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Tiempo de lectura: 12 minutos

Me llamo Lorena, mido un metro y setenta centímetros y peso cincuenta y cinco kg, mis medidas son 84-61-89, en consecuencia se puede decir que soy una chica esbelta, aunque debo de reconocer que estoy un poco escasa de pecho, cuando voy a comprarme un sujetador me tengo que conformar con una talla 85B, pero en fin esto se compensa cuando voy a comprarme una falda o un pantalón, que con una 36 tengo suficiente, incluso a veces una 34. Siguiendo con mi descripción diré que mi pelo es negro azabache, liso y normalmente me dejo una melena que sobrepasa ligeramente mis hombros, mis ojos son de un color marrón claro. Hace ocho años tenía dieciocho años, recién cumplidos a finales de agosto.

Acababa de terminar el bachillerato en la rama de Ciencias con notas brillantes y de la misma forma había superado la selectividad, en consecuencia, podía elegir los estudios universitarios que yo quisiera sin ningún tipo de problema. Había decidido hacer la carrera de Ciencias Exactas, había tenido dudas entre realizar los estudios en la facultad de mi ciudad o en otra diferente, que se encontraba a cuatrocientos km, finalmente me decidí por esta última opción, deseaba conocer gente nueva tener otras experiencias, vivir otro ambiente y porque no decirlo alejarme un poco del control de mis padres. Viviría en un piso, que compartiría junto a otras dos compañeras.

En cuanto a mis aficiones son la música clásica, estuve estudiando piano hasta comenzar el bachillerato, en ese momento tuve que dejarlo, pues temía que me quitara tiempo para mis estudios. Me gusta la fotografía, la playa, la lectura, hacer senderismo y desde luego el sexo, en especial con desconocidos, así se evita que lo vayan contando a personas conocidas.

A través de internet contacté con dos compañeras de estudio con las que compartiría piso, Ana y Gloria, elegí esta opción por dos motivos, en primer lugar, salía más económico que una residencia de estudiantes y en segundo lugar disfrutaría de mayor libertad de movimientos.

Finalmente llegó el día de trasladarme a mi nueva residencia, el viaje lo realizaría en tren, es un medio de transporte que me gusta, en los viajes largos en autobús siempre me ha estresado, el hecho de tener que estar sentada en tu asiento sin poder moverme, y en cuanto al avión, que en teoría es más rápido, entre traslado al aeropuerto, antelación con la que te tienes que presentar y control de equipajes al final no es tanto el tiempo que se economiza en un viaje de cuatrocientos km, además en el control de equipajes siempre he tenido el temor de que, en el trasiego de la maleta a las cajas y de estas a la maleta se me olvide algo.

Después de haber dejado preparada la maleta la noche anterior, me levante a las siete y media, me duché, desayuné y me puse la ropa que había elegido la noche anterior para el viaje, una minifalda amarilla, lisa y ajustada, que se cerraba con un botón y una cremallera en la parte trasera y una blusa blanca abotonada delante ligeramente traslucida, ese tipo de blusa requería un sujetador blanco para que se adivinase, pero que no destacase demasiado, en consecuencia, mi ropa interior era un conjunto de braguita y sujetador blanco.

Salí de casa de mis padres poco después de las ocho y media, cogí el metro y llegué a la estación alrededor de las nueve. A las nueve y diez minutos ya me encontraba sentada en mi asiento, junto a la ventana, baje la bandeja de mi asiento, saque de la mochila mi tablet y me puse a leer una novela, el tren tenía fijada su salida diez minutos después y tras cinco horas y diez minutos de viaje llegaría a Madrid. Puntualmente arrancó el tren sin que nadie se sentara en el asiento de al lado.

Cuando llegamos a Burgos se acercó un señor de mediana edad con una incipiente calvicie, comprobó el número del asiento que se encontraba a mi lado y sentó en él, mientras me saludaba:

– Buenos días

– Buenos días – le respondí.

– ¿Vas a Madrid?

– Si

– ¿Estudiante?

– Si, ¿cómo lo sabe?

– No es muy difícil, una chica joven a primeros de septiembre viajando sola… Por cierto, eres muy guapa.

– Gracias, usted también va a Madrid.

– Si, tengo allí mis negocios, pero por favor tutéame. Me llamo Juan.

– Encantada, mi nombre es Lorena.

Nos dimos dos besos en las mejillas y me percate que me miró con cierto descaro el canalillo, en ese momento llevaba desabrochados los dos botones superiores de mi blusa. Siempre había estado un poco acomplejada por mis pechos, en el instituto en más de una ocasión mis compañeros de clase hacían chistes a cuenta de ellos, el que ahora alguien se fijara en ellos e intentase ver o adivinar lo que se escondía bajo mi blusa y mi sujetador me excito bastante.

– Y tú ¿a qué te dedicas? – Le pregunté.

– Es complicado de explicar a una chica tan joven como tú, igual te escandalizo, ¿qué edad tienes?

– Hace una semana he cumplido los dieciocho, el día veintiocho, pero si tan delicados son tus negocios no te voy a obligar a que me los cuentes.

– Vaya, una virgo.

– Si, así es.

Sacó el portátil de su mochila y lo puso encima de la bandeja y mientras se encendía, me dijo:

-Te voy a mostrar mi trabajo.

