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Mi primera vez con dos chicos
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Mi nombre es Lucía, ahora con cuarenta años, he conservado cuidadosamente la belleza que la naturaleza me ha dado. Todavía puedo presumir de un pecho que todavía está en forma y redondo. Soy una mujer que hago andar a los hombres, pero que ha mantenido mi integridad moral al no entregarme fácilmente. A un solo hombre le doy todo de mí. Vivo en El Pinar, a orillas del Arroyo Pando, aunque la vida me ha llevado a cambiar de país varias veces, me he mantenido fiel a esta zona.

Acababa de celebrar mi cumpleaños número 19, había arriesgado mi virginidad al cumplir la mayoría de edad, y con toda la energía que una tiene en esos años estaba viviendo una vida despreocupada que pronto me llevaría a ser mujer, dejando atrás todo el recuerdo de la infancia y la adolescencia.

De 1.70 m estatura, despuntaba sobre unos pechos firmes unos pezones erectos y una pelvis con un culito que hacía dar vueltas a la cabeza de varios. Más una larga melena rizada y ondulada.

Yo era la menor de una familia donde los valores y comportamientos de los hijos eran vigilados muy de cerca por padres estrictos y por lo tanto permitirnos la libertad, incluso a los pequeños, era muy difícil para nosotros.

Todo sucedió en una tarde de primavera, cuando empiezas a dejar atrás la pesada ropa de invierno y puedes salir con ropa más ligera. Ese día llevaba una blusa blanca, con una camiseta blanca debajo, sin sostén, una falda acampanada de tela azul medianoche con unas castas bragas blancas debajo sujetadas por pantimedias y zapatos planos. Mi plan era ir a visitar a una amiga que acababa de abrir una tienda de ropa y pasar un rato con ella, para no quedarme aburrida en mi casa.

Me crucé con poca gente en el camino, temprano en la tarde. Tan pronto como llegué, noté la presencia de dos chicos, algunos años mayores que yo, que estaban a cargo de arreglar las vidrieras. Ellos también se dieron cuenta de mi presencia, uno en particular, casi tan alto como yo, con el cabello bien peinado, un rostro hermoso y un físico agradable. El otro tampoco estaba mal, definitivamente más alto y en forma, con una ligera barba desprolija, pero en general muy guapo. No nos tomó mucho tiempo entablar una incipiente amistad, tanto que me quedé y hablé con ellos por un largo rato, y acepté la invitación de cenar con ellos sin pestañear una vez que el trabajo estuvo terminado.

Así nos reunimos los cinco en la noche en una pizzería; mi amiga dueña de la tienda, su novio, yo y los dos escaparatistas. Congeniamos enseguida, el entendimiento que se había creado entre nosotros era perfecto, la cerveza fluía libremente, las bromas y temas varios se mezclaban con los primeros intentos de acercamiento del chico que más me gustaba de los dos, se llamaba José. De vez en cuando, un brazo falso casual detrás de los hombros, un ligero toque en la cara, una mano descansaba casualmente en la pierna, sin exagerar y de manera tolerable. No me importaba ese tipo de cortejo, al contrario, apreciaba esa forma suave de interés hacia mí sentada en una mesa larga en la pizzería. Al final de la velada fue el mismo José quien me dijo si al día siguiente quería almorzar con ellos dos ya que tenían que terminar un trabajo que les tomaría solo medio día.

Me gustaba mucho ese chico y acepté con mucho gusto. Intercambiamos un tierno beso y mi amiga y su novio me llevaron de vuelta a casa.

Al día siguiente estaba temblando toda, de chica no había tenido muchas oportunidades de ser invitada a almorzar y sobre todo por un chico que me gustaba. Me preparé bien, ducha, pelo, maquillaje eligiendo con cuidado qué ponerme, no quería ser demasiado atrevida con la falda y por eso opté por un pantalón con pinzas rosa y un jersey vino a juego. Una braguita de corte alto y sujetador coordinados.

