Ella tiene 45 años, o al menos eso creo ya que nunca me ha precisado su edad y es por su cabello un poco cano que pienso que tiene algunos años más. Es delgada y no muy alta, si uno la mira de reojo pensaría que no tiene mucha gracia por la ropa holgada que suele usar y vaya error quedarse con esa primera impresión. Sin embargo, además de un físico bastante bien cuidado (que por supuesto aprecié a mis anchas en el clímax de esta historia) ella posee una mente ágil y muy abierta; hasta el momento de conocerla creí que pasando cierta edad todos nos volvíamos necios y herméticos, por lo que me complace haberme equivocado y comprobar su inteligencia y su ansia de conocer y experimentar.
A Maribel, así llamaré provisionalmente a mi amante protagonista, la conocí cuando un amigo me pidió apoyarlo en su negocio pues él debía salir de la ciudad junto con su esposa por algunos días. El negocio no es más que una tienda de papelería y artículos de oficina y yo solo tenía que supervisar la entrada de productos y monitorear las ventas. En el instante que llegué al lugar noté que Maribel por si sola podía hacerse cargo de todo el asunto, pero algo de ella me llamó la atención y es que enseguida congeniamos, teníamos puntos de vista similares y nuestras charlas rápidamente se volvieron extensas y en cuestión de días ya le llamaba por teléfono para seguir hablando. Estuve laborando en el lugar por un mes, tiempo en el cual nada sugestivo había pasado.
Cuando mi amigo y su mujer volvieron, me comentaron que querían que los ayudara un poco más pues iban a estar muy ocupados para atender los pormenores de su tienda. Accedí encantado, sobra decir que la razón no era ni la paga ni la relación que mantenía con ellos sino Maribel que llamaba cada vez más mi atención.
Y es que en ese momento yo tenía una relación con una mujer de mi edad (27), las cosas iban bien pero sentía que se iba haciendo cada vez más monótona nuestra rutina; a pesar de eso el sexo era muy intenso y frecuente (llegamos a follar en la pequeña bodega de la tienda mientras Maribel salía a comer, procuraba hablar con mi entonces novia mientras Maribel estaba cerca y en cuanto se iba nos encerrábamos y jadiamos como locos, casi nos descubren un par de veces algunos clientes, tal vez esto sea parte de otra historia pues de momento quiero extenderme en mi relación con esa mujer madura).
Una vez, por accidente, Maribel descubrió un condón en mi bolsillo y solo se limitó a decirme "Vaya chiquillo picarón que eres", lo cual hizo que empezara a considerar que yo también le interesaba para algo más que hablar y que, de cierta manera, mi relación le importaba poco, pues lejos de mostrarse seria parecía divertida y juguetona con ese pequeño accidente.
Maribel y yo de pláticas extensas pasamos a tener momentos de jugueteo, había ocasiones en las que se comportaba como una chiquilla al grado de tomar cosas de mi mochila para hacer que yo intentara quitárselas. En una de esas ocasiones tuvimos un primer exceso de la relación de amigos que veníamos manteniendo. Estábamos en la típica persecución por toda la tienda, entonces me acerqué por su espalda para tomarla de los brazos y alcancé a rozar sus pechos que se sentían bastante firmes, más de lo que esperaba, por su edad pensé que serían más flácidos, y acerqué mi vientre a sus nalgas por accidente ella me empujó hacia atrás y perdí el equilibrio con una caja que estaba detrás al nivel del piso.
Caí sentado sobre la caja y por la inercia del movimiento jalé hacía a mí a Maribel quedando sentada en mis piernas. Estaba inmóvil, no sabía exactamente qué hacer pues todo sucedió muy rápido y fue ella quien hizo el primer movimiento; se acomodó sobre mis piernas y me acarició el rostro suavemente, yo la tomé de la cintura cuando fuimos interrumpidos por un cliente que entraba.
No hablamos sobre lo sucedido hasta días después. Cerrando el negocio la invité a caminar por una plaza cercana. Después de dar un par de vueltas y hablar de cosas que realmente no me interesaban nos sentamos en una banca, por la oscuridad del sitio y de la hora el lugar que elegimos empezó a ocultarse en las sombras. Me animé entonces a robarle un beso que no vaciló en responder, me permitió besarle el cuello, pronto tenía una erección muy notoria bajo el pantalón.
Sin embargo, imagino que por la vergüenza de estar en un lugar público, me pidió que esperara, que quería "hacer cosas" pero no era el momento. No insistí, nos despedimos en ese mismo lugar y llegando a mi casa le llamé por teléfono, aquella llamada se extendió hasta más de media noche y de hablar de lo que hacíamos en el momento pasamos a hablar de nuestras fantasías y de lo que haríamos apenas estuviéramos juntos; escuché claramente sus gemidos del otro lado y el sonido de sus dedos entrando por su sexo húmedo mientras repetía mi nombre con fuerza y excitación, lo que me hizo venirme al menos un par de veces mientras exclamaba su nombre.
