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Mi primer squirt en manos de mi primo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Mis experiencias sexuales no han sido muchas, ya que acabo de cumplir 18 años hace pocos meses. A pesar de que he estado con algunos chicos y lo he disfrutado, todavía me queda mucho por conocer en el área del sexo.

Vivo con mi madre y su marido, quienes están casados hace 15 años. A mi padre biológico no lo conocí, así que desde muy pequeña yo considero a Víctor mi papá.

No tengo hermanos, por lo que a mi vida siempre le faltó algún otro niño o niña de mi edad con quien jugar y crecer a la par. Si bien tengo varios primos, con ninguno tuve nunca un vínculo muy cercano, especialmente porque la mayoría son bastante más grandes que yo y esa diferencia era demasiado notoria cuando yo era pequeña. Cuando tenía 5 años, por ejemplo, mis primos de 15 o 20 años no eran mis pares, por lo que no tenía juegos ni intereses en común con ellos. Sin embargo disfrutaba mucho de verlos cuando nos juntábamos con la familia completa.

Para que sepan un poco sobre mí: me llamo Milagros, me dicen Mili. Soy una joven tranquila, tengo varios amigos con los que la paso muy bien, pero fuera de ellos soy bastante tímida. Siempre busco tener perfil bajo con la gente que no conozco mucho, aunque soy muy simpática y agradable para tratar. Mido 1.60 m, llevo el pelo largo y castaño, ojos marrones y una boca grande y carnosa. Siempre fui bastante chata, pero últimamente mi cuerpo se desarrolló de golpe y adquirí curvas más definidas.

Actualmente estamos en vacaciones de verano y acabo de terminar la escuela secundaria. Todos mis amigos se fueron de vacaciones a la playa, pero yo decidí quedarme ayudando en el negocio familiar para juntar dinero y poder hacer un viaje más importante el verano que viene.

Hace poco, durante un domingo de muchísimo calor tocaron timbre en nuestra casa. Eran las 5 de la tarde y mis padres estaban en la terraza arreglando unos muebles que iban a vender. Era raro que nos tocaran el timbre durante el fin de semana, ya que no teníamos muchos conocidos en el barrio que pudieran visitarnos, y todos mis amigos se encontraban fuera de la ciudad.

Yo, que estaba en pijama como había estado todo el día, bajé sin tomarme la molestia de cambiar de ropa. Tenía puesto un short pequeño de pijama y una remera con tiritas. Sólo con eso puedo dormir en estos veranos tan agobiantes. Ambas prendas me quedaban un poco chicas, ya que mi cuerpo había cambiado mucho últimamente. Los pechos me habían crecido y quedaban un poco apretados dentro de mi remera, y como mi culo y cadera también crecieron bastante, el short me quedaba como un culotte.

Bajé la escalera, ya que la casa queda en un primer piso (debajo está la panadería, que es el negocio familiar). Abrí la puerta y vi allí parado a un muchacho que al principio no reconocí. Tendría unos 33 o 35 años, llevaba unas bermudas azules y una remera blanca de manga corta. Era delgado, un poco más alto que yo, y tenía el pelo corto. De repente sentí pudor por estar vestida como estaba.

– Si? – dije.

– Hola Mili. Wow, qué grande estás.

En ese momento lo reconocí, era uno de mis primos. Su nombre es Ulises y hacía bastante que no lo veía. Además, tenía el pelo diferente. Ulises siempre me había gustado, lo miraba durante los festejos que pasábamos juntos y él jamás había reparado en mí, lo cual era esperable porque yo era una niña. Él tiene 15 años más que yo, por lo que yo siempre fui su prima pequeña y no mucho más.

Sin embargo, cuando abrí la puerta y vio que había dejado de ser esa niña, noté una mirada distinta en sus ojos.

– Ahhh, Uli. No te reconocí. Cómo estás? Cuánto hace que no nos vemos! – dije acercándome a él y dándole un beso en la mejilla.

Ulises me tomó de la cintura cuando lo saludé y eso me hizo correr un escalofrío por la espalda, a pesar del calor que hacía.

– Sí, mucho tiempo. – dijo mientras su mirada se iba por mi cuerpo – Venía a ver al tío Víctor.

– Está con mamá en la terraza restaurando unos muebles. Pasá y lo voy a buscar.

– Gracias, permiso.

Me moví hacia un costado para dejarle lugar a que entrara, y mientras cerraba la puerta con llave sentía su mirada sobre mi culo, bastante visible en mi diminuto pijama.