La cita era para las 13 h en la plaza de Atlántida, yo estaba emocionada por ese encuentro, traté de controlar este sentimiento que me invadía y mientras tanto pasaban los minutos. A lo lejos vi aparecer una camioneta blanca, era él, o más bien, eran ellos, José y su compañero de trabajo; tenían las herramientas de trabajo en la parte de atrás y la camioneta tenía tres asientos todos adelante. No lo había previsto, hubiera pensado en todo excepto que llegarían por este medio. Me invitaron a ocupar el asiento central, me dio vergüenza, pero tener a mi José sentado a la derecha a mi lado me tranquilizó mientras su amigo conducía en un asiento separado del nuestro. Nos dirigimos hacia la costa, debido al pavimento un poco desparejo, sentía cada vez más el contacto con José, primero pierna con pierna, luego mano detrás del hombro, la cercanía entre los dos aumentaba considerablemente. Su piel olía bien, y esos contactos me dieron ligeros escalofríos, tanto que apoyé mi cabeza en su hombro y dejé que acariciara mi cabello, lóbulos, cuello. Llegamos al restaurante, también en este caso yo estaba sentada en la mesa en medio de los dos pero mis ojos estaban solo para José; Yo sólo tomé un aperitivo, quería su atención no una gran comida, mientras los dos pidieron un plato de pasta, luego de postre y fruta. Pensé, ahora habrá un paseo, podremos hablar, conocernos, estar juntos y muchas otras cosas románticas. La propuesta de José fue en cambio subir a la habitación que ocupaban en un hotel cerca del restaurante, a poca distancia donde, además de aire fresco, habríamos encontrado un poco de privacidad que no hubiéramos encontrado en una tarde en el frente a la rambla de Atlántida. Fue precisamente este deseo de intimidad lo que me convenció de seguirlo, de la mano, dulce, romántico, mientras su amigo permanecía despegado de nosotros en silencio, casi ausente.

Dos tramos de escaleras y aquí estoy en una habitación de un hotel con dos chicos guapos. José estaba tratando de calmar los latidos de mi corazón lo mejor que podía; me describió la habitación, el armario, la mesita de noche, pero todo inútil; ahora sí que era demasiado, me centré en la noche anterior en la pizzería, en la furgoneta, en el restaurante, ¿qué intenciones tenían estos dos tipos, a quienes conocían hacía apenas un día? ¿Por quién me tomaron? ¡Yo chica dulce y romántica!

José notó esa sensación de incomodidad en mí, me llevó a la ventana detrás de él invitándome a mirar el mar, la vena romántica volvió a mi cabeza, me abrazó por detrás estableciendo un contacto total, comenzó a besarme el cuello y siguió besándome apasionadamente en la boca, un beso que con gusto devolví con los ojos cerrados.

En ese contacto total entre los dos, percibí una fuerte erección en él, por detrás mientras me abrazaba con fuerza mirando al lago, sentí algo muy duro en el surco de mi culito, y sentí la misma erección contra mi vientre en el largo beso que compartimos.

Este hecho me bajó mucho las defensas y como en ese momento solo estábamos nosotros dos en la habitación, su compañero de trabajo se había ido al baño de manera muy silenciosa, comencé a derretirme en los brazos de José, quien no perdió el tiempo, sosteniéndome cerca de él, comenzó a desenrollar la persiana con una sola mano, dejando que solo esos pocos rayos de sol entraran en la habitación, y con sus brazos me invitó a acostarme en la cama.

Tuve una sensación agradable y cómoda en esa cama, las otras ocasiones, incluida la pérdida de mi virginidad, todas las había tenido en un auto.

Esa cama era muy grande, tanto que para estar cerca de mí, José se colocó en el centro de ella y yo en el lado izquierdo, ambos nos acostamos de un lado y comenzamos un beso intenso; lenguas que se entrelazaban, caricias que iban a lugares cada vez más íntimos, un remolino de intensa pasión se inició entre los dos.

