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Mi suegra, esa mujer desconocida
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Soy Mariano, tengo 29 años y estoy casado con Silvana que tiene uno menos que yo. Ella es una joven muy simpática, con una sonrisa abierta, sincera y amplia que atrapa y enamora. No es muy alta (mide solo 1,62) ni tampoco posee un cuerpo que haría excitar a un hombre a primera vista, pero en la cama sabe utilizarlo muy bien y sacar buen partido del sexo, disfrutando y haciendo disfrutar sin límite. Podría decirse que es una hembra en celo con una capacidad amatoria ilimitada.

Nuestras relaciones por tanto siempre han sido intensas, apasionadas y continuas y en muchas ocasiones hemos cogido varias veces en el mismo día; era mirarnos o rozar tan solo nuestra piel para trenzarnos en un combate amoroso en cualquier lugar de la casa que terminaba en descomunales jadeos y gemidos al acabar juntos y mezclar mi leche con sus jugos, que brotaban como un torrente de sus entrañas.

En mi trabajo hay mujeres hermosas que más de una vez se me insinuaron y hasta hubo un par de invitaciones a encontrarnos afuera; estoy convencido que es por mi puesto dentro de la empresa (soy gerente de recursos humanos) y no por mi atractivo, ya que pese a ser alto y delgado no doy con el perfil de un «galán» de telenovelas. Pero como tengo un muy buen sexo con mi esposa y ella me completa de tal forma, no se me cruza por la cabeza una aventura con alguien.

Hoy, como todos los viernes, vienen a cenar Julia y su inseparable amiga Nora. Julia es mi suegra, tiene 65 años y pese a su edad posee un cuerpo sorprendente: caderas firmes, grandes tetas y piel blanca sin arrugas visibles; es una mujer rubia, de ojos claros y una altura más que aceptable para su sexo (1,73). Ella y Nora se conocen desde muy pequeñas y han forjado una sólida e inseparable amistad que ha durado toda la vida y las convirtió en hermanas de la vida como les gusta llamarse. Nora es viuda hace 5 años, no tuvo hijos y desde la muerte de su esposo se dedicó a «vivir la vida» viajando y yendo a bailar. Julia se divorció de mi suegro hace más de una década y no volvió a tener pareja, dice que la libertad que consiguió no la cambia por el mejor de los hombres y por eso prefiere seguir sola y tranquila. Hemos tenido noticias de varios que intentaron acercarse y fueron sistemáticamente rechazados. Nora en cambio, tengo la impresión de que algún que otro amante ha pasado por su cama, ya que su difunto marido siempre comentaba lo activa que era.

La cena se desarrolla como siempre normal y cordialmente. Silvana y yo nos sentamos juntos y quedamos enfrentados con ellas; mi esposa con su madre y yo con Nora. La charla es amable, alegre y el vino exquisito que nos da una cuota extra de alegría y las miradas se hacen diferentes o a mi me parece que Nora me observa con intensidad, brilla de otra manera; lo atribuyo al alcohol. Ella fija sus ojos en mí y esboza una casi imperceptible sonrisa que intento no corresponder, pero en mi mente se desata la duda. Terminamos de comer, llega el café y esos ojos siguen clavados.

Silvana y Julia van a la cocina a charlar mientras lavan la vajilla y yo quedo en silencio con Nora, y es ella quien toma la iniciativa.

– Hemos quedado solos.

– Si, respondí.

– Pues me alegro, porque hace unos días que quería decirte algo y no sé como hablarte a solas, esta es una buena oportunidad.

– Qué ocurre Nora?

– En realidad debo pedirte un favor.

– Adelante, la escucho.

– Necesito hablar con vos en privado de un tema personal, pero no acá. Cuándo podríamos encontrarnos para contarte en detalle?

– No lo sé, tendría que ser en la semana, el miércoles luego de salir de mi trabajo quizás.

– El miércoles estaría bien. A qué hora nos veríamos?

– Yo quedo libre a las 6, luego de esa hora no hay problema. Puede adelantarme algo?

