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Mi vecino Diego (Parte 3)
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Ya habíamos hecho nuestra primera experiencia y aunque la vergüenza me había invadido inmediatamente después de haber tenido sexo con mi vecino,  al otro día ya me moría por que lo hagamos de nuevo. Nos cruzamos un par de veces pero siempre había mucho movimiento y gente conocida en la cuadra, y los dos disimulábamos. Nuestros encuentros eran un total secreto. Pasó más de una semana hasta que se dio otra ocasión. Era de tarde y lo vi parado afuera de su casa, como no había gente me fui hacia donde él estaba. No nos decíamos nada en concreto pero los dos sabíamos lo que buscábamos. Me dijo que sus padres no estaban y me invitó a pasar. Acepté enseguida.

Fuimos a su pieza, la ventana a la calle estaba abierta y él me hizo tirarme en su cama de una plaza que estaba en un costado y no se veía desde afuera. Él se acostó arriba mío y me empezó a dar besos, yo lo dejaba, eran muy inexpertos nuestros besos en la boca pero nos daban muchísima calentura. Diego estaba con todo ese día. Me empezó a decir cosas: quiero que seas como mi esposa, te quiero a embarazar, empezó a repetirme. Te voy a dar leche para que te quedes embarazada. Yo no sabía bien si entrar en ese juego pero sus palabritas en mi oreja me estaban haciendo volar de la calentura. Diego, al mismo tiempo que se bajó su pantalón de gimnasia, levantó mi ropa para dejar mi panza libre y me apoyó la verga, estaba durísima y toda mojada de líquido preseminal que me refregó contra mi panza. Yo empecé a tocarle el culo mientras me hacía esa guasada para simular que yo también era activo pero solo tenía sentidos para su pija. Él se dejó tocar un rato y luego me sacó la mano de su cola y me dio vuelta en la cama, quedé boca abajo, él me bajó un poco vaquero y calzoncillo de un tirón y metió su dedito hermoso en mi culo. Fue medio bruto pero yo no tenía ganas de resistirme y lo dejé que me hundiera todo su dedo en mi culito.

Lo sacó al ratito y sentí que ya se acomodaba para meterme su pija cuando le dije que me daba miedo la ventana abierta, que alguien podría asomarse y vernos. El aceptó y me dijo que vayamos al cuarto de sus padres donde los postigos estaban cerrados. Me levanté con los pantalones por las piernas y fuimos así los dos, con los pantalones dejando nuestras colas y pijas al aire, el me hizo pasar delante y me fue tocando el culo hasta que entramos al otro dormitorio. Estaba muy oscuro. Dejamos abierta la puerta al interior de la casa, entraba una franja de luz que iluminaba bien el final de la cama matrimonial, vi sobre la cama una almohada triangular, grande y rígida, que deben haberse usado para tirarse a leer o mirar tele, y puse mi pija y mi panza contra ella, Diego se vino sobre mí apurado por el deseo, mi cola había quedado bien levantadita y él se dispuso a acoplarse, puso su glande en mi agujerito y me clavó la pija hasta los huevos. Fue un solo movimiento: ya conté que tenía la pija muy finita y no me hacía doler para nada, pero tenía su palito muy tieso y yo se lo re sentía. Me empezó a bombear con todo y me hacía comer toda su pija. Te voy a embarazar toda, te voy a dar toda mi lechita, me decía en el oído, yo por dentro decía: siii, préñame, lléname de leche la colaaa. Pero no soltaba nada porque demostrarle el placer que su cogida me provocaba no estaba en los cálculos. Igual se me escaparon varios gemidos antes sus embestidas y cuando me empezó a largar el semen bien adentro de mi cola.

Nos quedamos tumbados un rato y después él me la sacó. Al levantarme vi una enorme mancha húmeda sobre la almohada, lo había dejado mi gran acabada. Di vuelta enseguida la almohada para que Diego no la viera, me levanté los pantalones y me fui para mi casa. Espero que se haya secado antes de sus padres volvieran.

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