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Mi suegra es mi mujer (capítulo 4)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Una noche de viernes, mientras Estrella dormía, mi suegra y yo nos quedamos conversando hasta tarde mientras tomábamos vino. –¿Y entonces, porqué se divorció de su primer esposo? –le pregunté curioso. Yo sabía que Jorge, su segundo esposo había fallecido, y por lo que sabía lo había amado hasta el último día, pero no sabía nada de Raimundo, su primer marido. –Me cansé de ese maldito cornudo. Me trató muy mal.

Era un gusano que no supo apreciarme. Antes de casarnos, me prometió el cielo y las estrellas, pero después no me cumplió. Empezó a engañarme. Tuvo varias amantes, y para colmo, no me cumplía en la cama. –Pero le dio dos hijos –le recordé, porque me acordaba que Estrella me había contado que solo ella era hija del segundo matrimonio. Los hermanos mayores eran del matrimonio anterior.

Doña Marcela se rio mientras recordaba. –Pues te voy a contar un secreto, papi. La verdad es que solo un hombre ha puesto su semilla en mí.

No entendí que me quería decir. –El papá de Estrellita era mi amante desde mucho antes de casarnos. El me hizo todas las crías. Yo le hice creer al cornudo de Raimundo que los varoncitos eran de él. Era mi venganza por los malos tratos y las traiciones. Cuando me engañaba, especialmente durante el embarazo, me acordaba que en mi vientre llevaba la semilla del hombre que de verdad amaba.

–¡Vaya, vaya! –exclamé sorprendido –así que mi mujercita nueva de verdad que es una gran puta. Quién lo hubiera dicho viéndola tan decente. –Así es papi, señora en la calle y puta en la casa.

Mi hembra de tercera mano comenzó a contarme más detalles mientras nos acabábamos la botella. –Me encantaba que mi hombre me culiara preñada. Me ponía como loca todo el embrazo y buscaba a Jorge cada vez que mi marido salía de la casa. “Bautízame la cría” le decía yo, y el sabia que quería que eyaculara dentro de mi vagina cargada. Me excitaba imaginar que su leche de macho salpicaba a la cría que llevaba adentro. “Dame una hembrita, para que me mame la verga” me decía él.

Y a la tercera se le hizo realidad. Cuando me preño de Estrellita, se dio gusto culeándome todos los 9 meses. Yo me abría de patas para que me hundiera su gran pija hasta el útero y le decía a la panza “Abre la boca Estrellita y mámale la verga a papito” y él se ponía como loco.

Después de semejante historia no resistí mucho y le bajé los calzones a mi suegra para disfrutarla una vez más.

Culeamos medio borrachos, hasta que me detuve y le dije a mi suegra –Amor, aquí falta algo. –la cargué en mis brazos y la llevé desnuda al cuarto de visitas. Prendí la luz y desperté a Estrella. Ella se sentó en la cama sin entender, frotándose los ojos.

Senté a mi amante sobre la camita de Estrella y acerqué mi pubis a la cara de mi suegra. Enseguida comenzó a mamarme deliciosamente, ahí, al lado de su hija. Me miró con malicia y me guiño un ojo. Se sacó la verga de la boca y la tomó en su mano, dirigiéndose a su hija “Abre la boca Estrellita y mámale la verga a papito”.

Ella no entendió de que se trataba pero obedeció sumisa. Tomó mi verga entre sus manos y se acercó a ella con la boca abierta. Se la tragó toda y me dio una mamada riquísima.

Mi suegrita miraba deleitada mientras me acariciaba las nalgas con una mano y se masturbaba con la otra. La miré a los ojos con malicia y le dije a Estrella –De verdad que eres una hija de puta.

Poco después terminé en su cara pero mi suegra no dejó que se limpiara mi semen, y en cambio lo lamió de las mejillas y los labios de su propia hija. Sentí una excitación increíble, pero no pude concertarlo porque mi verga ya estaba satisfecha y mis testículos vacíos.

Después salimos de la habitación, dejando a Estrella más confundida y excitada que nunca. Supongo que esa noche se hundió su consolador en el sapo hasta el cansancio, mientras su madre y yo compartíamos el lecho nupcial.

Más tarde, en horas de la madrugada desperté a mi amante suegra para culeármela una vez más. Toda esa historia de infidelidad, embarazos y sexo me había dejado loco de deseo y aún más enamorado.

