Quizá debí negarme o actuar de otra manera, pero no lo hice y ahora la cosa ya no tiene remedio. Como decía mi padre, a lo hecho pecho… pero será mejor que empiece desde el principio y de una manera coherente.
Me llamo Romina y tengo 23 años.
Hace unos cuatro meses que entré a trabajar en una gran empresa de marketing y telecomunicaciones en calidad de administrativa.
Y apenas llevaba dos semanas cuando uno de los ejecutivos que iban de aquí para allá, sin duda se fijó en mí y debió gustarle lo que veía, pues al día siguiente me ascendieron a secretaria de dirección, con el consiguiente aumento de sueldo y mejores condiciones.
Yo no me había caído del guindo y sabía que mis méritos eran mi lozana y joven hermosura y mi sexi atractivo, pues sin ser una top model la verdad era que destacaba bastante entre las demás mujeres de la empresa.
Ya al segundo día de mi nuevo rango, Teco, mi nuevo jefe, empezó a lanzarme miradas indisimuladas de deseo y a tirarme los tejos de manera más o menos descarada.
Aunque sabía que era un hombre casado, o quizás por ello, yo me dejé seducir sin oponer demasiadas trabas.
A pesar de tener cuarenta y pocos años, era un hombre muy atractivo, y yo, sin considerarme una devora hombres, tampoco soy una mojigata y aquel apuesto y decidido hombre me gustaba.
Quizás debí hacer caso al viejo refrán aquel que dice "donde tengas la olla no metas la… cuchara". Pero hice caso omiso y a la semana ya éramos amantes.
Fue una época maravillosa y fascinante, repleta de viajes de negocios en los que yo invariablemente le acompañaba. De espectáculos nocturnos, de viajes en primera clase y con todo lujo, de restaurantes de cinco tenedores y de suites en los mejores hoteles.
Me parecía vivir en medio de un sueño del que no quería despertar, pero inevitablemente más dura fue la caída.
Ocurrió a finales de octubre, Teco y yo nos encontrábamos en nuestra suite y acabábamos de hacer apasionadamente el amor cuando sonaron unos discretos golpes en la puerta.
Teco mientras se ponía una bata me explicó en pocas palabras que sin duda eran unos clientes que venían a ultimar los detalles de una costosa operación. Que eran viejos conocidos de toda confianza y que no hacía falta que me vistiera, que con una bata bastaría para el informal momento.
Yo, ajena a lo que se me venía encima, no sospeché nada y así lo hice, me puse una sensual bata de estilo chino que dejaba adivinar mis encantos pues era de muy fino tejido y salí al salón donde dos hombres conversaban ya con mi jefe tomando sendos whiskies.
La conversación pronto pasó de ser social y a hablar de temas intrascendentes para pasar a temas relacionados con el trabajo y con el tema que nos había llevado a esa ciudad, y entre un whisky tras otro del que yo también daba buena cuanta pese a no ser una gran bebedora, aquellos hombres trataban de complicados asuntos de los cuales yo tomaba notas apresuradamente.
En un momento dado Teco se dio cuenta de que uno de aquellos hombres me miraba inequívocamente con deseo y lascivia y entonces pronunció unas palabras aparentemente dichas en broma que me dejaron helada.
-Cariño, aquí hace mucho calor y veo que te estas acalorando con esa bata. ¿Por qué no te la quitas y tomaras tus notas más cómodamente?
Me quede quieta de repente incapaz de reaccionar todavía incrédula a lo que acababa de oír.
Levanté la vista como tratando de cerciorarme que había escuchado bien, pero al ver las miradas de los tres fijas en mi y con una expresión de lujuria y vicio más disimulada supe que no había ninguna duda.
Mi cabeza empezó a funcionar todo lo rápido y lucida que podía después de algunas copas de más.
Tenía únicamente dos opciones, mandarlo al diablo allí mismo.
Lo que significaría estar en la calle de inmediato en una ciudad lejana y hostil, sin ningún amigo o conocido que pudiera asistirme.