José fue el primero en desabrocharme los pantalones, bajarme la cremallera y, en lo que pudo con una mano, trató de bajarlos hasta las rodillas, yo lo ayudé en la empresa moviendo las piernas para que se deslizaran completamente; José deslizó su mano dentro de mis bragas, se abrió paso y comenzó a tomar posesión de mi concha, primero con caricias en los labios vaginales y luego entreabriéndolos con los dedos índice y anular, deslizó el dedo medio adentro, constatando que yo ya estaba bastante húmeda. Alternó ese dedo con movimientos circulares sobre mi clítoris hasta ligeras penetraciones a mi interior.

Mi respiración se hizo corta, mi corazón se aceleró, yo también busqué la cinturilla de su pantalón, el botón y la cremallera, bajándolos en consecuencia, con el mismo guion tomé posesión de su pene, todo en mi mano. Sentí el latido del corazón a través de su pija y comencé a masturbarla. Nos detuvimos el tiempo suficiente para darnos cuenta de que había llegado el momento de desvestirnos, cada uno en simbiosis con el otro, pantalón-pantalón, camisa-jersey, bóxer-braga; y nos volvimos a abrazar para establecer un contacto total con nuestros cuerpos.

Había llegado el momento, tenía un deseo de ser cogida que se escapaba por todos mis poros, me quedé allí con los ojos cerrados. Dejo mi boca, descendió sobre mi cuello pasando por debajo de los lóbulos, se demoró en mis senos, firmes, turgentes, con pezones grandes y oscuros, apretó mis senos con una mano y con su boca chupó mis pezones, me gustó mucho como alternaba entre una teta a la otra; me bajó por la barriga, un pequeño lametón en el ombligo que me hizo retorcerme de las cosquillas y luego hacia abajo… Me acomodé sobre los hombros, no puse resistencia cuando comenzó a separar mis piernas y sumergió toda su cara en el medio. En aquella época todavía no me afeitaba, pero su boca se abrió paso. Yo estaba muy excitada, su cara completamente mojada con mis jugos hasta las orejas. Buscó mi clítoris, me concedió lametones amplios y largos por toda mi vagina, metiendo la lengua lo más que pudo.

Cuanto más lamía más me mojaba, comencé a gemir y suspirar cada vez con más fuerza; mantuve mis piernas separadas.

Yo tenía un anhelo de pene que ya no podía contener, salí de su boca y comencé a descender lentamente por el cuello, pasando mis labios por la piel, luego los pezones, pequeños pero bien pronunciados que morderlos fue un placer, José saltó ante esos mordiscos, luego el ombligo y… esquivando el vello púbico me apoderé de su verga. Un buen tamaño, y mi boca se abrió sobre ese capullo rojo que parecía estallar, me detuve con mis labios solo en el glande y cuando lo envolví completamente entre mis labios comencé a recorrer ese miembro con mi lengua. A José le gustó mucho, pero fue dulce y suave, no me obligó a hacer nada, ninguna mano en la cabeza para empujarme o mantener su pene dentro de mi boca, pero no fue necesario, lo hice todo por mi misma, comencé a bajar por toda la longitud de su pija, llegando casi hasta la base. Luego pasé a lamer a fondo toda la parte externa y con la mano le acaricié las bolas que sentí que estaban hinchadas de esperma.

Fue mientras estaba empeñada en chupar ese pene que sentí el lento avance de una nueva presencia en la habitación, el compañero de trabajo había salido del baño silenciosamente y se había estirado en el borde derecho de la cama, apartado de nosotros, pero presente.

Así que decidí continuar con esa mamada con los ojos cerrados, en mi romanticismo sexual, me acerqué a José que se había sentado para ponerse un condón, y en su oído y le susurré "¿él tiene que quedarse aquí?", José fingió no escuchar y trató de dirigir su verga hacia mi concha empapada.

No lo pensé ni un momento y comencé a disfrutar de la lenta entrada de su miembro en mi cueva, y con pocos movimientos lo sentí todo adentro, hasta la base. Estaba frenética, comencé a coger ese pene, coordinando los empujes subyacentes que lo hacía entrar, pero cuidando que José no acabara, tuve mi primer orgasmo de esa tarde.

