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Mi sueño hecho realidad
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Tiempo de lectura: 13 minutos

La historia comienza cuando Gloria y yo teníamos apenas 18 años, y desde hace varios años nos conocíamos, vivíamos relativamente cerca y teníamos un grupo de amigos en común al que frecuentábamos. Gloria tenía su novio, que aunque lo conocíamos, no era nuestro amigo, nos reuníamos especialmente mi amigo Pedro y me mejor amiga Patricia, y Pedro se había hecho "amante" de una amiga de Gloria; nos reuníamos para beber cocuy, ron o cualquier otra cosa, también para jugar cosas de Chamos en la calle o futbolito, o simplemente para hablar.

De pronto me vi yendo a casa de Gloria todos los días, al principio era para esperar a los demás, reunirnos allí y de ahí salir, o simplemente nos quedábamos afuera de su casa.

Yo además tuve un empleo cerca, en un pequeño restaurante dónde yo lo hacía todo.

Gloria en ese entonces era muy atractiva, tanto, que hasta las mujeres la veían pues su sensualidad no era normal, llamaba mucho la atención, morena, delgada, estilizada, con todo de muy buen tamaño sin ser voluptuosa, y solía llevar siempre vestidos muy cortos y ceñidos a su hermoso cuerpo, y usaba el cabello suelto ensortijado y oscuro que la hacía ver fresca, libre, salvaje y bella.

Comencé pues a visitarla ya sin ninguna excusa, ella vivía con su abuela, su temible padre, su hermano menor que ni olía ni hedía y su mamá regañona; se me hizo, sin yo proponérmelo, una costumbre obligada ir a verla a diario, se me hizo una necesidad, me dí cuenta porque en varias oportunidades salí de la ciudad varios días y al volver, lo primero en que pensaba era en ir a verla.

Una tarde llegué a su casa y me dijo -pasa, pero espérame porque estoy lavando-, "ok" le dije yo, pero enseguida me hizo pasar con ella hasta el patio, y nos pusimos como siempre a hablar de todo.

Su papá estaba trabajando, su mamá y su abuela me vieron, me saludaron y volvieron a sus cuartos a seguir viendo tele, y su hermano nunca salió; yo caminando alrededor de ella, pateando ramas en el suelo, de pronto la vi de espaldas, y noté a tras luz de su vestido, la parte alta de sus piernas, el comienzo de sus nalgas y la pequeña separación entre ellas antes de unirse, el diminuto hilo que llevaba puesto, su piel hermosa bajo la luz de la tarde, protegida por la sombra de un árbol de aguacate, su teta por debajo del brazo derecho, que se tongoneaba al ritmo de las cepilladas que le daba a la ropa, y sin realmente meditarlo, impulsivamente miré a la casa y noté que nadie nos estaba viendo, y me le acerqué por detrás y con mi mano derecha que metí debajo de su vestido, le agarré la nalga izquierda y sin haber medido eso, la punta de mi dedo medio se introdujo un poco en su ano, al tiempo que le dije "estás hermosa", tenía las nalgas muy duras, el primer impulso de ella fue quitarme con su mano izquierda enjabonada mi mano, se movió hacia su derecha a la vez que se volteó a mirarme y con cara de sorpresa me dijo: -¡Ja! Chico, tu si eres abusador- las dos primeras palabras fueron un gritico, y las últimas cuatro mermaron casi al punto de un susurro, acompañadas con una hermosa sonrisa, que despejaron cualquier temor que yo hubiera podido tener, y la agarré por las caderas, la acorralé contra la batea y la besé, ella me correspondió un poco y luego me dijo -no, chico, estás loco, pueden vernos- y miro hacia la casa, yo también miré a la casa y volví a mirarla, y repetí el beso, ella me correspondió sin dejar de mirar a la casa hasta que me empujó, ésta vez con más fuerza, diciéndome -no chico, aquí no, horita no- y así, nos besábamos cada vez que podíamos, mientras nadie nos viera.

Nos besábamos en la cocina, en la sala, en el jardín, en casa de los panas, donde yo trabajaba, en donde estuviéramos, pero sin que nadie nunca nos viera.

