Fernanda, mi tía, media hermana de mi madre, es una mujer simplemente hermosa, 30 años, quince menos que mi madre, un físico espectacular, impresionante culo y tetas. Y viste para la locura: minis súper cortas, escotes profundos. Un infierno de mujer.
La última vez que salimos a cenar en familia, muchos creyeron que era mi novia y no mi tía. Yo con mis 25 años, fácilmente podía pasar como su novio.
Unos meses atrás mis padres, con quien vivo, se fueron de viaje por 40 días a EEUU. Luego de una semana mi madre me llama para decirme que Fernanda, por un problema en las cañerías de su casa, iba a pasar unos días en la nuestra hasta que lo solucionen.
Se instaló, y desde el primer día me fui poniendo loco. Luego de desayunar, ambos nos fuimos a trabajar. Cuando volví, ella ya había llegado y se estaba duchando. Cuando salió de la ducha, me escucho que estaba sirviéndome un café en la cocina y se apareció con un micro short de lycra, y un top bien pequeño.
Sin disimulo me quedé mirando su cuerpo.
“Hey, hola, estoy aquí.” Dijo.
“Hola, y bien que estás.” Contesté.
Ella se sonrió, se sirvió un café y se sentó a charlar conmigo. Mis ojos se perdían en sus tetas. Cuando podía verla a la cara veía su satisfacción por ser observada y deseada.
Al día siguiente, casi la misma escena, pero ahora ella estaba en ropa interior, cubriéndose con una toalla. O por lo menos trataba, ya que cuando caminaba, llegaba a ver como la tanga desaparecía entre sus cachetes. La desgraciada estaba jugando al límite.
Al cuarto día yo no daba más, de calentura. La soñaba despierto comiéndose mi pija, metiéndosela por todas partes. Cuando llegué a casa, ella ya se había bañado y estaba en corpiño y tanga en la cocina, sin cubrirse. Fui a darme una ducha y volví a la cocina solo con un bóxer.
Si bien mi pija no es descomunal, unos 17 centímetros, si tiene un grosor interesante. Cuando entré a la cocina ya con mi pija en crecimiento ella miró mi bulto y dándome la espalda, me comenzó a servir un café.
Me puse detrás de ella, y apretando sus pechos empecé a besar su cuello. Ella trató de zafarse pero no pudo. Siguió intentando con fuerza y yo la dominaba. Con una mano, saque mi pija del bóxer y apoyándome totalmente en ella, la puse entre sus cachetes.
“No Gonza, por favor soltame.” Dijo varias veces.
“Todos estos días estuviste haciéndote la gata, no doy más.” Dije.
“Te equivocas, era solo un juego. Por favor soltame.”
Sin dejar de apretar su cuerpo contra la mesada, le saque el corpiño y la di vuelta para ponerla de frente a mí. Ella aprovechó y me dio una bofetada en la cara. Mi cara le debe haber dicho todo porque la suya cambió de rabia a susto.
“Perdoname Gonza, se me fue la mano.” Dijo con miedo.
Tomé de los pelos, he hice que se ponga de rodillas y le metí la pija en su boca. Ella no se movía ni hacía nada.
“Por las buenas o por las malas, como vos quieras.” Le dije. Y tomando su cabeza con ambas manos comencé a cogerla hasta llevar mi pija hasta su garganta. Ella tenía arcadas, sus ojos se llenaban de lágrimas. Pero yo no me detenía.
“¿Qué pensaste, que seguía siendo un pendejo adolescente? Pues te has equivocado feo. Quisiste jugar conmigo, pero te salió mal.” Le dije. Y tirando de sus pelos la levanté.
Era de mi misma altura, y mientras sostenía su cara frente a la mía, baje mi mano a su concha y ví que apenas estaba húmeda.
Sin soltarle los cabellos y trabando un brazo en su espalda, la fui llevando por la fuerza hasta mi dormitorio. La tiré boca abajo en mi cama y de un tirón arranqué su tanga. Acerque mi pija a su culo y ella empezó a llorar.
“Gonza, por favor, para, que vas a hacer. No por favor, no lo hagas.” Dijo en medio del llanto.
“Silencio.” Dije. Y tomando sus manos, hice que se separara sus cachetes. Ella no quería hacerlo y los soltó.
“No lo hagas más difícil, porque igual va a pasar, solo que seguramente vas a sufrir más.” Le dije y volví a poner sus manos en sus cachetes. Ella entendió el mensaje y los separó.
Puse un poco de saliva en su orto y comencé a penetrarla. Poco a poco fue entrando, entre queridos de dolor y llanto. Poco a poco se dilataba totalmente y fui aumentando la velocidad. Escuchar su llanto y sus quejidos solo me excitaba más.