Y luego la consiguiente denuncia por acoso sexual que dado mis antecedentes después de tantos viajes con mi jefe, donde era obvio que había consentido en ser su amante voluntariamente, sería muy difícil que ganara. Lo que marcaría mi currículo y me sería muy difícil volver a encontrar trabajo.
O por el contrario, seguirles el juego y desnudarme delante de ellos, con lo que no me hacía demasiadas ilusiones de cómo podría acabar la velada.
En esas sombrías deliberaciones estaba conmigo misma, cuando de nuevo la voz a de Teco se dejó oír en la habitación.
-Caramba Romina, no pensé que te lo tomarías así, estamos entre amigos y todos somos gente de mundo. ¿Acaso vas a defraudar a estos caballeros que no han hecho más que decirme lo agradablemente impresionados por mi secretaria?
Estaba todo muy claro, las cartas sobre la mesa, y me dije que mis opciones eran nulas, así que haciendo de tripas corazón me levanté y desabrochando el cinto de mi bata dejé que se deslizara lentamente hasta que acabó en el suelo del salón dejando todos mis encantos bien expuestos y a la vista, y luego inmediatamente me senté de nuevo en el sofá cruzando las piernas para al menos tratar de tapar con la máxima naturalidad mi coño del alcance de su lascivia.
Después de los asquerosos calificativos de aceptación, diciendo lo hermosa y deseable que era por parte de aquellos tiburones de los negocios, palabras que tuve que aceptar con una forzada sonrisa, de nuevo la conversación derivo a los negocios como si tal cosa, igual que si la secretaria estuviera completamente vestida y no en pelotas como yo estaba en aquellos momentos.
Pero ¿Qué clase de hombres eran aquellos que estaban acostumbrados a semejantes situaciones?
Pronto lo iba a comprobar, pues apenas unos minutos después noté la mano de uno de los ejecutivos posarse en mi muslo e ir aproximándose peligrosamente a mi sexo.
¿Qué podía hacer yo? Después de haberme desnudado, ellos ya habían dado por supuesto que seguiría aceptando sumisamente todas sus intenciones y deseos.
Así pues ¿qué podía hacer? Nada, y eso fue lo que hice, fingí que no notaba aquel contacto físico y seguí tomando notas como si nada mientras aquella procaz mano por fin llegaba a su objetivo y empezaba a masturbarme.
La situación debió ser muy divertida para aquellos disolutos hombres. Una joven y bella secretaria desnuda tomando notas mientras fingía ignorar como le metían mano descaradamente y tratando de disimular los gestos de placer que inevitablemente empezaba asentir por tanto manoseo en zona tan sensible.
Entonces el segundo hombre se levantó de su sillón y diciéndole un cortes "con tu permiso" a Teco, se situó delante de mi y desabrochándose la bragueta descubrió una morcillona polla que plantó delante de mi cara con inequívocas intenciones.
Aquello ya no daba lugar a disimulos y fingimientos por parte mía. La cosa estaba muy clara, me iban a follar de todas las formas y por todos los agujeros y yo no tenía más remedio que permitírselo pues la situación ya era irremediable.
Quizás al principio podía y quizás debí haberme negado pera esa opción había pasado ya en el momento de desproveerme de la bata que me cubría.
Dócilmente abrí la boca cuanto pude y de inmediato me encontré con la boca llena y chupando y lamiendo su más que considerable verga que de inmediato se puso en su máxima erección.
Su compañero entonces, cogiéndome de las piernas me tumbo en el sofá y al instante note como su verga se introducía de golpe y sin excesivos miramientos en el coño que después de sus caricias afortunadamente ya estaba lubricado.
Mientras tanto, Teco, permanecía sentado cómodamente mirando cómo me usaban a su antojo con total indiferencia, igual que si estuviera viendo una película porno.