Muchas cosas pasaron, estuvimos así mucho tiempo, pero contaré en especial tres episodios, uno, en el que fui a visitarla y estaba con su novio, no me importó, igual me quedé, luego de saludarlos, le pedí agua y me llevó a la cocina, y estando ella sirviéndome, la abracé y la besé, ella me correspondió y luego me empujó y riéndose sin hacer bulla, me pego y me dijo -quédate quiero chico- en voz muy baja, y luego ya los tres en la sala, echando cuento y viendo televisión, el tonto del novio se durmió, y en su cara estando ella al lado derecho de él, y yo sentado en el mueble al lado izquierdo de él, nos besamos sin respeto a nada ni a nadie.

En otra ocasión, ella llegó al restaurante dónde yo trabajaba, muy tarde en la noche, yo ya estaba cerrando y tenía el portón santamaría a medía baja, sólo me faltaba meter un aviso y apagar las luces, y ella entró, efectivamente apagué las luces y la pasé al otro lado de la barra, allí nos besamos con furia, ella tiene los labios carnosos y suaves, y la lengua muy potente, yo solía meter mis manos bajo su vestido y agarrar cada nalga y apretarlas contra mí, besé sus mejillas, sos orejas y su cuello, de su boca salía un murmullo muy leve, subí una mano y desnudé su pecho e introduje sus tetas en mi boca con vorazmente, y con mientras le chupaba las tetas subí su vestido, le bajé el hilo y me arrodille al frente entre sus piernas:

-Chico, ¿Que vas a hacer?

-quiero chuparte la cuca- le dije.

-no vale, no quiero, nosotros somos amigos.

-bueno, igual soy un amigo que quiere chuparte la vulva.

-No, ¿Imagínate que yo deje que todos mis amigos me chupen la cuca?

-déjame ser el único amigo que te la chupe, es más, déjame ser el único hombre que te la chupe.

Pero en ese momento sonó el portón con tres golpes que le dieron.

-Iván ¿Estás ahí?

-Sí, aquí está, está en el baño, ya sale- dijo Gloria, acomodándose la ropa y saliendo a recibir y Martha, otra amiga del grupo. Yo salí, y echamos cuento unos minutos los tres, cerré y Martha y yo acompañamos a Gloria hasta su casa y nos fuimos porque Martha vivía cerca de donde mí.

El tercer episodio que quería contar, entre muchas cosas más que pasaron, fue que un día Gloria fue hasta mi casa repleta de gente, y salimos a la calle con rumbo a su casa, así se dio este diálogo:

-Iván chico, me voy a casar.

-¿Qué?

-Sí, me casaré con Julio.

-estás loca, si te casas me olvido de ti.

-y ¿Por qué?

-porque yo no quiero tener nada que ver con una mujer casada.

-pero eso no tiene nada que ver.

-claro que sí, además yo te quiero sólo para mí.

Sentí como si algo se hubiera salido de mi cuerpo, dejamos de vernos ese día y pasaron muchos años.

Tomamos rumbos muy separados, tanto ella como yo frecuentamos a otras personas y cada uno hizo su vida por su lado; yo estuve un tiempo en el ejército y luego me hice policía, me casé y tuve una hija; ella no se casó con el imbécil que tenía y luego por ella misma me enteré que él le pegaba y la tenía amenazada, luego ella conoció y se casó con un "buen" hombre y hasta tienen cuatro hijos.

Pasaron 23 años y volvimos a vernos, ella iba con unas amigas de vuelta de su trabajo porque es docente, yo estaba a discreción en la calle escoltando a unos extranjeros, pero tuvimos tiempo de hablar un poco a solas e intercambiamos números para reanudar el contacto.

No le escribí, sino meses después en que volvimos a coincidir en la calle, y siendo un 21 de diciembre, yo acababa de salir de un acto y revisando el teléfono miré su contacto y comencé a escribirle, me dijo que estaba quedándose en casa de su mamá con sus hijos, porque se le hacía más fácil así ir al trabajo, y que sólo iba para su casa cuando su esposo viene porque él trabaja en un puerto en otra ciudad; le pregunté si podía ir a verla un rato, dijo que sí, y al yo llegar iba saliendo de casa de una vecina, le pregunté si tenía a alguien de confianza que vendiera harina de trigo al mayor para hacer panes de jamón, me dio una dirección y le dije que por favor me acompañara rápido, ella le avisó a su mamá para que estuviera pendiente de sus hijos más chicos y nos fuimos.