El sábado por la mañana nos sentamos a desayunar y mientras lo hacíamos apareció Estrella, bañada y vestida de forma poco común. Llevaba un estrecho short de algodón, que se le hundía en el mico, lucía unas sandalias de plataforma y una blusita de tirantes sin brassier. La verdad es que se veía muy rica.

Su mamá la miró de arriba abajo y no dijo nada, pero después de un rato comentó –No te hagas ideas Estrellita. Ahora este es MI hombre. Si él quiere, te puede hacer lo que desee, para eso es tu marido, pero no te imagines que lo vas a reconquistar. La mamadita de anoche fue solo lujuria y mucho vino. Aún no le dirigía la palabra a mi esposa, pero acerté a sacar la lengua para que mi suegra me la mamara como le gustaba hacer. Ese beso lujurioso a mi nueva hembra era mi comentario.

Ese fin de semana transcurrió como ya era nuestra costumbre, entre sexo, vino, pornografía y amor. Yo fornicaba con mi suegra mientras mi esposa miraba y se masturbaba en un rincón.

En la tarde, mientras me bañaba con doña Marcela, le comenté –Amor, me encanta cometer adulterio contigo. –Así es papi. Es muy rico el adulterio, sobre todo cuando el ofendido es una persona que te ha traicionado –comentó recordando su vida pasada de fornicación y pecado con su segundo esposo Jorge –y me sabe mas rico que el adúltero que me está culeando sea mi yerno.

La besé con pasión mientras sentía sus tetas enjabonadas resbalarse contra mi cuerpo desnudo. –Lo único que podría hacer esto más rico es que me preñaras, que me hicieras una cría –me dijo mientras me miraba con amor.

Me quedé sorprendido y mi verga se endureció un poco. –Veo que te gusta la idea papi –me dijo con picardía –Imagínate, tu hijo bastardo sería el hermano de tu esposa, o sea, tu cuñado. Jajaja!

Mi verga terminó de erectarse. Nunca había imaginado eso, pero la idea de preñar a mi suegra me excitaba mucho. –No estoy tan vieja. Todavía puedo darte una cría. –me dijo con picardía.

Después del baño, salimos apenas cubiertos con los paños a la sala. Estrella veía televisión en el sillón vestida solamente con una camiseta. Ese día había dejado de usar calzones porque la excitación de mirarnos la obligaba a quitárselos cada vez que se masturbaba.

Le quité el paño a mi amada suegra, y la coloqué en el sofá, de rodillas, mirando hacia la pared. Me puse de rodillas, como quien reza en el altar del pecado y busqué sus deliciosas nalgas. Las besé, las lamí y con mis manos las separé para que se ofreciera el bello hueco de su culo. Me encantaba mamarle el ojete recién bañado y hundirle la lengua hasta donde alcanzara. Ella gemía y maldecía mientras arqueaba la espalda para que la mamara más profundo.

Estrella miraba y se hundía el consolador en su vulva rasurada. Se daba golpecitos en el clítoris con el consolador mientras se acariciaba rabiosa las tetas con la otra. Mi suegra, loca de deseo me exigió –Dame esa verga papi, que ya no aguanto más –mientras se abalanzaba sobre ella para lubricarla con babas y saliva.

La sodomicé una vez más, hundiéndole mi verga profundo en el ano. Mi suegra movía el culo sensualmente. Volvió a ver a su hija y le dijo –ves esto cabrona, así se conquista a un hombre. No quisiste darle el culito a tu esposo y ahora tú te lo pierdes.

Mi verga siguió ensanchando ese delicioso agujero, entrando y saliendo sin parar, mientras contenía la eyaculación. Cuando mi suegra presintió mi clímax, sacó mi verga de su culo y se echó boca arriba, alzando las patas en el aire. –Ven papi, riégate dentro de mi sapo.

Dame toda tu lechita. Quiero que tu semen me inundé toda. Obedecí loco de deseo y la penetré por el mico. Bombeé solo diez veces antes de explotar en un delicioso clímax.

Mi suegra se sacudió, dio un grito y tuvo un violento orgasmo mientras mi verga todavía palpitaba dentro de su coño. La miré a los ojos y supe muy bien lo que pasaba por su mente. Fantaseaba que la preñaba, ahí, delante de su hija, en un acto amoroso de sodomía, exhibicionismo y adulterio.

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