Aunque mucho después y en un momento dado se unió a la fiesta dando lugar a una triple penetración en la que ninguno de mis agujeros se salvó de recibir la consiguiente descarga de esperma.
Perdí la noción del tiempo y cuando aquellos hombres por fin se detuvieron ya completamente saciados, no en vano me habían penetrado a placer sin parar durante varias horas sin descanso para mi, quedé desmadejada y rota como una muñeca usada y gastada en el suelo del salón, ajena a cuanto sucedía a mi alrededor. Estaba exhausta y pensé, ilusa de mi, que todo había terminado por fin y podría descansar.
Entonces como entre sueños oí una voz lejana que le decía a mi jefe, amante, y durante aquella extraña noche alcahuete:
-¿Has empezado ya con su adiestramiento?
En aquellos momentos no supe que quería decir aquel hombre ni me interesaba lo más mínimo, y tampoco pude oír la respuesta de Teco, solo pensaba en dormir un reparador sueño que me permitiera olvidar que había sido tratada como una vulgar ramera.
Ahora pienso que quizás debí prestar un poco más de atención, aunque, ¿me habría servido de algo? ¿Habría podido cambiar el curso de los acontecimientos que se cernían ya inevitablemente sobre mi?
A la mañana siguiente Teco no hizo ninguna mención a los últimos sucesos y de hecho me trató con tal naturalidad y con su consideración habitual que por un instante incluso llegué a dudar si todo no habría sido una mal sueño o una pesadilla provocada por una mala digestión de la cena.
Sin embargo cuando al salir de la ducha fui a vestirme, para mi sorpresa descubrí que absolutamente todas mis prendas y vestidos habían desaparecido de la suite, incluso hasta mi calzado.
Fue entonces cuando mi jefe me aclaró que había disfrutado tanto viéndome trabajar como Dios me trajo al mundo, que había decidido que era su intención que mientras estuviéramos en una habitación cerrada así era como prefería verme.
Fue entonces cuando me vinieron a la mente las últimas palabras de uno de los hombres antes de despedirse, aquellas enigmáticas "¿la has adiestrado ya?". Sin duda encerraban un significado oculto que muy pronto me temía iba a descubrir.
El transcurso de la mañana discurrió con total normalidad y lo pasamos en la suite atendiendo el numeroso papeleo que teníamos pendiente, y salvo por el "detalle" de que yo trabajaba totalmente en cueros mi jefe se comportó con la amabilidad y eficacia que en él eran habituales.
Faltaba apenas una hora para la hora de la comida cuando Teco se excusó saliendo de la habitación diciéndome que tenía un compromiso, pero que volvería en seguida, y me ordenó que siguiera ultimando los detalles del contrato que teníamos entre manos.
Ese fue el momento en el que aproveché para hacer balance de la situación en la que me encontraba y tratar ordenar mis ideas, y para mi sorpresa descubrí que en realidad y técnicamente no había sido obligada a hacer nada contra mi voluntad, y en el fondo lo que había pasado la anterior noche había sido consentido.
En un momento de la velada, ésta se había ido calentando y mi jefe me sugirió que me desnudara, en ningún momento fue tajante, y yo obedecí, quería creer que bajo los efectos del alcohol, pero en realidad en lo más profundo de mi misma sabía que había disfrutado siendo follada y usada por tres hombres a la vez, una de tantas fantasías que había experimentado desde la pubertad y que pensé que jamás se realizaría.
Debía reconocer que sentía cierto temor ante lo que me iba a deparar el futuro más inmediato y en las consecuencias de mis actos. Ni más ni menos que ahora me encontraba desnuda en una suite de una ciudad lejana, trabajando como si tal cosa, como si fuera la cosa más normal del mundo esperando el regreso de mi jefe.
Supongo que debí perder la noción del tiempo enfrascada en mis reflexiones porque de pronto oí como se abría la puerta de la suite y Teco entró en ella, pero no venía solo, para mi sorpresa le acompañaban los dos ejecutivos de la noche anterior quienes nada más verme desnuda y sentada a la mesa envuelta en un montón de papeles empezaron a hacer comentarios de lo más soeces y groseros refiriéndose a mí.
