"Me tomó de la mano y fuimos tras los arbustos. Me abrazó, rodeándome por completo con sus brazos. Y me dio un beso tremendo, quede temblando, totalmente excitada. Y para mi locura total, corrió el corpiño de la bikini y me comenzó a chupar los pechos mientras me acariciaba la espalda."
Cuando mi madre me conto que el fin de semana iríamos a la costa, y nos quedaríamos en la casa de unos tíos lejanos me estremecí. Después de varios años volvería a encontrarme con Facundo, el muchacho que hace unos años, apenas yo había cumplido 18 años, había sido el hombre que por primera vez me había besado con una pasión que nunca pude olvidar. En esa época él tenía 25.
Alto, con un físico marcado por el gimnasio y el deporte, muy lindo de cara, y con un humor tremendo, era la locura de todas las chicas en la playa. Yo lo miraba y me babeaba. Nunca fui una hermosura, solo una chica normal, con buen cuerpo, pero no algo que dejara con la boca abierta a los hombres.
Una noche, para festejar los 18, fuimos a bailar con unas chicas. Facu estaba con sus amigos. La verdad, es que pase vergüenza. Tome dos tragos y ya estaba mareada. Él me miraba y sonreía. Hasta que vio que un chico que no era de su grupo se me acercaba y me abrazaba. Con mucha educación, lo apartó, me abrazó y me acompañó a la casa. Yo, enojada le decía que ya era grande.
—Si Nati, sos grande, no lo dudo. Decía él riendo.
—En serio Facundo, soy grande. No tenés que preocuparte, se manejar a los hombres.
—Claro, porque sos grande.
—Eso, soy grande. Puedo estar con un hombre si quiero.
—Si Nati, por supuesto. ¿Con cuántos hombres estuviste?
—Eh… Muchos… mis compañeros del colegio…
—Ah, claro. Y supongo que gozaste como loca…
—Bueno, yo…
—No te detengas, vamos. Sos una criatura, te agarra cualquier tipo del boliche y la vas a pasar mal, sobre todo mañana a la mañana, cuando te des cuenta.
—Facundo, no sos mi papá.
—No, soy tu primo.
Así fue que llegamos a su casa, discutiendo por culpa de mi borrachera. Al día siguiente no paraba de cargarme. Pero solo cuando estábamos solos, no delante de sus amigos o mis amigas.
—Mocosa, ¿Te acordás de algo? Me preguntó
—Algo… ¿Por qué lo hiciste? Pregunté.
—¿Sacarte del boliche? Porque no quiero verte lastimada, ni física ni emocionalmente.
—Gracias… ¿Te puedo preguntar algo?
—Dale mocosa.
—¿Por qué pensás que soy virgen?
—Por la inocencia que tenés, sos una tierna. ¿O me equivoco?
—No… y no me digas mocosa, no soy mocosa.
Unos días después, el último día que nos quedábamos le dije de salir a caminar, fuera de la vista de mis padres.
—Facu, quiero pedirte algo.
—Ojo lo que pedís.
—Sé que si te pido lo que realmente quiero, me sacas corriendo… Quiero pedirte que me beses, como besarías a una chica como las que vos…
—Sos tremenda. ¿Tampoco te besaron con calentura?
—No…
Nos sentamos en la arena, y me pregunto si realmente quería que me bese. Le dije que sí y nos tiramos. Me abrazó, y me dio un tremendo beso. Juro que vi las estrellas. Lo miré y fui yo la que lo beso con todo, y muy caliente, tanto que busque su pija por sobre la malla. Dio un salto y se puso de pie. Fue un segundo, pero me impresionó el tamaño.
—Eso no estaba hablado, volvamos mocosa.
—¿Te enojaste?
—Enojarme no, pero no quiero que las cosas se descontrolen. Vamos.
Pasaron cinco años, cinco años en los que no lo vi. En ese tiempo tuve un par de novios, tuve sexo, pero nunca me besaron como él. Llegamos a la casa, mis tíos abrieron y entramos.
—¿Facundo? Pregunté ansiosa.
—Facundo vive en su casa, ya es grande Nati. Tiene 30. Dijo mi tía.
—Ah…
—Ahora lo llamo, seguro que si vamos a la playa, se acerca a saludar.
Y efectivamente, lo vi venir de lejos, el mismo Facundo, el mismo físico imponente.
—Hola mocosa. Me dijo con una sonrisa hermosa.
—No seas malo, tengo 23.
—¿Aprendiste a tomar alcohol? Me preguntó, pero entendí que la pregunta era otra.
—Sí Facu, por fin aprendí.
