Mi marido no para de poseerme. Esta semana le noto más caliente, con más ganas de sexo si cabe, y eso es mucho decir. No paro de tener su polla en mi boca.
A la menor ocasión, me planta todo su sexo en la cara, en primera plana y a mi aún hoy me impresiona. Su enorme polla, sus huevos hinchados. Todo su sexo perfectamente depilado. Su polla muy erecta deseosa de mi boca. Su capullo restregándose por mis labios, impaciente.
Cuando estoy sentada en la mesa de la cocina, ya se ha convertido casi en costumbre. Mi cara queda a la altura de sus genitales y le veo pasar calzoncillos frente a mí, con la polla dura saliéndose por arriba del slip, asomando roja y brillante. Separa mi silla de la mesa, se baja el calzoncillo y me restriega toda la cara por su paquete, moviendo mi cabeza y su pelvis por igual. Yo tengo la boca medio abierta esperando el momento en que guíe su polla dentro de mi boca y empiezo a comérsela muy muy profundamente.
Anteayer estaba él preparando la cena y me acerqué a la mesa de la cocina con la tablet a leer unos emails. Como es habitual, nada más me vio entrar, ya noté en su mirada que estaba cachondo.
Tras empezar la comida de polla en la mesa, me cogió de la mano, me levantó y me llevó a la isla de la cocina.
Con un gesto me indicó que me arrodillara en el suelo. Él fue a la nevera, sacó unas verduras, bajó un bol del armario, cogió otros utensilios y se plantó frente a mí. Colocó su polla medio erecta en mi boca y comenzó a pelar verdura, sirviéndose media copa de vino.
Todo de forma muy natural. Él se movía unos metros si necesitaba coger algo de la nevera o de un cajón y al volver sobre sus pasos, sabía que mi boca caliente envolvería de nuevo su pollón y seguirá pajeándolo suavemente. Sabe que cuando se aleje, al volver me la meteré entera hasta la garganta para compensar los segundos que ha estado alejada de mi boca, para darle el calor que necesita y entonces él seguirá cocinando cada vez acelerando más la respiración, moviendo su cadera levemente, dejando de partir el tomate a dados, hasta que se concentra en mí, me mira desde arriba, apoyando sus dos manos en el banco de la cocina, respira hondo y baja sus dos manos ahora para cogerme la cabeza y embestirla contra su polla cuatro o cinco veces hasta que un ahogado gemido indica que su semen está saliendo de su polla directo a mi boca, mientras él sigue con sus dos manos rodeando casi por completo mi cabeza, ahora quieta.
Vuelve a mirarme, sigue con su mirada de deseo, de excitación. Ojos medio cerrados, semblante serio y un poco de morritos. Saca un poco la polla de mi boca y con una mano sube y baja la piel para dejarla limpita y gozar los últimos segundos de placer. Yo le absorbo el capullo y se la dejo reluciente. Le miro para obtener su aprobación. Me levanta de un salto y me sube al banco de la cocina. Coge una servilleta y me la pasa por la boca. Me besa y me ofrece vino. He sido una buena esposa. La cena ya está casi lista. Se mete la polla como puede en el calzoncillo y vamos a la mesa.