado dentro, mojando mis muslos.

–¡Qué rica eres Francy…! Mejor que cualquier mujer –exclamó mi dueño. Yo feliz.

Luego me pidió preparar el baño para una ducha, cosa que hice diligentemente, dejando champú, jabón, toalla a mano y una bata masculina que le había regalado antes y que usaba cuando venía, me hacía el amor y se duchaba antes de volver a su casa. Yo seguía en calzones y blusa cuando él entró al baño, me dio una palmada en mi traserito, me agradeció y me hizo salir. Quizás quería hacer sus necesidades, Eduardo es limpio y pudoroso en esos momentos. Yo también. Aunque una vez me sorprendió haciendo pipí sentada, como una mujer, me sonrío y cerró la puerta del baño. Me hizo sentir más mujer esa vez.

Mientras se duchaba preparé la cena, arreglé la mesa muy bien, linda iluminación y una música suave, creando ambiente.

Cuando entró a la cocina yo me había puesto la calza y delantal, el en su bata azul, me abrazó por detrás y me besó el cuello y una oreja. Me di vuelta y lo besé con amor, apretando mis labios contra los suyos. De inmediato reaccionó y me agarró de las nalgas, apretándome contra él. Quizás estaba prendido nuevamente.

–Amor, déjeme terminar la cena ¿ya? –le rogué coqueta.

–Mmmm… bueno, te suelto por ahora Francy.

–Vaya el living, le llevo su whisky con hielo amor.

Cuando le lleve su trago había prendido el televisor y veía noticias. Me agradeció con otra caricia en mis nalgas. Sabe que me encantan sus manos allí, es como mi punto G.

Cenamos conversando de varias cosas, de su trabajo y del mío. Me confío algunos problemas domésticos con su hija y yo le di algunos consejos de mujer. Con Eduardo me siento mujer, pienso como mujer.

Después de cenar Eduardo se quedó en el sofá a ver TV y gustar un bajativo que le preparé. Me sentía tan dichosa de atenderlo como su mujer, mimarlo y hacerlo sentir bien. Despejé la mesa y lavé la vajilla, todo en orden.

Luego me fui a sentar a su lado, el me abrazó y miramos televisión, un documental sobre África creo. Me besaba y yo a él, me acariciaba los muslos y nalgas, yo le besaba el cuello y los labios. Casi ni veíamos el programa tv. En un momento Eduardo me tomó una mano y la llevó debajo de su bata, a su pene. ¡Oh, estaba duro nuevamente!

–Amor, quiero ducharme, desde esta mañana he hecho varias cosas y me siento un poco sudada, después vamos a la cama. ¿Me permite eso mi amor? Por favor, también tengo ganas de ti…

–Bueno regalona, sabe que la consiento, vaya a sus cosas, yo me iré a la cama ahora.

Corrí al dormitorio, elegí ropa de noche y me encerré en el baño. Me duché largamente, lave mi agujerito con un chorro de agua caliente, unas cremas, perfume, otros calzones, un babydoll rosado y unas medias con liga. Quería estar muy tentadora para mi amor.

Cuando salí del baño Eduardo estaba ya en cama, sentado, a torso desnudo, mirando su celular y wasapeando con su hija, según me dijo.

–Pero qué linda mi Francy, venga con su hombre –exclamó levantando la sábana. Me metí feliz a la cama, abrazándome a su pecho peludo, que tanto me gusta, jugando con mi deditos entre sus pelos de macho. Él estaba solo con los bóxer. Me acariciaba mi pelo y mis hombros. Así estuvimos un rato hasta que Eduardo me recostó y prácticamente se subió sobre mí, buscando mis labios con su boca, besándome el cuello y las orejas, mis hombros y brazos. Luego bajó los tirantes del baydoll y me besó los pezones, los chupó y mordió suave. Yo gemía de placer y le revolvía su pelo. ¡Qué delicia! Eduardo sabía cómo hacer gozar una mujer. Yo sentía su pene ya endurecido sobre mis muslos. ¡Seré nuevamente suya!, pensé con el placer de siempre.

Así fue, esta vez no me llevó a mamarle su pene, sino que me puso boca abajo, me quitó los calzones y se sacó su bóxer, y me dejó las medias. Abrió mis piernas, separó mis nalgas y salivó en mi hoyito, lo lamió y apunto su pene. Sentí su entrada suave, esta vez no fue brusco. Me penetró lentamente, hasta metérmelo por entero. Yo lo sentía dentro, y apretaba mi culito para darle más placer a él.

–¡Mi amor… soy tuya, tuya..! –exclamé.

