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Mi sumisa
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Volver a la universidad fue una buena experiencia. Las conversaciones después de clase, las charlas existencialistas, cervezas cualquier día de la semana, alguna que otra experiencia sexual muy oportuna en medio del estrés y las noches con Daniela (no usaré su nombre verdadero para el relato). Era una chica de tez clara, cabello castaño, con un precioso culo redondo. A sus 18 años sonreía con la ternura de su edad y la pasión desenfrenada de una puta que descubre su vocación.

Aquellas noches Cartagena parecían una fiesta, como siempre. Era una ciudad bohemia y nuestras conversaciones sobre pedagogía pasaban a ser algo casual porque ambos estudiábamos para ser profes. En medio de las charlas lanzábamos una que otra indirecta que calentaba un poco el ambiente. Recibir su sonrisa perversa era tan emocionante que mi mente volaba pensando un montón de posibilidades para coger con ella.

Una tarde me acercaba a la universidad, le propuse a Dani ver el atardecer y compartir un poco observando la bahía, tomar unas cervezas o fumar unos cigarros y desestresarnos un poco a nuestra manera. Así fue como empezamos a charlar de la vida, los amores, de todo. En medio de la conversación rosa mi piel y con su mirada clavada en mis ojos me da un beso excitante. Con mi mano izquierda acariciaba su cuello y con la otra rosaba su pierna, subía para apretar su cintura y sentía como suspiraba pidiendo avanzar.

Mi respiración también aceleraba. Ya era momento de abandonar un rato el paisaje de la ciudad y escondernos en las paredes de un hostal. Apenas llegamos besaba sus labios con mucho deseo. Mis ganas eran tantas que mi verga se puso erecta al instante. Con mis brazos apretaba su espalda. Se subía encima de mí y movía su culo tan rico que mi deseo era más fuerte. Nos queríamos devorar sin habernos quitado la ropa.

Podía ser un polvo casual, pero no solo quería follar con Daniela. Quería que fuera mi perra, que me deseara, sentir su chocho mojado y su cuerpo estremecerse. Así que le hice una propuesta que sabía que no rechazaría. Usaríamos las esposas que traía en mi bolso. Dani accedió sin oponerse, con curiosidad y con emoción. No dudé entonces en quitar su blusa, desabrochar su brassier, bajar su jean y su panty y atar sus muñecas para dejar sus brazos inmóviles. Dani era mía, totalmente mía.

Teniéndola desnuda y con brazos atados, besaba su boca para generar una rica tensión mientras bajaba a su cuello y seguía lamiendo hasta llegar a sus senos. Que exquisitez chupar sus tetas redondas, mientras apretaba sus muslos con una mano que después subía para acariciar su clítoris y sentir como mi perra se iba mojando más y más. Le decía que era mía y respondía que no. Amaba esa actitud desafiante que me motivaba a jugar más con su coño.

Su humedad era tan rica, que mis ganas de probarla con mi boca no se hicieron esperar. Dani me decía con voz suave que se la metiera y aunque lo haría sin duda, quería saborear su cuerpo, sentirla mojada. Así que bajé mi boca a su coño. Ella estaba acostada boca arriba, con sus brazos atrás de la espalda esposados, sus piernas abiertas y mis manos apoyadas en su abdomen para acomodar mi boca en su clítoris, rosarla con mi lengua y chuparla suavemente. Que puta locura disfrutar su humedad, me la quería tragar toda y ese deseo desenfrenado de meter mi verga solo se hacía esperar por la sensación de aquel oral.

Sus piernas empezaron a moverse más fuerte, intentaba mover sus brazos pero apenas podía dar movilidad a su cintura. Mi lengua la penetraba y volvía a escuchar su voz diciendo que quería mi verga adentro. Por un momento levanté mi boca, con mis manos mojadas la apreté por el cuello y mientras veía su cara de placer volvía con la otra mano acariciarla metiendo un dedo en su coño, incrementado el ritmo y después metiendo dos dedos.

-Quiero que disfrutes, te lo mereces. Eres mía, recuerdas?

-No soy tuya, contestaba, mientras gritaba de placer.

Siguiendo con el juego, quitaba mi bóxer y pasaba mi verga por su boca recibiendo una apasionante chupada que la ponía muy dura. Mis ganas de hacerla esperar ya se acababan. Ahora quería penetrarla, así que pase mi lengua por su coño, la acomodé con mis manos abriendo sus piernas y dejando que reposarán en mis hombros. Lo metí con suavidad y me encantó su cara cuando iba entrando. La metía, sacaba, metía, sacaba, metía y sacaba y al tiempo iba acelerando impulsado por esas ganas de coger con Dani atada de manos.

Daniela se convertía en mi perra. Mientras cogíamos le pedía hacer contacto visual. Sentía una rara excitación cuando veía sus ojos brillantes mirándome mientras me la cogía, alzaba su mirada y me decía lo rico que era coger.

-Soy tu perra. Soy puta, me gritó, ahora sin que se lo pidiera.

Ya lo sabía, Dani era mía, totalmente mía. Era muy rico tenerla mojada y excitante sentir como su cuerpo se movía con brusquedad y llovía entre sus piernas. La quería arriba de mí, ver sus movimientos de cintura y nalguearla mientras ella me comía. Chupar sus senos y tomarla por el cabello así amarrada era todo un placer. Éramos un par de salvajes desatando sus putas ganas de follar.

Con mucho cuidado la ayudé a ponerse en cuatro, acomodando sus muñecas en la cama, con las esposas ahora de frente. Clavé mis manos en sus nalgas y disfrutaba el sonido, sus nalgas rojas y sus gemidos. Metía mi verga apretando su cintura, agarrando su cabello y diciéndole de la forma más tierna que era una puta. Mi puta!

Mi cuerpo sudaba, mi verga estaba caliente y aceleraba mientras la penetraba. Sus gritos me excitaban y su humedad me tenía mojado. Estaba a punto de explotar, la tomé con más fuerza por la cintura y sentía como se corría. Mis deseos eran más fuertes así que la acomodé de lado, metí mi verga con tantas ganas que al aumentar el ritmo enloquecía, quería explotar y eso hice. Me corrí en su coño dejando a Dani llena de leche. Esa noche se había vuelto mi puta sumisa. Me encantaba sensación…

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