—Ah… ¿Caminamos?
—Dale.
Salimos a caminar, y me preguntó como estaba.
—Bien, te juro que ansiosa por verte.
—¿Y por qué esa ansiedad?
—Porque no me puedo borrar de la memoria aquel beso. Me comiste la cabeza desgraciado.
—Epa, te recuerdo que fue por pedido tuyo.
—Lo sé…
—¿Novio?
—No, corte hace dos meses. ¿Vos?
—Una amiga con derecho a roce solamente, nada serio.
—Como para mantenerte activo y no olvidarte como se hace.
—Más o menos.
—¿Soy yo o estás raro?
—No, te parece mocosa.
—No seas malo. Ah… ¿Qué pasa si ahora mismo, te pido que me beses?
—Te diría que quizás no me quede solamente con besarte. Que lo pienses bien.
Miré la playa, había cerca unos arbustos y le dije:
—Bésame por favor.
Me tomó de la mano y fuimos tras los arbustos. Me abrazó, rodeándome por completo con sus brazos. Y me dio un beso tremendo, quede temblando, totalmente excitada. Y para mi locura total, corrió el corpiño de la bikini y me comenzó a chupar los pechos mientras me acariciaba la espalda. Sentí como mi concha se inundaba por completo.
Bajó su mano a mi concha, y por encima de la tanga, me acariciaba sin dejar de chuparme y besarme los pechos. Fueron minutos de placer increíble, hasta que tuve un tremendo orgasmo.
—Vamos, me dijo.
—Pero… Facu…
—No es el lugar, ni el momento… y sos mi prima, lejana pero prima.
No discutí, sabía que cuando decidía algo, era eso y nada más. Volvimos con la familia, al rato se fue, y nosotros volvimos a la casa. A la noche, salí sola. Y fui a bailar, al mismo lugar que hace cinco años. Al rato, entro él con un grupo de chicas y chicos. Una tremenda morocha, con un físico impresionante lo tomaba del brazo como para que no se escape. Él no me vio, o yo creí que no me había visto.
Un rato después, vi que iba a la pista de baile con la chica. Me acerqué y me puse a bailar sola, de inmediato un chico se me acercó, me fui corriendo hasta donde estaba Facu, y le dije:
—Por favor… sálvame, me quiere hacer cosas feas… Y le sonreí.
—Sos tremenda… Si no queda más remedio… Flaca, mi primita no se siente bien, voy a acompañar a la mocosa. Le dijo a la morocha y “el mocosa” me llenó de bronca.
Empezamos a caminar y no íbamos para lo de los tíos. No dije nada. Se detuvo frente a una casa y me dijo:
—Estas a tiempo…
—Si es tu casa, entremos. Dije.
Y entramos, pero me sorprendió nuevamente cuando me dijo que me siente en el living.
—Mocosa, ¿Whisky, Gin, Vodka, Cerveza, Vino?
—Cerveza por favor.
—Ya vengo.
Dos minutos después me dio una lata, y se sentó frente a mí.
—Soy tu primo, bastante más grande que vos. Nunca hago esta pregunta, pero a vos sí: ¿Por qué?
—Facu, en serio sos jodido. Es la pregunta más baja libido que existe.
—Contéstala.
—Porque me dejaste loca hace cinco años, me besaste de una forma que ningún otro me beso, y hoy, por favor, me diste un place que nunca viví. Necesito, quiero hacer el amor con vos.
—¿Hacer el amor? Wow…
—Sí. ¿Y vos, por qué?
—Mocosa, termina la cerveza y te cuento. Me dijo.
No discutí, era inútil tratar de que responda. Termine la cerveza y estruje la lata. Se puso de pie, me tomo la mano y fuimos a su cuarto. Yo tenía puesta una camisa y una mini. El calzado me lo saque yo. Sin tacos, apenas le llegaba a la barbilla. Facu se sentó en la cama aún vestido y lentamente fue desabrochando la camisa, sin dejar de mirarme a los ojos. Siguió el cierre de la mini, que cayó al suelo. Se puso de pie, se quitó la remera y el jean. Con una dulzura tremenda me hizo acostar y él se tiró a mi lado.
Nos comenzamos a besar, lenta y suavemente. Los besos como nuestra excitación fueron subiendo en intensidad, de pronto sentí que con una mano, desprendía mi corpiño, y me lo termine de quitar. Otra vez su boca busco mis pechos, los besaba como en la playa, pero ahora intercalaba pequeños mordiscos y succiones en mis pezones. Yo estaba prendida fuego. Otra vez mi concha estaba inundada.
