La última cogida con mi vecino fue de nochecita. Nos encontramos afuera, en la cuadra y él se me vino al humo, me dijo que no daba más de las ganas, yo también, le dije, ¿pero dónde?, pregunté. En nuestras dos casas había gente a esa hora. Tampoco podíamos entrar a la esquina donde lo hicimos la primera vez porque no se veía nada y el piso estaba lleno de escombros. ¿No te animás que vayamos al baldío?, ofreció él.
Quedaba a la vuelta, era un terreno grande lleno de yuyos altos y atrás había un tingladito de chapa. Podía ser, entre la oscuridad y los yuyos, si nos íbamos bien atrás desde la calle no se veía nada. Igual me parecía un poco arriesgado y me daba miedo, pero tenerlo a Diego pidiendo de ir a coger me daba mucho morbo y no quería perder la oportunidad, que no sobraban, de hacerlo de nuevo. Bueno, vamos, le dije.
Nos metimos entre los pastos hasta llegar al tingladito. Me tranquilicé, no se veía nada. Como era primavera, estábamos los dos con pantalones cortos de jugar a la pelota, y los dos re envergados por la calentura. Nos abrazamos y empezamos a toquetearnos. Yo le metí la mano entre el pantalón y le entré a manosear las nalgas, él enseguida me copió y sentí sus dos manos en mi cola. No decíamos nada. Solo se escuchaba nuestra respiración fuerte por la excitación.
Sentí que me apretaba una nalga para abrirme bien el culito y poder meterme el dedo, me quejé despacito mientras lo hacía, ¿te gusta?, me dijo, yo no dije nada pero me dejaba. Le encantaba meterme el dedo entero en el culo y cuando lo tenía hasta el fondo me lo movía adentro, yo ya no lo tocaba a él, había dejado mi mano quieta contra su nalga, cerré los ojos apretando mi cara contra su cuello y gocé lo que hacía en mi culito, ¿no te duele, no?, me preguntó, porque estaba siendo muy guaso con su dedo. No, le dije yo bien bajito. Fue como darle permiso para que siguiera, para que me moviera más el culito con su dedo. Yo no daba más de placer. Date vuelta, me pidió.
Hice un esfuerzo supremo y le pedí que me deje cogerlo yo primero (todavía trataba de simular que eso me gustaba). El aceptó y yo puse mi pija durísima en su zanjita pero no lo penetré, solo se la refregaba. El aguantó un minutito y me pidió su turno. Me di vuelta y me bajé un poquito los pantalones para dejar mi cola al descubierto. Diego se puso bien juntito y me re clavó. Enseguida me empezó a bombear con todo. Ah, como me gusta estar adentro tuyo, me dijo. Yo largaba unos gemiditos. Ya su dedo me había enloquecido y ahora, sentirme lleno de su pija, así de paraditos, completaba toda la calentura.
No pude aguantar mucho y empecé a eyacular a lo loco, con mis manos me sostenía el pantaloncito para que no se cayera al suelo mientras mi pija dura soltaba la acabada a chorros contra los pastos. Diego se dio cuenta, me dio mucha vergüenza pero no pude evitarlo. Ahora va mi leche, me dijo. ¡Sí!, casi grité. ¿La querés? No me cuidé más y volví a decirle que sí, que la quería, que quería toda su leche. ¿La querés toda adentro? Dejé que se fuera a la mierda todo y le contesté que sí, que no daba más, que quería que me llene el culo de leche. Y enseguida sentí los chorros calientes de semen de Diego en las paredes internas de mi culito. Me dedicó una acabada larguísima, con mucha leche. Apenas me la sacó me subí rápido los pantaloncitos. Vamos le dije. Y salimos apurados y medio nerviosos. Ya en mi casa me fui directo al baño.
Cuando me bajé el pantalón vi que tenía manchones de semen de mi vecino en la parte de atrás. Esa fue la última vez que lo hicimos.