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Mi primera fantasía erótica. El encanto de un atleta
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Él hace su rutina de entrenamiento frente a un espejo que ocupa un área de 50 metros cuadrados. Como otros padres soy la espectadora del entrenamiento de mis hijos en artes marciales. El espacio es lo suficientemente grande para que tres grupos compartan el lugar.

Sentada al fondo del salón, observó el reflejo del espejo sin poder evitar que mi mirada se encuentre con esos ojos vivaces, enmarcados en unas enormes pestañas. Su figura definida por el arduo entrenamiento de años es muy llamativa, atlético en la medida perfecta, con una estructura abdominal envidiable.

Reconozco que nunca he visto un cuerpo similar tan cerca, es inevitable que me sienta atraída. Soy casada, y es condenable por la sociedad que una mujer se excite frente a otro hombre que no sea su pareja, o así fui educada. Nunca me he considerado una puta, pero los hombres disfrutan colocando esa etiqueta, muchas veces de forma despectiva e hiriente.

No puedo evitar dejar de mirarlo, y mientras tanto tengo una pelea en mi interior con todo lo que soy, frente a lo que quiero poseer en este momento. Solo con mirarlo siento una excitación que va creciendo en mi vagina. Empieza a moverse, ya los ejercicios de Kegel se activan solos, nadie de la sala sabe que estoy haciéndolos, y es que deseo correrme mirándole.

Ya mi pecho quiere rozar su espalda suavemente, mi figura con agraciadas curvas, y con el suficiente tamaño para llamar la atención están allí esperando que este hombre que me mira con picardía quiera hacer lo mismo.

El Sensei me llama, rompe el trance en que me encuentro, lo lamento tanto, y a la vez me hace sentir avergonzada. Me pide que tome nota de la próxima competencia y que actualice los datos en la oficina de administración.

Un poco nerviosa por mi caminar incomodo, salgo del salón y me dirijo al lugar. Allí no hay quien atienda, sin embargo, el espacio es agradable; el clima es templado; y la colección de trofeos y fotos están ordenados para exaltar la labor del equipo. Fascinante encontrar en las vitrinas los reportes de prensa deportiva donde hablan de este hombre que me cautiva, la respiración vuelve a acelerarse, y conecto con el deseo que había interrumpido.

El sonido de la puerta al abrirse me advierte que hay alguien entrando, la brisa cálida y el olor de sudor me hace voltear, allí se encuentra él. Parado muy cerca, con el karategi resplandeciente, aunque su chaqueta entreabierta deja ver la estupenda contextura. Mis ojos son un claro reflejo de mis pensamientos libidinosos.

-¿Te han atendido? –pregunta con una sonrisa pícara.

Mi cara sumida en un rubor ridículamente caliente, deja ver todas mis intenciones, ya mi cuerpo al confrontar la cercanía se agita y tiene la intención de sujetar y tomar ese cuerpo. Un poco torpe atino a responder –no, aún espero. Aunque no es un inconveniente, la vista en esta oficina es estimulante. – ¿Qué haces? Grita mi interior, bajo la mirada, y sacudo la cabeza mostrándole claramente que estoy en mi lucha interna.

Sonríe y se dirige al dispensador de agua, toma un vaso de papel, lo rellena y me lo entrega. No dice ninguna palabra, es evidente que me ha descubierto. Se devuelve hacía la puerta, y al tomar la cerradura no gira para abrir sino que pulsa el botón para cerrar.

Frente al calor interno, mi cuerpo recibe una descarga de frío intenso que me paraliza, y de manera simultánea apaga la luz.

En menos de dos segundos ya está sobre mí, no es necesario hablar más. Parece que esto lo hemos vivido intensamente en otra época, o en otra dimensión. Sabe a dónde dirigirse, una suave respiración en mi oreja, calienta mi cuello, y besa poco a poco hasta llegar a mi hombro, vuelve a subir y me besa la boca. Uno, dos, tres besos que van incrementando y avivando el deseo, ya nuestras lenguas no se diferencian, se han reconocido.

En este par de segundos, pienso en detenerme, pero él hace lo suyo, y yo siento que le he extrañado. Sus manos están tocando mis tetas que se mueven al compás de la respiración agitada. Estamos moviéndonos hacía la pared, allí en ese espacio vacío, lo suficiente para que nadie nos vea desde fuera.

Con mis manos he logrado traspasar la chaqueta y comienzo a sentir su sudor, excitación y calor. Es lo que había imaginado, un abdomen firme que me excita, pero ya su pene está rígido, y se siente sobre su pantalón. ¨Yo quiero caer de rodillas, y bajar el pantalón, pero él me descubre primero y simplemente desabrocha mi pantalón, y fervientemente introduce su mano en mi vagina, acariciándola y jadeando en mi oído.

Me eriza la piel, estoy a merced de este hombre que no ha dudado un segundo, y me ha leído totalmente, ha bajado mi pantalón y allí está, observo su cara y se encuentra admirando mi cuerpo, toca las heridas de mis operaciones y las besa suavemente.

Sube la mirada y en sus ojos veo un destello de placer. Baja la mirada, el pantalón y la panty ya están abajo, solo pienso que sabe muy bien lo que hace. Decide tomar mis nalgas con firmeza, aprieta mi cuerpo contra su boca, busca mi clítoris, y allí comienza mi viaje de placer. Su lengua húmeda que se confunde con mi flujo facilita la lubricación.

Lame, chupa, y mueve intensamente sus labios. No puedo evitar arquearme, estoy excitada en un nivel desconocido, me impide moverme libremente, no puedo descifrar como evita que cierre mis piernas, al contrario siento que tiene control total sobre mi cuerpo.

Mis manos quieren tocar aquellas partes que él no alcanza a acariciar, me desvisto en la parte de arriba, retirando mi blusa y sostén, mis pezones están parados, mis tetas se han inflado, y quieren más de él. Mi cuerpo se impulsa arriba y baja, hemos compaginado.

No puedo gritar, no puedo gemir, se oye el tránsito de las personas fuera de la oficina, y los gritos de los atletas en los distintos salones. Es surreal lo que estoy viviendo, el baja su pantalón y allí mismo me sienta sobre su pene erecto. Estamos en el piso, no importa la incomodidad, nuestros cuerpos están más allá de eso. Él me besa, muerde mis pezones juguetonamente, toma mi cadera y dirige nuestro encuentro al placer. Los dos nos movemos una, otra, otra…y otra vez.

El Sensei me llama nuevamente, me advierte que se ha terminado la clase… yo me encuentro sorprendida, veo mi reflejo en el espejo. Estoy saliendo de un trance, de una montaña rusa de placer que he imaginado.

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