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Mi vecino Diego (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Y así fue. Después del toqueteo de aquella tarde que conté antes, empecé a buscar la oportunidad de encontrarme a solas con mi vecino. Salía a la puerta de casa para ver si me lo cruzaba. Por suerte él también se había quedado a mil y tenía muchas ganas de seguir con nuestros jueguitos.

A los pocos días coincidimos una siesta. Nos acercamos y él me dijo de meternos en la casa de la esquina de nuestra cuadra que está abandonada hace años. Miramos para todos lados para asegurarnos de que nadie nos viera y nos colamos por el garaje para llegar hasta las piezas vacías. Las paredes estaban descascaradas y había bastante polvo por todos lados.

Llegamos a una pieza que estaba bien iluminada por una ventana que daba a un patio interno por lo cual ofrecía seguridad de que nadie nos viera. “Acá está bien”, dijo él y se detuvo de frente a mí y me abrazó, yo lo dejé, el me buscó la boca para besarme, yo bajé un poco la cabeza para evitarlo pero el persistió, me puso los dedos en la pera y me levantó la cara, sentí sus labios sobre los míos, no respondí al beso pero él igual me daba sus chupones hasta que abrí mi boca y empecé a besarlo. Le toqué la cola. Él enseguida me tocó la mía. “Dejame meterte el dedito como el otro día”, me susurró en la oreja. “Yo primero”, le contesté, como si eso fuera lo que más quería. “Bueno”, aceptó.

Se dio vuelta y se bajó apenitas los pantalones. Le puse el dedo en el agujerito y se lo metí, se lo empujaba bien adentro porque sabía que él después me iba a hacer lo mismo a mí. Enseguida empezó a pedir su turno. Yo me hice el que no quería dejar de tocarle el culo y no sacaba mi dedo pero el forcejeó un poco y se liberó. Eso también yo lo hacía a propósito. “Date vuelta y bajate un poco el pantalón”, me dijo. Lo hice. Me bajé el pantalón hasta los muslos, mi cola quedó completamente al descubierto. “Que hermosa cola que tenés”, me largó Diego.

Yo creo que me puse todo rojo. Él me tanteó el culito. Y enseguida me metió todo su dedito, hasta el fondo. “Despacio”, le dije. “Vos también me tocaste con todo”, me respondió. Me quedé callado. Tenía todo su dedo clavado en mi cola, la pija se me paró como un palo, sentía la respiración fuerte de Diego en mi oreja, me metía entero su dedo del medio y con los otros dedos me apretaba las nalgas. “Basta, ya está. Me toca a mí ahora”, casi le grité. Tenía terror de eyacular mientras mi vecino me tocaba el culo. Me parecía que era como aceptar que me enloquecía darle mi cola a él.

Pero él seguía con su mano en mi cola y su dedo adentro de mi culo. Y lo dejé. “Un ratito nomás”, le dije. “¡Sí!, un ratito. Me gusta mucho tocarte ahí”, me dijo Diego. Yo no daba más. “Dejame meterte un minutito mi pija”, me dijo de pronto. “¡¿Qué?!”, le dije, “¿qué me querés hacer?”. “Un minutito, algo bien cortito, por favor”. No sabía que responderle. Sentía que si me dejaba coger no había retorno. Me daba mucho miedo. Pero me moría de ganas. Era mi gran fantasía dejarme coger por Diego. Y no quería dejar pasar la oportunidad de cumplirla.

Me zafé de su dedo y me volví hacia él. “Bueno, pero primero te lo hago yo a vos”, le dije. El aceptó sin titubeos. Creo que solo quería hacerme suyo. Se dio vuelta, se puso contra la pared y paró su cola. Puse mi glande bien en su culito y empecé a hacerle una apoyada. Yo hacía que empujaba con todo para entrar pero no se la metía. Apenas le abría el culito con la punta. Creo que él no se dio ni cuenta de que yo evitaba penetrarlo. Habrá pensado que no lo lograba por inexperto. Y eso no era problema suyo. Él la cola me la daba, y yo tenía que dársela a él. Mi pija era bastante más grande que la de Diego. La de mi vecino era finita.

Después de un rato en que me dejó forcejear mi verga contra su culo me exigió su turno. Me salí de atrás suyo y tomé mi ubicación contra la pared, estaba tan excitado que no me daba verguenza. Él se acercó por detrás y sentí su pijita contra mis nalgas. “Abrite un poquito la cola”, me pidió. Obedecí. Con mis manos me abrí bien los cachetes y él puso la punta de su pija en mi agujerito y enseguida empezó a penetrarme. Ay, era re suave, se sentía muy bien. Su pija entró re fácil en mi culo. Se sentía todo muy húmedo. Era como si su glande rosadito me fuera besando todo el interior de mi culo. Cuando estuvo todo entero adentro mío Diego empezó a moverme, a sacar y meter su pija en mi culo.

Hoy no me explico cómo fue todo tan fluido, tan lindo y delicioso. Habrá sido que estábamos los dos tan calientes, que no saber casi nada ayudaba, que la pijita de Diego estaba terriblemente dura y babosa, no sé. La cosa es que me estaban desvirgando pero no me dolía nada. Y yo re sentía la pija sedosa de Diego adentro mío aunque fuera finita. Yendo y viniendo. Recorriéndome todo el culito. Cuando me di cuenta que me estaba dejando pegar una terrible cogida, tuve que hacer un enorme esfuerzo para salir de la fascinación en que estaba y pedirle que pare, que su turno ya estaba. Pero, como yo hacía diez segundos, Diego también estaba totalmente abstraído, sumergido en la culeada que me estaba dando, disfrutando bien de mi culito. “Pará Diego”, le repetí. Pero él quería seguirme cogiendo. Y yo también quería que me siga dando. “La próxima vez me vas a tener que dejar a mí mucho rato”, le dije para salvar mínimamente las apariencias. “Sí, sí”, me prometió él, pero era como diciendo “ahora no jodas y dejame que te siga culeando”.

Y no jodí más, me dejé coger y coger por mi vecinito. Cada empujón suyo me hacía comer entera su pija y hacía chocar la mía contra la pared contra la que me tenía. No le hinché más con excusas. Me dejé cular bien enterito por mi vecino. “Ay se me escapa”, gritó el de repente, y empezó a eyacular adentro mío. Cuando sentí su leche bien adentro de mi cola me aflojé y mi pija entró a tirar sola, sin que la toque para nada, chorros de semen que se quedaban en la pared.

Estuvimos todavía un ratito quietos, bien unidos, hasta que terminamos de acabar hasta la última gotita de semen y recién entonces salió él de adentro mío. Vio toda mi acabada en la pared y me cargó un poquito. “Se ve que te gustó mucho”, me dijo. Creo que me puse colorado pero no dije nada. Me subí los pantaloncitos aunque sentía mojado por todos lados.

Él salió primero y yo atrás, por suerte las calles seguían vacías, seguía la siesta. Antes de separarnos e ir cada uno para su casa, Diego dijo que teníamos que repetirlo, sí, le dije, pero ya ida la excitación la vergüenza me subía y solo quería irme a casa a cambiarme de calzoncillo, no solo adelante lo tenía mojado, ahora lo sentía muy húmedo en mi culito.

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