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Mi odiosa hermanastra (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Fue muy difícil dormir teniendo a la pendeja de Florencia en mi cuarto. Me había acostumbrado tanto a mi ritual nocturno y mañanero de hacerme la paja, que el hecho de no poder hacerlo porque mi hermanastra estaba dormida tan cerquita, me dio bronca.

Encima la forra ni siquiera se había calentado en pedirme de onda quedarse en mi cuarto. Como dice mamá, no se le puede pedir ropa a Tarzán. De una pendeja arrogante y maleducada como ella, no se podía esperar que pida por favor. Al menos no a mí, a quien consideraba un ser inferior. Pero por lo menos hubiese venido con más humildad.

Ya eran como las dos de la mañana y no podía pegar ojo. Mi pija se había puesto más dura que un tronco. Para colmo, antes de apagar la luz para dormirme, había visto cómo la sábana con que se cubría Florencia, se descorrió por tantos movimientos que hacía mientras dormía. No pude evitar mirarla. La mina era una porquería de persona, pero estaba muy buena. Las piernas eran quizás muy musculosas para mi gusto. Mi hermanita iba al gimnasio de seguido, y las gambas eran más fornidas que las mías. Las nalgas, por otra parte, eran perfectas. Ya de por si la genética la favorecía. Había nacido con unas pompas carnosas y paradas. Y sus largas horas de gimnasio terminaban de perfeccionar lo que la naturaleza había creado.

Desde la última vez que la imagen de ella, sacándose una foto semidesnuda, se había filtrado entre las mujeres que más me calentaban, ya no podía escapar de fantasear con ella.

Mi amigo seguía firme como mástil y duro como acero. Escuché cómo Florencia respiraba profundamente entre sueños. Hacía como media hora que tenía la erección, y no había manera de que mi amigo se ablande. Había leído en alguna parte que tener erecciones por mucho tiempo podía ser peligroso. Así que empecé a acogotar el ganso. Florencia seguía con sus largas exhalaciones. La recordé, de nuevo, en tetas, sentada sobre la pileta del baño. La Imaginé, calladita, como estaba en ese mismo momento, pero no dormida, sino amordazada, y con las manos atadas, totalmente indefensa y a mi disposición.

Qué no daría por tenerla frente a mí, y humillarla, pero de una manera diferente a como ella me humillaba. Hacerla suplicar. Obligarla a que me pida perdón por todos los insultos y agresiones. Luego le arrancaría la ropa a tirones. La dejaría en pelotas y la penetraría por todas sus hendiduras.

Acabé. Saqué de abajo de la almohada algunos papeles de cocina, y me limpié. Después, haciendo el menor ruido posible, para que la pendeja no se despierte, fui hasta el baño para deshacerme de la evidencia incriminatoria.

Después de un rato, al fin, pude dormir.

Pero me desperté más temprano de lo normal ¡A las nueve de la madrugada! Porque Florencia había encendido la luz y empezaba a prepararse.

-¿Hace falta que hagas tanto quilombo? -Le pregunté, bostezando.

Florencia ni se molestó en mirarme. Estaba vestida solo en ropa interior. Estiró su espalada, haciendo fiaca. Era flaquita y tenía tremendas curvas la hija de puta.

-Algunos tenemos cosas que hacer -contestó.

– Si no estás cursando… y esas bijuteries que hacés, las podés hacer a cualquier hora.

-No jodas pendejo, mirá se te voy a estar dando explicaciones a vos. Ah y otra cosa… ¿No viste mi tanga?

Me quedé petrificado ante la pregunta.

-¿Tu tanga? ¿Estás loca? -dije, haciéndome el ofendido-. Qué se yo dónde está tu tanga.

-Bueno… ¡Tan susceptible vas a ser! Pensé que a lo mejor se me había caído en algún lugar cuando fui a llevar la ropa al canasto, y vos la encontraste

-Si encuentro una tanga tuya tirada en el piso, no la toco ni con un palo

-Quedate tranquilo, nunca vas a tocar una tanga como esa. No creo que las chicas con las que salgas se animen a poner algo así. -Me contestó la perra.

Tiré las sábanas a un costado, y salté de la cama. La agarré de la muñeca, y se la apreté con fuerza.

-Pendeja de mierda, vos no sabés nada de mí – le dije

Estaba totalmente sacado. Florencia, por primera vez me miró con miedo. Tal vez la próxima vez que pretenda romperme las bolas, lo pensará dos veces, me dije recaliente.