Luego de un rato, y tomándola fuertemente de los cabellos, me acosté boca arriba.
“Ahora, subite y metete mi pija en el culo.”
Sin dejar de llorar, lo hizo y comenzó a moverse lentamente. Se tapaba la cara para no verme. Llevé mi mano a su concha y ya estaba mojada, bien mojada.
“Pues veo que te gusta, movete bien, a ver como te haces la gata con mi pija en el culo.” Le dije.
Ella comenzó a mover su cadera en círculos, sin sacar un centímetro mi pija de su culo. Le di una bofetada en sus pechos y ella gimió de placer. Era la primera vez que demostraba su placer.
Poco a poco se fue calentando, hasta levantarse y dándome la espalda, se metió nuevamente la pija en el culo. Entre sus subidas y bajadas, pude ver que se estaba metiendo dedos en la concha. La tomé de la cintura, la levanté un poco y comencé a bombear con todo. No pasó mucho hasta que acabé en su culo. No había terminado de soltar mi leche, que la hice bajar y tirando nuevamente de sus pelos, la hice poner para que me la chupe bien.
Ella quiso negarse al ver mi pija sucia con semen, algo de sangre y algo de su intestino pero finalmente se puso a chupar. Mientras lo hacía le di varias nalgadas y ella tuvo un orgasmo en esos momentos.
Se tiró a mi lado y me miraba con una mezcla de rabia y lujuria.
“Desgraciado, era solo un juego. Aunque soy bisexual, muy pocas veces he estado con un hombre sola, y nunca me rompieron el culo.” Dijo enojada.
“Mirá vos.” Dije y me fui a dar una ducha. Me puse un bóxer y fui a mi computadora. Ella se puso su conjunto de ropa interior, y sin bañarse, empezó a hacer la cena. Estaba en eso, cuando pasé por detrás y metí su mano entre sus piernas, hasta llegar a su pubis. Ella solo separó sus piernas y se dejó hacer.
Me senté en la cocina y mientras ella cocinaba le pregunté.
“¿Tenes novia? ¿Cómo se llama?”
“Si. Su nombre es Daniela. ” Dijo tímidamente. Su teléfono estaba sobre la mesa.
“Llamala, invitala a cenar mañana viernes.” Dije.
“No creo que…” empezó a decir mientras tomaba el teléfono. No lo hizo. Cenamos y al acostarnos hice que se acueste conmigo. Su actitud había cambiado, aunque le costaba, aceptaba lo que le decía.
Hice que me chupe la pija por un buen rato y la hice poner de rodillas junto a mí.
“Quiero que te masturbes y tengas varios orgasmos de tu propia mano, y cuando quieras terminar, me avisas y me haces acabar en tu boca.” Dije.
Ella se comenzó a masturbar, primero despacio y luego con todo.
“Desgraciado, lo que me haces hacer, me haces sentir una puta barata, tratando de calentar a su macho.” Dijo.
“¿Y que sos en este momento?” Pregunté.
“Una puta barata tratando de calentar un macho. Hijo de puta.” Dijo ya muy caliente. Ella se sacudía al tiempo que miraba como me masturbaba. No sacaba la vista de mi pija. De repente se fue dando vuelta y aún de rodillas, me mostraba con las rodillas bien separadas, como se metía y sacaba los dedos de la concha. Gemía loca de placer.
Pude ver como su ano tenía una marca de sangre, clásica de un desgarro. Llevé mi dedo a su ano y al apoyarlo ella se estremeció. Sus dedos dejaron su concha, y comenzaron a humedecer su ano, una y dos veces. Volví a apoyar mi dedo y ella hizo fuerza para meterlo.
“Hijo de puta, mirá lo que hago, sola me meto tu dedo en el culo.” Dijo mientras sus dedos volvían a la concha. Cuando mi dedo entró por completo, ella se estremeció. Se movía como loca. De pronto ella sacó mi dedo y puso uno de su otra mano.
“Estoy por explotar, hijo de puta. Acabame en la boca por favor te pido.”
Ella se masturbaba con todo por ambos hoyos y yo me paré frente a ella, con mi pija a la altura de su cara, masturbándome.
“Abrí la boca.” Le dije. Ella lo hizo y acabé regando toda su cara y su boca con mi leche. Ella se estremeció con su orgasmo y rápidamente fue al baño, para regresar segundos después.
“Por favor, que cara de puta tiene la mina que vi en el espejo del baño. Coger con vos sí que me hizo disfrutar de un hombre.”
Después de cenar ella fue a su cuarto y escuche como hablaba con su pareja de como la había cogido. Y que yo quería que fuera a cenar. “Seguro que va a querer cogernos a las dos.” Dijo Fer. No pude escuchar más y un rato después me dormí.