La llevé a una casa donde yo estaba viviendo sólo, al llegar allí me dijo -me engañaste- y yo le dije que quería estar un rato a solas con ella; al pasar ella no paraba de hablar, le serví agua, me serví un poco a mi, y luego de tomármela, le cerré la boca con un beso, tan intenso y profundo como los que nos dábamos siendo chamos, ahora vestía leggings pero igualmente le agarré cada nalga que aún las tiene muy duras y la apreté contra mí:

-no, ¿qué hacemos vale?

-recordar viejos tiempos, ¿No te gusta?

-sí chico, pero ahora yo estoy casada, y los muchachos me están esperando para almorzar.

-tienes razón, pero dedicarme cinco minutos, cinco nada más ¿Es mucho pedir?

Y nos besamos apasionadamente cinco minutos que parecieron eternos.

Desde mi entonces volví a visitarla con mucha frecuencia, su mamá se mostró muy me amable conmigo siempre, jugaba con sus hijos, y cuando ya era bien tarde, nos quedábamos un rato solos en el jardín y por supuesto que nos besábamos.

Un sábado ya de marzo, me llamó desde un mercado donde hizo unas compras, pero el coche que cargaba se le dañaron las ruedas, y fui a buscarla para hacerle el favor de llevarla a casa de su mamá; en vez de eso, me la llevé al a mi residencia y le dije:

-tenemos más de 26 años de conocernos, teníamos más de 23 años sin vernos, desde que nos reencontramos la hemos pasado muy bien besándonos; no sabes, la cantidad de veces que he soñado estar contigo y hacerte el amor, no te imaginas la cantidad de veces en mi vida que me hecho la paja por ti, eres la mujer que más he deseado y hoy no saldrás de ésta casa, sin que te haya hecho el amor.

-pero no, hoy no me siento preparada, hagámoslo, pero otro día, hoy no.

-hoy de aquí no sales hasta que hagamos el amor.

-eso que están esperándome en casa y seguro mi marido llega hoy en la tarde.

-bueno, tú decides a qué hora te llevo, pero no te abriré la puerta, ¿Hasta cuándo chica? O es hoy nuestra primera vez, o no es nunca, yo sé porque lo digo.

Y por fin la convencí, pero fue muy apurado, ella se quitó las leggins, y yo me desnudé por completo, ella dijo -no hace falta que te quites todo- y nos echamos en la cama.

Ya no es el mismo cuerpo de adolescente que tenía, cuatro muchachos ha tenido que traer al mundo, las tetas si son bastante grandes ahora, pero la gravedad y los años han hecho su trabajo cruel, nos besamos, yo sobre ella, no me permitió ver su vulva, la penetré, y aunque fue sabroso, pues para haber tenido cuatro hijos, aún se siente su estrechez, no duré más de 8 minutos, me dio una pena tremenda, y ella me dijo -amor, no te preocupes, a mí me gustó, si supieras, mi esposo no dura ni tres minutos, y aunque lo tiene muy grueso, tu la tienes bien largo mi amor, me voy, hagamos una cosa, veámonos el martes- y yo asentí, la llevé y no volví en esos dos días a verla, porque su esposo efectivamente vino ese sábado en la tarde.

Nos escribimos el lunes en la noche, ella me dijo que le diría a su mamá que se quedaría más tiempo en el liceo, y que en el liceo pediría permiso para salir más temprano, en fin que no importaba mucho, porque en pandemia los primeros meses, no había actividades, más bien se reunían los docentes a cumplir horario y a planificar; por mi parte, en el comando trabajo en una unidad donde visto de civil, tengo mis investigaciones al día y mis expedientes, y le pedí permiso al jefe para irme también, y pasé a recogerla al liceo.