– Prefiero que sea el miércoles en mi casa si no tenés problema. Vos conocés mi dirección así que vení directamente, voy a estar esperándote. Solo voy a pedirte una cosa: de esto ni una palabra a Silvana ni a Julia.

– Me está asustando Nora.

– Tranquilo Mariano, no es grave pero necesito tu ayuda.

Vaya sorpresa! Qué le ocurre a esta mujer para requerir mi asistencia y no la de su hermana del alma? El fin de semana, el lunes y el martes transcurren sin sobresaltos familiares ni laborales, todo es rutina. El miércoles a las 2 de la tarde recibo un mensaje en mi móvil: «no olvides nuestra cita de hoy»: es Nora, y como final de la nota hay un emoji con un corazoncito latiendo; en mi mente tengo agendado este encuentro y debo reconocer que la curiosidad me moviliza.

Salgo del trabajo y en lugar de usar transporte público tomo un taxi para no demorar demasiado; a mi esposa le dije que iba a llegar tarde porque debía revisar legajos de los empleados y actualizar datos laborales fuera de hora así que estoy cubierto por un tiempo. Nunca le he mentido, pero respeto el pedido de silencio y lo cumplo aunque no muy convencido.

Finalmente llego al edificio, toco el 7-E y a los pocos segundos me habilitan el acceso; mientras utilizo el ascensor estoy inquieto pensando en qué demonios puede estar ocurriéndole a la veterana. La puerta está entreabierta, golpeo por las dudas y entro; escucho la voz de Nora que me llama desde la cocina así que me dirijo allí. Al llegar la veo preparando un café y vestida solo con una larga remera que llega por encima de sus rodillas, dejando a la vista buena parte de sus piernas. Me quedo helado, no imaginé que esta mujer podría tener un cuerpo tan sexy y firme, sus tetas grandes y paradas a pesar de no tener puesto corpiño y un culo que invita a la lujuria. Nunca me había fijado en ella pero algo dentro mío se altera ante ese espectáculo y no sé como actuar ni qué decir.

-Hola Mariano, gracias por venir. Estoy preparando café, o quizás quieras una cerveza o algo mas fuerte. Sentate por favor.

– Si, dije.

Debo haberme convertido en zombie porque logro sentarme pero tengo mi mirada clavada en ella y en el descubrimiento de su físico que, o bien supo cubrir muy bien en sus visitas, o bien estuve ciego todo el tiempo. Ella se da cuenta y esboza una leve sonrisa mientras trae el café a la mesa y ocupa su silla.

– Veo que te asombra como estoy vestida – dijo tranquilamente – siempre uso este tipo de ropa cuando estoy en casa, espero no te sientas molesto.

– Al decir verdad, me impactó y no lo esperaba. Y también me impactó su cuerpo, aunque esto no debería decirlo porque usted es amiga de mi suegra y de Silvana.

– No tiene nada de malo, siempre es lindo que un hombre se fije en una, aunque a mis años ya eso está casi olvidado.

– Olvidado? Tengo entendido que usted se divierte bastante.

– Si te referís a salidas voy a bailar, me gusta cenar en algún restaurant cuando puedo y no niego que también alguien ocupa mi cama en muy pocas oportunidades, pero…

-Pero qué? – pregunté interesado.

– Pero esa persona no logra satisfacerme, ese es el tema. Y sin querer estoy contando algo íntimo que no debería, pero siento que no puedo hablarlo con nadie que no seas vos.

– Bueno, no sé qué decir. Así que esto era lo que deseaba decirme…

– Vos sabés que soy una persona muy fogosa y me encanta el sexo, te lo han comentado. Pero necesito ese tipo de sexo que me deje relajada y plena, que me haga gozar sin límites y apasionadamente; y no lo tengo.

– Por qué no busca otro hombre entonces? Si él no hace bien su trabajo habrá otro que pueda hacerlo y asunto arreglado.

– Los hombres de mi edad ya han perdido la potencia y a mí no me arreglan solo con la lengua o los dedos, yo necesito un hombre joven que tenga sus hormonas en ebullición y sienta deseo por alguien como yo. Pero vos sabés cuántos años tengo Mariano? Sesenta y nueve. Creés que es fácil encontrar un tipo relativamente joven que quiera cogerse a una vieja?

