Tengo 39 años y dos hijos. Soy profesora de educación inicial. Siempre fui una mujer tranquila. Me casé muy joven, a los 22 años, y si bien ya me había acostado con otros hombres antes que mi esposo, no era muy experta en el sexo.
Con mi esposo empecé a disfrutar como con ninguno antes. Ya casados me convenció y empezamos a hacerlo también por mi culo. Al principio me dolía, pero luego me gustó mucho.
Pero no quiero contar de mi vida con mi esposo, sino de la primera vez que cogí con su padre. Algo que recuerdo demasiado siempre y que deseo poder escribir tal como lo tengo en mi mente.
El señor Alfonso es joven aún. Tuvo a mi esposo estando en colegio todavía. A los 16 años. Lo conocí en la boda pues vive en otra ciudad y está separado de la mamá de mi esposo. Luego de la boda lo vi algunas veces que venía a Lima y nos visitaba. Amable pero distante, no tenía una relación fluida con mi esposo, pero tampoco se llevaban mal.
En una de sus visitas a Lima le pidió a mi esposo si podía quedarse en casa dos noches. La casa donde se quedaba siempre, de su hermano, estaba con visitas y no tenían espacio. Mi esposo me consultó y me pareció bien pues tenemos cuarto de visitas.
Llego al caer la noche. Cenamos y se fue a acostar. Al día siguiente mi esposo desayunó temprano y se fue a trabajar. Como a las 9am el señor Alfonso seguía durmiendo. Se me ocurrió entrar a despertarlo para que desayune y fui muy imprudente pues entré sin tocar. Lo encontré desnudo sobre la cama, masturbándose.
Me quedé inmovilizada. Él también. Su pene era monumental, ni punto de comparación con el de mi esposo. En ese momento no pensé que era su padre y que estábamos en casa, sólo miré y miré ese pene enorme en mi casa.
Se dio cuenta rápido de mi turbación y me dijo “pasa nuerita”. Me tomó un instante decidirme, pero ya estaba mandada.
Me senté junto a él e intenté chuparla, era demasiado grande para mi boca. El pene de mi esposo entra completito en mi boca y siento normal, el de mi suegro con la mitad ya me hacía tener arcadas. No podía dejar de comparar. Todo el tiempo. Cada instante era la comparación con mi esposo.
Me pidió que me desnude. Sin dejar de chupárselo lo hice y a sus señas me puse en 69 sobre él. Sentí su lengua recorrerme la concha, que justo me había depilado temprano. Coño de nena decía, que rico, coño de nena repetía.
Su lengua era genial, increíble, no podía dejar de compararla con la sosa lengua de mi esposo. Me vine con sus lamidas y eso le encantó. Me vine mucho y eso lo puso muy loco.
Ahora me toca me dijo.
Me empujó, me levanté. Me acomodó como perrita al borde de la cama. Cerré los ojos esperando su verga en mi concha, pero no. Se arrodilló detrás y comenzó a lamerme el culo. Este culito esta poco usado me decía. Muy poco usado. Y sentía como él disfrutaba de mi culito poco usado, de hecho, sólo por su hijo.
Tenía el deseo de sentirlo todo adentro, de que me reviente, estaba ansiosa de disfrutar su pene enorme dentro mío. Pero él seguía con su lengua. No paraba con ella. De pronto se levantó y me metió su pene en mi concha y en simultáneo dos dedos en el culo. En instantes volví a llegar. El sabía que pasaría. Me dijo “voy conociéndote putita”.
Luego que llegué, comenzó a moverse despacito y poco a poco el calor volvió a incendiarme. La sacó y le pedí “métala don Alfonso” y me obedeció, pero en mi culo.
Sentí que todo me ardía, que me quebraba. Que me rompía hasta el alma. Pero en una sola empujada sin piedad me rompió toda. Mejor así. Sin medias tintas. Las lágrimas se me salían y tenía un dolor inmenso que muy rápido se transformó en una sensación de placer increíble.
Te la comes todo puta. Que puta culera eres. Y comenzó a moverse con todas sus fuerzas y yo tuve un orgasmo anal, y luego otro y otro. Hasta que él llegó. Me llenó el culo de leche.
Caí exhausta en la cama. Se acostó a mi lado y en confidencia me dijo “me estaba masturbando por ti”. Le pregunté porque y me dijo “anoche escuché tus gemidos cogiendo con mi hijo, me provocaste”.
Desde esa vez, don Alfonso cuando viene a Lima se queda con nosotros. Mi esposo no sospecha lo que pasa. Quisiera que venga más veces, pero con las pocas que viene me siento satisfecha.