Llegamos a casa, la disposición y el tiempo era lo que nos sobraba, llegando nos besamos como los chamos que fuimos, sin ruegos, sin planteamientos, sin imposiciones, sin tormento alguno, sus labios ricos y carnosos, su lengua potente luchando con la mía, a juro me quité las botas con los pies, ella más fácilmente se despojó de sus zapatillas, le quité la blusa de abajo a arriba, ella me quitó la chaqueta y la camisa, besándonos y abrazados me saqué la pistola y la tiré en uno de los muebles individuales, me abrí el cierre y me quité el pantalón sin dejar de besarla, y al sacarlo aproveché la posición y le bajé la leggins y el hilo de una sola vez, -¿Dónde?- dijo ella -¿Aquí?- con la voz más dulce, y la respiración acelerada, -sí, aquí mismo- le dije, mostrándole el mueble de tres puestos, quería quitarle el sostén y me dijo -no, déjame esto- al estar de frente mi pene ya estaba bien tieso, bien firme y solo se metió entre sus piernas, le agarré cada nalga y las apreté con malicia, ella acariciaba mi espalda y agarraba mi cabeza y metía sus manos entre mi pelo, yo la besaba toda, segregaba saliva cómo si me estuviera comiendo un plato muy suculento luego de haber sufrido de hambre en el desierto, metí mi lengua en su oreja, y le chupé hasta el lóbulo, besé y lamí su cuello con olor a Victoria Secrets, y así juntos ella de espalda al mueble, caímos, ella quedó con su cabeza junto al respaldo derecho del mueble, y abrió bien sus piernas y subió la pelvis, yo quedé con las manos bajo sus brazos y metido entre sus piernas, volví a buscar su boca y me recibió igualmente deseosa, pegué mi rodilla derecha al espalpar del mueble y subí mi pelvis para envestirla, sentí su vulva muy caliente y húmeda, y frote mi pene sobre ella talvez unas tres o cuatro veces, hasta que sentí como se introdujo mi pene, a medias en una vulva tán divina como la gloria misma -¡Ajs!- gimió ella al sentir la penetración, volví mi pelvis y embestí de nuevo -¡Ajs! Que rico- dijo ella, puse mi boca en equis con la de ella y empecé a frotar cada vez más mi pene dentro de ella, sentía todo dentro de esa rica vagina, que aun estando húmeda me abrazaba y me abrasaba con su calor, -¡Ajs que riiiico- decía ella, -¡Ajs que rico- decía también yo, se lo hundía profundamente y golpeaba mi pelvis contra la suya, ella estiró la pierna derecha y noté que los dedos de ese pie estaban enrrolladitos, con la pierna izquierda la cruzó como abrazándome con ella, -¡Ay que riiiico- decía, y yo empecé a sacudirme con mayor rapidez, metí mis mano derecha por debajo de ella, por su espalda, y con la mano izquierda la saqué y la pasé entre ella y yo para luego agarrarle la pierna izquierda que tenía estirada, llegué con esa hasta su inmensa nalga y así me apoye para darle más duro en mis embestidas, besé el lado derecho de su cuello y por ahí doblándome llegué hasta sus pechos, y le pedí -sácatelas- y con su mano derecha se jaló el sostén y brotaron sus tetas tambaleantes, chupe y mordí sus pezones, me metí sus tetas en mi boca como si de verdad quisiera tragármelas, -¡Ajs, ay, ajs, que rico, que rico, ajs, ay- gritaba ya ella, sus gemidos me daban la fuerza de una bestia, me nutrían sobre manera, escucharla gemir era un plus que yo no me esperaba ni que nunca había imaginado en todas las pajas que me hice por ella.