Al otro día, apenas nos vimos sabíamos que no terminaría el día sin consumar lo que habíamos comenzado la noche anterior. Ni recién había llegado a la tienda cuando mi novia me llamó para decirme que planeaba visitarme, la convencí de ir otro día con la mentira de que debía hacer inventario y por ende estaría muy ocupado para poder estar con ella. Hasta entonces no había tenido problema alguno con mi novia, nunca dio señas de sospechar que algo sucedía con Maribel, trataba de ser discreto al respecto y mi amante madura parecía entenderlo y se volvió mi confidente.
Apenas le colgué a mi novia, Maribel me llamó desde la bodega para que fuera, no había entrado cuando se lanzó a mi besándome desesperadamente y me acercaba a ella con sus manos como para no separarnos de ese beso.
Por fin tuve la libertad de tomarla firmemente por la cintura y me di a la tarea de hurgar bajo su blusa, sentir su piel tersa de arriba a abajo, ella se arqueaba con cada caricia y solo se mantenía besándome con el mismo ímpetu. Nos importó poco que entraran clientes a la tienda, escuchamos un par de llamados pero no respondimos y al cabo se marcharon. No sospechaban que tras la única puerta del local estábamos teniendo un exquisito arrebato de pasión.
Al final la pude separar de mis labios solo para darle media vuelta y poder acariciar sus pechos mientras seguíamos besándonos y ella restregaba sus nalgas contra mi verga aún dentro del pantalón. Levanté su blusa para poder liberar sus pechos de su brassier, uno muy coqueto de encaje, y los amasé con firmeza, descubrí un par de grandes pezones cafés que se sentían hinchados y parecían implorar por ser lamidos y mordidos. Nuestra respiración era cada vez más agitada y en mi pantalón ya no cabía mi carne, entonces guíe una de sus manos, que desde que acariciaba sus pechos no hacían más que guiarme desde su nacimiento hacía la punta y de regreso, hasta mi pantalón y la posó sobre mi bulto con fuerza para sobar por encima de la mezclilla.
Así estuvimos largo rato, fundiéndonos en un excitante beso. Acto seguido me recargué sobre una mesa que había a lado y jalé por la cintura a Maribel de manera que quedó sentada sobre mi vientre, empezó un movimiento circular lento sobre mí y por momentos simulaba dar sentones suaves. Me ofrecí a quitarle el pantalón despacio mientras seguía moviéndose y rozándome, hasta entonces había evitado tocar su sexo pero apenas pasé mi mano por encima de su ropa interior sentí una gran humedad que no se detenía sobre una espesa mata de vello que me excitó y me invitó a meter un par de dedos que en seguida le sacaron gemidos.
Levanté con mis brazos sus piernas para acomodarnos mejor: yo sentado sobre la mesa y ella sobre mí y abriéndole las piernas para dedearla con mayor libertad. Suspiraba, gemía y respiraba muy ruidosamente y eso me excitaba también, entre sus gemidos me dijo que quería chuparme.
Entonces nos levantamos, se puso frente a mí y con movimientos lentos y sensuales me fue desabotonando la camisa, se acercó a mí oído y me dijo "lo que voy a hacerte pocas veces lo he hecho, no me gusta hacerlo porque me hace sentir sucia, pero a ti quiero darte un trato especial". Le respondí besándola en la boca y metiéndole mí lengua que se encontró son la suya empezando un delicioso juego.
Al ir desabrochándome la camisa iba besando mi pecho y cada rincón de mi torso, besó y mordió mis pezones despacio y les dio ligeros lengüetazos que me ponían a mil. Bajó despacio, poco a poco hasta llegar a mi cinturón y con una magistral habilidad lo desabrochó seguido del botón del pantalón y del cierre para bajarlo junto con mi bóxer y sacar mi carne de su encierro.
Hasta a mí me sorprendió lo hinchada que ya estaba. He de decir que no tengo un pene muy grande pero, será por la excitación del momento, había alcanzado un buen tamaño y Maribel me lo hizo saber; "Mira lo que me tenías guardado, se ve muy bien. Espero poder hacerte sentir mucho placer". Con esas palabras ya estaba sintiendo más placer que con otras amantes, que con mi propia novia, y se lo hice saber: "te compensaré por todas estas sensaciones, te haré mi mujer hasta que ya no podamos".
