Estoy parada en la puerta de su casa y me tiemblan las piernas como nunca en mi vida me han temblado. Nervios, ansiedad, recuerdos maravillosos, deseos irrefrenables, miedos… Todo junto al mismo tiempo. Quiero tocar el timbre pero tengo miedo de lo que ocurra cuando se abra la puerta. ¿Me reconocerá? ¿Se alegrará al verme?
Esta parte de la historia empezó hace un par de días, en una reunión luego de que terminé de firmar los contratos para una nueva campaña publicitaria, justamente en la agencia de publicidad. Se hizo un brindis y cuando vi a una jovencita, me quedé congelada: Los ojos, la mirada, algo me sorprendió y me hizo estremecer. Era la misma mirada del hombre que diez años atrás, en las playas del sur de Mar del Plata me había hecho mujer, me había enseñado de forma maravillosa lo que es hacer el amor.
No podía quitarle los ojos de encima, y en un momento me acerque y la salude.
– Hola, un gusto conocerte. Le dije.
– Hola. Me dijo sorprendida por mi saludo.
– Perdoname, pero creo que te conozco o conozco de quien heredaste esos hermosos ojos, esa mirada brillante. ¿Sos Camila?
– Si… Soy yo. ¿Cómo…?
– Entonces sos la hija de Fernando…
– Exacto… Perdone pero no entiendo nada.
– Cami, tutéame, soy Caro. De vuelta, un gusto enorme conocerte. Conozco a tu padre.
– Ah… ni me imaginaba, nunca me comento que…
– Supongo que no. Contame, ¿Cómo está?
– Bien por suerte, trabajando, como siempre.
– Claro. ¿Tu mamá?
– Eh… mi mamá vive en Brasil, después que se separaron, ella se fue con el novio a Brasil. Yo me quedé con el viejo.
– Uhhh… Si te invito a tomar un café, ¿aceptas? Tengo muchas ganas que me cuentes de tu padre.
– Sí claro, no hay problema.
En ese momento le hice una seña al dueño de la Agencia y se acercó.
– Pedro, me he llevado una hermosa sorpresa. No sabía que Camila trabajaba con vos. Es la hija de una persona muy querida. Por favor cuídala. Ah, nos vamos a tomar un café solas. Llámeme.
– Sí Caro, por supuesto. Vayan. No sabía que la conocías…
– Gracias. Vamos Cami. Le dije, la tomé del brazo, junto sus cosas y partimos las dos a un bar justo en frente de la agencia.
No sé cuál de las dos estaba más nerviosa. A mí me temblaban las manos, y ella o dejaba de acomodarse el cabello. Pedimos dos cafés y comenzamos a charlar.
– Contame de vos Cami. Le dije.
– No hay mucho, termine el secundario hace dos años, un amigo de papá me hizo entrar en la agencia, y trabajo y estudio.
– ¿Novio?
– No por ahora, corte hace poco tiempo con un flaco, nada serio.
– Entiendo. Sos hermosa, tenes una sonrisa fresca y esos ojos…
– ¿Cuándo, cómo lo conociste a papá?
– Hace varios años ya. ¿Hace mucho que se separaron tus padres?
– Doce años.
– Que chiquita que eras, tenías ocho años. Dije y ella abrió los ojos con todo.
– Si… Perdoname, pero cada vez entiendo menos. ¿Cómo sabes mi edad?
– Eh… Lo sé, no preguntes mucho…
– Marcela, vos sos Marcela. Con mi viejo hablamos mucho, sigo viviendo con él. Y somos bastante amigos, muy amigos. Algunos sábados a la noche, nos sentamos en el piso del living, él pone música que le gusta, que me enseña a desfrutar, como un también un whisky importado que toma, y charlamos.
En una de esas charlas le pregunte porque se habían separado. Me contó que mi mamá le pidió tiempo para pensar porque no sabía si seguir con la relación, y como yo era chica, mi viejo se fue una semana a la costa. Cuando volvió, fue él quien quiso separarse. No me explicó más.
