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Mi prima se viste de novia (Capítulo 2)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Los dos o tres minutos que se estaba demorando en abrir la puerta, los aproveché como si hubiesen sido horas. Me levante, tapé a mi prima, me puse el pantalón y me acosté en el sillón, que ya estaba preparado con una sábana en la parte de abajo y hasta otra para taparme. Cerré los ojos y pretendí estar dormido.

Pasaron varios minutos más. Tantos, que casi me duermo en serio. Todavía se escuchaba el sonido de una llave que entra, sale y entra de nuevo.

Más minutos pasaron y se me agotó la paciencia. Me puse de pie, la remera y fui a abrirla yo.

-Gracias chabón, nos salvaste

Fabián no estaba solo. Llegaba desmayado, con sus brazos alrededor del cuello de dos amigos que no habían podido abrir la puerta, a pesar que estuvieron un buen rato intentando, haciendo malabares con el casi cadáver de su amigo y la ignorancia de no saber cuál de todas las llaves, era la correcta.

-Alta fiesta te perdiste – me dijo el más gordito. Un desubicado.

“Si, veo. El pelotudo de tu amigo me debería haber invitado”, pensé. Pero pronuncié solo las dos primeras palabras. “Casi le rompo el regalo de casamiento”.

Los ayudé a llevar a mi futuro primo político hasta la habitación. Lo acomodamos, vestido así como estaba, al lado de Julia, y me contuve de no sopapearle la cabeza al otro amigo, que se quedó colgado, mirando la figura de mi prima bajo las sábanas. Dos desubicados.

Fui al baño, me eché la meada más espesa de mi vida, me lavé la cara y como ya era de día, me dispuse a volver a mi departamento. Al salir, los dos pibes ya se habían ido. No me importó que lo hayan hecho sin saludar. Me jodió la vida que, cuando se fueron, se llevaron la llave de Fabián.

¿Se puede ser tan, pero tan boludo, loco? Me dejaron encerrado. La puerta se cerraba, si o si, con la llave. Si me llevaba las llaves de Julia, los dejaba encerrados a ellos y tendría que volver a rescatarlos más tarde. No daba.

Resignado, volví a la habitación. Mi prima se había vuelto a destapar, se le veía el orto entangado, pero no quise ni mirar. Me tiré en el sillón y a pesar de lo que me había dicho July unas horas atrás, doblado, entré en él. Acomodé la cabeza en un apoya brazos y me di cuenta que mi mirada quedaba directo al culo de mi prima. Ni lo dude y me levanté para poner mi cabeza en el otro apoyabrazos. Esa locura tenía que terminar ahí nomás. Prefería tener a la vista los pies sucios de Fabián. Aunque pueda parecerles raro, así iba a resultar más fácil poder dormirme.

Las pelotas. Ni dos segundos podía cerrar los ojos. Estaba ultra desvelado. Cerraba los ojos y me molestaban. Los abría y ahí estaban otra vez esos pies sucios, casi en primer plano. Pensé que tal vez todo eso sería una señal del destino, para que no vuelva a actuar como esa noche, nunca más. Me puse boca arriba y fue peor: así sí que no entraba. Preferí arriesgarme a perder la vista y no la espalda. Volví a ponerme de costado.

Habrá pasado media hora hasta que Julia se movió. “Al fin”, pensé. Se sentó en la cama y unos segundos después se puso de pie, mirando la pared, de espaldas a mí. Era mi oportunidad para irme y estaba juntando fuerzas para levantarme yo también, pero me frené cuando mi prima se tocó la cola y se miró la mano. Seguramente había notado el orto un poco pegajoso.

“Es un poquito de guasca, que me salió de la pija, cuando la tenía apoyada en tu tanga”

No sé si por miedo o por estúpido pero, en vez de pedirle que me abra, decidí hacerme el dormido. Tal vez, también, porque quería verle el culo un rato más.