-¡Soltame tarado! -dijo, casi llorando.

Pero yo apreté más fuerte.

-Me estás lastimando pendejo!

La solté. La muñeca quedó con la marca roja de mis dedos. Florencia hiso un puchero al verla.

-Pendejo boludo – Insultó.

Agarró su colchón y lo llevó a rastras hasta su cuarto.

Me sentí bastante mejor después de haberle puesto los puntos a la pendeja. Pero a la tarde me dio un poco de miedo. Escuché cómo mi hermanastra se quejaba en voz alta con Pedro, su papá. Pero me dije que no tenía nada de qué preocuparme. Si la pendeja me estaba mandando al frente por haberla lastimado, les diría que ella se lo buscó. Si no les gustaba la cosa, que se vayan todos a la mierda. Ya estaba harto de que todos la vean como la chica perfecta, cuando en realidad era una víbora.

Pero cuando entré a la sala de estar, oí a Florencia decir:

-Pero cuándo va a venir ese técnico de mierda! ¿Y por qué no llamás a otro?

-El hombre tuvo una emergencia familiar Florcita – contestó Pedro.-Tenés que entender, no le puedo sacar la changuita al pobre, y menos ahora.

Ambos me miraron. Florencia con desprecio, como siempre. Pedro me saludó con la cabeza y siguió hablando con su hija.

-Podés dormir acá en el living – Propuso

No había pensado en eso ¿Por qué había ido a mi cuarto si podía tirar el colchón en el living, donde también había aire acondicionado?

Lo dejé hablando solos. Ya había escuchado suficiente.

A la tarde salí con Gonza y Manu. Juancito no pudo ir.

-Su jermu no lo habrá dejado -dijo Manu al respecto.

Fuimos a lo de Gonza a escabiar. Como era de esperar, salió el tema de Florencia. Todos mis amigos, desde que vivo en casa de Pedro, no paraban de romperme las bolas con ella. Y cuando iban a casa, le tiraban los galgos. Florencia los ignoraba, hacía la suya. Sabía que Gonza la seguía en Instagram, y estaba seguro de que se habrá tirado un lance mandándole un privado, aunque nunca me lo dijo, claro. De todas formas, nunca le daría bola. No estaba a su altura. Ninguno de los pibes lo estaban. El amante de Florencia sería un tipo con físico escultural, o un hombre unos cuantos años mayor que ella, hecho y derecho y con unos buenos mangos en el bolsillo. Un profesional universitario, un empresario. Florencia aspiraba alto.

-Y cómo anda Florcita -Preguntó Manu, mientras soltaba el joystick un rato para agarrar el vaso de cerveza.

-Hinchapelotas, como siempre. -contesté.

Entonces les conté la pelea que tuvimos en nuestro cuarto.

-¡Qué forra! -Cómo te va a decir eso. -se indignó Gonza.

Se solidarizaron conmigo, pero enseguida empezaron a romperme las bolas preguntando con qué ropas dormía Florencia. Quizás porque ya estaba medio en pedo, o porque de vez en cuando me gustaba ser el centro de atención, les conté cómo había aparecido en mi cuarto con una bombachita blanca y una camisa como única vestimenta. Les conté también, cómo, al ratito de dormirse, las sábanas dejaron al descubierto su cola perfecta.

-Si yo la viera así, me la cogería ahí nomás -dijo Manu-. ¿Vos no te tentaste Mariano?

No pensaba decirles que me había masturbado mientras ella dormía. Algunas cosas no son necesarias ser contadas, ni siquiera a los mejores amigos.

-Es tan ortiva que te dan ganas de decirle que se meta su cuerpito perfecto en el culo -dije.

-¿En serio nunca le tuviste ganas? -preguntó Gonza.

Siempre me mostré desinteresado por Florencia, y los chicos lo sabían. No sólo por lo mal que me caía, sino porque sabía que si me encaprichaba con una mina como esa, sería una pérdida de tiempo. Además, siendo su hermanastro, era aún menos probable se fijara en mí. Así que nunca había pensado en ella de esa manera, al menos no seriamente. Cada vez que la veía con esas calzas súper ajustadas que usaba para ir al gimnasio, no podía evitar mirarla, pero no me quedaba con esa imagen en la cabeza. Cuando salía con sus amigas, y se vestía de una manera recontra perra para ir a bailar, simplemente la ignoraba.