Me incorporé en mi torso, y flexioné levemente las rodillas, se lo saqué un momento, puse mis pies en el respaldo izquierdo del mueble, y agarrándola por las caderas la arrimé hacia mí, me abracé a su pierna izquierda extendida hacia arriba, ella dobló la pierna derecha y apoyó el pie en el mueble, agarré mi pene y se lo froté varias veces en el clítoris, ella movía su rostro a los lados murmurando -que rico, que rico, que rico, que rico- y me dejé caer dentro de ella y grito -¡Paaapi! Que rico, que rico, ajs!- y comencé a darle bien duro con mis pie derecho apoyado en el respaldo del mueble, le agarré también la pierna derecha y la subí un poco, de manera que yo pudiera bajar mi pie izquierdo al piso, y así le di un buen rato, y ambos empapados de sudor apenas siendo las 11 de la mañana, luego ella se puso sobre su lado derecho y como tijeras me metí entre sus piernas, su pierna derecha pasaba por debajo de mi, y su pierna izquierda la tenía yo abrazada a mi pecho, la penetración fue total, sentí dentro de su vagina formas exquisitas que no había sentido jamás, su vagina estrujaba mi pene y se lo chupaba todo, no había necesidad de sacarle ni un centímetro, en esa posición sentí que vibramos, ella se agarraba del mueble y con una voz más grave y baja decía -ajs que rico, que rico- y a mí se me ocurrió para descansar un poco la espalda, doblarme hacía atrás sin sacarle nada, más bien empujándola más y de pronto gritó -¡Ay! Que ricooo papi por Dios-, me daba más fuerza eso de sus gritos, su voz llegaba hasta mi estómago y me hacía algo extraño e inexplicable, como si tuviera no sé, algo dentro de mí que quería explotar por mi pene, así hasta que de pronto ella dobló las dos piernas y se puso en posición cúbito dorsal, y se salió mi pene. Rápidamente ella me dijo -ven, párate- y se arrodilló frente a mi pene, que si bien estaba parado, no estaba bien prensado, ella puso su mano izquierda a un lado de él, y con la otra me lo agarró y comenzó a masturbarme suavecito, y me preguntó -¿Te gusta que te lo mamen?- y por supuesto que le dije que sí, y mirándome se sonrió y dijo -¿A qué hombre no le gusta? Tonta pregunta- Y lo sostuvo por arriba y pasó la lengua firmemente desde abajo hasta el glande, y le dio un chupón fuerte solo al glande, volvió a lamerlo por ese lado y se lo metió en equis como una mazorca y negaba con la cabeza de manera que lo frotaba, luego sin sacárselo subió a se lo introdujo hasta la mitad y me lo succionó con fuerza, le pasó la lengua muy hábilmente por el glande, y me lo chupo, luego se lo introdujo hasta la mitad de lo chupó frotándolo con su cabeza varias veces hasta que se lo metió todo, abriendo más los labios como queriendo comérselo, y una vez que lo tenía todo dentro de su boca, me lo zarandeó a los lados y sin abrir la boca, se lo saco lentamente chupándolo todo, me masturbo y me lo siguió chupando divinamente, mirándome mientras lo hacía, con una cara de placer que la hacía ver extremadamente sensual, la tomé con una mano por detrás de su cabeza, y le froté mi pene dentro de su boca, que sentí súper ajustada a mí, y la levanté y le dije -arrodíllate ahí- mostrándole el mueble, ella, puso sus manos sobre el espaldar de mueble, se arrodilló subiendo la pelvis, mostrándome su cuca, bajó el abdomen y arqueo la espalda, mi pene estaba bien duro otra vez, le pasé la lengua desde el clítoris hacía arriba, quince chuparle la cuca pero ella me dijo -no, métemelo de una vez- y le froté el pene un poco al rededor, y se lo metí lentamente, pero todo de una vez, se sintió muy rico, una vez todo adentro comencé a embestirla suavemente, aumentando poco paulatinamente la velocidad y hasta que sonaba fuerte mi cuerpo y el de ella cuando chocaban -¡ajs que rico, sí papi, dame así, así, así, ajs, así mi amor, que rico- me decía, como ya he dicho anteriormente, eso me hacía sentir más fuerte y le daba más duro, agarrándola por las caderas, apretándole las nalgas, yo quería, no sé, romperle las nalgas a agarrones, subí la pierna izquierda al mueble y tuve más potencia para darle más duro, en dos oportunidades accidentalmente pego la cabeza en la pared, así que bajó todo el tronco y su deliciosa cuca quedó más expuesta y yo logré sentir más sus formas internas, confieso que hubo un momento que me quedé sin aliento, sentía que el corazón me rompería el pecho y ella se quitó, me senté y me dio un beso con tanta saliva que me revitalizó un poco, ahí me di cuenta que yo estaba sediento.

-Espérame un momento mi amor- Le dije, y fui hasta la nevera, que estaba cerca y traje una garrafa de agua, ambos tomamos, yo más que ella, si las erecciones tienen porcentaje, mi pene estaba cómo a 60%, ella me dijo -recuéstate tú- y comenzó de nuevo a chupármelo, lo hacía de mil maneras exquisitas, una vez bien parado, continuó, de vez en cuando lo mascaba sin hacerme daño alguno, más bien el dolor que me causaba era placentero, se lo metió entre las tetas y aun así frotándolo me lo chupaba, hasta que ella se incorporó, puso a cada lado de mis muslos sus pies, y se introdujo con la mano izquierda mi pene en su rica vagina sosteniéndose con la otra mano en mi pecho, y comenzó un va y ven frenético mientras con los ojos cerrados y la cara hacia arriba se balanceaba sobre mí, sentí todo el peso de su cuerpo, sentí como si mi pene hubiera crecido más, -¡Ajs, que rico papi, que bien mi amor- se estiró hacía atrás, tembló largo rato y luego se tiró sobre mí a besarme, ella introducía profundamente su lengua en mi boca, y al haber quedado en esa posición, separó un poco su pelvis de mí, me enloqueció lo que hizo con mi lengua, yo doble las piernas y puse la planta de mis pies en el mueble, con la mano izquierda le apreté la nalga derecha, le metí la punta de dedo medio en el ano y así quedé bien aferrado y con la otra mano le agarraba la teta izquierda y chupándole la boca, comencé a darle bien duro, bien rápido envestidas profundas y cortas en su divinidad de cuca, y escuchando sus gritos ahogados en mi boca, solté un lechero como creo que nunca había soltado tanto, que mi cuerpo seguía moviéndose solo involuntariamente, y reposó ella largo rato sobre mí, jadeante, recuperamos el aliento al mucho rato.

