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Mi primer lésbico
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Yo tenía 20 años y decidí con mi amiga Ana, ir a trabajar a la costa junto con una chica conocida de ella. Ella conocía de años anteriores a alguien que nos podía alquilar una habitación a precio barato y además ayudarnos a encontrar trabajo ese verano, con un buen sueldo y horario.

Al final, Ana no pudo ir ese año a trabajar a la costa, fui sola, al llegar allí estaba María esperándome en la casa donde tenía alquilada la habitación. Que era grande con un baño, tres camas chicas, una mesa y 4 sillas. Trabajaríamos juntas en un almacén de lunes a viernes y en un horario cómodo con lo que tendría parte de la tarde libre y los fines de semanas.

Al día siguiente comenzaría el trabajo, María después de trabajar me invita a ir una playa que conoce, que se llega en bus. Cuando salimos de trabajar allí estaba María con la bolsa de la playa y un vestido corto. Había tomado la precaución de llevar las cosas de playa con lo que no tendría que pasar por la habitación.

Fuimos en autobús y luego caminamos por un sendero hasta llegar a una playa con un pequeño bosque detrás. Elegimos una pequeña duna donde estaríamos cómodas y no a demasiada distancia del agua. María dejó la bolsa, se quitó el vestido y enseguida el corpiño. Ella tenía 26 años, era rubia, de estatura similar a mí, dos pechos medianos rematados en dos rosados pezones que miraban al cielo. Un culo redondo con dos cachetes que se besaban.

Yo estaba nerviosa, no la conocía demasiado, solo habíamos hablado un par de veces y lo que habíamos compartido desde mi llegada. Ana me había contado que ella creía que María era lesbi o por lo menos bi, porque nunca se le conoció ningún chico y que se iba siempre con chicas a algún lado de vacaciones.

Me dice, me encanta esta playa, es tranquila, estaremos casi solas, te puedes poner en bikini, top–les o como prefieras, toda desinhibida.

Me quité el vestido y quedó en un bikini rojo que contrastaba con mi piel todavía blanca, por el poco sol que tomé. Extendió la toalla, se arrodilló y cogió la crema solar aplicándosela en las partes a las que tenía acceso, a su vez me pidió que se la echase en la espalda. Luego lo hizo por las nalgas y los muslos.

María tomó la iniciativa e hizo que me tumbase boca abajo. Desabrochó mi corpiño y echó crema en los omoplatos y la fue extendiendo poco a poco, muy lentamente hasta que toda la espalda estuvo llena de crema. Lo hacía tan lento, acariciando en lugar de extendiendo, siguió por los gemelos pasando a la zona trasera de las rodillas donde apretó ligeramente. Fue subiendo los dedos por los muslos, cuando María llegó a mi cola intentó correrme la tanga para aplicarme la crema, digo:

–¿Qué haces? –Girándome y mirándola.

–Nada solo quiero pasar bien la crema –contesta.

Los días fueron pasando, íbamos juntas al trabajo y cuando podíamos siempre a la playa. A esa misma u otra que nos quedaba más cerca. Ella en la habitación no tenía ningún problema en andar desnuda delante mío todo el día, tenía la concha depilada con un puñadito de pelos rubios arriba.

Yo tampoco, cuando salía de bañarme, pero enseguida me ponía mi tanga y quedaba en tetas. Comíamos así, dormíamos así.

Un sábado después de cobrar nuestro primer sueldo, decidimos salir a un bar. Tomamos demasiado, jodimos con chicos que se nos acercaban, nos reímos mucho, nos contamos cosas hasta que decidimos salir del bar ya que no llego ningún chico que nos llamara la atención, solo se nos habían acercado tipos insípidos, cuando llegamos a la habitación encendimos un cigarrillo y nos servimos un par de copas más, comenzamos a bromear acerca de que la falta de vergas ricas en la ciudad y de las ganas con que nos habíamos quedado.

–Quizás somos muy mamonas –dijo– deberíamos dejarnos coger por cualquiera– las dos reímos a carcajadas.

–Deberíamos hablarle al primero que pase por la calle y que nos coja a las dos –dije yo.

Ambas reímos nuevamente, yo lo había dicho en tono de broma, pero María corrió la cortina y abrió la ventana, se asomó afuera y dijo:

–allá viene uno, comenzó a hacer un baile provocativo y a subir su vestido lentamente.

–estás loca –le dije

–ven acá –dijo, extendiendo su mano para ponerme de pie.

Ambas comenzamos a bailar de forma sensual, parando el culo, subiendo el vestido y tocándonos de forma sexy, cuando el tipo pasó frente a la ventana María hizo un sonido para llamar su atención, el tipo volteó, no era nada feo, María sacudía sus tetas del vestido inclinándose de forma sensual, yo seguía tocándome por encima de la ropa y moviéndome de forma sexy.

–quieres jugar –gritó María, apretando sus pezones.

El tipo hizo cara de nada y se fue, nos reímos a carcajadas hasta quedar tiradas en el sillón, cuando recobramos el aliento dije:

–deberíamos darnos placer solas. Con Ana y otras chicas ya tenía experiencia en masturbarnos juntas y llegar a acabar.

–Tienes razón –dijo, no necesitamos a esos tipos. Se sentó en el sillón, levantó su falta, se hizo la tanga a un lado y comenzó a frotar su vagina

–Vamos nena, tócate –me dijo.