Otra vez su mano a mi concha, pero ahora, por debajo de mi tanga. Y se puso a jugar con mi clítoris con sus dedos sin quitar su boca de mis pechos.
—Facu, me estas destrozando la cabeza. Alcance a decir.
—Goza mocosa, quiero que goces como nunca. Me dijo suavemente.
Y claro que estaba gozando. Con delicadeza separo mis labios vaginales y paso un dedo entre medio, haciéndome desean que me lo entierre. Pero no lo hizo. En cambio, dándome suaves besos fue bajando con su boca, al tiempo que con sus manos me quitaba la tanga.
Ahora sus manos se ocupaban de mis pechos, y su boca de mi clítoris. Casi me muero cuando lo succionaba entre sus labios y fue peor cuando lo tomo con cuidado entre sus dientes y le daba pequeños golpes con su lengua. Estalle en uno o mil orgasmos, no puedo saberlo.
Siguió bajando y fue su lengua la que entró en mi concha. Era un hierro encendido que me penetraba y salía. Sus dedos jugaban con mis pezones, retorciéndolos con suavidad, provocándome escalofríos y orgasmos. Lentamente fue subiendo con su boca. Yo, con las piernas abiertas, el entre ellas. Las levanté un poco y abrí los ojos en forma desmesurada cuando sentí que algo de un tamaño impresionante entraba lenta y suavemente a mi concha.
Entraba y salía, cada vez más profundamente, cada vez haciéndome sentir mil placeres distintos. Aunque esta con los ojos abiertos y el apoyado en sus brazos sobre mí, me costaba verle el rostro. Se me nublaba la vista del placer. Hasta que sentí que mi concha estaba totalmente llena con su pija. Y comenzó a bombear, lenta, metódicamente.
—Rodéame el cuello con tus brazos. Me dijo.
Lo hice, él pasó sus brazos alrededor de mi espalda y se quedó de rodillas, rodeé su cuerpo con mis piernas y me comenzó a besar, cuello, cara, labios, mientras se movía sin parar. Fue un tiempo sin fin, yo lo besaba loca de placer. Lentamente fue incrementando la velocidad de su bombeo. Hasta que escuche que me decía al oído:
—Porque desde aquel beso, no te pude sacar de mi mente. Te amo mocosa.
Y me enterró su pija por completo, acabando lo que me parecieron litros de su leche. Mi orgasmo fue increíble, mi cuerpo se estremeció una y mil veces. Facu no se movía, no me soltaba ni me acostaba. Echo su cabeza para atrás, y me miró a los ojos. Los míos estaban llenos de lágrimas. Lo besé con todo, le partí la boca con mi beso. Nos dejamos caer en la cama, y en un momento pensé que era imposible separar nuestros cuerpos.
Me levanté, y fui al baño. Me higienicé con el bidet, y volví al cuarto. Me esperaba con una lata de cerveza en la mano.
—Sos un hijo de puta… te odio por decirme primero que me amabas, yo no me anime, no quise que pienses que soy una mocosa tonta. Dije pegándole en el pecho.
—Mocosa, sos. Te amo.
—Y yo a vos. Dije y por primera vez vi su pija. Aún flácida era gigante al lado de las de mis ex novios…
—¿Eso me metiste? No tenés piedad. Dije riendo.
—Pobrecita, le voy a hacer unos mimos.
El desgraciado, como si fuera una muñeca inflable, me sentó en su boca y comenzó a chuparme con todo. A la mierda toda la ternura y los cuidados, me mordía el clítoris con furia, chupaba como bestia. Me metió dos dedos en la concha y buscó mi punto G, que estaba feliz de que un hombre lo hubiera encontrado por primera vez. Entre su boca y sus dedos me volaron la cabeza. Yo misma me apretaba los pechos, gritaba como loca de placer, tiraba de sus cabellos sin parar, a veces para enterrar su cabeza en mi pubis, otras para sacarla.
No contento con eso, casi en el aire, en un solo movimiento me hizo hacer un 69. Y otra vez mis ojos desmesuradamente abiertos. Su pija estaba parada y era un tótem, alta, gruesa y dura. Me tire de cabeza a chuparla, mientras Facu me comía la concha con todo. Su lengua entraba y salía, lamía mi clítoris, me destrozaba. Yo trataba sin lograrlo que me entre totalmente en la boca. Imposible.
De pronto, un dedo en mi orto.
—Ni se te ocurra, ni operándome me entra esta pija en el culo. Grite.
Su dedo empezó a entrar despacio, con cuidado.
