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Mi madura compañera de trabajo
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Tenía apenas un mes de haber llegado a trabajar en esa empresa en el área de cobranza. Una tarde al llegar de mi recorrido diario, el gerente de la sucursal me informó que el abuelo de la encargada de caja había fallecido, y que yo estaba entre los elegidos para ir a darle el pésame a la compañera. Éramos seis contando el gerente, Arturo el del almacén, Sonia y Janice de atención al cliente, Claudia de contabilidad y yo.

Nos fuimos con Arturo y el gerente en la camioneta de este último y la contadora Claudia se llevó a las otras dos compañeras en la suya. Llegamos como a las 8 de la noche llevando un arreglo floral para la ocasión, el velorio se hizo en la casa de nuestra compañera la cual no era muy espaciosa, después de abrazarla y mostrarle nuestro apoyo nos tuvimos que acomodar en el patio donde había algunos árboles cercanos a la pared, una pequeña fuente y varias macetas grandes todo eso daba la impresión de un patio entre penumbras, aparte que la iluminación no era muy buena.

Había dos sillas junto a uno de los árboles, una maceta enfrente y otra planta a un lado donde me senté yo y Claudia, empezamos a platicar en voz baja de algunas cosas del trabajo. Claudia era una señora de 40 años de edad, divorciada y con un cuerpo bien conservado, era morena clara con piernas bien torneadas, unos pechos de buen tamaño, cabello rizado de color negro que al parecer se lo teñía pues no se le notaba ni una cana, su cara ovalada adornada de unos ojos negros y grandes con unos labios delgados. Sus nalgas habían sido tema de conversación entre yo y mis compañeros en un par de ocasiones que llevo pantalones ajustados, eran hermosas.

Nos quedamos a escuchar uno de los rosarios y de repente Claudia puso su mano sobre las mías, por un momento me pareció normal que eso pasara, lo tome como un acto de afecto entre dos compañeros. Después de un momento me empezó a tocar la entrepierna buscando mi verga a la que empezó a sobar.

No asimilaba la gran sorpresa del actuar de la contadora, siguió acariciando mi pene sobre el pantalón, hasta que se nos acercaron a ofrecernos un poco de café lo cual interrumpió el acto, sin embargo, después de que ella le dio unos sorbos a su taza la puso sobre la maceta que teníamos al frente y disimuladamente volvió a agarrármela.

Busqué con mi mirada a mis demás compañeros y vi que estaban en lo suyo, escuchando el rosario unos y viendo sus celulares otros. Mientras Claudia seguía agarrándome la polla que ya sentía que me estaba escurriendo. Puse una mano sobre el respaldo de su silla y discretamente le empecé acariciar un costado de su espalda, a pesar de nuestra posición incómoda sentí que los dos ya estábamos muy calientes. Al terminar el rosario el gerente nos hizo la señal de que nos retirábamos. ¡Lastima! Me estaba gustando tanto las caricias de la contadora.

Ya para salir nos alcanzó nuestra compañera para agradecernos el detalle de acompañarla. Vi que Claudia checaba su teléfono y muy discreta me hizo un gesto para que yo revisara el mío, vi su mensaje.

-¡Quiero que me cojas! Dejo a las compañeras en la parada del autobús y te marco.

Mi cuerpo se estremeció de pensar en el cuerpo de Claudia. El gerente me dejo en el estacionamiento de la oficina donde había dejado mi motocicleta, me aleje un poco para que el guardia no me viera, me recargue en una pared y espere la llamada de Claudia. Unos minutos después, minutos que se me hicieron eternos, llego la llamada.

-No saques tu moto, espérame en la esquina de la oficina ya paso por ti.

Freno su camioneta abriéndome la puerta.

-¡Sube rápido! –dijo nerviosa.

Acelero, por un momento tuve el temor que llegara a estamparse con otro auto o con la pared de alguna casa pues se metió por unas calles poco iluminadas, hasta que se estaciono bajo unos árboles cerca de un puente donde había pocas casas, apenas puso el freno de mano se lanzó sobre mí para besarnos.

