Álex y yo llevábamos todo el curso tonteando. Era evidente que nos gustábamos, y la gente a nuestro alrededor también lo veía. Él me gastaba bromas, se pasaba el día provocándome, haciéndome rabiar en plan cariñoso… Me hacía cosquillas, me ponía nombres, me daba pellizquitos en la barriga, nos pasábamos el día riendo. Todo eso sucedía en clase, a la hora del descanso y al salir, cuando quedábamos algún día para comer o por las tardes en el parque.
Una tarde de marzo, quedamos en el banco del parque donde siempre nos sentábamos. Estuvimos hablando de un trabajo que habíamos estado haciendo ese día en clase, nos comimos una bolsa de pipas y las cosquillas y pellizcos que nos dábamos empezaron a convertirse en abrazos, caricias y besos…
"Oye, Alicia… ¿tú sabes que me gustas, no?" me dijo él mientras me acariciaba el cuello.
"¡Pues claro! Como tú a mí… ¿no se nota?" le dije yo riéndome.
Él sonrió y me dio un apasionado beso que me erizó toda la piel. Él lo sintió y siguió besándome también por el cuello. Yo empezaba a notar como mis bragas se humedecían. Esos besos en el cuello me ponían cachondísima…
"Joder, Álex, mira cómo me estás poniendo" -le dije mientras llevé su mano bajo mi falda.
Él, sin dudarlo, empezó a acariciar mi entrepierna, notando mi humedad y cada vez frotando con más fuerza. Álex ponía una cara que nunca había visto, medio desencajada, y estaba muy acelerado. Yo solté un pequeño gemido al sentir cómo frotaba y le dije que quizá lo mejor era ir a algún sitio más apartado.
Se quitó la chaqueta y la colocó sobre mis piernas. De ese modo, podía meter su mano con total libertad entre mis piernas sin que llamara (mucho) la atención. Yo había notado su incipiente bulto que parecía querer salir de sus vaqueros, así que también se cubrió con la chaqueta. Yo le bajé la cremallera y metí la mano, acaricié su polla que ya estaba durísima… Eso me puso todavía más cachonda. Tenía ganas de sentirla dentro. Nunca antes había tenido sexo, pero lo había imaginado, había fantaseado con este momento y no se me ocurría nadie mejor con quien perder mi virginidad. Él era mi primer amor, mi amigo, mi consejero, mi compañero…
Él apartó mis bragas a un lado y empezó a acariciarme el clítoris. Yo estaba muy mojada y él gemía suavemente mientras me tocaba y yo le masturbaba lentamente. Serían las 8 de la tarde, era un parque en un rincón de la ciudad poco transitado y eso era genial en ese momento.
Todo el mundo sueña con una primera vez romántica, en un lugar bonito, especial, con decoración para la ocasión, velas, flores… A mí todo eso me daba un poco igual mientras fuera con él. Eso sí, hubiera preferido estar en un sitio más íntimo y cómodo y no en un sitio público, pero éramos dos niñatos de casi 18 años, sin casa propia, sin coche…
"Te voy a follar ya" -me dijo Álex mientras me metía dos dedos en el coño.
En ese momento, un hombre que paseaba a su perro labrador pasó por delante de nosotros. Nos quedamos paralizados por un instante, con caras de susto y con la chaqueta cubriéndonos. Él con sus dedos en mi coño y yo acariciándole el glande. Cuando el hombre y su perro ya se habían alejado, seguimos a lo nuestro, incrementando el ritmo.
"Entonces… ¿me vas a follar?" -le dije al mismo tiempo que metía mi mano bajo su suéter y le acariciaba.
"Sí. Te la voy a meter enterita, nena" -me dijo mientras empezaba a desabrochar mi camisa.
Como de costumbre, ese día no llevaba sujetador. Me desabrochó tres o cuatro botones, los suficientes para sacarme las tetas y empezar a lamérmelas como si no hubiera un mañana.
"Me encantan tus tetazas" -me dijo mientras me chupaba y masajeaba las tetas.
Mis pezones se pusieron duros al sentir su lengua y él empezó a succionarlos y tocarlos. Yo me mordía el labio inferior al mismo tiempo que pasaba mi mano por su polla, acariciándola de arriba a abajo, cada vez con más intensidad. La tenía húmeda y durísima.
De repente, Álex me quitó las bragas y me sentó encima de él. Se había bajado un poco los vaqueros y tenía la polla fuera del bóxer. Probablemente se le salió sola, porque estaba empalmadísimo. Sin mediar palabra, puse una pierna a cada lado de él, me subí un poco la falda y fui bajando mis caderas y metiéndome su enorme polla dentro lentamente. Gemía suavemente, igual que él.
No era el sitio más cómodo, pero no había otra opción y con el calentón que llevábamos… Me agarraba de la cintura y puso la chaqueta cubriéndonos parcialmente, aunque era evidente que una simple chaqueta no iba a esconder lo que estábamos haciendo.
Me introduje por completo su polla y solté un gritito. Me dolió un poco, pero estaba tan excitada que no me importó. A continuación, mis caderas siguieron subiendo y bajando, metiéndomela y sacándomela una y otra vez. Él movía su pelvis y seguía dándome algunos de sus pellizquitos por el culo. Cada vez iba más rápido, mis tetas botaban en cada movimiento. Él se acercaba a ellas y las besaba o mordía suavemente. También lo hacía con mi cuello.
Mis gemidos eran cada vez más intensos. Me pareció escuchar un "Shhh!" que venía de alguna ventana cercana, pero no hicimos ni caso y continuamos follando como si nada. A pesar de que no era un día especialmente caluroso, estábamos sudando.
"¿Te gusta así?" -me preguntaba Álex mientras empujaba con fuerza. Mi respuesta fue un agudo gemido y un orgasmo que me sobrevino y recorrió todo mi cuerpo, haciendo que mi espalda se arqueara y mis piernas temblasen.
"¡Siii!" -grité botando sobre él. Su polla me llenaba por completo, estaba extasiada y él igual. Se mordía el labio y ponía los ojos en blanco a veces. Sus gemidos me excitaban. También los gruñidos de bestia que soltaba en algunos momentos.
Me agarró una teta y me la comió mientras me la seguía metiendo. Se escuchaba el chapoteo de nuestros fluidos y nuestras pieles golpearse una y otra vez. Cuando sintió que iba a correrse, me apartó un poco para hacerlo fuera, pero le dije que lo hiciera sobre mis tetas.
"¿Estás segura?"- me preguntó él y le dije que sí, que me encantaría. Y eso fue lo que hizo. Se corrió sobre mis tetas, me las llenó de leche calentita tal como le pedí.
Acabamos agotados, pero completamente extasiados. Nos limpiamos, nos vestimos, nos despedimos con un apasionado beso, volvimos a bromear y reír y quedamos en volverlo a repetir muy pronto, pero eso sí, en otra parte.