En otra charla, le pregunté porque nunca había vuelto a formar pareja, o tener una novia, o una “amiga”. Entonces me dijo que estaba enamorado de Marcela, una mujer bellísima e inalcanzable, que no podía pensar en otra mujer que no fuera ella. Que era una mujer famosa, que era imposible que se acuerde de él.
Vos sos Marcela.
Se me llenaron los ojos de lágrimas, las manos me temblaban mucho más que antes.
– Mi nombre completo es Marcela Carolina Quesada. Dije.
– Wow… Y yo que pensé que me lo había dicho para sacarse el tema de encima.
– No te imaginas lo que busque a tu padre. Nunca me dijo su apellido, solo su nombre. Que tonto, como me voy a olvidar de él, imposible olvidarlo. Como ves, no me es indiferente para nada lo que contas.
– Ya veo… ¿Me podes contar su historia?
– Cuando viajó a la costa, yo empezaba mi carrera de modelo. Un viernes a la noche, fui a bailar y él estaba solo, sentado en la barra, tomando whisky y mirando todo, yo con amigas en un sillón. Cruzamos miradas, y el empezó a caminar hacia mí, me levante y nos pusimos a bailar. Fue un solo tema. Fuimos a la barra, tomados de la mano, nos presentamos, y nos fuimos del boliche sin hablar.
Subimos a su auto, y fuimos aun un bar frente al mar. Charlamos toda la noche, cuando amanecía, pasamos por los hoteles a buscar las mallas, y fuimos a la playa. Me contó de los problemas con tu madre, me mostro fotos tuyas, lo que te amaba, lo que le dolería perderte en la diaria si se separaban.
Pasamos todo el día en la playa. Al anochecer, me dejo en mi hotel, al rato me pasó a buscar y fuimos a cenar. Cuando le dije que tenía 18 años, casi sale corriendo. Lo tuve que parar. Él pensó que tenía 25, por mi cuerpo, mi ropa, no era una típica chica de 18 por cierto. Otra vez, toda la noche juntos, sin dormir, recién ahí nos tomamos de las manos, y nos dimos los primeros besos. Otra vez a buscar las mallas, y otra vez a la playa. Llegamos muy temprano, y salimos a caminar, abrazados, hablando. De pronto, estábamos en un médano, haciendo el amor. Fue mi primera vez. Y te aseguro que fue maravilloso. Lo dulce, cuidadoso, tierno que fue es increíble. A la tarde, volvimos a hacer el amor, y te aseguro que nunca, nunca goce tanto como esa vez. Que hombre, por favor. Perdoname si soy muy explícita… es que…
– No te hagas drama… que hermoso que fue todo. Ahora entiendo porque no quiso seguir con mi madre, además que ella era la que no quería seguir, claro. ¿Y que paso? ¿Por qué no se vieron más?
– Desapareció. Nunca más lo ví. Fui a su hotel al día siguiente, y se había ido. Me dejó una carta diciendo que… que no era nadie… que yo tenía un futuro increíble y él era un simple laburante, que nuestra diferencia de edad iba a ser un problema en mi carrera, que…
Me largué a llorar, no me pude contener. Nunca en mi vida me había podido olvidar de él. Claro que lo amaba. Los dos novios que había tenido, ni le llegaban a los tobillos, ni dentro ni fuera de la cama. Cami me miraba con una sonrisa super dulce, sin decir nada.
– Así es como se de vos Cami. Espero que no te enoje nuestra historia, y sobre todo, te pido que no le cuentes que yo te conté.
– ¿Enojarme? Ni loca Caro. Pero te aseguro que es fuerte escuchar que mi viejo dejó una huella tan grande en una mujer como vos.