– Mire Nora, estoy seguro que muchos querrían tener sexo con usted y de antemano me disculpo por lo que voy a decirle, pero al verla con esa remera cuando entré casi tengo una erección. Ni por un segundo imaginé que tenía ese cuerpazo que queda bien disimulado bajo la ropa que usa cuando viene a cenar a casa. Wow, despierta deseos muy intensos, créame.

– Ay Mariano, no puedo creer estar escuchando esto de tu boca sabiendo que sos tan serio y formal! Te calenté un poquito?

– Si respondo eso vamos a entrar en un terreno del que quizás no haya retorno, es muy difícil no calentarse viéndola así.

Ella se puso de pie y caminó lentamente, parándose pegada a mi cuerpo; olía a exquisito perfume que despertaba mi verga nuevamente y podía sentir un leve roce de su sexo en mi hombro que me volvía loco, se frotaba imperceptiblemente.

– Necesito coger Mariano, necesito hacerlo con vos – dijo en voz baja mientras acariciaba mi cabello – por eso te pedí que vinieras. Hace mucho tiempo que deseo tenerte y que me hagas tu mujer y no sabía como decírtelo hasta que me animé. Sos el único que puede calmar este fuego que siento dentro de mi cuerpo.- Y comenzó a bajar sus caricias hasta mi pene, que se puso como un garrote.

– Nora, no podemos… – atiné a decir casi jadeando, aunque la calentura era tan grande que ya no podía razonar.

– Esto queda entre nosotros, nadie sabrá nunca sobre esta aventura. No me rechaces por favor.

Dicho esto subió su remera casi hasta el principio de sus muslos, separó sus piernas y se sentó sobre mí en la silla rodeándome con sus brazos y mirándome fijamente con los ojos cargados de lujuria. En ese momento me olvidé de Silvana y del mundo y la atraje hacia mí buscando su boca con desesperación, nuestras lenguas se entrelazaron y la avidez de los besos largos y profundos casi nos quitan el aire pero no podíamos despegarnos, era tal el deseo que sentía que mi cuerpo hervía y bajé mis manos hasta su cola para masajearla sin pudor.

Entonces ella se sacó la prenda y quedó desnuda, enseñándome esas tetas enormes y de pezones duros como aceitunas que pedían a gritos ser chupados. Mientras besaba y lamía su cuello y ella gemía desprendió mi pantalón y metió su mano para frotar mi pija, que ya no cabía en el slip.

– Dios mío, que enormidad! – exclamó asombrada

– Quiero comerte toda Nora, estoy a full.

– Vamos al dormitorio, ahí vamos a estar cómodos.

Nada más entrar me deshice de toda mi ropa quedando con mi mástil duro como piedra y contemplando ese cuerpo que pese a la edad se mantenía firme y voluptuoso; las piernas bien torneadas, los pechos apenas caídos y un culo redondo y parado; ella se sacó la tanga y mostró su concha completamente depilada de labios grandes y carnosos, su brillo me decía que ya estaba mojada y lista para la acción. Nos acostamos y nuevamente las lenguas se encontraron, necesitaba explorar su cuerpo y comencé a bajar hasta sus pezones para tenerlos en mi boca dándoles pequeños mordiscos que la hacían gritar de placer; me detuve en ellos un buen rato pero mi objetivo era seguir el camino hasta llegar a su humedad, y así lo hice.

Nora separó instintivamente sus piernas y me ofreció su intimidad abriendo con sus dedos la flor que cubría el punto más sensible de su cuerpo, y sin preámbulos enterré mi lengua en su clítoris comenzando a libar el licor que generaba su ya enorme calentura. Con cada roce de la punta de mi lengua ella se retorcía y jadeaba como una perra en celo y yo entraba en una especie de trance que me llevaba a querer cogerla intensamente, porque mi leche no iba a soportar mucho más tiempo dentro de mí. Apuré la lamida, entonces ella con sus manos presionó mi cabeza y con un grito que brotó de lo más profundo de su ser acabó y descargó una cantidad descomunal de líquido que inundó mi boca y bebí con deleite. Los espasmos de su sexo continuaban luego de su orgasmo, era una verdadera máquina de sexo.

