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Mi primera vez con el almacenero
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hacía tiempo que me había ido a vivir a la casa de mi pareja cuando conocí a un hombre morocho, alto, con una impecable sonrisa, sonrisa que rápidamente llamó mi atención. Pero al estar en pareja, nunca me atreví a decirle nada, si bien siempre sentí una ligera atracción hacia él.

Mi pareja tiene una discapacidad, pero a mí no me importó eso. Lo que a mí me encantó de él, fue su fuerza de voluntad y la dulzura que trasmitía cuando hablábamos. Así que, al tiempo de conocernos, decidimos de común acuerdo convivir.

Al principio, nuestra relación era muy caliente, lo hacíamos en todas partes. Inclusive en los baños para personas con discapacidad, éramos muy fogosos. Y a pesar de su dificultad física se movía bastante bien.

Pero con el paso del tiempo, nuestra relación se fue desgastando y toda esa pasión que en algún momento nos unió, se fue perdiendo.

Sin embargo, con Marcelo pude generar otro tipo de vínculo. Como tenemos la misma edad nos fue muy fácil entrar rápidamente en confianza. Cada vez que iba a comprar nos quedábamos hablando y entre charla y charla, fuimos entablando una amistad especial… amistad que se nutría de insinuadas miradas y de indirectas…

Si bien tengo cincuenta y tantos años, no aparento esa edad. Siempre fui una mujer muy llamativa físicamente, ya que la naturaleza me favoreció con un cuerpo epicúreo.

Pero jamás imaginé lo que esa mañana pasaría.

Esa mañana me levanté más temprano de lo normal. Después de bañarme, me puse un vestido rojo ajustado al cuerpo. Como mi pareja aun dormía, aproveché para cruzarme hasta el almacén de Marcelo y hacer algunas compras para la casa.

El negocio aún estaba vacío porque era temprano. Al entrar, inmediatamente percibí como sus ojos perforaron mi vestido. Me sentí un tanto nerviosa y creo que él, lo notó. Pero muy inteligentemente, supo romper ese momento con una broma.

Yo no pude siquiera mirarlo a los ojos, trataba de disimular lo mejor posible mi nerviosismo. Pero mi cuerpo temblaba al percibir su mirada penetrante recorrer mi espalda y más allá de esta.

En ese momento, él se acerca y me abraza por detrás. Mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte, pues era incontenible la sed que nos teníamos.

Derramé una bocanada de aire tibio por la boca al sentir su cuerpo con el mío. Su respiración caliente en mis oídos me ponía más nerviosa aún.

En ese momento, empezamos a balancearnos al ritmo de la pasión que se apoderaba de nuestros cuerpos, sin importar lo que pasara a nuestro alrededor. Entonces sutilmente empiezo a refregarme en él moviendo mis caderas muy sensualmente. Sus manos acompañaban este movimiento. Luego empieza a besar mi cuello con su boca ávida de mi piel. Su respiración agitada en mis oídos que me excitaba provocando pequeños temblores por todo mi cuerpo.

Entonces giro en circulo sobre mis pies para ponerme frente a él y comerle la boca a besos. Agarro su cabeza entrelazando mis dedos en su cabello para besarlo con más intensidad. Él me agarra de la cintura. Siento sus enormes manos derramar todas sus ganas en mi piel, acariciando mis glúteos bien formados.

Sin dejar de besarnos me alza y yo enlazo mis piernas a su cuerpo, me lleva hacia la parte de atrás del negocio y me deposita con suavidad sobre una mesa. Lentamente corre mi bombacha para cogerme. Yo desabrocho su pantalón y saco su hermoso pene que ya estaba bien erecto. Lo manoseo un par de veces, muchas veces. Él pasa sus dedos mojados con saliva en mi vagina para dilatarla.

Luego me penetra, una y otra vez por unos cuantos minutos con fuerza y vigorosidad. Hacía años que no me cogían de esa manera, tal vez desde que me separé de mi ex.

Mi pareja actual nunca podría cogerme así, pero yo no me di cuenta hasta ese momento.

Mi excitación llega al máximo con sus investidas contundentes, provocando mi primer orgasmo, que me hace estallar de placer y me deposita en la otra parte del universo.

sin dejar de besarnos y aún aun con su pene bien erecto dentro de mi vagina, sentí la impresión que esa vez podría ser nuestro primer encuentro.

Era delicioso sentirlo dentro de mí.

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