– ¿Cómo yo? Soy una mujer, y punto. Que sea modelo, actriz, es otra cosa. Soy una mujer Cami, una mujer que nunca pudo olvidar a ese hombre. No te das idea lo que fue hacer el amor con él, porque hicimos el amor, no cogimos, no tuvimos sexo. Fue maravilloso, lo más maravilloso que me ha pasado. Te aseguro que no tenes idea lo maravilloso que es tu padre.
– ¿Lo amas todavía?
– Pasaron doce años, y sigo amando al hombre que conocí, con el que compartí dos días increíbles. De eso estoy segura.
– Está con algún kilito de más, y algunos pelos se fueron pero… mi viejo, ese que me abrazo y me contuvo cuando mi madre se fue, te aseguro que sigue siendo el mismo.
– Me puedo imaginar el padrazo que habrá sido.
– Increíble. Escuchame, y te voy a llamar Marcela en este momento, te invito a cenar a casa el viernes, yo cocino, no le voy a decir nada que vas. Creo que se merecen encontrarse nuevamente, y ver…
– ¿Te parece Cami? Pasaron doce años.
– Marcela, de vos, me hablo hace un mes… Dale, anímate.
Nos quedamos charlando, y quedamos en que iba a ir.
Ahora, estoy tocando el timbre, la puerta se abre y es Camila, con una sonrisa increíble.
– Hola Caro, que bueno que viniste.
– Hola Cami… estoy temblando… ¿Está?
– Sí… pasa. Viejo, te presento a Caro. Es modelo, va a trabajar en una campaña de la agencia. ¿La ubicas de las revistas y la tele?
Fernando se quedó duro, mirándome. Yo apenas puedo respirar. Como autómata, entro a la casa y Camila cierra la puerta tras de mí.
– Hey, viejo, es linda, pero tampoco para que te quedes duro. Saluda.
– Claro, perdón, pero me quede sorprendido. Un gusto.
– El gusto es mío, te aseguro. Dije.
– Bueno, chicos, yo estoy de más. Los dejo charlando o …
– Pero, no entiendo, la cena… Dijo Fernando.
– Viejo, en la heladera está el imán del delibery, pedí pizza, no jodas. Marcela, en la heladera hay champagne, y en el frezzer helado.
– Camila, te voy a matar. Dije.
– No jodas. Ah, Marcela, en el botiquín del baño, hay pastillas del día después, y viejo, en tu mesa de luz, puse preservativos. Chau.
Camila toma su campera y se va. Nos quedamos solos, mirándonos como dos tontos.
– Es mi hija, no la puedo matar… Me dijo y vi la misma hermosa mirada que tanto recordaba, la misma sonrisa que tantas noches soñaba.
– No… Te juro que yo…
No pude decir más nada, porque me tomo en sus brazos y me dio un beso tremendo, que me hizo estremecer por completo. Dejo caer mi cartera, y lo abrazo con todas mis fuerzas. El beso que dura varios minutos, mi cuerpo explota de felicidad, siento como mis pezones se ponen duros, mi vagina se humedece por completo en forma instantánea. Yo le quito la ropa y el a mí, todo sin dejar de besarnos. Casi desnudos, solo con la tanga y su bóxer, abrazados vamos a su dormitorio, y nos dejamos caer en la cama.
Su boca comienza a besar mi cara, mi cuello mientras sus manos acarician mis pechos con una suavidad tremenda, me escucho a gemir suavemente, y él va bajando hasta comenzar a besar y succionar mis pechos, jugar con su lengua en mis pezones y con sus manos, a hacer desaparecer mi tanga. No puedo decir el tiempo que estuvo en mis pechos, solo que fue glorioso.
Los abandona y su boca se dirige a mi pelvis, a besar mi clítoris, haciéndome gritar de placer, tirar sus cabellos, apretar las sabanas de la cama y gozar, gozar como nunca he gozado. Me siento feliz, plena, amada, cuidada. De pronto, su boca baja, y empieza a separar los labios vaginales, meter su lengua en mi concha, y me estremezco con el primer orgasmo, fuerte, placentero.
