El domingo siguiente Julia y su amiga Nora vinieron a cenar como siempre y debo confesar que su presencia me puso algo nervioso; tenía temor que a alguna de las dos se les escapara algún comentario de lo que había ocurrido y Silvana pudiera enterarse, pero la velada se desarrolló con total normalidad.
Luego de la comida y mientras mi mujer lavaba los platos, mi suegra se sentó en el sillón junto a mí, y sin preámbulos me dijo:
-Este miércoles tenés que cogerla a Nora porque quedó muy caliente y no le alcanzó con el vibrador. Y mientras la satisfacés, yo los miro y me hago una rica paja así gozamos los tres. Pongamos todos los miércoles como día de encuentro para hacer nuestras “cositas secretas”, te parece?
-¿Estás insinuando de tener sexo como el otro día y con continuidad? – pregunté.
-Estoy diciendo de comenzar una relación de a tres, donde seas nuestro macho y nos cojas al menos una vez a la semana, o más si se puede. Somos mujeres grandes con experiencia y necesidad de sentir y dar placer, y lo del otro día sé que lo disfrutaste tanto o más que nosotras; vi tu cara cuando te cabalgaba y te sentí bramar descontrolado cuando te vaciaste en mí.
Nora, que estaba sentaba en el sillón frente a mí, separó ligeramente las piernas mostrándome su tanga y dando a entender que las palabras de mi suegra no admitían un no. La sola visión de esa prenda hizo que mi verga comenzara a despertar y a formar un bulto en mi pantalón; ambas lo notaron y mientras ella las abría un poco más, Julia se sentó bien pegada a mi y disimuladamente comenzó a frotar con su mano mi dureza. ¡Dios, en un segundo mi pija alcanzó su mayor tamaño y ya no cabía en mi calzoncillo, si aparecía Silvana no sé qué iba a hacer!
-Mm, veo que Nora y vos están a full –dijo mi suegra mientras me seguía dando masajes suaves– creo que voy a tener que distraer un buen rato a Silvana así ustedes pueden aliviarse. Mirá que mojada está.
-Estás loca Julia, aliviarnos acá y ahora? Dónde? Es imposible.
-Bueno, un buen lugar sería el escritorio. Vayan y yo me ocupo de que mi hija no los moleste por una hora.
La idea me aterraba, si algo salía mal mi matrimonio y mi mundo se irían por la borda en segundos, pero mi calentura era tan fuerte que tenía que correr el riesgo. Nora había metido su mano debajo de la pollera y con su dedo mayor frotaba suavemente su sexo; me puse de pie y acercándome tomé su mano para ayudarla a levantarse. Mi suegra también se paró y enfiló para la cocina. No hizo falta decirnos ni una palabra, tomados de la mano nos dirigimos con urgencia al escritorio donde luego de cerrar la puerta con llave nos trenzamos con desesperación en un beso profundo y húmedo, con nuestras lenguas entrelazadas. No podíamos esperar, subí su pollera y comencé a masajear su culo bajando simultáneamente su tanga; en una hábil maniobra Nora hizo caer mi pantalón y mi slip y su mano se hizo cargo de mi aparato, que estaba duro como el acero.
Busqué su cuello, lo lamí y saqué sus primeros gemidos profundos aunque casi imperceptibles ya que no podíamos hacer mucho ruido. Ella sacó sus tetas y me las ofreció, esas tetas paradas y descomunales que me habían enloquecido desde siempre. Mi boca fue atraída como un imán a sus pezones, los que succioné y pellizqué sin control. Ella se separó, se agachó y con su lengua humedeció mi glande para luego enterrarse mi verga hasta el fondo de su boca dándome una mamada que me hacía estremecer. La sacaba, le pasaba la lengua por todo el tronco y volvía a engullirla, era el placer supremo.
Se puso de pie y me llevó hasta la silla, haciéndome sentar. Mi verga estaba lustrosa y apuntando al techo como un mástil. Con un movimiento lento y sensual se sentó en mis rodillas y frotó su concha en mi muslo, mientras acercaba sus tetas a mi boca para que pudiera seguir libando.
-No tenemos mucho tiempo, cogeme, no doy mas! -susurró entre jadeos.
Literalmente agarró mi miembro, lo frotó con vigor un par de veces y pegándose a mí lo dirigió a su humedad guiándolo con su mano hasta que se enterró en ella completamente y quedó acoplado. Juro que jamás sentí el placer que sentí en ese momento, su concha era un volcán y cuando empezó a moverse creí que moriría. Esa mujer sabía coger, la edad le había dado experiencia y sabiduría y sabía aprovecharla; con sus manos tomó mis hombros y comenzó un vaivén de adelante hacia atrás que hizo bailar mi verga dentro suyo.