Fue en ese momento que recordé a su amigo acostado del otro lado, "tal vez se haya ido" pensé y abrí los ojos para comprobar. No, lamentablemente su rostro seguía ahí, y me miraba, yo miré más abajo y un chubasco helado se descargó sobre mi espalda; estaba acariciando la pija; la más grande que he visto en mi vida, fundamentalmente gruesa; en aquel momento comparé su grosor como el del tamaño de una lata de Coca-Cola.

No sabía qué hacer y que decir, la sorpresa que me llevé fue impactante, pero fue él quien me alivio de la vergüenza "si tú quieres me voy" me dijo y yo le conteste "ya estás aquí, ahora… mantente puro", luego tomó mi mano izquierda y la llevó a su pija, invitándome a continuar con la paja que se estaba haciendo.

¡Que pito grueso! No podía unir mi pulgar con el índice, faltaban un centímetro para poder unirlos. Mi mano descendió del capullo a la base de una manera maravillosa. Mientras tanto, José, descansado de su eyaculación, había recobrado fuerzas y excitado por la escena volvió a introducirlo en mi concha, luego su amigo se colocó detrás de mí. Se arrodilló y comenzó a hacer torpes intentos de meter su grueso palo en mi trasero. La apuntó, le pidió a José que dejara de sacarme la verga de la concha, me frotó en el esfínter tratando de flexibilizarlo y agrandarlo, se colocó un condón lubricado, pero nada que hacer; no consiguió introducir su miembro ni medio centímetro. Mi trasero no cedió. La primera vez con dos tipos, pero mi culo permaneció virgen.

Era mejor cambiar de posición, tal vez se daría por vencido, así que me separé de la pija de José, me coloqué en la posición de perrito invitando al amigo de José a entrar en mi vagina, con un cierto miedo.

Efectivamente tenía razón, me dolió el glande que luchaba para abrir mis labios de la concha, pero gracias al orgasmo anterior pasó la entrada; a pesar de que estaba mojada, sentí que las paredes de mi vulva se estiraban al máximo y esa gruesa vara comenzaba a entrar. Que sensación, dolor y placer que se mezclaban, se alejaba y entraba un centímetro más, luego una y otra vez. Por reflejo pensé "si la pija de José me entró toda y no me sobró nada, aparte del diámetro, ¿la de su amigo entrará hasta la mitad?", ¡hijo de puta! me la clavó hasta el final.

En la posición de perrito, con la verga de José en mi boca, su amigo me agarraba fuerte por las caderas para evitar que me moviera o escapara, entraba cada vez más, pero cuando terminó, unas cuantas lágrimas corrían por mi rostro, mis ojos estaban fuera de las órbitas, mis manos estaban sosteniendo la sábana, y me dijo "felicidades bebé, te la llevaste toda". ¡La puta que lo parió! una lata de Coca-Cola dentro de mí, ¿cómo lo hizo? Pero el mero hecho de no haberme cogido por el culo me tranquilizaba.

Así comenzó un avance/retroceso lento por parte de ambos, yo apoyaba los movimientos con mi pelvis, manteniendo el otro la polla en mi boca para no gritar, entonces él marcaba el ritmo, cada vez más rápidas y profundas embestidas, sentía ganas de partirme por la tamaño pero el placer prevaleció tanto que tuve otro orgasmo en ese lugar.

Mis rodillas empezaron a ceder y pedí poder acostarme un poco, quedé satisfecha, me acosté en la cama invitándolos a mis lados, quería acariciarlos para que mi vagina descansara un poco, pero ellos, habiéndose quitado los condones, no se conformaron con una doble paja y me obligaron a hacerles dos mamadas al mismo tiempo, mientras sus manos me acariciaban por todas partes.

Fue José quien nuevamente con su verga estirada, se colocó entre mis piernas, cargándolas sobre sus hombros, y me volvió a penetrar en esa posición, no lo sentí mucho pero su ritmo seguía siendo placentero.