Comentarios que pese a ser totalmente degradantes y muy humillantes tuvieron un efecto completamente afrodisíaco sobre mi mente y cuerpo.
Me sentí excitada de golpe, los pezones se me erizaron y una sospechosa humedad fue incrementándose en el interior de mi coño.
Dios mío, ¿en qué clase de puta me estaba convirtiendo a pasos forzados?
-Buenos días zorrita, espero que hayas descansado bien esta noche. Tienes que recuperar fuerzas ya que el día puede ser muuuy largo para ti, ja ja ja.
-No te preocupes –dijo el otro- te hemos preparado una suculenta comida para que aguantes lo que te viene por delante.
Yo no sabía que querían decir ni tenía nada que añadir así que me mantuve callada ante sus impertinencias, pero un escalofrío atravesó mi cuerpo e instintivamente me puse a la defensiva. ¿Qué iba a suceder a continuación?
Unos discretos golpes a la puerta de la suite interrumpieron la tensa situación, sin duda sería el servicio de habitaciones que traía la comida a la suite.
Lo que vi a continuación me dejo completamente estupefacta y con la boca abierta.
Realmente no estaba preparada para tal imagen.
Dos mujeres hermosísimas y muy sensuales, de no más de 25 años, completamente desnudas llevaban el carrito con las viandas, pero no era eso lo que más me sorprendió.
Ambas llevaban unos collares similares a los de los perros alrededor de sus cuellos.
Además llevaban los pezones perforados y de ellos colgaban sendas anillas de metal atravesándoselos.
Las dos iban amordazadas con una de esas bolas rojas utilizadas en sadomasoquismo y sus coños estaban completamente depilados, lo que permitía ver como de sus labios vaginales colgaban también algunos aros más e incluso se podía apreciar como sus abultados clítoris estaban atravesados por una varilla de metal dorado, sin duda oro.
Completaban la imagen unos brazaletes metálicos en muñecas y tobillos a modo de grilletes, aunque en ese instante no se podía apreciar ninguna cadena enlazándolos.
La dos llevaban tatuados su traseros con unos complicados y artísticos dibujos o símbolos diferentes para cada mujer y las dos mostraban una leyenda situada justo encima del pubis en la que podía leerse con claridad: propiedad de A. en una y propiedad de R. en la otra.
Ambas estaban completamente quietas, de pie y con las piernas muy abiertas, los brazos detrás de la espalda cual si estuvieran atados, y la mirada baja mientras duró todo el escrutinio al que estaban siendo sometidas por mi y todos los asistentes.
Ciertamente su condición dejaba pocas dudas, seguramente eran una especie de esclavas sexuales, algo de lo que yo había oído hablar por referencias y que había leído alguna vez en algún relato erótico, pero jamás pensé que podrían ser ciertas, y ahora las tenía enfrente de mi cual si fueran estatuas de sal o diosas del amor listas para ser sacrificadas en algún rito ancestral.
La situación era muy extraña y el ambiente estaba muy tenso, eléctrico. Yo misma me encontraba ya en un estado de excitación tal que la respiración se me aceleró y estaba muy próxima al orgasmo, con solo rozarme cualquier parte del cuerpo estallaría inevitablemente en gemidos y lamentos de placer.
Mi estado no pasó desapercibido para ninguno de aquellos hombres. Fue Álvaro, el de más edad el que de nuevo tomó la voz cantante.
-Veo que te ha gustado mucho lo que vez, putita. Me alegra saberlo porque muy pronto vas a unirte a ellas. Como ya imaginarás, son nuestras secretarias personales y además esclavas, claro está, ja ja ja.
-La pelirroja que es la mía, se llama "Martirio" y la morena, la de Roberto es "Juguete", tu nombre ya lo decidirá tu Amo cuando lo crea conveniente, y dijo esto lanzándole una rápida mirada de complicidad a mi jefe que se mantenía en un segundo plano dejándole todo el protagonismo a su, sin duda, viejo amigo y compañero.