Cuando me di vuelta para subir las escaleras, me tropecé con la alfombra de bienvenida, y Ulises me atajó tomándome de la cintura nuevamente.

– Cuidado, te vas a romper la cabeza con el escalón MIli… – dijo riendo, sin soltarme.

– Ay, perdón. Siempre me tropiezo con esta cosa. – respondí y lo sentí muy cerca.

El pasillo no tenía más de un metro de ancho, y mi primo me tomaba todavía por la cintura, pegado a mí. Llevaba un perfume que me embriagaba. Nos miramos fijamente a los ojos durante un instante, y embelesada con sus ojos sobre mí, me acerqué y lo besé. Es lo que siempre había querido hacer, y por primera vez en la vida, él me estaba viendo como una mujer, me miraba con ganas. Cuando puse mis labios en los suyos Uli se separó y me miró durante un momento, como si intentara descifrar la situación. Le sostuve la mirada y él volvió a besarme.

Fue un beso caliente. Siempre había soñado con tener su lengua jugando dentro de mi boca, y por fin estaba sucediendo. Mientras tanto sus manos se movían con delicadeza por mi cuerpo. De mi cintura bajaban a mi cadera, la acariciaban suavemente, luego la llevó a mi culo y lo tomó firmemente pero sin realizar movimientos bruscos. Se notaba que se estaba conteniendo, no quería pasarse de la raya. Su otra mano bordeó mis pechos, tocándolos sutilmente. Llegó a mi cuello y lo acarició con su enorme mano. Yo sentía un calor húmedo en mi entrepierna, quería que me tocara.

Nos seguimos besando, con los cuerpos pegados. Estábamos tan cerca que podía sentir su erección contra mi cuerpo. Comencé a acariciar su bulto y noté cómo su verga se ponía cada vez más dura.

– Sí que creciste, primita – dijo.

En ese momento fue cuando se liberó. Metió la mano por dentro de mi short y mi tanga de algodón, y comenzó a acariciar toda la ranura de mi vagina. No me encontraba depilada y eso me incomodaba, ya que es un mandato de belleza muy fuerte entre las jóvenes de mi edad. Sin embargo, mis vellos eran finos y suaves, y no los llevaba muy largos. Además, a él no pareció importarle en absoluto.

– Mirá lo mojada que estás, me volvés loco. – dijo y sacó sus dedos de allí para lamerlos mirándome a la cara, y luego volvió a meterlos.

Comenzó a acariciar mi clítoris mientras volvía a besar mi boca dejándome mi propio sabor en la lengua. Siguió por mi cuello y bajó a mis tetas. Yo jadeaba, caliente, mojada. Me generaba mucha adrenalina pensar que mis padres podrían encontrarnos en cualquier momento. Pero no me importaba, estaba cumpliendo mi gran fantasía con mi primo. Ulises metía sus dedos dentro de mí una y otra vez, cada vez con más ritmo. Mis jadeos se transformaban en gemidos que trataba inútilmente de reprimir. Seguíamos en el pasillo. Yo me encontraba parada, apoyada contra la pared, y tenía una pierna sobre uno de los escalones, buscando que los dedos de mi primo tuvieran mejor acceso a mi interior.

– Me vas a hacer acabar – le anticipé.

– Sí, claro que te voy a hacer acabar. – dijo mientras me quitaba el short y la tanga.

Luego de quitarme las prendas continuó tocándome como nadie nunca lo había hecho (claro, los chicos con los que había estado no tenían su experiencia). Con sus dedos alcanzaba mi punto G y con su dedo gordo tocaba mi clítoris. Siguió masturbándome con fuerza y desenfreno durante un rato, hasta que no pude más. El orgasmo se apoderó de mí junto con un gemido alto y profundo, y una catarata salió de mi interior. Mi primo miraba con ojos de placer y una media sonrisa. Me acababa de hacer squirtear, cosa que no sabía que podía hacer. Yo había visto algo así únicamente en pornografía, y realmente no estaba segura de que fuera posible en la vida real. Él no pareció impresionarse, seguramente no era la primera vez que una mujer se venía de esa forma para él.

– Qué linda sos, por Dios. – dijo mientras yo empezaba a desabrochar su bermuda.

– Quería tocar su pene, sentirlo duro cómo un mármol, saborearlo. Quería verlo gozar. Saqué su pija y comencé a masturbarla. Era enorme, o por lo menos para mí. Era larga pero también gruesa. Mi mano quedaba pequeña para maniobrar semejante verga.

– Qué ganas de tener todo esto dentro de mí le dije.

– La vas a tener donde quieras, primita.

