Esto que les relataré fue hace un año, en la Navidad del 2020.
El señor Vlad y yo no éramos pareja, apenas salíamos para conocernos y saber nuestros gustos. En esa ocasión me dijo que iríamos a cenar a un restaurante que se llama Azul Histórico, en el centro de la Ciudad de México.
Llego mi parte favorita de la cena, el postre y fue ahí cuando iba a darle la primera cuchara a mi pastel de chocolate cuando él me dijo que tenía un regalo para mi, saco una caja cuadrada y me dijo “no lo puedes abrir aquí, ve al baño” y bien obediente eso hizo, me metí a un baño y lo abrí, era un dildo vibrador a control remoto, yo me quede en shock.
Venía con una carta que decía “se lo mucho que te gusta el postre y esta noche lo disfrutarás de una manera diferente, ponle un poco de lubricante, póntelo, sal y dime “todo bien papi” así sabré que hiciste lo que pedí. No se imaginan mi cara de sorpresa y de excitación que tenía en ese momento, fue así que tome el lubricante que venía junto con el dildo, me baje la tanga negra que traía y comencé a estimularme para poderlo meter, una vez adentro salí y dije “todo bien papi” el volteo a verme, me sonrió y me dijo “ahora si disfruta tu postre”.
Tome la cuchara, agarre un poco del pastel y cuando lo metí a mi boca el prendió el vibrador, se me salió un gemido que el restaurante me volteó a ver y solo me quedó cambiar los gemidos por risas. Dios! El sí sabe hacerme disfrutar de un buen postre. Vlad me miraba, sonreía, me tocaba la pierna, me besaba, yo estaba muy mojada, muy excitada! Solo quería irme de ahí y que me hiciera suya, así que me comí rápido el postre y le dije que ya nos fuéramos.
El resto ya no es parte del relato de la cena, pero imagínense lo peor y lo mejor.