Fueron unos exquisitos 80 minutos de amor y sexo, a los que ni en mis más atrevidas fantasías pensé llegar, y así fueron la mayoría de nuestros actos, unos iguales y otros menos maratónicos, pero muy, pero muy buenos todos; comenzamos a hacerlo con mucha frecuencia, ya la gente sospechaba, incluso su hija, me di cuenta que le decía indirectas, pero en el fondo sé, que todo aquel que sentía aprecio por ella, se alegraban hasta de la sospecha; Gloria me confesó que siempre había tenido sexo, pero que nunca antes había hecho el amor, así como lo hacía conmigo, yo le confesé lo mismo, por ser cierto, también le dije que ella era mi sueño hecho realidad.

Un día no disponíamos de tanto tiempo, e hicimos el amor largo rato, pero yo no eyacule, ella se sintió extrañada y hasta me manifestó sentirse culpable, yo trate de convencerla de que yo había disfrutado mucho y de que no se preocupara por eso, y me dijo -no chico, yo tuve varios orgasmos, es injusto que tú no hayas acabado- y yo le dije -en serio mi amor, lo pasé divino, no te preocupes- pero Gloria, no se conformó con eso; en la noche, llegué a su casa, y como usualmente ya había hablado con su mamá, ayudé a su hija con una tarea del liceo, jugué, pinté y dibuje con los dos más pequeños, y pasadas las 10:30 pm, ya los había acostado a todos y su mamá se despidió de mí y se metió en su cuarto a ver tele, esa noche yo vestía un mono deportivo y franelilla, andaba bien relajado, y ella sacó dos sillas al jardín y las coloco en un lugar estratégico, donde las plantas nos tapaban la luz, yo no sabía nada, estábamos fumando, yo pensé que eran dos cigarros cada uno, cuento y a dormir, pero luego del primer par de cigarros, ella me dijo, algo que venía diciéndome toda la noche a baja voz -me tienes loca, loca, de verdad loca, y nada me importa, voy a hacer ésta locura-, y yo pues, intrigado, el jardín da hacía la calle, pero a esas horas por ahí ya no hay nadie, ella metió su mano en mi mono, lo desamarró, y comenzó a masturbarme, miramos bien al rededor, y bajó la cabeza y comenzó a chupármelo, yo estaré el tronco hacía atrás ofreciéndoselo más, al tiempo que estiré las piernas hacia el adelante, reduje también así mi silueta, por si acaso, ella se destacó subiendo y bajando la cabeza casi que mecánicamente, para mí fue inevitable frotárselo dentro de su rica boca, literalmente la agarré por los cabellos y le cogí la boca, sentí mi glande en su garganta, se lo metió todo y no se lo sacó para lamerlo ni para masturbarme más, yo temblé de lo rico que sentí, y solté ocho chorros de leche y noté que a ella le sorprendió la cantidad que acabé, creo que debió haber tragado mucho, y al sacárselo me dijo -el lechazo que me debías mi amor- si yo estaba enamorado, ese detallazo me enamoró aún más, me lo chupó tanto que me lo dejó limpio, no hubo necesidad ni de secarme para guardarlo, al rato, luego de habernos besado mucho y habernos fumado el otro par de cigarros, en la casa del frente, un septuagenario se bajó de un chinchorro que tenía guindado en la oscuridad de su porche y se metió para su casa, quedamos con la vaina de que si el viejo nos vio o no, el tipo era amigo del marido de Gloria.

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