-Ahora tu nuevas compañeras te van a asear y acicalar como te mereces, ya veo que estas convenientemente desnuda, lo que nos facilitará enormemente el trabajo, pero aun necesitas ciertos… complementos que realcen tu belleza y te sitúen en el lugar que te corresponde.
Y dicho esto le hizo una seña a modo de orden y las dos esclavas de inmediato abandonaron su estoicismo y con delicadeza pero decisión me tomaron ambas de cada brazo y me llevaron al sofá donde me acomodaron con las piernas bien abiertas y procedieron a afeitarme y depilarme mi frondoso coño repleto de pelitos rubios que lo adornaban a la vista de aquellos tres hombres.
La operación duró apenas unos minutos o al menos eso es lo que me pareció pues fue tan placentera, de hecho al menos experimenté tres orgasmos consecutivos, que la pasé gimiendo y lanzando grititos de gusto durante todo el tiempo, y para finalizar a modo de bálsamo en vez de ponerme algún tipo de aceite o crema, ambas me lamieron por fuera y por dentro todo el coño con sus expertas y dulces lenguas a un tiempo.
No puedo describir el cúmulo de sensaciones y placeres que sentí en ese instante, pero mi cuerpo no me obedecía, lo sentía tan relajado por el placer que me hubiera sido imposible mover ni un dedo.
Cuando terminaron, mi cuello, muñecas, y tobillos estaban adornados con un collar y unos grilletes idénticos al de ellas. Ni me había dado cuenta del momento en el que me los habían aplicado. Tal era el estado de abandono que experimentaba.
Una vez terminaron el proceso ambas se levantaron con agilidad y presteza y con movimientos lánguidos y calculados volvieron a adoptar su sumisa postura a ambos lados del carrito de comida.
Fue entonces cuando aquellos hombres que habían estado en todo momento pendientes de la operación, se acercaron a mi, y me ordenaron arrodillarme y entonces a modo de bautizo uno tras otro metieron sus pollas en mi boca hasta que se corrieron en ella, instándome a tragarme toda su leche, siendo Teco, mi hasta entonces jefe y amante, y ahora reconvertido en mi Amo y señor el último en vaciarse sobre mi garganta.
Una vez finalizado el rito, que si bien entendí era una especie de iniciación o bautizo a mi nueva condición.
Una vez más, fue Alvar el que tomó la voz cantante y quien dijo que era el momento de comer que ya tenía mucho apetito.
Fue entonces cuando descubrí que me sentía famélica, las emociones sentidas, los numerosos orgasmos y el frugal y casi inexistente desayuno compuesto de un zumo y un par de tostadas hizo que mi estómago se retorciera de placer anticipado.
Pero duro muy poco, pues me di cuenta que las esclavas solo habían acercado tres sillas a la mesa y se mantenían cada una detrás de una de las sillas en actitud solicita y servil esperando a que se sentaran sus Amos.
Naturalmente la silla vacante era para Teco y detrás de ella donde sin duda se esperaba que yo me situara, así que sin que nadie me lo ordenara relevante del suelo y sin prisas y con la máxima dignidad que me fue posible me dirigí a mi posición y una vez allí me mantuve quieta y con la mirada baja tal y como había visto hacer a mis, ya podía llamarlas así, compañeras.
Mi actitud no pasó desapercibida para nadie de los asistentes y Roberto le dio una cariñosa palmada en el hombro de mi Amo, como felicitándole por lo bien adiestrada y predispuesta que se mostraba su nueva y recién esclava.
La comida se desenvolvió sin más incidentes extraños, claro está si obviamos lo extraño que era que tres jóvenes y hermosas mujeres, desnudas y engrilletadas se limitaran a servir solícitamente y a quedar de pie y en ayunas mientras aquellos hombres deglutían completamente ajenos a ellas, ignorándonos como si no existiéramos o fuéramos meros objetos dedicados exclusivamente a su bienestar. Y se dedicaban a conversar amigablemente entre ellos.