Yo volaba de calentura, aún no había descargado y lo necesitaba con urgencia porque mi verga explotaba en cualquier momento, así que me ubiqué encima de ella dispuesto a metérsela a fondo y aliviarme, pero cuando iba a acomodarme Nora me detuvo.

– Qué pasa Nora, vas a dejarme así?

– No amor, voy a darte el mismo placer que me diste pero vamos a jugar un poquito antes.

– Jugar?

– Quiero que te pongas esto y me imagines mientras te chupo – y sacó un antifaz ciego de los que se usan para evitar la luz al dormir, de abajo de la almohada.

Carajo, que viejita más guarra, le gustaban los jueguitos eróticos! Me coloqué la mascarilla pensando en mis momentos de sexo con Silvana, y deduje que el goce que me esperaba era mucho mayor. Nora me acostó boca arriba y con una suavidad única comenzó a deslizar mi piel hacia atrás y descubrir el glande, es evidente que la edad le había dado la experiencia para disfrutar y hacer disfrutar intensamente a su hombre. Repentinamente se detuvo y salió de la cama, yo no podía ver nada y no sabía que iba a hacer.

– No te saques el antifaz por favor – dijo con voz cálida.

Pasaron unos treinta segundos y volvió a sentarse a mi lado, entonces sentí que su lengua daba círculos alrededor de la cabeza y una electricidad recorrió mi columna, esta mujer chupaba como los dioses y era capaz de sacarme un río de leche en pocos segundos.

– Qué rica verga, hace años que esperaba este momento y ahora la tengo toda para mí. Dios, tiene el tamaño perfecto para mi boca y mi concha!

Esa voz era conocida, pero no era de Nora, había alguien más en la habitación haciéndome un oral. Estaba equivocado o eran dos mujeres en la cama conmigo? Intenté sacarme la mascarilla pero una mano me detuvo mientras esa boca seguía dándome un placer infinito, chupaba con una maestría que me volvía loco, su lengua recorría mi tronco desde mis huevos a la punta y al llegar ahí se la metía entera y mamaba con deleite. Dos o tres succiones más y seguro descargaría inevitablemente en su boca, y se lo hice saber.

– Quiero que te vacíes dentro de mí, quiero toda tu leche en mi… – y diciendo eso se sentó en mí, se enterró mi verga a fondo y empezó a moverse lentamente con un ritmo acompasado mientras Nora me daba sus pezones para chupar. A quién me estaba cogiendo???

La que estaba ensartada en mí empezaba a gemir y jadear y acelerar de a poco, y yo no podía contenerme mucho más. Me di cuenta que Nora sacó sus tetas y en su lugar apareció otra; no podía ver pero mis manos fueron hacia ella, eran dos ubres descomunales que estaban a tiro de mi boca y las amasé mientras mi amante jadeaba en mi oído.

– Cogeme más, más papi, dame sin parar!

Me saqué la máscara y no podía creerlo: frente a mí estaba Julia, mi suegra y me estaba dando una cogida como nunca nadie me la dio. Se movía como una anguila, gemía sin parar y estaba descontrolada.

– Te gusta mi concha amor, te calienta? – decía entre jadeos.

– No aguanto más, voy a acabar!

– Dame tu leche, descargame todo adentro Mariano! Ya no puedo esperar!!!

Sentí las contracciones de su sexo junto a su grito de placer y en ese preciso instante solté varios chorros de esperma dentro suyo, estábamos acabando con una intensidad impresionante. Nora estaba a nuestro lado con un vibrador en su interior y su cuerpo se contorsionaba por un gran orgasmo, mi leche seguía brotando en mi suegra que se acostó sobre mí y sin sacarse la pija, me besaba agradecida. Yo le acariciaba el culo y mi dedo buscó su agujero para penetrarlo y sentir su interior.

– Mi culo y el de Nora serán tus próximos regalos, esto recién comienza. A partir de ahora seremos tus amantes y siempre tendremos sexo de a tres.

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