Nunca empieces una batalla que no puedas ganar, siempre decía mamá. Y Florencia era eso. Una batalla que había perdido antes de comenzar a pelear.

Mi sistema era simple pero efectivo. Mientras no me hiciera la cabeza con ella iba a estar todo bien. Yo ya tenía a mis propias fantasías inalcanzables. No era necesario sumarme una tan complicada como Florencia.

Hasta el momento iba todo bien y la actitud de mierda que siempre tenía mi hermanita, me ayudaba a no mirarla como una mujer, sino como un enemigo.

Pero desde que la vi en el baño, sacándose esa foto, todo mi autocontrol se había ido a la mierda. Y para colmo encontré esa tanguita negra suya, tirada en el lavadero, y me la quedé, escondiéndola en el baúl donde guardo mis revistas, como si fuese una especie de botín de guerra.

-No, está buena, pero hay muchas minas que están buenas y no son tan forras -contesté, haciéndome el boludo.

En esa respuesta había mucha mentira. Era cierto que había muchas minas lindas, pero como Florencia, muy pocas. Y la mayoría de las que estaban tan buenas como ella eran famosas. Además sí que le tenía ganas. ¡Y cómo no iba a tenerlas! de hecho, era increíble que hasta hacía poco, había logrado mantenerla alejada de mis fantasías sexuales.

No solo les mentí. Tampoco pensaba contarles que la había visto en tetas. Eso me lo guardaba para mí. Me preguntaba si ella se lo habría contado a alguna amiga, o también se lo quedaría para ella. En ese caso, teníamos un secreto que de alguna manera nos unía.

Me fui cuando ya estaba oscureciendo. Cuando llegué a casa vi a mamá y a Florencia viendo algo en la tele.

-En una hora está la comida. -dijo mamá.

Fui a mi cuarto. Abrí el baúl de madera donde guardaba mis magas y comics. Entre el Primer y el segundo tomo de "Vagabond"; estaba la tanguita de Florencia. La agarré. Fui al baño, el cual compartía con mi hermanastra. Para mi sorpresa, colgada en la canilla de la ducha, encontré otra prenda íntima suya. Un culote negro. Pero este no me lo podía llevar, sino, me descubriría.

Pero aun así lo agarré. Lo olí. Estaba húmedo por el agua de la ducha, pero también creí oler transpiración y algo más. Algo leve, pero al ser un olor desconocido, me llamó la atención. ¿Era fluido vaginal? al ser virgen no conocía ese olor, pero imaginé que se trataba de eso.

Mi pija se puso dura, mientras sostenía las dos prendas íntimas de mi hermanastra. Dejé el culote donde estaba. Me senté en el inodoro, envolví mi verga con la tanguita robada, y me empecé a pajear. La leche salió abundante y empezó a resbalarse por el tronco, ensuciando la prenda que lo envolvía.

Me di una ducha y lavé la tanguita. Luego me la llevé de nuevo a mi cuarto.

………………………………

A la noche llamaron a mi puerta. Como era su costumbre, Florencia no esperó a que yo la invite a pasar.

– Escuchame, no quiero dormir abajo en el living, me da paja bajar por la escalera con todas mis cosas, y además papá se levanta muy temprano. Va a ser muy incómodo dormir ahí. -dijo la intrusa.

-¿Esa es tu manera de pedirme que te deje dormir acá de nuevo? -pregunté.

Me clavó sus grandes ojos marrones.

-¿Me dejás dormir acá por esta noche?

No dijo por favor; pero tampoco esperaba tanto de ella.

-Bueno, pero no se te ocurra desubicarte como ayer -dije.

-Con eso ya estamos a mano – señaló con su mirada la muñeca que le había lastimado, aunque ya no tenía marcas.

Trajo su colchón y sus sábanas, y como el día anterior, se acomodó al lado de mi cama. No había tanto espacio en mi cuarto, sino, supongo que hubiese dormido lo más lejos posible de mí.

Cuando terminó de estirar las sábanas se quitó el pantalón y la remera que llevaba. ¡Con qué facilidad se quitaba la ropa mi hermanita!

Quedó con un conjuntito de ropa interior blanca. La tanga no era tan diminuta como la que yo guardaba en esa misma habitación, pero la tela blanca se metía entre sus nalgas con demasiada facilidad. Mirá ese culo come-trapo; solía decir Juancito cuando veía una hembra voluptuosa con prendas ajustadas. Y el culo de Florencia era el más come trapo que había. Se podía esconder un ropero adentro.

