Este verano, luego de casi dos años de encierro por el maldito Covid decidí tomarme vacaciones en la costa de Argentina, cerca de Pinamar, en un barrio privado. Un amigo me había recomendado porque las casas se alquilaban baratas y daban frente al mar algunas. Fui un fin de semana y me gustó. Alquilé por dos semanas.
Llegó la fecha, y viajé esperando disfrutar la tranquilidad del lugar, sin boliches, sin ruidos. Acomodé mis cosas, y salí a caminar por la playa. Tengo treinta años y salía de un noviazgo toxico. Mido 1,70 m, con un físico normal, uno más del montón.
Cuando volví de caminar, ya al atardecer, vi que la casa de enfrente estaba una mujer bajando valijas. Como yo empezando las vacaciones.
Para no salir corriendo el día de la llegada, había traído fiambre para hacer sándwiches y unas latas de cerveza en una congeladora.
A la mañana siguiente salí a correr, me di una ducha, y en la camioneta fui a un supermercado. Estaba comprando cuando una mujer de unos 50 años me saludó cordialmente. Por supuesto que respondí de la misma forma, pero sorprendido.
—Soy tu vecina de enfrente, Karina.
—Un gusto, Germán. Disculpe si no la reconocí.
—No hay problema. Nos vemos.
Nos saludamos, terminé de comprar, cargué todo en mi camioneta y volví a la casa.
A la tarde fui a la playa, tomé sol, me metí al mar y cuando salí vi que la mujer venía desde su casa.
—Hola Germán, ¿Disfrutando el agua?
—Si, está muy linda hoy.
—Gracias, dijo con picardía.
—Me refería al agua, pero Ud. también está muy linda.
—Gracias ahora sí, pero por favor, no me trates de Ud. que me acuerdo perfecto mi edad.
—No, no quise ser grosero. Disculpa.
—No problem.
Dejó las cosas cerca de mí, se sacó el pareo y fue caminando al agua. Recién allí pude observarla bien. Era de mi altura, y un físico, impresionante para la edad y tenía puesta una malla enteriza que le marcaba perfectas las formas. Se notaban muchas hora de gimnasio. Estuvo un rato en el agua, y cuando venía recién ahí la reconocí. Era actriz, muy conocida menos para un tipo como yo que ve poca televisión.
—Germán, si yo estoy tan linda como el agua, como dijiste, estoy para el geriátrico: ESTA HELADA.
—Ups. Claro, a mí me gusta el agua fresca.
—Helada, eso es helada.
—Perdona si no te reconocí antes, pero no miro mucha televisión, recién cuando venías del agua te reconocí, no quise ser descortés.
—No hay problema. Mejor así. Por eso vine aquí a descansar, a veces es bueno ser una desconocida.
—Ese no es mi problema, no me conoce nadie. Jajaja.
—¿Viniste con tu familia?
—No tengo familia, por suerte salí de un noviazgo toxico, y vine a terminar de “limpiarme”. ¿Vos?
—Sola, quizás en unos días venga mi hija, está en Punta del Este. Es modelo y se fue con amigas.
—Cualquier cosa que te pase, o que necesites, avísame.
—Gracias, sos muy amable.
Un rato después volvimos cada uno a su casa. Yo había comprado medio pechito de cerdo para hacer a la parrilla, lo saque de la heladera y me metí a ducharme. Me estaba secando cuando Karina golpeo la puerta. Me até la toalla a la cintura y fui a ver que pasaba.
—Huy, vine en mal momento.
—Tranquila, ya me estaba secando.
—Pues la torpe, no puede prender el calefón, y como no me diste tu celular, tuve que venir a golpear la puerta.
—Dame cinco que voy.
Me puse un short, unas zapatillas y fui a la casa.
—Karina, no tenés gas en el tubo, ese es el problema.
—Hijo de puta al que me alquiló. Y ya es de noche. Lo voy a llamar para putearlo.
—Ok, si querés veni a casa a ducharte.
—¿En serio? Gracias.
A los 10 minutos estaba en casa duchándose. Cuando salió estaba con un vestido mini, de los que se usan entrecasa.
—Gracias Germán. Sos un ángel. Perdona que te haya jorobado. El tipo me dijo que mañana traen un tubo nuevo.
—Escuchame, yo estoy haciendo un pechito a la parrilla. Quédate a cenar, no tenés como cocinar.
—No, es abusar, deja, veo como me rebusco.
—Te voy a cobrar lo mismo, tranquila. Y de paso preparas la ensalada.
—Bueno, pero espera que llevo la malla y la toalla. Ahora vengo.
—Dale, pero no golpees. Entra directo.
Volvió con dos botellas de vino. Abrimos la primera mientras se hacía la cena.
Estábamos charlando de pavadas, cuando sin pensarlo le dije:
—Sos linda en serio. No recordaba que eras tan linda en la tele.