Cuando se cansó de manosearse el orto para mirarse la mano, se fue al baño. Por mi cabeza comenzó a rondar la pregunta sobre si se estaría tocando, pero me la bajó de un hondazo cuando salió al ratito.

Parada y dándome la espalda, otra vez, pero ahora mirando al placar, del lado de la cama donde dormía su futuro marido, pude ver como abrió un cajón, sacó otra bombacha y ahí nomás se quitó la blanca y la cambió por esta limpia, que era rosa con puntitos amarillos. Para poder verla bien, tuve que estirar el cuello a más no poder, y aunque bien sabía era inapropiado, no pude evitarlo. Aunque la remera me impidió verle el culo desnudo, el sólo acto me había vuelto loco. Otra vez me había hecho poner la verga como un fierro. La tortura parecía haber vuelto.

Tiró la tanga blanca al suelo y como un acto de piedad, buscó un pijama y se lo puso. Todavía podía notar sus nalgas marcándose sobre la prenda, aunque no era ajustada. Era mas bien un pijama suelto, de esos parecidos a un pantalón hippie, que nunca supe de qué tela están hechos.

Incluso ya vestida, la seguía viendo como a una putita.

A esa altura de la jornada, pensé que el show había terminado. Que se iba a ir a acostar, a la hora me dormiría yo también y a eso de las cuatro de la tarde me vendría a despertar con mate. Pero nunca tuve la creatividad necesaria como para poder planear un show. Estaba totalmente equivocado. El show recién iba a comenzar.

Julia se arrodilló en el suelo, le desabrochó el cinto al pantalón de Fabián, le abrió los botones y le sacó la pija. Con una mano lo pajeaba mientras que con la otra le tocaba la cara, a la vez que le susurraba su nombre como queriendo despertarlo. El tipo ni reaccionaba, seguía respirando de una forma que me resultaba hasta indignante.

Ella nunca fue de las que se rendían rápido, fue por más y sin pensarlo dos veces se la puso en la boca.

Yo agradecí al cielo el haber cambiado de apoyabrazos: si mi atención superaba la barrera de aquellos pies sucios, se encontraba con una imagen sublime: mi prima arrodillada, con los ojos cerrados y chupando una verga como toda una experta.

Abría la boca, se la tragaba entera, la daba lamiditas cortas, la besaba, la lubricaba dejando caer saliva y otra vez se la tragaba entera, mientras que con la mano intentaba pajearlo. Una vez tras otra. ¿Y pueden creer que al flaco no se le paraba? No digo que se despierte, pero aunque sea por una reacción fisiológica o algo…

Ella se notaba sumamente excitada. Empecé a pensar si se había calentado por mi manoseo o simplemente era verdad lo que sus amigas habían dicho sobre ella y su amor por el sexo oral.

Disfruté de ese espectáculo como pude. Percibí tanta dulzura, tanta inocencia, tanto cariño de mi prima por la chota, que volví a sentí que iba a acabar, esta vez sin siquiera tocarme.

Otra vez quedé en trance. Ese lugar al que me llevaban el deseo y la perversión. “Daría la vida sin dudarlo por ser yo el dueño de la próxima verga que mi prima tenga en la boca”.

Otra vez a sentir el dolor físico en la pija por querer salir de mi pantalón.

Otra vez el dolor moral de saber que todo eso era incorrecto.

Otra vez el dolor psicológico de saber que probablemente jamás logre entrar en su cuerpo ni probar el jugo de su concha. De saber que jamás ella probaría, probablemente, el sabor de mi semen.

Era mucho dolor. Y mucho más cuando uno se hace consciente de ello.

“Ese si debe ser el final del show”, pensé ahora. ”Esa sería la escena perfecta para comenzar a bajar las cortinas: Mi prima peteando con cariño a su futuro marido”

Era mucho dolor, es cierto, pero quedó en segundo lugar cuando Julia, todavía con la pija en la boca, abrió los ojos y se encontró con los míos, mirándola fijamente.

Definitivamente nunca tendré la creatividad necesaria para organizar un show. Por suerte…

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