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Mi sexualidad marcada por el morbo
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Hola, no voy a decir mi nombre, pero voy a tratar de describirme lo más precisamente posible. Soy de baja estatura, delgada, con buenas curvas (87-58-90), los hombres elogian mucho mi cara y mi cola, la cual no es muy grande, pero está firme y parada y mis senos son de mediano tamaño y también firmes y para nada caídos. Pelo largo castaño, ojos oscuros de forma alargada y piel muy blanca.

Hay situaciones que el común de la gente podría tomarlo como malas o negativas, esto es algo que en realidad me genera ciertos conflictos internos, dado que no lo vivo de esa forma sino con cierto placer a partir del morbo.

Mis recuerdos de estas situaciones se remontan a mi padre. Yo ya con 18 años y él entrando a mi cama, su pija babosa y enorme refregándose en la raja de mi culo, apoyado en la entrada de mi ano y de mi conchita, su respiración agitada, sus manos tocando mis senos y jugando con mis pezones, todo muy suavemente y tratando de no hacer ruidos ni despertarme y yo haciéndome la dormida, dejándolo hacer, entre el rechazo a lo que hacía como padre y el placer que me causaba, masturbándome cada vez que él se iba para calmar mis ansias de ser penetrada por ese pene y poder tocarlo, olerlo, saborearlo.

Recuerdo sentirlo pajearse en algunas de esas noches con su pija a milímetros de mi boca, a veces apoyando muy muy suavemente en mis labios entre abiertos, lo cual yo hacía adrede con la esperanza que se animara a colocarlo dentro y poder saborearla. Pero eso nunca ocurrió, él siempre se retiraba para poder acabar y no ensuciarme para que yo no me diera cuenta ni me despertara. Yo imaginaba que él debía notar que yo me hacia la dormida, dado que aun cuando sin jamás acabar sobre mi, igual dejaba mi culo pegoteado producto de su liquido preseminal, pero nunca hablamos del tema ni lo llevamos más allá.

A partir de ese entonces, los sueños y fantasías con mi padre continuaron toda mi vida hasta que el falleció.

Esa cuestión de ser tratada como objeto se trasladó a mis parejas, pero a la vez pienso que algo en mi despierta eso en los hombres, no sé qué es, pero se ha repetido en mi vida en diferentes circunstancias.

A mis 19, el esposo de mi hermana, 10 años mayor, trataba de venir a mi casa cada vez que sabía que estaba sola, se ofrecía a hacerme masajes y usando la confianza que teníamos, siempre terminaba masajeándome las tetas con la excusa de eliminar estrías. También me decía de estirar mis articulaciones y me tomaba de atrás y antes de levantarme me apoyaba su pija parada en mi culo. Yo sabía perfectamente lo que él hacía, pero jamás le dije a mi hermana y mis sensaciones eran de saber que estaba mal, pero dejarlo hacer y luego masturbarme porque quedaba totalmente mojada.

A mis 20 tuve una situación tremenda con mi dentista. Tenía que ser sometida a una cirugía dado que las raíces de mis muelas de juicio se habían enredado con las otras. Debían extraerlas, pero sin dañar las además muelas. Por supuesto la anestesia era local, pero él me ofreció también adormecerme, decía que así iba a estar más calmada y los nervios no iban a quitarle efecto a la anestesia. Así que acepté.

Una vez me sentí adormecida, cerré mis ojos. El me habló, me pregunto si estaba despierta y yo no respondí, algo raro había en su actitud, lo notaba nervioso. Toco mi cara para ver si respondía y al ver que no, se apartó un poco. Entreabrí los ojos tratando de ver que hacía, estaba espiando por debajo de mi minifalda.

No dije ni hice nada, de pronto empezó a acariciar y abrir mis piernas, yo ya empezaba a mojarme, sentía mi concha latir.

