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Mi primera vez en un avión
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Durante los primeros días de enero, compramos un paquete de vacaciones con 2 amigas más (lamentos defraudarlos pero no,  Sofía no viajó conmigo) para la Isla de San Andrés, Colombia.

Llegamos a nuestra sala de embarque y todo iba excelente. Necesitábamos un descanso de este fastidioso 2020 y lo tendríamos en una de las mejores regiones del Caribe así que solo quedaba disfrutar. Andrea y Amanda quedaron sentadas juntas y yo, varios asientos más atrás. No viajaba mucha gente quizás por el COVID por lo que no tenía acompañante y lo encontraba ideal pues podía escoger ventana o pasillo, ir al baño sin molestar a nadie y disfrutar de mi lectura así que puse mis audífonos, el avión despegó y mi viaje comenzaba sin problemas.

Pasado unos 40 minutos, sentía que mi asiento se movía levemente o le daban pequeños golpes. Quité uno de mis audífonos y miré hacia atrás como advirtiendo a mi acompañante trasero que me estaba molestando pero no vi quién iba y continúe con mi lectura. Tras unos minutos, vuelvo a sentir lo mismo pero esta vez, me quité ambos audífonos y quedé atenta para escuchar de qué se trataba. Sentí unos pequeños gemidos rápidamente ahogados. Dejé mi libro y me paré para el baño, aunque en realidad sólo quería ver quién era el imprudente que no me dejaba leer tranquila. Era un chico de unos 23 años que, apresuradamente marcó la pantalla del teléfono al verme y nervioso, miró por la ventana.

Seguí mi camino al baño y de regreso, pude observar (Su asiento era el más próximo al baño) de forma muy cautelosa, que miraba un vídeo porno, haciendo zoom en las penetraciones de una chica. Eso me calentó y me sorprendía, pues no es que desconozca esas películas pero saber que estaba sentado detrás de mí, seguramente masturbándose me puso a mil. Entré nuevamente al baño y comencé a masturbarme pensando en una de mis fantasías: Traía al chico al baño, cerraba la puerta, le hacía un rico sexo oral para luego ser penetrada por él. Al terminar, satisfecha de mi trabajo, volví a mi asiento aún un poco excitada. Dejé mi lectura para poner atención a lo que él hacía. Seguían los pequeños gemidos y los movimientos de mi asiento, supongo que quería estirar sus piernas para alcanzar el orgasmo así que decidí ayudarlo.

Me paré, miré a mí alrededor y pude constatar que la mayoría dormía. Viajábamos de noche así que no había mucho de qué preocuparse. Lo mire y dije:

-Te das cuenta que no me estás dejando dormir, ¿verdad?

El pobre se puso muy nervioso, se sacó los audífonos en cuanto lo miré y me dijo:

-Disculpa, no… no me di cuenta.

-¿Qué estás haciendo?, ¿Por qué te mueves tanto?

-Lo siento… De verdad no me di cuenta

-¿Necesitas ayuda? – dije mientras me sentaba a su lado.

-¿Cómo?

-Eso… Parece que necesitas un poco de estímulo pero más real que ese vídeo.

Estaba blanco y pensé abortar misión. Tal vez nunca había cogido con nadie o tenía pareja y le era fiel… intenté probar una vez más

-Podríamos hacer algo juntos… si tú quieres, claro – dije al oído mientras acariciaba su rodilla (sobre la manta) – Sino, solo déjame dormir en mi asiento.

Puso una cara de baboso mientras miraba mi escote.

-Puedes tocar, apretar o lamer, si quieres.

Y dicho esto, se tiró a lamer mi escote como desesperado. Tomé su mano y la puse en mi vulva, por sobre mi largo y veraniego vestido y comencé a mover. Él tomó el mando y buscaba la forma de entrar.

-¡Tranquilo! Nos quedan muchas horas de viaje. Vamos con calma – Lo miraba a los ojos y el solo asentía con la cabeza – Déjame hacer algo también.

Lo besé y recibí su lengua y un caliente beso de vuelta. Toqué por sobre la manta y sentía un pene grande y duro. Pasé mi mano por debajo y comencé a masturbarlo mientras mordía su oreja y le preguntaba

-¿Así te gusta?, ¿Está rico?

-Está increíble – respondía con los ojos cerrados.

Seguía besando su cuello, su oreja y parte de su pecho mientras apretaba la base del pene con mucha fuerza y subía y bajaba apretando mi mano. Me separé, lo miré a los ojos y lamí mi mano para que lubricara un poco su miembro y volví a mi trabajo. Se sentía tan rico y con tanto morbo aunque nunca miramos para ver si venía algún aeromozo o si alguien se paraba para ir al baño. Seguí disfrutando de ese momento:

-¿Me la puedo comer?

-¡Sí! Cómetela entera.

-¿Ahora mismo? ¿Sabes? Me fascina que me follen la boca, ¿puedes hacerlo?