No se detiene, sigue, y sin brusquedades, me hace sentar en su boca, puedo adivinar su sonrisa en sus ojos cuando comienza a chuparme nuevamente. Yo me aprieto los pechos con una mano, mientras la otra acaricia su cabeza.
– Mi amor, me estas volviendo loca, te amo.
Su lengua entraba y salía de mi concha sin parar, hasta que me hace estallar en un nuevo orgasmo mucho más fuerte que el anterior.
– Ahora es mi turno, doce años, doce, soñando este momento. Le dijo mientras me levanto, me corro, y tomando su pija, la conduzco a mi concha.
No me sorprende que sienta que llena mi concha por completo, es lo que recuerdo de aquella primera vez. Comienzo a moverme, arriba y abajo, mientras acaricio su pecho, lo miro a los ojos y el acaricia mis piernas. La excitación va en aumento constantemente, haciendo que mis movimientos se aceleren, clavo mis uñas en su pecho, grito de placer. No puede ser posible tanto placer, tanto gozo.
Tercer orgasmo, terrible, mi cuerpo tiembla mi rostro se crispa, pero no me detengo, al contrario, estoy loca, totalmente loca de placer, y quiero hacer que acabe dentro mío. Me toma de la cintura y él también se comienza a mover, enterrando su pija bien adentro de mí. Pasan los minutos y pierdo la cuenta de los orgasmos, o es uno solo eterno.
De pronto siento que arquea con todo su cintura enterrándome su pija y llenando mi concha con su leche. Grito, grito como loca de placer y mi cuerpo tiembla como una hoja. Así, temblando, me dejo caer sobre su pecho y nos besamos con toda nuestra fuerza.
– Te amo, Marce, te amo. Me dice al oído y de mis ojos brotan las lágrimas.
– Y yo a vos Fer, doce años amándote sin saber dónde mierda estabas.
Me levanté para acosarme a su lado. Nos abrazamos y nos seguimos besando por un rato.
– Marcela, yo quiero expli…
– Fer, nada de explicaciones, no las necesito. Lo que me importa es que estamos juntos, lo que siempre desee, lo que soñaba cada noche.
– Pero…
– Nada… A menos que no quieras estar conmigo.
– Ni loco, claro que quiero estar con vos, pero…
– Nada. Solo tengo un temita, que ya mismo soluciono. ¿Vamos a buscar dos whisky`s? Dije.
Bajamos y mientras él sirve yo busco mi celular.
– Hola Sergio. Dije poniendo el altavoz.
– Hola hermosa.
– Sergio, terminamos, hasta aquí llegamos. Cuidate.
– Pero…
– Chau. Dije y corto.
– ¿Sergio? ¿Fuiste infiel? Pregunta sonriendo Fernando.
– Por primera y última vez. Y una tiene que practicar para cuando como ahora, por fin, encuentre al hombre que amo. Hace doce años era una pendeja totalmente inexperta, ahora algo, no mucho, de practica he ganado.
– Ya ví…
– ¿Te molesta?
– No, para nada.
Nos vamos nuevamente a la cama, charlamos, nos besamos, nos mimamos y por fin, por primera vez, nos dormimos abrazados.
– Buen día, Que sorpresa encontrarlos juntos… Dijo Camila parada en la puerta del dormitorio con una bandeja con el desayuno.
– Cami, buen día hija. ¿Te das cuenta que puedo estar en bolas debajo de la sabana?
– No espero otra cosa, con semejante mina que tenes al lado. Hola Marce.
– Hola Cami, te amo. Gracias.
– Boluda, ni pienses que te voy a llamar mamá. Repongan energía.
– Cami, te amo hija. Yo también te doy las gracias.
– Que lindo verte feliz viejo. Les dejo así desayunan, antes o después del mañanero. Tienen mucho tiempo que recuperar.