—Gracias. Me sorprendes con tu comentario.
—Perdona si te molestó, pero te estaba mirando y como soy medio de decir las cosas sin medir las consecuencias, pues dije lo que pensaba.
—No, nada que perdonar. Tendríamos que poner una sola brasa para que tenga tiempo de decirte la cantidad de cosas que me dicen para conquistarme antes que se cocine la cena, pero ninguna tan genuina. Me sorprendió gratamente.
—Ah, soy así. Me imagino que estarás rodeada de lobos. Porque no es que seas linda solamente, sos macanuda, re sociable. Uno las imagina a Uds. de otra forma. Por lo menos es mi prejuicio.
—No te equivocas. Si fueses uno de los tantos lobos, no estaría así relajada, ni te hubiera pedido ayuda con el gas.
—Para, tampoco soy una ovejita. Que este fuera de estado no significa que no me gusten las mujeres y mucho más las lindas, con las que puedo charlar y tomar una copa de vino después de hacer el amor.
—Primero, ¿Por qué me decís “linda”, y no hermosa y bella?
—Te vas a reír y salir corriendo: me encanta como suena al decirlo, ese acento que uno pone en le “i”, la hace una palabra alegre, hermosa me suena a triste no puedo darle el énfasis que a linda y con bella, parezco una oveja “Beeella”
—Muy loca tu explicación, pero me gusta, y me gusta la forma que lo decís. ¿Me tengo que sentir aludida en ese grupo de mujeres que decís te gustan con las que podes charlar y tomar vino después de hacer el amor”
—Porque no estás en pose, en gata come hombres que no sabe quién fue Platón, porque tenés los dos antebrazos apoyados en la mesa y la espalda recta, signo que estas relajada, y último, porque te pico lo que dije, quisiste saber por qué lo decía.
—¿Cuántos años tenés Germán? ¿A qué te dedicas?
—30 años. Soy Ingeniero de Sistemas. Me dedico a animación computarizada.
—Sabes bien que no soy una jovencita, que tenés edad para salir con mi hija más que conmigo.
—Para Karina. Hasta ahora fue todo un juego de los dos. Estas llevando las cosas a un terreno donde creo que los dos no nos sentiríamos cómodos. Como yo veo esto, tenemos tres caminos: Seguir hablando pesado, al límite, pero sabiendo que no pasará nada; seguir hablando y tirándonos palos sabiendo que vamos a terminar tomando vino y charlando; y llevar esto a un terreno, donde yo desde ya no quiero entrar.
—Sí que sos claro. Solo una pregunta: ¿En serio irías a la cama conmigo, y por qué?
—Si, por supuesto que iría, y por qué: no tiene nada que ver con quien sos, si con como te conozco yo, sos picante, divertida, linda, híper sensual, re sexy, y no te ofendas, pero me parece que tenés muchas ganas de tener sexo sin demostrar nada, ni ocultar nada. Ganas de ser Karina.
—¿Falta mucho para la cena?
—Lo suficiente.
Me acerque y se paró frente mío. Ella era apenas más baja que yo. La abrace y la bese. Ella hizo lo mismo. Le comencé a besar al cuello y ella empezó a gemir muy suavemente, mientras clavaba sus uñas en mi espalda. No costó mucho levantar su vestido y quitarle la tanga.
Lleve mi mano a su sexo, y estaba empapado, con la otra mano me saque el short mientas ellas acariciaba mi pecho. La hice sentar en el borde de la mesa y le penetre lentamente, ella mordía mi hombro y respiraba agitada mientras me abrazaba.
Estuve entrando y saliendo un rato, mientras besaba su cuello y apretaba un pecho. Que le besara el lóbulo de la oreja la volvía loca. Me vine en su concha, mientras ella ahogaba un grito de placer mordiendo mi brazo.
Nos quedamos unos segundos y ella fue al baño. Yo me puse el short y serví vino. Cuando volvió levantó su tanga, la guardó en un bolso y me dijo:
—Platón era un filósofo griego, creador de la Academia de Atenas. Para Platón, la verdadera realidad la constituyen las ideas y no las cosas materiales.
—Aquí está tu copa de vino.
—¿Por qué una mujer pierde a un hombre como vos, y no solo hablo de lo sexual?
—Porque su realidad eran las cosas materiales. Y en cada segundo hay miles de millones de realidades, tantas como personas y computadoras trabajando hay. Voy a un caso específico, recién cuando los dos alcanzamos el clímax, los dos vivíamos dos realidades diferentes.
—De acuerdo, pero las cosas materiales son reales.
—Si, pero no constituyen la realidad. La realidad la constituye tu idea de uso de esa cosa material. ¿Cuánto de realidad tiene para vos ese collar de brillantes que te pueden regalar si vos sabes que es solo para llevarte a la cama?