—Te imaginas, te tengo así, en cuatro, y te la apoyo. Voy empujando lentamente, hasta que te penetro, y ahí, te la entierro con todo. Te tomo firmemente de la cintura, vas a gritar de placer y te voy a dar hasta que pidas por favor que te acabe. Gritando como loca me pedís que te acabe, y te doy el gusto, te lleno toda con mi leche.
—Sos un desgraciado, me estas cocinando la cabeza hijo de puta…
Salió debajo de mí y me puso en cuatro patas. Yo estaba aterrada y totalmente enajenada. Quería que lo haga, pero sabía que me iba a hacer mierda, totalmente destrozado me iba a quedar el culo. Pero el deseo de que cumpla con lo que dijo…
Pude sentir como llevaba su pija lentamente, rozando mis piernas, mi culo. Empecé a sentir la presión en mi orto, mordí las sábanas esperando lo peor, pero el desgraciado me enterró de una y sin aviso su tremenda pija en mi concha. Di un grito tremendo, entre placer, bronca porque no me hacía el orto y algo, muy poco dolor. Y como me había dicho, me tomo firmemente de la cintura, haciendo que mis rodillas queden en el aire y me empezó a coger con todo.
No puedo explicar cuanto placer sentía siendo cogida con tanta excitación, tanto fuego, tantas ganas contenidas. Y tal como dijo, empecé a gritar de placer, como loca, como una yegua siendo cogida por su semental. Estuvo mucho tiempo, en serio que no se cuanto, hasta que sentí que no soportaba sus embestidas. Ahora sí, con tantas embestidas su pija estaba entrando totalmente en mi concha.
—Por favor acaba, no doy más. Te lo juro. Dije exhausta.
Y embistiendo aún más fuerte por varios minutos, me enterró totalmente su pija y sentí como me inundaba la concha con su leche. Por unos segundos pensé que me iba a desmayar. Se me nublaba mal la vista, me temblaban las piernas, los brazos, todo el cuerpo.
Con suavidad me puso en la cama y como pude me di vuelta, para chuparle la pija y dejarla totalmente limpia mientras se acostaba a mi lado.
—Te asustaste, tenías el orto fruncido. Dijo riendo.
—Boludo, en serio pensé que me lo ibas a romper en mil partes. Pero me cocinaste la cabeza de tal forma, que estaba dispuesta a todo. Y cuando sentí que empujabas…
—Eran mis dedos, mocosa tonta.
—Te odio desgraciado.
Nos besamos con todo. Nos quedamos un rato abrazados y él insistió en acompañarme a la casa de los padres. Nos despedimos con un beso en la puerta. Me acosté recordando cada instante, cada caricia. Por un momento pensé como seguiría nuestra historia. Pero me dormí profundamente. Estaba destrozada.
Cuando desperté, sin mirar la hora me di una ducha, me puse una bikini y salí del dormitorio. En la cocina estaban mis padres, mis tíos y Facundo. Todos sonreían como quien hizo una maldad.
—Hola mocosa, parece que estabas cansada. Son las tres de la tarde. Dijo Facundo.
—Me acosté tarde, baile mucho. Dije odiándolo por dentro.
—Se nota nena, tenés unas ojeras tremendas, noche movida entonces… Dijo mi tía.
—Si tía, muy movida…
—Nos decía Facu que se encontraron en el boliche… dijo mi viejo.
—Sí, claro. Dije ya con fastidio por el interrogatorio, y por la sonrisa socarrona de Facundo.
—¿Facu, le contaste a Nati que no son primos? Que el parentesco se pierde en nosotros. Dijo mi tía.
—Ay… me olvide… Dijo y se largó a reír con todo.
—¿Cómo, no entiendo? Dije.
—Claro, el grado de parentesco termina al nivel de tus padres y nosotros. Uds…. no son parientes, ni primos ni nada.
—Ah… ¿y cuánto hace que lo saben? Pregunté.
—Nosotros desde siempre, Facundo desde que tiene quince, o por ahí. Dijo mi viejo y se largó a reír con todo.
—Sos un hijo de puta Facundo, vos no tía, pero el sí. Todos estos años…
—¿Disfrutaste anoche Nati? Preguntó mi vieja.
—Váyanse todos a la mierda, los odio.
—Mocosa, ¿Querés ser mi novia?
—No sabes las ganas de decirte que no por mal tipo. Pero te amo desgraciado.
—Dale, agarra tus cosas y vamos para casa. Ya estás grandecita para dormir bajo el ala de tus viejos, mocosa.
—La puta… basta con lo de mocosa. Y Uds. de que se ríen, defiéndanme. Grité y me fui a buscar mis bolsos.