-¡Tócame, apriétame hazme algo! –dijo mientras metía su lengua en mi boca.

Le apreté sus tetas luego bajé abriendo sus piernas, metí mis dedos buscando su raja ¡Estaba muy mojada! No dejábamos de besarnos de una manera desesperada. La luz de un auto que venía de frente nos hizo que disimuláramos.

-¡Vamos a mi casa! Estoy sola –dijo al mismo tiempo que se componía la blusa.

-¡Vamos!

Unas cuadras antes de su casa, me pidió que me agachara lo más que pudiera de tal modo de quedar oculto ya que no quería que sus vecinos se dieran cuenta que estaba metiendo a un extraño. Se bajó a abrir la puerta de la casa, metió la camioneta y rápido se fue a cerrar en lo que yo bajaba, me hizo un ademan de seguirla hacia una puerta, saco la llave muy nerviosa, en lo que abría le empecé acariciar las nalgas, abrió la puerta y apenas entramos a su sala nuevamente nos trenzamos con nuestros brazos y nuestras lenguas.

Le di la vuelta y le saqué sus pechos enjuagándolos con mis manos y a la vez besando su nuca, ella se desabotonaba la blusa y se despojó de la falda. Le baje el brasier quedando sus pechos al descubierto, sus deliciosas tetas se mecían en lo que yo me sacaba la ropa.

Nos acomodamos en el sofá y se lanzó sobre mi verga metiéndosela de inmediato en la boca, se la metía toda hasta que mis testículos topaban en su barbilla. Me puse de pie para tener más dominio de ella, le tome de la cabeza y empecé a empujarla de tal manera que mi polla se le metiera más allá de la garganta hasta que una abundante salivación le salía por la boca escurriéndole hasta las tetas. Luego se tiró en el sillón abriendo las piernas.

-¡Chúpala! –me dijo, al momento que sus dedos se abría la mojada raja.

Le metí la lengua en su escurrida vagina a la vez que con mis dedos tallaba su clítoris. Por unos minutos disfrute de ese delicioso manjar que era su vulva de la cual emanaba una rica miel. Pasaba mi lengua por toda su vagina llevándola hasta su ano, volvía a subir y a bajar de nuevo. La puse de cuatro en el mismo sillón, quería gozar ese culo que varias veces había deseado. Era hermoso, su piel suave y bien cuidada que parecía porcelana. Empecé a lamer sus caderas metiendo mi lengua en ese canal que hacían su par de nalgas.

-¡Chupa mi culo! –Decía- ¡Estoy bien caliente!

Por lo excitada que estaba sus pezones parecía que iban a reventar, le abrí las nalgas metiéndole la lengua en su fundillo.

-¡Métemela, métemela por favor! –suplico.

Le deje ir toda a la primera, fue fácil por lo lubricados que estábamos. Empecé a limar con mi verga la deliciosa vagina de Claudia desde atrás, le empecé a darle fuerte chocando mi pelvis con sus suculentas nalgas.

-¡Cógeme fuerte!

Castigue su raja por otro instante, luego la acomode sobre el sofá y deje irle nuevamente toda mi verga. Claudia se torcía como poseída, su excitación era muy fuerte. Sus tetas parecían globos que en cualquier momento reventarían. Las tomé con mis manos y sin dejar de meterle mi polla empecé a chuparle los pezones.

-¡Ah! Tiene años que no me cogen –me dijo al momento que me miraba fijamente.

Cambiamos de posición, me acosté en el sofá y Claudia se montó sobre mi verga empezando a cabalgarla. No dejaba de acariciar sus nalgas empujándolas a la vez para que la penetración fuera profunda. Sentí que ya no podía más. Claudia se agacho para besarme, sus rizos cubrieron toda mi cara y ya fue imposible detener la leche que le empecé a soltar dentro de su vagina caliente.

Desde esa noche la contadora Claudia y yo nos vemos a escondidas dos o hasta tres veces por mes, cuando está sola en su casa o buscamos algún motel alejado de la ciudad de tal manera que nadie sepa que yo y ella andamos cogiendo.

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