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Mi querida putita
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Por mi trabajo, nos fuimos a vivir a una ciudad lejana, en donde comenzamos a tener algunas aventuras de exhibicionismo. Notaba que ella no se incomodaba de enseñar los pechos o las piernas, pero no estaba seguro de que pudiera ser puta de veras.

Algún tiempo antes, un amigo me invitó a conocer un local diferente. Y sí era diferente, había viejas con poca ropa, caminando, cogiendo y/o mamando a la vista de todos.

Me entró el gusanito de llevar a mi casi putita. A ver qué pasaba y cómo reaccionaba. Una noche fuimos a cenar cerca y vi que se le habían subido algo los tragos, me pareció que era el momento adecuado de averiguar qué tan puta pudiera ser.

Al terminar de cenar, alegres caminamos hacia aquel local donde había ido con el amigo, estaba lleno, y el ambiente era como lo había visto anteriormente. Sentados y tomando algo vimos que el ambiente estaba sin vergüenzas, putas enseñándose para conseguir un cliente o cogiendo. Sentados estratégicamente comencé a acariciarla besándonos, le abrí la blusa y le metí mano a los pechos, cómo no dijo nada le subí la falda acariciándole las piernas y la chucha. Silencio. Solo veía atentamente todo el local.

Poco después estaba sin blusa ni falda, de piernas abiertas, con mis dedos explorando su coño. No tardó mucho en quedarse sin calzón. Y se inclinó para mamarme.

Lo que no esperaba fue que el vecino que estaba de su lado rápida y repentinamente le metió la verga. Me quedé quieto esperando alguna reacción. No la hubo. Al salirse el primer picador, otro vecino se puso rápidamente en el mismo lugar y también se la cogió. ¡Los dos le metieron sus vergotas! ¡Y ella no dijo nada!

¡Bueno! me dije contento, mi teoría era correcta, mi querida esposita puede ser muy puta.

Para confirmarlo esa misma noche caminó por el local vistiendo solamente los calzoncitos y la blusita abierta. En una de esas caminaditas un tipo la tomó del brazo y la llevó al baño de hombres, ella lo aceptó dócilmente. Se la cogió en uno de los boxes.

Salió feliz a contarme:

¡Un tipo me llevó al baño y me metió la verga!

¿Y te gustó?

Siii, me gustó mucho…

¡Esa fue la confirmación!

Pasó un tiempo y comenzamos a repetir esa aventura de varias formas, al final de la historia en el curso de años se la cogieron unos 50 tipos y mamó unas 70 y tantas vergas. ¡Y siempre tan tranquila! (Sin contar los de la Facultad)

Quiero contar aquí una de las aventuras más especiales.

Como un año después de lo anterior ya estábamos muy habituados a ese ambiente, lo sentíamos de confianza. Una noche le sugerí que fuera a hablar con el gerente para saber si podría regresar otro día a trabajar como putita de la casa. Vestía solamente su blusita abierta, unos calzoncitos pequeños y zapatos

El gerente la vio de arriba abajo, le dijo que sí, que llegara el día que quisiera a las 8:00 de la noche a esperar los clientes, que habitualmente empezaban a llegar como a las 10.

Contentos decidimos que sería el siguiente viernes, escogimos una ropita sencilla, leve, fácil de quitar y cómoda, era un vestidito corto, calzones sencillos y zapatos. Todo fácil de quitar.

Cerca del local me quedé en una cantina, para tomar unos tragos y quizás irme al cine para hacer tiempo.

Como a las once, entré a la boite. No había mucha gente. Escogí un lugar de donde podía ver todo el local. Rápidamente la vi, sentada con otras putas, ordené una bebida y esperé. Al rato se aproximó con la plática de costumbre

– ¡Hola! estás solo?

– Sí

– ¿quieres compañía?

– (¿cómo estás cómo te sientes? le murmuré. ¿quieres salir?)

– (hay poca gente vamos a esperar un poco…)

– Bueno…

Pasó algo como una hora, poco movimiento, pocos clientes ninguna de las putas estaba ocupada.

Decidí ir al baño, y coincidí con un tipo escandaloso, que hablaba alto y que ya había notado por la poca gente del local. Nos saludamos y comenzamos a conversar pendejadas. Me invitó y acepté ir a su mesa, los dos estábamos medio aburridos.

Al llegar vi que estaba con una puta güerosa y ruidosa, con muchas ganas de que el amigo se la cogiera, pero él no quería porque ya se la había cogido y quería carne nueva.

Entre una plática y otra le dije: te voy a conseguir una puta nueva. Le hice señas al mesero de que llamara a mi putita, estaba distraída, el mesero me señaló otra, no, no, quiero aquella blanquita.

Cuando ella se dio cuenta de inmediato se aproximó de la forma habitual, con una mirada interrogante para saber quién la había pedido.

Ya juntos le dije:

– Vas con él. Sin decir nada se encaminó al cliente y la güera se vino conmigo.

Cómo se acostumbra en esos locales, no hubo preliminares ni fórmulas de cortesía, de inmediato le bajé los calzones a la güera y sentado se acomodó encima para que le metiera el palo. Caliente como estaba de inmediato me la chingué, viendo de medio lado como mi putita estaba sentada mamando una buena verga. Poco después el cliente ya le había quitado el vestidito parada de frente, le estaba chupando los pechos y palpando las nalgas ya sin calzones. Luego la puso de espaldas a él sentada, para cogérsela. Mi putita movía muy bien el culo. Sabía muy bien cómo hacerlo. Lo estaba ordeñando muy sabroso.

Cuando la volví a ver, estaba apoyada sobre el banco dándole las nalgas… de nuevo.

Yo ya había terminado con la güerota. Me dijo:

– ¿Me pagas?

– Aquel guey dijo que pagaba…

– Ah bueno. Y se cambió de lugar

Me quedé viendo lo que hacían mi puti esposita y su cliente.

En algún momento ella estaba inclinada sobre él sentado, mamándolo. Al verla de nalgas se me antojó, se me puso la verga dura y me la cogí como estaba. Ni el cliente ni ella se inmutaron.

Cuando me vine, mi putita también recibió la leche del tipo. Se quedó quieta unos minutos, y se enderezó con expresión de satisfecha.

Descansando, él la sentó en sus piernas acariciándola distraídamente, y le dijo:

– ¡Ah qué hija de puta! ¡Que puta eres!

Asentí diciendo, siii. Ella solo sonrió contenta… Era una linda imagen, mi puti esposita encuerada en un putero, en las piernas de un tipo que se la acababa de coger. Y además había sido el show de sexo en vivo para la audiencia.

Poco más tarde aprovechando una distracción, discretamente nos salimos como si la estuviera llevando a un hotel.

¡Muy felices y contentos!

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