Luego de lo ocurrido aquella noche en el anterior relato: Mi mejor amiga Gabriela (Parte II), yo ya me encontraba maquinando mi próximo encuentro con Gabriela, ansiaba por ver de nuevo su expresión que vi a través del espejo del baño, esa expresión de lujuria y placer. Pero para lo que tenía en mente sabía que tenía que ser paciente. Lo que yo no sabía era lo que estaba a punto de pasar.
Una nueva semana de empezó, los días pasaban entre el trabajo, llamadas y mensajes con Gaby. Por motivos personales que no son míos y que no relataré Gabriela, el tiempo que Gabriela podía disponer no era del todo flexible pero no me importaba para nada, era bueno tener a mi mejor amiga con la cual poder contarle mis preocupaciones y ¿por qué no? Liberar el estrés y me fascinaba la idea de que ella contara conmigo para lo que sea.
Un día miércoles recibo un mensaje suyo en el celular.
-Hola guapo, ¿cómo estás? –así me dice ella cuando esta de muy buen humor y feliz.
-Todo bien, aquí a punto de salir de la oficina. ¿Vos?
-De ida a mi casa.
-Me gusta que me escribas, pero sabes que si manejas debes tener cuidado con el celular –le respondo el mensaje.
-Lo sé –me escribe– pero como sos una persona muy ocupada te preguntaba si tenías planes para este sábado.
Eso último fue una broma de ella, admito que adoro el tono sarcástico que usa ella a menudo. Es algo que demora su tiempo en acostumbrarse para algunas personas, pero esa es una cualidad que me encanto en ella desde el primer día que la conocí en la universidad.
-A ver… no… creo que no… no, no tengo ningún plan para el sábado. ¿Qué tienes en mente?
-¿Te acordás que me habías dicho que querías aprender a manejar? –me escribe
-Sí, me acuerdo
-Bueno te cuento que este sábado tengo tiempo para poder darte unas cuantas clases.
-Me gusta mucho la idea –fue mi respuesta, la verdad que el no haber aprendido a manejar era algo que me no me gustaba.
-Entonces nos vemos este sábado de que salga de la oficina.
-Perfecto –le respondo. A lo que Gabriela me contesta con un mensaje de voz:
-Momentito –dice– pero esas clases –hizo una pausa- te costarán un almuerzo.
El mensaje de voz lo terminaba con una risita que sonó para mi muy sexy.
-Me parece bien –le escribo– iré pensando en algún lugar bonito.
Deje el celular y me dirigí a mi casa, mientras iba caminando pensaba en lo que podría pasar ese día, me sentía muy excitado bajo la idea de que se repita el encuentro sexual en un lugar público, así que llegue a mi casa prendí la computadora y me puse a buscar alternativas de lugares a los cuales poder ir a “comer”. Encontré un lugar que se veía bonito y discreto, además que por experiencia personal sabía que el lugar en ocasiones se encontraba casi vacío.
Me acosté a dormir rogando que los días pasen rápido, pero era tanta mi excitación que tome el celular y me masturbe viendo la foto de perfil de Gabriela.
Los días pasaron sin inconvenientes hasta que al fin llegó el ansiado sábado. Pase la mañana en casa pensando en el futuro encuentro. Siendo sinceros tengo que admitir que soy una persona demasiado obsesionada con ciertos detalles, yo tenía en mente tener un encuentro sexual con Gaby pero para poder realizarlo necesitaba que se cumplan ciertas condiciones, así que, aquel plan donde pensaba poder disfrutar plenamente y hacerla gozar debía de esperar. Pero el poder volver a poseerla sexualmente en un lugar público era algo que deseaba repetir muchas veces más.
Como a mediodía yo ya estaba totalmente listo esperado por su mensaje o llamada. De pronto suena el celular, era Gabriela.
-Hola guapo.
-Hola, ¿Cómo estás? –le respondo.
-Bien, saliendo de reunión –fue su respuesta– ¿ya elegiste el lugar donde iremos a almorzar?
-Si, ¿te parece si nos vemos en La Guitarra?
-Perfecto, entonces nos vemos allá en lo que demoro en el tráfico.
-Está bien –respondo– te espero allá, mirá que desde el miércoles me tenés pensando en este encuentro.
-Suelo causar eso –me dice– bueno, nos vemos allá.