Me arrodillé en el piso mojado y empecé a chuparla. Primero con delicadeza y luego comencé a hacerlo más rápido y más profundo. Su miembro era tan grande que sólo me entraba hasta la mitad en la boca, y al intentar meterla más al fondo me ahogaba. Eso me calentaba mucho, y aún más a él. Yo no era una experta en sexo oral, pero le ponía mucha voluntad.

– Sí, bombón, atragantate con mi verga. – decía entre gemidos mientras sostenía mi cabello suelto y tiraba su cabeza levemente hacia atrás.

Luego comenzó a empujar su pene dentro mío con unos movimientos pélvicos, que hacían que me generara aún más arcadas. Ya me sentía excitadísima nuevamente.

Yo pensaba que iba a venirse en mi boca, pero de repente me dijo:

– Parate.

Yo me paré sin decir nada. Me puso de espaldas, apoyada en la pared, con el culo levantado hacia él.

– Mirá este culo, pendeja – dijo y me dio una nalgada con fuerza – estás buenísima.

Comenzó a meterme los dedos de nuevo, y yo que ya estaba muy caliente le pedí que por favor me la metiera.

– La quiero adentro – le dije.

– No tengo protección, no importa?

– No importa. Después compro una pastilla de emergencia – le dije.

No iba a perderme esa oportunidad que no sabía si iba a repetirse. Ulises agarró su verga erecta y la comenzó a mover por todo mi sexo, acariciándolo con su glande. Comenzó a friccionarla contra la entrada de mi vagina, una y otra vez. Yo sentía que enloquecía.

– Metela, te lo ruego.

Mi primo comenzó a meter la punta de su pija suavemente, mientras yo gemía con la cara pegada a la pared. A medida que iba entrando comenzaba a dolerme, ya que su tamaño era enorme para mi estrecha vagina. Escuchaba sus gemidos al entrar en mí. Una vez que había metido su miembro, comenzó a moverse, primero lentamente, agarrándome de la cintura. Ese vaivén me hacía gritar, esperaba que mis padres siguieran en la terraza y que no hubiera vecinos escuchando desde la vereda. Ulises aumentó el ritmo, hasta cogerme desquiciadamente mientras nuestro sudor chorreaba por nuestros cuerpos. Mientras me embestía me presionaba con su enorme mano la nuca, y con la otra mano me apretaba furioso de la cadera.

– Tocate, pendeja. – me pidió y obedecí.

Comencé a tocarme el clítoris y con las aceleradas penetraciones de mi primo sentí cerca nuevamente el clímax.

– Me vas a hacer venir de nuevo – le dije.

Ulises comenzó a darme cada vez con más fuerza, de su boca salían rugidos. Y de repente sentí llegar los espasmos de mi orgasmo al mismo tiempo que escuché el gemido gutural de mi primo y supe que también se había venido dentro de mí. Yo también gemí. Sentí su leche caliente chorrear desde mi interior cuando quitó su verga de mí. Estábamos absolutamente transpirados y agitados, el pasillo tenía un charco de squirt, y yo tenía semen de mi primo entre mis piernas. El paraíso debía ser algo muy parecido a eso.

– Nunca pensé que me fuera a alegrar tanto de que crecieras, Mili. Pero qué bueno que lo hiciste…

Yo no respondí y lo besé apasionadamente en los labios por unos segundos.

– Vistámonos antes de que mi viejos aparezcan – le dije sonriendo.

Nos vestimos y nos acomodamos como pudimos. Subimos a la casa y estaban mis padres sentados en la cocina tomando un café con tostadas. Me sorprendí y me pregunté desde cuándo estarían ahí.

– Ulises! Qué hacés acá? – dijo Víctor.

– Hola, tío! Venía a verte. – respondió mientras yo disimuladamente tomaba un rollo de papel higiénico y me dirigía a la puerta para limpiar el desastre que habíamos dejado.

Cuando volví me senté a tomar café con ellos en la mesa, al lado de mi primo. Disimulamos y nadie pareció sospechar nada, pero al rato sentí su mano deslizándose por mi muslo hacia mi entrepierna, muy despacio, mientras continuaba hablando con Víctor. En ese momento supe que esto no había terminado. Luego de la merienda, Ulises se fue apurado. Yo fui a la farmacia y compré la pastilla.

Durante varios días pensé en ese polvo. Le dediqué pajas cotidianas, fantaseando que me volvía a coger una y otra vez.

