Hola, mi nombre es Estefanía y quisiera contarles que, cuando cumplí los 18 años sentí la necesidad de demostrar de que ya era una mujer. Quería que los hombres me vean como tal y que estos quisieran hacerme cosas. Es por eso que al principio no me interesaron los chavales de mi edad sino en aquellos hombres que contaban ya con cierta edad avanzada. Vi en mi padre la representación de lo que deseaba y era el que más cerca tenía.
Todavía recuerdo con mucha nostalgia aquella primera vez que me hizo suya en su auto. Recuerdo como sus manos buscaron mis senos y como me chuponeo toda en el asiento trasero. Recuerdo su boca succionando la sangre de mi cuello y su mano metiéndose por debajo de mi pollera. Recuerdo sus palabras y el momento exacto en que me lo dijo.
-Que rica que estás hija -dijo el mientras mordía y chupaba mis pezones.
Hasta ese entonces nunca había sentido tanto placer, sentir su lengua dentro de mi vagina fue algo espectacular y bastante placentero. Perder la virginidad luego de eso fue algo menor.
Cuando la vi me dio la impresión de que era bastante grande y no creía que eso pudiera entrar por mi vagina, el inicio de su primera incursión me dio la razón. A medida que iba ingresando el dolor fue apareciendo y con cada centímetro dentro se fue intensificando. Me dijo que el dolor iba ser algo pasajero y que haciéndolo despacio no iba ser tan doloroso.
Vi rastros de sangre en todo su pene y me preocupe, pensé que me había hecho daño, pero él me tranquilizó diciendo que era algo normal. Aun así, no quería que me la vuelva a meter, pero no pude evitar su segunda incursión.
Volvió a metérmela y el dolor se hizo sentir otra vez. Pensé que me la sacaría cuando la sentí retroceder pero estaba en lo incorrecto. Antes de llegar a la entrada de mi vagina volvió a empujar hasta el fondo para luego volver a retroceder y así una y otra vez. Sus movimientos dejaron de ser lentos y cuidadosos ahora eran fuertes y salvajes. El dolor poco a poco empezó a convertirse en placer y mi cuerpo a reaccionar ante eso.
Empecé a sentir un ardor que de a poco me fue consumiendo y haciendo que mi temperatura corporal suba. Mis gemidos empezaron a ser más fuerte provocando que mi padre entrara en un estado de excitación pura. Por culpa de eso el hizo algo que pensé que estaba muy mal pero que me termino gustando.
Sus manos empezaron a apretar mi cuello e hizo caso omiso a mis súplicas para que deje de hacerlo. Entonces sentí como sus embestidas empezaron a ser cada vez más fuerte y ese ardor que empecé a sentir se convirtió en una llama que necesitaba ser apagada. Fue entonces que comencé a sentir como un fluido no propio de mi cuerpo empezó a recorrer mi interior. Supe rápidamente lo que era y lo que eso significaba, que era que mi padre me había convertido en su mujer.
El cansado retiro su pene de dentro mío y se sentó sobre el asiento, yo por mi parte seguí recostada y me empecé a tocar el líquido que brotaba de mi vagina. Luego me recompuse y vi como su pene todavía seguía en un estado de flacidez así que decidí agarrarla con una mano y llevármela a la boca por primera vez.
Mi lengua empezó a juguetear con la punta de su pene, a querer ingresar por ese agujero y a saborear ese sabor agrio que sólo iba a poder encontrar en los penes de los hombres. El empezó a disfrutarlo, a gozarlo y a querer que su poronga recuperará la fuerza que supo tener esa misma noche. Es por eso que hundió mi cabeza haciendo que su debilitado pene llegará a la entrada de mi garganta, pero no hubo caso. Su pene en vez de ponerse dura otra vez volvió a su tamaño normal y tuvimos que dejar de hacerlo. Entonces nos pusimos la ropa y emprendimos el regreso a casa.