Su expresión descontrolada y sus movimientos cada vez más intensos me decían que gozaba como una perra. Agarré su culo y empecé a masajearlo mientras nuestros movimientos iban en aumento y mi dedo se posó en su agujero, haciendo un círculo a su alrededor. Acercó sus labios a mi oído, y gimiendo le dijo en voz muy baja:
-Estoy por acabar, si me metés un dedo en la cola no respondo de mí!
Esas palabras fueron un disparador, ya que yo estaba a punto de acabar también. Metí mi dedo despacio y lo moví dentro suyo, empujando mi pija hasta el tronco y dando fuertes sacudones; sentí las contracciones de su vagina una detrás de otra y comencé a soltar mi leche a borbotones en su interior, estábamos acabando juntos con una intensidad increíble. Nora arqueó su cuerpo en los últimos embates de su brutal orgasmo, y yo terminé de derramarme en ese mismo instante. Nuestra respiración era acelerada, la intensidad de los movimientos fue disminuyendo hasta quedar abrazados dándonos lengua sin movernos.
-Dios, que cogida! Adoro tu pija, la quiero para mí todos los días amor. Quiero ser tu puta de ahora en adelante y que me hagas tu mujer en cada encuentro, lo necesito.
-Como vamos a hacer Nora? También está mi suegra que quiere una relación de tres.
-Bueno, si te dan las fuerzas podrás cumplir con todo: un trío con nosotras una vez a la semana y solo conmigo otro día. Esa verga tiene que ser mía, nunca en mi vida tuve un orgasmo como este y quiero muchos más así.
Me dio otro beso y lentamente fue desconectándose; increíblemente yo seguía duro luego del pedazo de polvo que habíamos echado, y a ella le chorreaba algo de semen. Se agachó para buscar su ropa y observé su cola; era redonda, blanca y su agujero rosado. No sé como pero me levanté como impulsado por un resorte y me coloqué detrás suyo apoyando la cabeza de mi pija en ese hoyo que previamente había visitado mi dedo, y comencé a frotarla. Nora sintió el roce y se sorprendió pero no hizo movimiento alguno para intentar despegarse, permaneció agachada y giró la cabeza para mirarme.
-Mi vida, todavía está dura y tenés ganas? -preguntó.
Por toda respuesta apoyé el glande y probé de empujar apenas, para ver si se le dilataba. Nora esperó sin moverse, y viendo que la penetración era inminente, abrió las piernas y me lo ofreció. Con mi saliva lo lubriqué y entonces sí, ya no aguanté más e hice fuerza; su esfínter cedió y mi verga comenzó a entrar, al principio con algo de dificultad, y luego sin problema hasta hacer tope.
Nora se retorcía, creo que estaba gozando más este polvo que el anterior y yo empecé a bombear lento al principio para ir acelerando el mete y saca de forma progresiva. Mientras la enculaba ella se frotaba el clítoris y se metía dos dedos, y ya nuestros gemidos eran descontrolados.
-Acabooo Mariano!!!
Sentí llegar la leche y la expulsé dentro de su cola; fueron uno, dos, tres disparos potentes que me hicieron desfallecer; a ella le temblaban las piernas, no podía mantenerse parada. No quería salir de su interior pero el tiempo corría y no sé cuánto tiempo mi suegra iba a poder retener a Silvana, así que muy a mi pesar me desacoplé y luego de limpiarnos con unos pañuelos de papel nos vestimos rápidamente para volver al sillón del living. Antes de abrir la puerta Nora me miró a los ojos y dijo:
-Quiero que seamos amantes vos y yo además de lo que hagamos con Julia. Esto hay que repetirlo con todo el tiempo para nosotros y no así apurados. Y que sea nuestro secreto, puede ser?
-Esto que hicimos fue un verdadero riesgo, pero me encantó. Y me va a encantar ser tu amante, ya vamos a coordinar cuando y como vernos.
Volvimos al living y como una señal que ya todo había finalizado encendí la tv. Al rato apareció Julia con mi esposa trayendo café y se sentaron con nosotros. Sin duda todo había salido bien y Silvana no había detectado nada anormal, se sentó a mi lado y mi suegra en uno de los sillones individuales, el otro lo ocupaba Nora.
-Buena charla entre madre e hija? -pregunté con falso desinterés.
-Sí, podría decirse que fue una charla íntima familiar –exclamó Silvana– creo que nos hacía falta decirnos algunas cosas.
-A propósito –interrumpió Julia– le dije a tu mujer que el miércoles te necesito en mi casa para que repares mi computadora de escritorio que se niega a arrancar. No sé lo que tiene ni cuánto podrás tardar y por eso le pedí permiso a ella. Como salís tarde del trabajo podés quedarte a cenar con tu vieja suegra jaja.
Bueno, bueno, el trío con las maduras comenzaba a hacerse realidad, y mi relación con Nora también. Mi suegra era una genia!