Yo me recuperaba de la risa, me senté en el sillón y la observe un poco, ella saco sus tetas redondas y duras, con los pezones color rosados, abría con sus dedos su vagina depilada, muy húmeda e hinchada, sus labios vaginales carnosos y su clítoris sobresalía, veía como sus dedos iban y venían llenándose de sus jugos, mis pezones despertaron y mi concha también, era hermosa, muy sexy.

–Qué esperas nena, tócate también –me dijo sacándome de mis pensamientos

Me reí y me comencé a tocar las tetas por encima de la ropa.

–sácate las tetas –me dijo jalando mi escote hacia abajo, me tomo por sorpresa y me ruborice un poco.

–Vamos tócate, haz lo que mismo que yo –me dijo, mientras volvía a recostarse en el sillón y separaba sus piernas, obedecí, me recosté, separé las piernas, hice mi tanga a un lado y puse mis dedos sobre mi concha, la sentí empapada y resbalosa, comencé a frotarla con mis dedos y enseguida el calor me invadió, el alcohol hacia sus efectos también y me sentí un poco más desinhibida.

Continúe dándome placer, tocaba mis pezones y los pellizcaba con una mano, con la otra frotaba mi clítoris, me perdí un poco en mi placer cerré los ojos y continúe, en un momento abrí los ojos y miré a María, se había incorporado y me miraba sin dejar de frotar su vagina, quise incorporarme pero me detuvo, sigue me dijo, se ve que lo estas disfrutando y yo también disfruto mucho verte, la sangre subió a mi rostro, deje de tocarme y me cubrí la cara.

–no seas mensa –no pares– me dijo cerca del oído con voz suave y sexy

Sentí su cuerpo tibió muy cerca del mío, mis pezones se pusieron más duros y un golpe de calor bajó a mi concha mojada, quite mis manos del rostro, abrí los ojos y me encontré con los suyos llenos de lujuria, dos de sus dedos se deslizaron en mí, un gemido salió de mi garganta.

María sonrió, sus tetas estaban a la altura de mi boca, así que las tome y comencé a chuparlas, lamerlas, eran suaves, tersas, apreté sus pezones con mis labios mientras los lamia con lujuria y deseo, no podía creer lo que estaba pasando, cuantas veces me había masturbado, pensando en una chica, cuantas veces la había visto pasear desnuda por la habitación con sus hermosas tetas al aire, sorprendiéndome a mi misma con el deseo de poder comérmelas, justo así como lo estaba haciendo, mi lujuria se hizo mayor, chupaba, lamia y daba mordiscos a sus deliciosas tetas, absorta de placer.

Me tomo por las caderas y se puso sobre mí, me incorpore para quedar sentadas, ella encima de mi, seguí comiéndome sus tetas mientras mis dedos hurgaban cerca de su concha, la sentí empapada, metí mis dedos en su cuevita tibia y suave y comencé a frotarla, ella gemía y eso me ponía más caliente, deslice mis manos por sus nalgas, nos sacamos la tangas y los vestidos, se recostó boca arriba sobre el sillón, abrió sus piernas, ofreciéndose a mí, no lo pensé dos veces, metí mi rostro entre sus piernas, bese los alrededores, pasando de vez en vez mi lengua por encima de su mojada cuevita, rozándola apenas.

–ahhh siii –la escuchaba gemir despacio

Bajé hasta su culito, pase mi lengua alrededor y después lo chupe con deseo, ella abría sus nalgas con las manos, extasiada, intente penetrarlo con mi lengua pero apenas podía entrar un poco, con mis manos abrí mas sus piernas, su cuevita se abrió ante mis ojos escurriendo jugos, como deseaba beberlos todos, pase mi lengua por la entrada dando toquecitos, el olor de su vagina tibia me invadió, abrí mis labios y chupe todo lo que mi boca alcanzó a abarcar, sus jugos estaban en mi boca por fin, quería devorar ese manjar.

Pero lo que más quería era ver gozar a María, escucharla gemir, subí mi lengua hasta su clítoris y comencé a dibujar círculos alrededor, sentí la piel de sus piernas erizarse, comencé a lamer suave y sin prisa, lo sentí crecer poco a poco entre mis labios, metí uno de mis dedos y comencé a moverlo hacia arriba en forma de gancho para estimularla por dentro también

–ah siii –gemía María, –sigue así– decía entre jadeos

Escucharla me calentó mas y aumente el ritmo un poco, su espalda se arqueo y sentí sus manos en mi cabeza, estaba a punto, quería sentirla acabar en mi boca, seguí entre sus piernas lamiendo su rico botoncito, degustando su sabor, sus jugos se mezclaban con mi saliva y escurrían por la comisura de mis labios, mi lengua comenzaba a entumirse, pero no baje el ritmo.

–me vengo –me dijo jadeante– ahhh siii, me vengo.

Convulsionaba de placer atrapando mi dedo, ella comenzó a mover su cadera y a presionar mi cabeza contra su vulva que explotaba, dueña de su orgasmo, buscando prolongar el placer.

–¡aaaah!, la escuche gritar.

Sus gritos me pusieron a tope, baje mi mano libre hasta mi rajita que estaba escurriendo y puse mi concha junto con la de ella y la frotamos en forma de tijera para darme el desahogo que necesitaba, me llevo al éxtasis total y estalle, de mi boca salió un grito descomunal, gigantesco, formidable, que llenaba mis labios y mi garganta, era un delicioso orgasmo.

El verano continuo, tuvimos muchas noches de sexo juntas. Solas y también con chicos. Cogimos todo lo que pudimos y a todos.

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