Luego cedió el paso a su amigo, se limitó a abrirme las piernas sin cargarlas sobre sus hombros y comenzó a penetrarme de nuevo, esta vez no fue tan delicado como para volver a meterlo todo dentro, sentí sus bolas golpear desde abajo. Con cada embestida soltaba un grito mas fuerte, luego él también empezó a cansarse, aminoró el paso, lo mantuvo quieto en el fondo de mi concha, sentí que el glande crecía aún más, señal clara de que estaba por acabar… pero se detuvo.

¿Pero cuánto tiempo más quería cogerme? Ya habían pasado dos horas sin tregua, había perdido la cuenta de las veces que había tenido un orgasmo, era hora de terminar, así que lo invité a ponerse cómodo, en el centro de la cama, me subí a él y con la mano dirigí ese pinchazo a la entrada de mi concha, comencé a descender inexorablemente, dicté tanto el ritmo como la velocidad de los movimientos, mirándolo con venganza, me empalé yo misma, pero era yo quien lo quería ahora; José no quería perturbar la escena, se paró en el colchón, apoyó la espalda en la pared de la cama y comenzó a masturbarse, trató de contenerse pero yo era inexorable, aceleré solo esperando que el condón no se rompiera y vamos…

Uno, dos, tres, chorros de semen caliente directo a mi vientre, me puse de pie y masajeé tiernamente sus bolas para liberar los chorros más pequeños, y en ese instante sentí más chorros cayendo sobre mis senos. Fue una experiencia maravillosa para mí, la disfruté mucho, estábamos todos exhaustos, los tres acostados en la cama mirando el techo.

Después de un tiempo me di cuenta de que tenía que irme a casa y fui al baño a lavarme y luego ducharme, el olor a sexo en mí era demasiado obvio y lo notarían por todas partes. Empecé por el bidé, dirigí el chorro de agua sobre el espeso cabello negro y muchas veces también golpeaba el clítoris, pasé mi mano por debajo para darme cuenta de lo dilatada que estaba después de esta experiencia, me sequé y me levanté. Mirándome en el espejo, me dediqué a rehacer el maquillaje y mis ojos.

De repente se abrió la puerta, el amigo de José completamente desnudo había entrado al baño, pensé que a orinar o lavarse también. Su pija a pesar de estar flácida mostraba todo su tamaño colgando. Su intención era otra, me abrazó por detrás sosteniéndome por las tetas, comenzó a besarme en el cuello y un poco más de deseo volvió en mí, percibió este estado de semiexcitación mía y sentí que su verga comenzaba a reanudar rigidez; estar juntos en el baño me excitó mucho e instintivamente abrí las piernas, él estaba otra vez excitado, se puso el último condón de la caja y comenzó a meterse en mi concha nuevamente. Sentí placer por esa situación inusual y él disfrutó de poder sostenerme en mi estilo perrito con mis manos apoyadas en el lavabo, las piernas separadas y disfrutando de mis expresiones en el espejo.

Sentí mi vagina en llamas, pero me gustó, esta vez fue más prolongada en el baño, exhausta logré un orgasmo al mismo tiempo que él acababa. Entonces por fin pude darme una larga ducha, el agua caliente en mi cuerpo lavó ese olor a sexo, a hombres, no me arrepiento, al fin y al cabo me gustó.

Volvimos a subir a la camioneta en silencio, sin una palabra entre nosotros, desandando el camino comencé a pensar que el objetivo de los dos chicos era básicamente ése: cogerme, cogerme y cogerme.

Me dejaron a dos cuadras de mi casa, pero di un amplio rodeo para llegar a casa. No quería que se notara nada sobre mí, a pesar de que mis piernas estaban débiles y tenía un fuerte dolor de estómago.

Al día siguiente intentaron volver a contactarme, seguramente con la intención de repetir o mejorar la experiencia del día anterior. No estuve de acuerdo en absoluto y corté radicalmente la relación con los dos chicos.

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