Corta la llamada y salgo de mi casa rumbo al mencionado lugar. Tomo un taxi y llegando al local me percato que Gabriela estaba llegando al mismo y estaba parqueando su auto. Espero a que baje y la saludo con un beso. Gabriela esta vestida con unos jeans azules al cuerpo, zapatos de tacón negros y una blusa negra de tiros que le acentúa demasiado sus senos.
-Vaya que llegaste rápido –le digo
-Increíble –dice ella– no había casi nada del tráfico.
-Debe ser el destino –le digo con una sonrisa.
Ella solo me mira con esos ojos cargados de… lujuria quizás y entramos al lugar. Pero grande fue nuestra sorpresa al ver el lugar con bastante afluencia de clientela.
-Vaya que esta concurrido el lugar –me dice.
-Sí, no pensé que hubiera demasiada clientela hoy.
Mientras que con la mirada buscábamos alguna mesa que pudiéramos ocupar escucho que alguien nos llama.
-Gabriela, Daniel!!! Tanto tiempo!!!
Era una amiga en común que teníamos y que se encontraba almorzando con su esposo, su nombre era Cecilia. Luego de saludarla ella nos invita a compartir la mesa con ellos ya que nos asegura que el restaurant está a tope y que encontrar una mesa vacía sería imposible.
Nos sentamos con ellos y ordenamos la comida, la conversación giraba en torno a cosas sin importancia, lo típico en estas ocasiones: tanto tiempo, como están, que han hecho y quejarse de todo. Pude notar como Gabriela estaba algo decepcionada a pesar de que participaba de la conversación de manera amena. No era para menos, yo me encontraba de la misma manera.
Los meseros trajeron la comida y todos nos aprestamos a comer, en eso una idea fugaz pasa por mi mente y deseo ponerla en práctica, como estábamos sentados con Gabriela casi lado a lado y yo no participaba mucho de la conversación decidí posar mi mano en la rodilla de Gabriela. Luego poco a poco mi mano va subiendo por sus muslos hasta que mis dedos llegan a rozar su vagina por encima de la ropa. Gabriela da un pequeño respingo y Cecilia pregunta:
-Gabriela, ¿Te encuentras bien?
-Si –responde– es que la comida está demasiado picante.
Mientras toma una servilleta y finge limpiarse la boca me da un pequeño codazo en las costillas. Continuamos con la comida y la conversación, yo ya envalentonado continúo acariciando a Gabriela por debajo de la mesa, noto su incomodidad, pero continúo acariciando sus muslos y rozando su vagina.
-Me disculpan un momento debo ir al tocador –Dice de pronto Gabriela y se levanta.
-¿Le habrá caído mal la comida? –me pregunta Cecilia.
-Lo dudo mucho –respondo con una sonrisa.
Me encuentro pensando en probar suerte y dirigirme también a los servicios para ver si puedo repetir el encuentro anterior cuando suena el tono de mensaje en mi celular.
-Ni se te ocurra intentar algo –dice el mensaje de Gabriela– esto está lleno. Lo mejor será acabar rápido la comida y empezar con tus clases de conducir.
Un poco decepcionado e intuyendo que Gabriela estaba de mal humor me resigno a que por esta ocasión no pasaría nada. Pague la cuenta de la comida, nos despedimos de Cecilia y nos dirigimos al estacionamiento en silencio. Ocupo el asiento del copiloto y nos dirigimos a destino casi en total silencio. En el camino el clima va cambiando poco a poco, el día soleado y caluroso de pronto se torna en nublado y con algo de viento.
Llegamos al lugar de destino, me ubico en el asiento de conductor y comenzamos con las clases. Gabriela tiene madera como profesora, realmente sus instrucciones son precisas, sabe explicarse bien y en poco tiempo, aunque con algo de dificultad debido a mis nervios, estoy pilotando a través de esas calles.
-Vaya que sos buena profesora –le digo.
-Gracias, sólo te falta acostumbrarte y quitarte el miedo. Otro día lo intentaremos en un lugar con algo más de tráfico para que te acostumbres más y más.
-Me gusta la idea –le respondo mientras lucho por estacionarme bien.
-También tienes que practicar bastante y aprender a estacionar. No hay nada más feo que no estacionarte bien al lado de la acera.
-Listo –digo. Apago el motor del auto luego de estacionarme relativamente bien.
Comienza a caer gruesas gotas de lluvia, parece que se una tormenta está empezando a caer.
-Justo a tiempo –dice Gaby.
-Parece que tendremos que esperar un momento a que pase la lluvia –le digo– o ya quieres que cambiemos lugar para que puedas irte a casa.