Varias semanas después nos reencontramos en una reunión familiar. Él se sentó enfrente de mí y nos miramos durante toda la cena. Por momentos yo estiraba mi pie y acariciaba con él su pierna, mientras mi primo me miraba con fuego en su mirada.

Al terminar de comer se disculpó por haber olvidado el postre que había prometido llevar.

– Voy a comprar helado ahora mismo – dijo – Mili, querés acompañarme así no tenemos que estacionar?

Yo lo miré sorprendida y no alcancé a responder.

– Dale Mili, acompañalo a tu primo así hacen más rápido – dijo mi padre que parecía contento de que estuviéramos entablando un vínculo.

– Bueno, vamos – dije finalmente.

Subimos a su auto y a las dos cuadras Ulises estacionó en un pasaje oscuro. Comenzamos a besarnos desenfrenadamente. Hacía semanas que esperábamos ansiosos el reencuentro, aunque había parecido una eternidad. Yo llevaba una falda y una remera ajustada. Mi primo empezó a tocarme por debajo de la falda, sobre mi tanga mojada. La corrió a un costado y me penetró bruscamente con sus dedos. Yo comencé a gemir y él comenzó a pasar su lengua por mi cuello suavemente.

– Qué ganas de volverte a coger, primita

Yo comencé a desabrochar su pantalón, liberando su enorme miembro. Me escupí la mano y la llevé a su verga. Él jadeó y nos masturbamos mutuamente durante un rato, mientras nos besábamos con desesperación.

– No tenemos mucho tiempo, recostate en el asiento de atrás – me pidió.

Yo hice lo que me ordenaba. Me recosté y me quité la tanga por debajo de la falda. Ulises se puso encima de mí, y sacó un preservativo de su bolsillo. Agradecí no tener que tomar la pastilla nuevamente. Una vez puesto, me penetró con delicadeza y comenzó a moverse rápidamente. Yo gritaba por el vaivén de su enorme verga dentro de mí. Veía su cara disfrutándome, escuchaba sus gemidos y me sentía plena. Me encantaba cómo me cogía mi primo. No quería acostarme más con gente de mi edad. Ahora que conocía este tipo de placer no quería volver a la mediocridad de los jóvenes hormonales.

Continuó embistiéndome cada vez con más fuerza, tomándome de la cintura, del cuello, de las caderas. Me calentaba mucho verlo tan caliente. Ese hombre que podía estar con cuanta mujer quisiera, se excitaba conmigo.

– Más fuerte – le pedí como un ruego, sabiendo que ese pedido en mi dulce voz lo iba a volver loco.

Él se mordió el labio y aumentó las embestidas. De repente comenzaron a cambiar sus gemidos, se hicieron más profundos y fuertes, y supe que se iba a venir. Unos segundos después mi primo acabó. Salió de mi interior y sin sacarse el preservativo todavía, se acomodó con la cabeza entre mis piernas.

– Ahora te toca a vos, quiero que te vengas en mi boca.

Comenzó a chupar la entrada de mi vagina, a succionar mi clítoris, a lamerlo. Luego de un rato comenzó a penetrarme con sus dedos al mismo tiempo. Era la primera vez que me hacían sexo oral de esa manera, nunca había imaginado que se podía sentir tan bien. Se comió mi sexo durante un largo rato con sus dedos metidos en mí, moviéndose frenéticamente en mi interior.

– Quiero que me empapes como en aquel primer orgasmo en el pasillo.

No sabía si aquello sucedería de nuevo. Era la primera y la única vez que me había pasado, pero mi primo sabía bien cómo tocarme para lograrlo. Me relajé y disfruté de esos dedos mágicos dentro de mí, de su lengua moviéndose sobre mí clítoris… y por fin sentí el tsunami del orgasmo cerca. Iba a arrasar sobre mí. Grité como nunca lo había hecho teniendo sexo. Y fue genuino. Ulises siguió moviendo su mano en mi sexo a toda velocidad, y el segundo squirt de mi vida empapaba su cara y el asiento de cuero de aquel auto. Mi primo sonreía satisfecho.

– Qué alta dejas la expectativa para los próximos polvos – le dije.

– Cuando quieras uno bueno siempre puedes llamarme – respondió.

Cuando nos recompusimos, agarré mi tanga para volver a ponérmela.

– No, dame. Eso me lo guardo de souvenir. – dijo.

Yo sonreí pensando en la idea de volver a la cena familiar con mi corta pollera y sin nada debajo. Ulises guardó la prenda en la guantera y acomodó su ropa. Teníamos que comprar el postre y pensar una excusa que justificara la demora y el desaliño.

[email protected] – instagram: damecandelarelatos.

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