Poco a poco acercó su mano a mi concha y corrió mi tanga y comenzó a tocarme. Metía sus dedos suavemente y luego los olía y chupaba. Yo estaba súper excitada, la anestesia me mantenía adormecida, pero estaba plenamente consciente y hubiera incluso podido abrir los ojos, pero estaba disfrutando el ser usada como lo hacía mi padre.

El lamía mi concha y se pajeaba. Se apuraba, imagino por miedo a que yo “despertara”. Me subió la remerita y me chupó un rato las tetas, le gustaba jugar en mis pezones con su lengua y apretar con sus manos ambas tetas.

De pronto se incorporó, tomo mi mano derecha, la cerró sobre su pija y comenzó a moverse para que mi mano le hiciera una paja.

Pude sentir ahí su tamaño, no parecía tan larga pero si muy gruesa. Yo deseaba que me penetrara, que usara mi boca, que la metiera y me dejara sentir su sabor, quería tomarle la leche, mi concha latía desesperada por ser cogida. Yo era su juguete, quería que me use de todas las formas posibles.

Pero no, aceleró la paja con mi mano y acabó. Sentí su espeso semen en mi mano y los chorros que salpicaron mis tetas. Luego de eso, me limpió muy prolijamente, volvió a bajar mi remera, se fue, supongo que a limpiarse él y luego volvió y comenzó con la cirugía que por supuesto hizo que toda la excitación se fuera y yo abra mis ojos finalmente.

Él me dijo que me tranquilice, que siga durmiendo que iba a ser rápido. Yo realmente sentía dolor, pero él decía que no, que era la sensación, que por eso me prefería dormida. En fin. Por supuesto no le dije nada, lo intenté seducir en posteriores visitas de consultas pero él no avanzó jamás.

A mis 22 tuve una pareja que era sádica, yo no lo sabía de antemano, pero nuestros juegos sexuales fueron subiendo de tono, el descubrió mi morbo y placer por ser usada y yo descubrí su placer por dominar y humillar.

Con el pude hacer juegos de rol donde lo llamaba papá y le rogaba que no me haga esas cosas y él ponía voz ronca como yo le pedía y me decía que haga silencio y me tapaba la boca mientras me garchaba duro. Sentía especial placer cuando me penetraba analmente mientras me tenía atada y tapaba mi boca. Cuanto mas fuerte penetraba mi culo mas fácil llegaba a mis múltiples orgasmos.

En ciertas fiestas sadomasoquistas, llegó a ofrecerme y compartirme como una mercadería para que otros hombres en fila me penetraran analmente uno tras otro. El máximo fue en una fiesta en una quinta, donde fui penetrada por mi culo por 10 tipos, uno tras otro, sin descanso y sentí que me iba a desmayar cuando llegó el amanecer y sentía mi ano destrozado.

Corté mi relación con él cuando comprendí que no encontrábamos el límite y ya podía ser peligroso para mi integridad física.

Me casé a los 28 y duramos 8 años. Él era muy tradicional con el sexo e incluso no le gustaba que yo dijera guarradas. No lo voy a negar, le fui infiel, aun cuando consideraba la infidelidad como algo muy malo.

No podía evitar notar el deseo que despertaba en ciertos hombres, cuanta mas lujuria veía en sus ojos mas caliente yo me ponía y mas fácil me entregaba, aún con hombres que no eran atractivos. Uno de los peores fue un jefe mío. Muy pajero, un hombre de unos 55 años, con panza y canas. Me encantaba que se caliente, veía como miraba mi escote, como miraba mi culo cada vez que me agachaba. Así que yo mas lo seducía, generaba adrede ciertos contactos físicos, hacia bromas en doble sentido y disfrutaba viendo su cara de viejo pajero.

El tema es que ese histeriqueo tuvo sus consecuencias. Un día estando solos en su oficina, se acercó por detrás y me comenzó a hacer masajes estando yo sentada. Me pare para retirarme pero él me abrazó desde atrás, me apretó contra él y me dijo al oído, “me provocas todo el tiempo y ahora te escapas? Mira que esto puede ser bueno para los dos” al tiempo que ponía sus manos en mis tetas.