-¿Te incomoda verme así? -preguntó-. No me gusta dormir con pijama. Y de hecho, suelo dormir desnuda.

Me quedé boquiabierto, ante la idea de tenerla totalmente desnuda tan cerca.

-Para nada, ¿cómo me iba a incomodar? -contesté.

-Ah, como te quedaste mirándome…

-Sólo te miraba pensando con qué cosa me vas a salir hoy -contesté, esquivándola.

-No te voy a salir con nada, no estés a la defensiva.

Se metió debajo de la sábana, pero sólo se cubrió hasta el ombligo. Hacía demasiado calor y la pieza no se había enfriado mucho que digamos. Era agradable sentir el aire frío en la piel. Así que no me extrañó su actitud.

-Te aviso que voy a ver una peli en mi notebook, así que espero que igual puedas dormir. -dije. La verdad era que podía ponerme los auriculares, pero no pensaba hacerlo.

-¿Qué vas a ver?

-Joker.

-Ya la vi. -dijo – Y no me molesta, igual me duermo fácil.

-Apagá la luz cuando quieras -le dije con sequedad.

-Sabés que estuve pensando… -dijo Florencia-. Creo que me desubiqué ayer. No soy quien para estar diciendo con qué tipo de mujeres podés estar o no.

Me sorprendieron sus palabras. Casi parecían una disculpa.

-Yo también me saqué. -admití-. Como dijiste… estamos a mano con eso.

-¿Te puedo hacer una pregunta? -dijo ella.

Me fastidió que me interrumpa justo cuando iba a poner la película. Ya de por sí era difícil tenerla ahí, media desnuda. No sabía cómo iba a poder evitar hacerme una paja otra vez mientras ella dormía a centímetros de mí. Y de hecho mi amigo el cabezón ya se estaba hinchando. La sangre corría cada vez más rápido por él.

-Qué -contesté.

-¿Por qué te caigo tan mal? -Soltó mi hermanastra.

¿Se había vuelto locas?

-¿En serio me estás preguntando? -pregunté.

-Claro…

-¡Pero si vos sos la que me tratás mal! -me exalté-. Te burlás de mi todo el tiempo, me insultás, varias veces me dijiste que querías que me fuera de esta casa, me refregás todo el tiempo que sos mejor que yo. Me mirás con desprecio. Me echás en cara que no tengo trabajo ni estudio, cuando sabés muy bien lo difícil que es para la mayoría de los pibes de nuestra edad salir adelante. Estás tan acostumbrada a que todo te salga bien, que no te das cuenta que no todos podemos…

Había levantado la voz, casi gritando. Sentí el calor en mi rostro y supe que me había puesto colorado.

Florencia me miraba atentamente, como esperando a que yo continúe, pero en ese momento no tenía nada más que decir.

-Las cosas no son tan así -dijo.

Se sentó sobre la cama. Yo no pude evitar ver el sensual movimiento de sus pechos cuando lo hizo.

-Vos también sos jodido. -siguió hablando-. Desde que llegaste a vivir acá, me ignoraste. No colaborás en nada en la casa. Siempre soy yo la que tengo que andar ayudando a tu vieja y eso que estudio y trabajo, y vos no hacés nada… Es verdad, quizás no sea tu culpa que no puedas aprobar el examen de ingreso en la facultad, y que no consigas trabajo, pero no tenés ningún motivo para no ayudar con la limpieza de la casa, o con la cocina. Pero yo sí lo tengo que hacer ¿Y por qué? ¿Porque soy mujer? Además siempre que me cruzás en la casa, me esquivás, como si tuviese lepra. Cuando estamos con tu mamá viendo la tele, te metés en el cuarto, como si fuese una tortura compartir un rato conmigo. Siempre andás malhumorado. Y la verdad que podría seguir, pero bueno, yo también soy complicada, ya lo sé, pero vos no sos ninguna víctima Mariano, yo te sufro tanto como vos me sufrís a mí.

Dijo todo eso de corrido, casi como si se lo supiera de memoria, como si fuera algo que tenía atragantado desde hace tiempo. Me quedé callado. No sabía qué decir. ¿Yo era tan forro como ella? ¿Ella se sentía tan angustiada como yo al convivir con alguien que la detestaba?

-Vos no entendés -dije. De repente algo estaba saliendo de adentro mío, sin que pudiese evitarlo-. Para vos la vida es muy fácil Sos linda, e inteligente. Te llevás el mundo por delante. No sabés lo que es sentirte rechazado. Que solo te quiera tu mamá y algunos amigos tan loosers como vos.

