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Mi vecino Diego
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Éramos muy jóvenes e inexpertos, pero a ambos nos atraía mucho ir descubriendo cosas del sexo. Cuando éramos adolescentes habíamos tenido algo, como manosearnos o tratar de bajarnos los pantalones uno al otro para mirarnos la cola. Por esas cositas ya sabíamos que los dos queríamos. Ahora teníamos más de dieciocho pero muy poca experiencia.

Una tarde que ya estaba oscuro él estaba en bicicleta y yo le pedí que me lleve a dar una vuelta. Era invierno y no andaba nadie por las calles. Cuando iba atrás suyo empecé a tocarle la cola. Él se dejó un ratito pero después se enojó y paró la bici. "Ahora te tenés que dejar tocar vos", me dijo. "Bueno, pero poquito, no te toqué mucho", le respondí.

Yo sabía que si lo tocaba, él me iba a pedir tocarme, por eso lo manoseé cuando íbamos en la bici. No podía pedirle que me toque directamente porque eso era aceptar que me gustaba y ser tratado de putito. Dejó la bici contra la pared de una casa y nos metimos unos metros al patio por la entrada lateral, muy oscura, que no tenía tapial ni tejido. Me hizo dar vuelta y como yo tenía puesto mi pantalón de gimnasia no le costó nada meter su mano y acariciarme las nalgas. Su mano me abría la zanjita hasta que su dedo buscó mi culito y me lo metió un poquito, yo me corrí y me hice el enojado. "Yo no te metí el dedo", le dije. "Dale, dejame un poquito", me pidió. "Bueno, pero después yo a vos". "Sí, dale". Y volví a darle la espalda y él metió su mano de nuevo adentro de mi pantalón y fue directo a mi culo con su dedito. No sé cómo me entraba tan fácil pero enseguida sentí que tenía todo el dedo de Diego metido en mi cola. Me daba una vergüenza enorme pero el placer y el morbo de la situación eran más grandes. Él empezó a mover su dedito en mi culo. Lo sacaba y volvía a meterlo. Me estaba cogiendo con el dedo y yo lo dejaba. De repente volví en mí y le dije que ya estaba, que me tocaba a mí ahora. Me daba mucha lástima hacer que parara, que dejara de toquetearme, pero tenía que disimular, ocultar lo mucho que me gustaba.

Lo puse de espaldas a él y le toqué un poco el culito, pero apenas pasó un auto por la calle dejé de tocarlo y le dije que nos fuéramos. Fuimos a nuestras casas a un par de cuadras y nos despedimos. Ya adentro fui al baño y vi que tenía todo mojado mi calzoncillo de la calentura que me había dado dejarme tocar por Diego. Me daba vergüenza pero sabía que volvería a buscarlo, a provocarlo, para que él me siguiera avanzando.

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