-Tranquilo, es mejor esperar a que pase la lluvia.
Pero la lluvia lejos de pasar iba aumentando. El tráfico vehicular fue aumentando porque como en todo lugar, siempre que llueve todo el mundo se alborota y desean llegar rápido a sus casas.
-No entiendo como la gente se anima a manejar con este clima –dice Gabriela –es muy peligroso manejar así.
-Se desesperan y creo que se sienten a gusto en sus casas cuando llueve –respondo.
-Guapo –me dice mirándome a los ojos– ¿te has masturbado estos días pensando en mí?
-Si… lo he hecho, ¿te gusta que lo haga?
-Me encanta –dice– me gusta sentirme deseada.
-Pensé que estabas molesta por lo que hice en la mesa.
-Nooo –me dice– me gustó bastante, pero lo que no me gustó fue que no podamos hacer cositas ahí.
-La última vez sólo me arrepiento de algo –le digo.
-¿de qué?
-De que debido al lugar no hayas podido gemir a gusto. Me encanta escucharte gemir de placer. También deseaba darte unas buenas nalgadas mientras te penetraba.
Gabriela desvía la mirada y la centra al frente, supongo que se distrae viendo las gotas caer a través del parabrisas. Yo me entretengo viendo a las personas correr bajo la lluvia en busca del colectivo o en busca de algún tejado bajo el cual protegerse de la lluvia.
En eso me sobresalto al sentir las manos de Gabriela posándose en mi pantalón. La observo como ella se agacha, me desabrocha el pantalón, me baja el cierre, mete su mano para sacar mi pene afuera. Acerca su rostro a mi pene, levanta la mirada para hacer contacto visual conmigo y lentamente se lo introduce a su boca. Comienza a chuparlo de manera intensa mientras mi pene simplemente con el primer contacto con sus labios se puso durísimo.
Gabriela chupaba mi pene con ganas, yo daba gemidos y disfrutaba toda la situación. Gabriela saca mi pene de su boca, con su mano lo sujeta fuertemente desde la base y comienza a lamerlo como si fuera una paleta de helado. Lo lame de arriba hacia abajo poniendo especial énfasis en la cabeza.
-Sigue, sigue –le digo con la voz entrecortada.
-Mmmmm –es lo único que puedo escuchar de ella cuando nuevamente se mete todo mi pene a su boca.
-Así perrita. Chúpalo todo -le digo.
Al escuchar esa frase Gabriela le da una mordida medianamente violenta a mi pene. Yo brinco un poco en el asiento. Ella saca todo mi pene duro se du boca y me dice:
-Cada que me digas perrita voy a morderlo como si fuera una –acto seguido le da otra pequeña mordida a mi pene. Eso lejos de asustarme o molestarme me encanto. Esa mezcla de dolor y placer me estaba gustando mucho.
-Cuidado que me termine gustando que me muerdas todo –le digo.
Gabriela continuaba dándome el mejor sexo oral, se tragaba todo mi pene hasta el punto que yo sentía como llegaba a tocar las paredes de su garganta. Luego disminuía la intensidad para usar su lengua recorriendo desde la base de mi pene hasta la punta.
-Si sigues así voy a terminar –le digo a Gabriela.
-Ni lo pienses –me dice deteniéndose– ya sabes dónde deseo que termines.
Nos pasamos a los asientos de atrás, la lluvia seguía cayendo con la misma intensidad. Autos pasaban por la calle. El temor a ser encontrados teniendo sexo en el auto nos excitaba mucho.
Me coloco en el asiento de atrás y Gabriela se coloca encima de mí. Con mis manos hago a un lado los tiros de su blusa para que esta se desplace por su cuerpo, ella se quita el brasiere liberando sus deliciosos senos, están duros y con los pezones erectos.
-Me encanta chuparte las tetas –le digo y a continuación inserto su pezón a mi boca y comienzo a chuparlo con fuerza. Gabriela suelta un gemido largo mientras empieza a mover sus caderas frotándose contra mi pene duro.
Me detengo un momento, tomo sus senos en mis manos y con cada mano empiezo a apretarlos con fuerza, pellizcando sus pezones, Gabriela solo gime de placer, le encanta que sea rudo con ella. Con una mano pellizco fuerte su pezón derecho mientras que con mi boca doy de mordidas a su otro pezón. Empiezo a chuparlo todo intentando que todo su seno ingrese a mi boca, chupándolo con fuerza, succionando todo. Me detengo solo un momento solo para ver como su pecho adquiría un color rojizo en donde yo había chupado. Gabriela se aparta de mí, se sienta a mi lado y rápidamente se saca los jeans quedando solo en su tanga negra. Yo bajo mis pantalones previendo lo que estaba por ocurrir.