–Sí Francy, solo mía…

Y luego empezó a entrar y salir, bombeando duro, como macho embravecido haciendo suya a su hembra: ¡yo era su hembra en ese momento! Me sentía en el cielo, y mi amor por él era inmenso, y se lo decía en medio de mis gemidos, dándole más energía a sus embestidas. Esa segunda vez demoró más en acabar, para felicidad mía. Me besaba los hombros, el cuello y me giraba la cara hacia él para besarme la boca. Yo sentía todos sus 80 kilos sobre mí, me sentía pequeñita (soy más bien delgada, apenas 65 kilos). Mi hombre grande, duro, podía hacer lo que quisiera con su Francy. Acabó con un bufido y se desplomó sobre mí, que seguía boca abajo. Nos quedamos quietos, yo sintiendo su respiración agitada aún y su pene que dentro de mi culito se iba aflojando poco a poco, pero siempre dentro, como una afirmación de que Eduardo era mi dueño, el único amo y señor de Francy. ¡Me sentí tan mujer en esos momentos! No sé si las mujeres de verdad sienten su femineidad con tanta intensidad como yo.

Me puso en posición cucharita para dormirnos felices, él agotado por el día de trabajo y por el sexo conmigo. Mi cabeza sobre su brazo y su otra mano cogía una tetita mía (son chiquitas, pero algo hay). Yo sentía sobre mis nalgas su pene en reposo y húmedo aún, y de mi agujerito salían unas gotas de su semen. Sentía su respiración en mi cuello y su calor de hombre. Me sentía protegida, chiquita abrazada por ese macho, a quien amaba ya tanto. Me dormí suavemente, feliz como nunca lo había estado con alguna otra persona.

Había amanecido recién, y la luz entraba delicadamente por la ventana de mi dormitorio, cuando desperté sintiendo una presión en mi trasero. Eran sus manos que, él de costado, abrían mis nalgas suavemente y sus dedos buscaban mi agujerito. Luego sentí su la cabeza de su pene que buscaba entrar. ¡Oh, mi amor es insaciable, de nuevo…! Pensé, dichosa de despertar tanto deseo en él, y era mi deber de someterme a sus ganas de hombre.

–Amor mío, ¿qué quiere, otra vez suya…? –murmuré aún un poco dormida.

–Tranquila Fran, quédese así, de ladito, lo haré suave… –me susurró al oído.

Yo acomodé mi colita para recibirlo; Eduardo me abrió aún más las nalgas y levantó una de mis piernas para penetrarme más fácilmente. Cuando entró di un gritito:

–¿Duele mi Fran? –me dijo en voz baja.

–Un poquito amor mío, mójelo por favor.

Sacó la cabeza y la humedeció con su saliva, y también con sus dedos mojó mi hoyito, que todavía conservaba algo de su semen de una horas antes. De ese modo volvió a entrar, hasta meterlo todo. Yo movía mi colita para darle más placer. Así estuvimos un buen rato, él sujetándome fuerte de las ancas y dándome algunas palmadas en las nalgas.

–¡Mi mujer…! ¡Que rico culito tienes Francy! –exclamaba con voz ronca.

–¡Sí amor, es solo tuyo, haz lo que quieras con él, mi dueño, te amooo!

De improviso su respiración se aceleró, dio un mugido y acabó dentro de mí. Yo apreté mis nalgas para que no se saliera tan pronto, pero en esa posición resbaló fuera, hasta que Eduardo se quedó de espaldas recuperando aliento. Me di vuelta hacia él y lo besé fuerte. Yo también había acabado, un chorrito corto de mi pequeño miembro, el clítoris como lo llamaba con cariño Eduardo. Seguí besándolo, su boca, mejillas, cuello, sus hombros y brazos musculosos. Con mi mano sostenía y jugaba con su pene lacio, que aun así era grande.

–Francy…

–Dime amor.

–Si seguimos así vas a quedar preñada –me dijo riendo por lo bajo.

–¡Ay amor! No seas malito, sabes que es un sueño imposible –le respondí haciendo un pucherito.

–Es solo un juego Fran, algún día nos vamos a imaginar eso, ¿ya?

Nos dormimos nuevamente, yo imaginado esa fantasía hermosa: darle un hijo (mejor una hija) a Eduardo, el hombre que me había conquistado y ganado mi amor.

Aún quedaban dos días y una noche de ese primer de semana juntos, solos los dos, Eduardo y yo.

Próximamente seguiré con este relato, y les contaré lo maravillosa que fue esa experiencia.

Francy (Chile)

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