Finalmente cuando terminaron llegó nuestra recompensa, aunque ofrecida de una manera completamente nueva para mi.
Cada uno deposito las pocas sobras de su comida en el plato, en el suelo a nuestros pies.
Inmediatamente, Martirio y Juguete, adoptaron una postura a cuatro patas tales como si fueran perras y sin ayudarse las manos empezaron a devorar con ansia directamente con la boca metida en el plato aquellos insignificantes y casi inmundos restos de comida.
Aquello me pareció demasiado humillante y degradante y no me decidía a imitarlas, pero fue entonces cuando de nuevo Álvaro se dirigió a mi y me dijo con desprecio y autoridad.
-¿Le da asco a la princesa comer como sus compañeras? Más vale que te olvides de tus remilgos de señorita burguesa y bien educada. Si quieres comer, y me parece que tienes bastante apetito, esta es la única forma en que lo vas a poder hacer y esta es toda la comida que tienes dispuesta hoy para ti, así que tu verás, o te aplicas el cuento o te quedas en ayunas, guapa, tu misma. Tus amigas se alegraran ya que tocaran a mas ración. – dijo cínicamente
Yo aún dudé unos instantes antes de decidirme a comer, aquello pese a todo era demasiado fuerte para mi, pero el sentido común se impuso, o cedía y me comportaba como aquellos hombres habían decidido ya por mi, o me quedaría sin probar bocado en todo el día. Así que venciendo mis escrúpulos me puse a cuatro patas y metí la cabeza en el plato de sobras de mi amo, devorando en pocos minutos el exiguo alimento que había en él.
Pensé que todo terminaría ahí, pero ilusa de mi, las cosas no habían hecho más que comenzar.
Nada más terminar la comida los dos hombres se pusieron de pie y se sacaron sus pollas que se encontraban en estado de reposo completamente flácidas, y mis compañeras que sin duda ya se sabían la rutina y lo que se esperaba de ellas rápidamente se arrodillaron a sus pies con las manos atrás de la espalda y sus bocas abierta de par en par todo lo que sus labios permitían.
Realmente yo no estaba preparada para lo que iba a ver a continuación, casi sincronizados aquellos hombres empezaron a mear directamente en su bocas, orina que era rápidamente tragada por aquellas derrotadas y sometidas mujeres sin que una sola gota escapara de sus bocas.
Mientras lo hacía, Álvaro que no apartaba la vista de mi interpretando mis emociones me decía.
-¿Te parece asqueroso, puta? En muy poco tiempo te acostumbraras como ahora lo están estas perras e incluso esperarás con ansia los breves momentos en que tu Amo te obsequie con su valioso y delicioso néctar, ya lo verás. Ahora simplemente no estas lo suficientemente entrenada y domada, pero todo llegará a su tiempo.
-Y ahora es un momento tan bueno como cualquiera para empezar. Teco ¿quieres hacerlos honores?
En cuanto Teco se levantó de su silla y comenzó a desabrocharse la bragueta con movimientos lentos y calculados como si no estuviera convencido del todo de la idoneidad del momento. Adiviné lo que vendría a continuación y no supe estar a la altura de la situación.
Comencé a gritar y a agitarme tratando de apartarme de su camino al borde de la histeria. No iba a permitir que me mearan en la boca y mucho menos a tragarme ese inmundo líquido, por muy Amo que fuera mío.
Nuevamente Álvaro tomó el control de la situación y me cruzó la cara con sendos y duros bofetones que me callaron en seco, y acto seguido comenzó a sacarse el cinturón de cuero que sujetaba sus pantalones diciéndome.
-Mira perra, no vas a poder evitar que hagamos lo que queramos contigo, es mejor que aceptes cuanto antes cual es tu condición.
