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Mi primera vez en la oficina
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Empecé a trabajar mientras aún estudiaba. Había terminado mi relación con mi tío José Antonio. Me había acostumbrado a su apoyo económico y necesitaba el dinero. Una amiga me recomendó para trabajar en la empresa de su papá. Era una pequeña distribuidora de alimentos. Su papá necesitaba una asistente administrativa y como yo estudiaba administración de empresas, tenía las condiciones para el puesto.

Conocía al papá de mi amiga. Un señor gordito y calvo, muy gracioso y amable. Me hizo una breve entrevista y me describió las obligaciones del puesto: registrar compras y ventas en el sistema era lo principal; además de realizar las compras para la oficina misma: útiles de oficina y aseo, además de coordinar la limpieza y seguridad de la oficina y almacén. No me pareció algo muy complicado y acepté.

Empecé a trabajar al día siguiente de mi entrevista y en unas dos semanas ya dominaba las funciones del puesto. Me iba bien y el señor Francisco (mi jefe) estaba muy contento.

Cómo estudiaba, mis horarios eran variados, por la mañana, tarde o noche, para no afectar mis clases. Dos días a la semana entraba a trabajar a las 5 pm y me retiraba hacia las 10 pm. Me quedaba cerca de casa en bus y no había mayor problema. Los días que me quedaba hasta tarde usualmente ya sólo estaba el señor de seguridad. Cuando empezaba muy temprano por la mañana, también la señora de limpieza.

Después de un mes de trabajo, ya tenía una cierta confianza con el señor de seguridad. Era un hombre de unos 40 años, moreno y vigoroso. No me parecía feo y en cierta medida podía decir que me resultaba hasta atractivo.

Cuando cumplí un mes de trabajo, el vigilante me llevó una porción de torta de chocolate. Me sorprendió y le pregunté el porqué del presente. Me dijo “cumple un mes de trabajo señorita”, recién cuando me lo mencionó me di cuenta de la fecha. Me sentí muy halagada y le agradecí con mucha alegría, me paré de mi silla de trabajo y lo abracé. Conversamos unos minutos y se retiró.

A partir de ese momento conversábamos unos minutos cada vez que me tocaba trabajar de noche. Cuando cumplí dos meses en el trabajo, me regaló otra porción de torta, se lo agradecí mucho y le di, además del abrazo, un beso en la mejilla que por casualidad cayó muy cerca de sus labios.

Cuando pensaba en el tema me resultaba claro que no me enamoraría de él. Era casado, tenía hijos y, además, era el vigilante. Pero me resultaba atractivo (no guapo) y más de una vez comencé a tener algunas fantasías en torno a él y la oficina.

Una noche llegué muy excitada a la oficina. En un par de días o quizás tres me empezaba mi período menstrual y siempre los días previos ando más calentona que lo normal. Justo había peleado con mi novio y no tenía forma de calmar mis ganas. Igual tenía que ir a trabajar. No podía justificarme diciendo “estoy calentona y necesito relajarme”. Es más, pensé que en el trabajo encontraría olvido a mi calentura.

Llegué, saludé amablemente a Francisco. Empecé a trabajar. Todavía había algunos compañeros cerrando sus temas, pero a las 7 pm me quedé sola. Hacia las 8 pm me provocó ir al baño. Como era una empresa pequeña, había uno sólo para hombres y mujeres. Entré al baño y se me olvidó (hasta ahora pienso que fue adrede sin querer) ponerle seguro a la puerta.

En el baño me bajé el pantalón y la tanga. Me senté en el inodoro y tras orinar empecé a tocarme. Estaba calentona y decidí correrme allí mismo, para así salir y continuar tranquilamente con el trabajo. Tenía ya dos dedos dentro cuando la puerta se abrió y Francisco entró rápidamente al baño.

Me vio sentada sobre el inodoro, recostada hacia atrás y con dos dedos dentro. Fue todo tan rápido que por la sorpresa me quedé como paralizada. Ver una escena así de caliente y estando solos los dos, despertó en Francisco el mayor de los morbos. Luego me dijo que ya me deseaba, pero siendo “una señorita joven”, nunca había imaginado llegaría a pasar algo así.

Si decirme nada, se desabrochó el pantalón. Yo ya había sacado los dedos de mi vagina, pero seguía sentada sobre el inodoro. Luego de desabrochárselo, se lo bajo junto con su bóxer. Quedo al descubierto un pene dormido pero muy grande. Siendo tan moreno, tenía que tener ancestros negros y su pene era evidencia contundente de su herencia.

Se acercó. Yo seguía sentada. Sin decir palabras, con sus manos empujo suavemente mi cabeza hacia su pene. Así caliente como seguía empecé a mamársela. Demoró un par de minutos o algo en ponerse completamente dura. Pero cuando estuvo totalmente erecta, vaya mástil que tenía. Me excite muchísimo de tenerla en mi boca. Para ser sincera, una parte de ella en mi boca, pues no entraba todo.

Estaba a mil. Él también ya. Con la mano lo empujé un poco. Me levanté, bajé la tapa del inodoro y me arrodillé sobre él, de espaldas a Francisco. Él se colocó detrás de mí, me empujó hacia adelante y acomodó con su mano derecha su pene en mi vagina. Sentí como empezaba a entrar en mi coño demasiado húmedo. Sentí como ese mástil negro me iba rompiendo toda.

En quizás 2 minutos me vine, chorreé sobre el pene de Francisco. Pensé que me había orinado, pero solo fueron mis flujos. Él se excito muchísimo, cogió mi cabello y comenzó a jalármelo mientras me seguía perforando violentamente. En pocos minutos volví a llegar, estaba loca, como sabía no había nadie más en el local gritaba, casi aullaba de placer.

Se separó de mí. Me dijo “Marta ahora cabalgas”. Me puse de pie. Se sentó sobre el inodoro. En esa posición su pene me parecía gigantesco, quizás el efecto óptico de la luz tenue del baño o mi propia excitación. Me monté sobre él, mirándolo. Empecé a besarlo y él a besarme. En esa posición sentía que toda su verga me entraba. Cuando comencé a agitarme para el tercer orgasmo, él se empezó a acelerar también. Llegamos ambos juntos con un beso intenso.

Cuando él llegó, noté su turbación. Le dije tranquilo, estuvo perfecto. Pero su preocupación era haberme embarazado “señorita no la embarazaré” me dijo. Me sonreí y le dije que en dos o tres días venía mi período y que esté tranquilo. Se subió el pantalón y se fue agradeciéndome.

A los dos días volví para mi turno de noche. Ni bien estuve sola se me acercó y me preguntó ¿señorita, le vino su periodo? Le respondí que sí (no era cierto, me llegó al día siguiente).

Trabajé en esa empresa más de tres años, cogí con Francisco con cierta frecuencia. Tuve algunos novios en ese tiempo, pero ninguno con un pene tan grande.

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