Pienso que cualquiera se hubiera sentido asqueada en esa situación, yo me empapé, sentí como mi concha empezaba a latir y mi corazón a acelerarse. Podía sentir la pija de ese viejo pajero latiendo debajo de su pantalón apoyada en mi culo y eso me excitaba.

No dije nada, no pronuncié una palabra y lo dejé hacer. Con cierta brusquedad me levantó la remera que llevaba puesta, me sacó el corpiño y me bajó de un tirón la pollera y la bombacha. Empezó a chuparme el cuello mientras apretaba mis tetas y pellizcaba mis pezones. Se quitó la camisa mientras seguía refregándose contra mi culo y me tiro contra el escritorio. Fue pasándome su lengua por mis espalda mientras se bajaba los pantalones y calzoncillos tras lo cual pude sentir su pija totalmente babosa resbalando por mi culo. Sentía su panza peluda también, su respirar agitado, su baba en mi cuello y espalda. Me decía que desde que me vio por primera vez supo que mi cara angelical escondía una puta que no se resiste a la pija.

Esperaba que me ensartara en cualquier momento, pero siguió lamiendo mi espalda hasta llegar a mi culo. Me lo abrió bien con ambas manos y comenzó a meter su lengua tan profundo como podía. Se puso a jugar con sus dedos en mi concha mientras hundía su cara en la raja de mi culo y trataba de penetrar mi ano con su lengua.

“Veo que te suelen hacer el culo” me dijo, notando obviamente lo dilatado que lo tenía producto de que, como dije antes, lo disfruto mucho. De pronto se incorporó y sin ningún tipo de cuidado me penetró analmente con toda su pija hasta el fondo.

Me tomó del pelo, levanto mi cabeza y torso hacia atrás, tomó mis tetas y no paró de bombear fuerte y profundo con su pija en mi orto.

El viejo pajero de mi jefe me estaba cogiendo por el culo. El solo pensarlo y sentirlo jadear como un degenerado y con su pija taladrándome sin piedad me hizo tener muy rápido mi primer orgasmo y él, tal como lo imaginaba de antemano, también acabó rápido. Largó su leche dentro mío, la sacó rápido, me dio vuelta y me dijo, chupámela bien ahora si enlechada como está.

Yo obedecí, me arrodillé y me la refregué por mi cara sintiendo el exquisito olor a semen y sexo anal. La lamí toda, flácida como se iba poniendo me la metí toda en la boca y comencé a succionar y tragar los restos de semen mientras lo miraba a los ojos.

Ver que se la estaba chupando al viejo degenerado de mi jefe, con esa cara de libidinoso, esa panza abultada y peluda, el ser tratada como una puta y ser usada de esa forma me excitaba tremendamente.

Se la chupé hasta que sentí que se puso firme de nuevo, tras lo cual lo masturbé en mi cara. Me golpeaba con la pija en mis mejillas, me la refregaba por la nariz mientras olía profundamente y pasaba la lengua en su tronco. En un momento el tomo mi cabeza y empezó a cogerme por la boca. La hundía profundo causándome arcadas. Mi baba caía por mis tetas y al piso.

Cuando sintió que iba a acabar la sacó y me pidió que lo pajee.

Obedecí y apoyando la cabeza de su pija en mi lengua y labios de mi boca semi-abierta lo masturbé hasta que los chorros de semen salpicaron toda mi cara. Mis labios, lengua, nariz y hasta los ojos. Mis tetas también se ensuciaron con la leche que caía de mi cara.

Cuando se sintió ya vacío, se levantó los pantalones y se fue a limpiar al baño, tras lo cual hice lo mismo y finalmente me dijo “bueno, creo que te ganaste bien ganada la aprobación de los días de licencia”.

Podría seguir contando historias, incluso cosas más usuales para nosotras las mujeres como ser apoyada en el colectivo (una vez me bajé y descubrí que tenía el pantalón manchado de semen, increíble) pero estas fueron las más significativas para mí y las quería compartir acá.

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