-Ahora no eres mas que una perra al servicio de tu señor y le perteneces por completo.
-Te aseguro que antes o después te vas a beber su néctar, así que tu elijes, por las buenas o por las malas. Seguro que unos buenos correazos en el sitio indicado te harán entrar en razón.
-Y ahora ¡abre la boca como una perra obediente!
No me quedaba ninguna duda por el tono de sus palabras que si no obedecía de inmediato una lluvia de dolorosos correazos de inmediato surcarían mi desnudo e indefenso cuerpo y que efectivamente el resultado sería invariablemente el mismo, así que venciendo mi repulsa me arrodillé sumisamente delante de Teco, cerré los ojos con fuerza esperando lo inevitable y abrí la boca todo lo que pude.
-Buena perra -me lisonjeó Álvaro- Ahora abre bien esos tiernos ojitos y trágate hasta la última gota porque lo que derrames lo lamerás directamente del suelo -Amenazó y yo sabía que no sería gratuitamente.
Así que en cuanto el primer chorro de tibio y amargo liquido cayó en mi boca, me apliqué todo lo que pude en un supremo esfuerzo de autocontrol por beberme todo lo que podía, pero como era de esperar, al poco me atraganté y unas potentes nauseas se apoderaron de mi, que afortunadamente pude contener antes de vomitarlas.
El resultado fue que acabé completamente bañada en la orina de mi señor, y mi cuerpo quedó recubierto de tan en un principio repulsivo líquido, pero para mi sorpresa la cosa fue mucho menos desagradable de lo que mi mente temía.
El meado tenía un sabor acre y amargo pero menos desagradable de lo que pensé en un principio y su tibia temperatura me había hecho experimentar una sensación de bienestar al caer sobre mi cuerpo.
Simplemente me había atragantado a causa de mi poca práctica en beber a gollete y a mis propios nervios.
Aunque en esos momentos me negaba a reconocerlo la experiencia me había agradado, en parte por el significado de entrega y sumisión que entrañaba y que de nuevo había conseguido que me encontrara excitada y al borde del orgasmo.
Sin embargo mi tarea aún no había terminado. Un creciente charquito de orinas incrementándose aún por el goteo de mi cuerpo se encontraba a mis pies, y a una significativa mirada de Álvaro, me puse a cuatro patas, saqué la lengua y empecé a lamer todo el líquido que se encontraba derramado en el suelo.
La sensación era por un lado más desagradable todavía, ya que la orina se había enfriado y su sabor era todavía más desagradable, pero la morbosa y denigrante situación hacia que me encontrara más y más excitada a cada momento. ¿Cómo podía ser que con cada nueva humillación yo respondiera excitándome más y más? ¿Acaso era una completa degenerada y no lo había descubierto hasta aquel día? Sin duda eso sería, no había otra explicación.
De pronto una embestida en mi trasero me sacó de mis pensamientos, uno de aquellos hombres me había metido su polla por el culo aprovechando la favorecedora postura en que había quedado.
Yo ni siquiera me giré, ocupada como estaba en lamer y lamer, pero de inmediato mi cuerpo se tensó y comencé a correrme como una perra en celo, encadenando un orgasmo tras otro.
Hasta entonces yo ignoraba que era multiorgásmica, sin duda porque hasta ahora jamás había sentido tanto placer, y estaba a punto de terminar de lamer el suelo y dejarlo completamente seco cuando sentí en mi interior como un chorro de caliente leche inundaba mis intestinos lo que me provocó de nuevo otro orgasmo todavía más potente, luego del cual caí rendida al suelo como un animal, sin importarme el aspecto que ofrecía ni lo que pensaran de mi aquellos hombres, y de inmediato me sumergí en un reparador sueño casi más bien un sopor que me liberó por unas horas de mi incierto y extraño destino.
Continuará…
Espero les haya gustado y se estén cuidando en estos momentos difíciles, les agradezco sus comentarios a [email protected], no estoy en busca de sexo ni encuentros, cuídense, besitos.