Yo mismo creí que lo dicho me lo había sacado de una novela pero a ella le excitó o eso noté cuando sonrió y tomó mi verga con su mano y empezó a masturbarme lento pero firme mientras acercaba sus labios a la punta y después de un par de besos y una lamida traviesa se lo metió completo a la boca. Yo estaba en el paraíso, hice lo posible por no hacer demasiado ruido.
Me había mentido, estoy seguro que le gustaba usar su boca para dar placer, pero lejos de sentirme engañado mi libido aumentó. Mientras ella subía y bajaba por mi miembro con su lengua y succionaba y chupaba mis testículos, yo acariciaba su espalda y sus nalgas, hurgando su culo y metiendo un par de dedos en su sexo. Ambos gemíamos sin control, hasta ahora no sé si alguien nos habrá escuchado. Aunque estaba gozando de lo lindo, la separé bruscamente y le dije "es mi turno".
La levanté y la recargué de frente a la mesa, abrí sus piernas y me agaché para meter mi cabeza entre sus piernas y lamer su vagina; hasta ese momento no me había encontrado con un sexo con vello tan abundante pero eso no me impidió succionar sus labios y probar sus jugos, sintiendo un par de espasmos en un par de ocasiones. Fue ella la que me dió un empujón haciéndome caer sobre mi espalda, antes de que me pudiera levantarme se hinco abierta de piernas a la altura de mi pelvis y fue bajando hasta que su sexo se encontró con el mío y empezó a moverse suavemente rozando, yo le seguí el juego y ciertamente fue excitante sentir su calor y su humedad.
En esa postura nos besamos desenfrenadamente y al separar nuestras bocas le dije "ya es suficiente, ya te la voy a meter…te voy a coger" y sin responderme si quiera guío mi verga a su vagina y poco a poco entré en ella, se sentía muy estrecho. Nos volvimos a besar una vez que empezó a mover sus caderas en unos ruidosos sentones, era lo que había estado fantaseando por mucho tiempo, que bien se sentía. Se movía frenéticamente pero no contaba con mi aguante (con mi novia había follado largas jornadas sin venirme, deteniéndonos solo para tomar algo o simplemente descansar y abrazarnos).
Más pronto que tarde se levantó, como había permanecido en cuclillas todo el rato se había cansado más rápido que yo. Fue ahí que al levantarme la cargué, ella me rodeo con sus piernas y por detrás de sus rodillas la sostuve, fue fácil entrar de nuevo en Maribel. Me rodeo por el cuello con sus brazos y empezó a rasguñarme la espalda, era una pantera en celo y no que no logró más que prenderme más y acelerar mis embestidas. Gemía y me decía al oído "que rico se siente", "me gusta como me tomas", "hazlo más rápido" pero lo que me excitaba más era escucharla decir mi nombre y yo respondía entonces con el suyo. No duré demasiado y le dije "voy a venirme, te voy llenar de leche", "si lléname toda" respondió y en ese momento un fuerte espasmo nos recorrió a ambos.
Me vine dentro de ella, me había venido más que en muchas otras veces. Se aferró más fuerte a mi cuello mientras eso sucedía y sentí el temblor de sus piernas alrededor de mi cintura, repitió una vez más mi nombre "Jorge" despacio a mí oído y la besé mientras la recargaba en la mesa de la bodega, ahí se recostó y pude ver cómo salía mi semen de entre sus piernas. Maribel apenas estaba reaccionando pero percibió que la miraba y se llevó sus dedos a su sexo para meterlos y sacarlos llevándose un hilo de nuestros jugos mezclados en ellos.
Me recosté con ella como pude, abrazándola y dándole besos en sus pechos, hombros, cuello y labios hasta que ambos nos repusimos. Nos limpiamos y tratamos de ordenar la bodega. Antes de salir me tomo para besarnos una vez más y me lanzó una mirada pícara y una sonrisa. Estábamos satisfechos. Salimos y ya nos esperaban un par de clientes, no tengo idea de cuánto tiempo nos dedicamos a darnos placer pero debió haber sido alrededor de una hora, para nuestra suerte ningún cliente había insistido con permanecer en el lugar y al parecer nadie escuchó nuestros gemidos.
Claro, cada vez que podíamos nos besábamos o acariciábamos y un par de veces más nos encerramos en la bodega. Al menos así fue por un par de semanas más hasta que, por un descuido, mi amigo, el dueño, nos sorprendió a mi y a Maribel besándonos muy apasionadamente. Eso no pareció agradarle a su esposa y me pidió irme pues me dijo que si eso continuaba podía perder seriedad su negocio y demás cosas que considero tontas.
Aun así seguí viendo a Maribel en otras circunstancias que después he de contar.