Gabriela se coloca violentamente encima de mí, posa su mano derecha en mi hombro apretándolo con fuerza, con su mano libre aparta su tanguita negra y dirige mi pene hacia su vagina, de un solo sentón se lo introduce todo. Ella suelta un gemido fuerte de placer y empieza a dar sentones sobre mi pene duro. Yo con mis manos estrujo sus pechos y pellizco sus pezones.
-Ya no te aguantabas, ¿no? –le digo mientras le apretó con más fuerza las tetas.
-Si –dice ella jadeando– quiero sentirla toda dentro de mí.
Gabriela empieza a moverse a un ritmo acelerado, está fuera de sí, tiene una expresión de placer y da gemidos fuertes, la lluvia continua cayendo fuerte, en esa posición, ella montándome de frente yo empiezo a apretarle las nalgas, dándole azotes con mi mano para animarla a que me cabalgue con más fuerza.
-Espera un momento –le digo– detente.
Me acerco a su rostro y le digo al oído:
-Esta vez quiero romperte el culo.
Gabriela se detiene, se gira sobre si misma dándome la espalda, posa sus manos en el respaldar de los asientos de conductor y copiloto, gira su cabeza para mirarme sobre su hombro y me ofrece su cola. Yo no pierdo tiempo e inserto mis dedos en su vagina hasta dejarlo bien untados por sus fluidos, uso sus mismos fluidos para lubricar mi pene. Coloco la cabeza de mi pene en la entrada de su ano y Gabriela al sentirlo empieza a sentarse lentamente dando quejidos.
Yo solo miro con placer como mi pene lentamente es tragado en su totalidad por su apretado culo. Una vez dentro todo Gabriela empieza a moverse lentamente a un ritmo tranquilo, levantándose un poco y luego introduciéndolo todo lentamente. Yo no aguanto más. La tomo de las caderas y guio sus movimientos de manera rápida, haciendo que rebote sobre mi pene a un ritmo fuerte. Gabriela solo da gemidos y quejidos de placer. Mi pene entra y sale de su culo de manera rápida e intensa, Gabriela solo gime más y más fuerte.
-¿Te gusta que te de fuerte por el culo? –le digo mientras la tomo de la cadera la apego hacia mi consiguiendo una penetración bien profunda.
-Si guapo –me dice con voz temblorosa.
Sus sentones y mis embestidas son cada vez más fuertes, empiezo a sentir como mi pene comienza a hincharse más y más preparándose para eyacular violentamente.
-Voy a terminar –le digo jadeando
-Si, termina dentro de mi… lléname el culo de leche –me dice.
La tomo de la cadera para penetrarla profundamente, empiezo a eyacular dentro de ella, con mis manos le apretó las tetas con fuerza y Gabriela al sentir como terminó tiene un orgasmo violento que la hace arquear su espalda. Gaby tiembla dando gemidos y termina exhausta sentada encima de mí.
Se hace a un lado ocupando el asiento libre respirando con dificultad. La lluvia sigue cayendo, los autos pasando por las calles, el miedo a ser descubiertos vuelve y nos vestimos con rapidez.
-Nos pasamos esta vez –dice Gabriela– somos unos pervertidos.
-Pero decime que no te gusto –le digo con una sonrisa– acabo de cumplir otra fantasía sexual.
-No! No me gusto –dice ella con ese tono sarcástico que comente que adoro– ya hasta me da miedo de saber que es lo próximo que llegaremos a hacer.
-No tienes idea de lo que tengo en mente –le digo mientras dirijo mi mano acercándola a ella y buscando sus pechos sobre la blusa le apretó el pezón con fuerza.
-No me provoques que luego no podrás conmigo –me dice.
Nos pasamos a los asientos de adelante del auto, Gabriela ocupa el asiento del chofer y pone algo de música en la radio. Da un largo suspiro cerrando los ojos.
-Creo que ya debemos irnos –me dice prendiendo el motor y poniéndonos en marcha– debo ir llegar a mi casa rápido para darme un buen duchazo.
La lluvia baja un poco su intensidad mientras el auto lentamente se va insertando al tráfico de la ciudad.