—Ninguna. Espera un segundo: ¿Para vos existe el amor?
—Si, por supuesto. ¿Poder tocar al amor? ¿Podes tocar al placer? No, podes tocar a quien amas, a quien te da placer. Las dos cosas, son ideas.
Seguimos charlando, ella preparó las ensaladas, y cenamos afuera aprovechando que era una noche cálida. Toda la cena charlamos sobre el pensamiento Platónico y la alegoría de la caverna.
Levantamos los platos y fue ella, la que tomó dos copas, una botella de vino para ir al dormitorio.
Se sacó el vestido, y el corpiño, sirvió dos copas de vino mientras yo me quitaba el short.
—Con vos me pasa algo que nunca me pasó y es lo que dijiste hoy, soy Karina.
—¿Y te molesta?
—Más que molestarme me da miedo… Siempre, aún casada, me cuidaba de mostrarme…
Dejó la copa y se puso a besar y chupar mi pija, lentamente, saboreándola, disfrutando como iba ganando en erección. Ella misma se acariciaba su sexo, sus pechos y lentamente fue metiendo un par de dedos en su concha sin parar de chuparme. Así fue que alcanzó el primer orgasmo. Me miró sonriendo y siguió chupando hasta sacarse un segundo.
—¿Me querés chupar?
—Por supuesto.
Y se puso sobre mi boca, bajó un poco y la comencé a chupar, primero el clítoris y luego la propia vagina. Ahora los orgasmos era seguidos, ella apretaba sus pechos y acariciaba mi pija. Yo aproveche y comencé a jugar con mi lengua en su orto, a dilatarlo suavemente.
Karina se tiró de cabeza a chupar mi pija y me dijo:
—La lengua en mi concha, y méteme dedos en el culo. Quiero sentir como me lo abrís.
Cuando le metí el primer dedo, ella se quejó y quise sacarlo.
—No, no lo saques, metelo hasta el fondo. Eso quiero.
Se lo metí hasta el fondo y se empezó a mover como loca. Me ordenó que le meta otro, y con esfuerzo entro. Se movió un poco y se levantó. Se sentó sobre mi pija y me comenzó a cabalgar. Ella mojó dos dedos con su boca y los metió en el culo mientras con la otra mano se apretaba los pechos.
—Así quise gozar siempre, entregarme por completo a un hombre, hacerlo gozar con todo, así Germán, así es Karina.
—Entonces goza con todo. Dije y le di un chirlo en el culo.
Ella se puso loca. Subía y al bajar lo hacía con toda la fuerza. No hizo falta que pidiera otro chirlo y eran orgasmos tras orgasmos.
Cuando sentí que estaba por acabar, la hice acostar, y poniéndome sobre su pecho, acabé en su cara y sus pechos. Ella me pidió chuparla y se la acerque y la limpió por completo.
Me tiré a su lado, tomamos nuestras copas y brindamos.
—Desgraciado, quería que me rompas el culo.
—Vamos a hacer una cosa: vos quédate con las manos en la cabeza, por nada las podes mover. Cuando yo te diga, vos sola te la vas a meter. Pero si moves las manos, todo se termina.
—Bueno.
Puso las manos atrás de la cabeza y me dediqué a chuparle los tremendos pechos, mientras jugaba con su clítoris. Ella gemía sin parar.
Sin dejar sus pechos, metí tres dedos en su concha, los sacaba y los volvía a meter con todo, jugando al pasar con el punto G. Karina gritaba de placer, vi que movía las manos pero era para taparse la boca con la almohada.
Saque un dedo empapado de su concha, y lo metí en el culo, metiendo un tercero en su concha. Luego fueron dos y dos los que entraba y salían con velocidad y fuerza.
No necesite decirla nada que levantó sus rodillas para que puede penetrarla hasta el fondo con tres dedos de una mano en el culo y tres de la otra en la concha.
Me puse sobre su boca sin dejar de taladrarla, y ella comenzó a chupar como loca. Estuvimos un rato así hasta que me acosté boca arriba, y le dije que me cabalgue con la pija en el culo.
Ella se la fue metiendo, y yo le iba metiendo tres dedos en la concha, para jugar con todo. Cuando la tuvo toda adentro, sus movimientos fueron frenéticos. Su esfínter apretaba y soltaba mi pija sin parar.
—Soy una puta, siempre soñé ser una puta para “el” hombre. Y hoy soy tu puta.
—Si, y muy buena puta, ahora, haceme acabar con ese culo que tenés.
Ella se pegaba así misma sin dejar de moverse, yo saque mis dedos de su cocha y ella metió los de ella.
Acabe llenando su intestino de mi leche, y ella acabó con un squirt tremendo, que la asombró.
Se acostó junto a mí y nos dormimos.