Sus suspiros me causaban mucho placer así que me hice una cola y me agaché para destapar su pene. Me encontré con unos buenos centímetros de carnes y estaba realmente loca por devorarlos. Él tomó mi cabeza y comenzó a moverla y a levantar un poco las caderas. Cómodo, no era pero si muy excitante. Escupía su pene y pasaba mi lengua por todos lados mientras podía pues era él quién tenía el control de mi cabeza. Luego de unos minutos, me solté y comencé a masturbarlo con su glande en mi boca. Lo miraba a los ojos y le mostraba cuanto estaba gozando de su pene. Chupé sus testículos mientras mi mano recorría de tronco a cabeza y lamía de forma lenta todo ese trozo de carne.

-No podré aguantar más

Comencé a masturbarlo, saqué mi lengua y le pedí que terminara. No pasó mucho rato hasta que mis sacudidas hicieran efecto y desparramó su semen en mi lengua y parte de mi cara. Como me encanta jugar con ese líquido, lo que cayó en mi boca lo escupí en mis pechos. Él observaba como su semen se escondía entre ellos así que bajé mi vestido y froté mis pechos descubiertos con su leche. El resto, que estaba en mi cara, lo metí a mi boca con ayuda de mis dedos mientras con mi otra mano, masajeaba mis tetas húmedas. Me agarró y me besó desesperadamente mientras tomaba su mano y la metía en mi vagina para que me masturbara.

-Necesito que me partas – Le decía al oído entre pequeños gemidos y tirones de pelo.

-Ohhh, que mojadita estás.

-Me masturbé en el baño… ¡¡Ohhh!!… Pensando en ti y desde ahí que estoy así de mojadita.

-Que vagina más rica

Me decía mientras sus dedos entraban y salían frenéticamente dentro de mí. Me hubiese quedado todo el vuelo así pero fuimos interrumpidos por un pasajero de unos 50 años que se aproximaba al baño. Él quiso sacar su mano pero lo impedí y nos hicimos los dormidos, cómo si fuésemos una pareja muy cariñosa. Mientras el baño estaba ocupado, él no quería seguir masturbándome pero yo tomaba su mano y la movía muy fuerte sobre mí

-¡Ya tócame!

-Espera a que se vaya

-¡Volveré a mi asiento si no comienzas a mover tu mano ahora mismo!

Y no sé si esas palabras lo asustaron pero comenzó a penetrarme tan fuerte que casi grité. Sentía que sus dedos me estaban partiendo en dos y mis fluidos salían y mojaban mi vestido. Me abrió más de piernas levantando la que daba hacia el pasillo e intentó meter un tercer dedo pero esta vez con destino a mi culito. Bajó el escote de mi vestido y sin dejarla furia de sus penetraciones, comenzó a chupar una de mis tetas, mordiendo mi pezón y pasando su lengua por todos lados. Salió el tipo del baño pero no pudimos parar. Estaba a punto de terminar. Tenía una pierna arriba, una mano completa en mi vagina, un dedo en el culo y mis tetas en su boca.

Miré hacia arriba y vi al hombre con la mano sobre su pantalón tocándose el pene. Me sentí como una estrella porno y entre pequeños jadeos, lo miré a los ojos y saqué mi lengua invitándolo a que se masturbara en ella. El hombre se acomodó, rápidamente sacó su pene durísimo y se masturbó en mi cara mientras seguía siendo penetrada con locura por los dedos del chico. Con mi lengua, trataba de alcanzar su miembro y con mi mano libre, pues con la otra masturbaba a mi primer amante, tocaba sus testículos. Lo miraba fijamente. Él podía leer en mis labios la palabra “dame” una y otra vez mientras me relamía los labios y volvía a sacar la lengua. El hombre puso cara de compungido y moví mi lengua para recibir la descarga que llegó caliente y espesa además de salir a chorros. En ese mismo instante, mi calentura fue tanta que alcancé un orgasmo delicioso.

Volví a escupir mis tetas, esta vez con la leche del tipo. Lo miraba mientras esparcía su semen por todo mi pecho. Seguía de piernas abiertas y chorreando fluidos. Él pasó su mano por mi vulva como queriendo sentir la humedad de ella y le dio un golpe que me pareció delicioso. Le cerré un ojo mientras sonreía y éste se marchó. Me volví a mi primer amigo y este miraba con una cara de incrédulo que me pareció muy divertida.

-¿Algún problema?

-¿Quién era?

-¿Quién eres tú?

-Matheo. ¿Lo conoces al él?

-No, pero me encantaría. Daniela, mucho gusto – Dije mientras le cerraba un ojo de forma jocosa.

Le di las gracias al joven y volví a mi asiento, esta vez para dormir realmente y descansar de la tremenda escena.

Espero que hayan disfrutado de mi relato.

¡Un beso!

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