Nunca había sido tan sincero con alguien, ni siquiera conmigo mismo. Florencia me miró, y parecía sorprendida, aunque no sé si por mis palabras, o por el solo hecho de haberme abierto de esa manera.

-No seas tonto. No me vengas con ese cuento de que por ser linda no sufro ¿te pensás que no sufro por amor? Hasta hace unos meses salía con uno de mis profesores. Una boluda. Creía estar enamorada, pero supongo que lo que me atraía era el hecho de que fuese algo prohibido -. Me miró, como esperando que le diga que entendía de qué hablaba-. Estaba casado -siguió diciendo ante mi silencio-. Y claro, no dejó a su esposa. Sólo me quería por mi cuerpo. Aunque él aseguraba que lo que más le gustaba era mi perspicacia, cuando estábamos en la cama me quedaba claro que sólo quería usarme. Después no contestaba los mensajes. Sólo cuando quería un polvo furtivo se acordaba de mí. Al final lo dejé yo, pensando que iba a volver de rodillas.

-¿Y qué pasó? -Pregunté, intrigado.

-No volvió a llamarme. Supongo que tiene una lista larga de pendejas que se entregarían con la misma facilidad que yo. Unas estúpidas. .-¿Y vos porqué estás solo? -me preguntó después.

-No soy de los tipos en los que se fijan las minas -. Dije, sin poder terminar de creer la facilidad con que me estaba abriendo ante mi enemiga.

-Qué tonto. Tu problema no es estético. -dijo Florencia-. Digo… no es que seas muy fachero que digamos, pero al menos sos alto. Lo que te falta es actitud. Si no te convences a vos mismo de que podés estar con la mujer que quieras, nunca lo vas a lograr.

-¿Tenés muchas amigas que les guste los tipos altos? – pregunté intrigado.

-Más de las que imaginás ¿Sabés por qué llaman la atención los hombres altos? -dijo Florencia, y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.

-¿Por qué?

-Porque se supone que son grandes en todas las partes de sus cuerpos.

-¡Estás mintiendo! -dije, pensando que me tomaba el pelo, aunque no estaba para nada molesto. Sentía que estaba hablando con una persona totalmente diferente a la que conocía. -todas las mujeres dicen que prefieren un pene normal que sea bien utilizado a uno grande que se use mal. -dije, seguro de haberlo escuchado montón de veces en la televisión.

-¿Y no te das cuenta de la mentira velada que hay detrás de esa afirmación?

-¿Qué? -pregunté sin entender.

-Es una falsa dicotomía -dijo Florencia.

-Hablame en castellano por favor.

-Una falsa dicotomía es una situación en donde se presentan dos puntos de vista como si fueran las únicas opciones, cuando en realidad existen muchas otras.

-Acordate que no soy universitario -dije.

Florencia rio a carcajadas. Tuve que esperar un buen rato hasta que pudiera hablar.

-Fijate en lo que dijiste al principio. Las mujeres, según vos, prefieren una pija de tamaño normal, pero bien usada, a una grande pero mal usada… -Dijo. Me sorprendió escuchar la palabra pija; saliendo de su boca. -Pero para empezar hay más opciones… -siguió diciendo-. Por ejemplo, un pene normal pero mal usado, o… una pija grande y bien usada.

Traté de decir algo pero no se me ocurría nada. Todavía no caía en la conversación que estaba teniendo con mi hermanastra.

-¿Dónde está la verdadera Florencia? – solté, y ella se rio de nuevo.

Me estaba gustando mucho hacerla reír. ¡¿Qué carajos estaba pasando?!

-En fin -dijo ella- Sólo quería que no te hagas tanto problema por las apariencias. Te va a ir bien con las chicas. Sólo falta que adquieras experiencia. Esa cara de virgen te vende.

La forra tenía que decir alguna maldad. Pero no me molestó.

-Bueno, ahora sí, voy a dormir -dijo.

Se levantó para apagar la luz. La vi de pies a cabeza y entendí que, al menos en lo físico, era asombrosa.

-Cuando duermo me muevo mucho -comentó- Es posible que amanezca con las sábanas tiradas a un costado. Pero sé que no te aprovecharías al verme media desnuda, así que voy a estar tranquila.

Entonces hiso silencio. A los pocos minutos escuché cómo su respiración se hacía más larga y profunda. Se había dormido.

Continuará.

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