Abrió la carpeta de imágenes y aparecieron una serie de imágenes de chicas, las mismas chicas aparecían vestidas muy sexys, en ropa interior o en bikini y completamente desnudas incluso abiertas de piernas mostrando su coño y su ano, todas con el coño completamente depilado o arreglado.

– ¿Eres fotógrafo? Me encanta la fotografía.

– No, no soy fotógrafo ¿Haces fotos? ¿Has posado como modelo?

– Bueno soy aficionada a la fotografía, hago fotos y me han hecho fotos, pero no como modelo.

– Con el cuerpo que tienes serías una modelo estupenda para realizar desnudos.

– Gracias, pero no me veo haciendo ese tipo de fotos, que vergüenza si me ve algún conocido desnuda.

– ¿No has hecho nunca topless o nudismo?

– Si, pero en la playa, no es lo mismo, esas chicas lo enseñan todo. Entonces ¿qué eres representante de modelos?

– Bueno algo así, te enseño nuestra página web.

Abrió una página web que debajo del título tenía un subtítulo que decía algo así como “Escorts, las mejores prostitutas de lujo en Madrid”.

– ¿Llevas una agencia de prostitutas?

– Si, tengo un club de alterne y una agencia de prostitutas de lujo, aunque suena mejor escorts o chicas de compañía.

– Ya suena mejor, pero por si acaso hay pone bien claro que son prostitutas. ¿No las molesta? Tengo entendido que las escorts son chicas cultas que no aparentan a lo que se dedican.

– Si así es, normalmente su entorno no lo sabe, llevan una doble vida incluso algunas tienen un trabajo normal durante la semana y sólo trabajan de putas los fines de semana, entre universitarias como tú hay varios casos, estudian durante la semana y de viernes a domingo se convierten en prostitutas y no lo saben ni sus compañeros ni sus profesores, muchas son de fuera como tú. Y en cuanto a molestarlas, sólo se menciona lo que son, tanto ellas como los clientes saben que son putas y se tienen que acostumbrar, la mayoría de los clientes prefieren tratarlas como ligues, pero también hay los que prefieren tratarlas como putas y decírselo a la cara, es algo que tienen que aceptar.

– En alguna ocasión alguna ¿se habrá encontrado con algún conocido?

– Bueno es difícil, puede suceder con las que viven aquí y tienen un trabajo y conocen más gente, con las universitarias es más difícil, casi imposible, aquí prácticamente sólo conocéis a los compañeros de clase, o personas jóvenes como vosotras y estos normalmente no frecuentan estos lugares, podría darse el caso de coincidir con algún profesor, pero es difícil…

– Bueno no solamente serían los que conoces aquí, también puede venir alguien a pasar un fin de semana, solicitar una de estas chicas y encontrarse con que la conoce o que la reconozca a través de las fotos que colgáis.

– En cuanto a reconocerla por las fotos es difícil, ya has visto que la mayoría tienen los ojos o incluso toda la cara desenfocada, las que no tienen el rostro desenfocado es porque no las importa ser reconocidas. En el caso concreto de las universitarias es la condición que ponéis todas, tener el rostro desenfocado, no os soléis conformar sólo con los ojos.

– Desde hace un rato, cada vez que hablas de universitarias que practican la prostitución parece que me incluyes a mi entre ellas, me da la sensación de que me estás llamando puta.

– Bueno me gustaría mucho que trabajaras para mí y poder llamarte puta, ¿no se te ha pasado nunca por la cabeza la posibilidad de prostituirte?

– ¿Trabajar de prostituta? No, nunca.

– ¿No me estarás mintiendo? Según estudios que circulan por ahí sois muchas las chicas que tenéis esa fantasía.

– En todo caso serían fantasías, pero la realidad tendría más inconvenientes que ventajas.

– Uno de los inconvenientes sería ¿Qué te reconociese algún conocido?

– Supongo que en el caso de planteármelo ese sería uno.

– Resumiendo, lo que te preocupa no es ser una puta, sino que las personas de tu entorno lo sepan y que cuando hablen de ti te llamen puta.

– La mejor forma de que no me lo llamen es no serlo.

– ¿Segura?

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Tienes novio o has tenido?

– No

– ¿Te gusta el sexo?

– Si.

– ¿Eres virgen?

– No.

– Sin novios y no eres virgen ¿Cómo puede ser eso?

– Lo que no puede ser es que alguien que tiene tu negocio sea tan anticuado.

– Ja, ja estaba de broma. Esto quiere decir que te han follado y seguramente te habrán metido mano en más de una ocasión.

– Si, algunas veces.

– Siempre gratis, supongo.

– Evidentemente, yo me divertía y el que estaba conmigo también.

– ¿Conocidos, desconocidos?

– Algún compañero de clase, algún amigo y también en alguna ocasión ligues que no conocía con anterioridad.

– Y, no crees, que en más de una ocasión alguno de esos, ¿no habrá contado su aventura y habrá dicho por ahí que Lorena es una puta?

– Es posible, los chicos sois así.

– Resumiendo, te han llamado puta y encima te has quedado sin cobrar, si te hubieses prostituido al menos hubieses sacado un beneficio.

– Estas empeñado en convertirme en una de tus putas.

– Y espero conseguirlo y poder llamarte puta algún día.

– Gracias por reconocer que todavía no lo soy. Oye, una pregunta ¿Alguna vez has follado con tus chicas?

– Toda puta que trabaja para mí con el primero que folla es conmigo y con mi socio. Ya ves otro motivo por el que quiero que trabajes para mí, poder follarte.

– Ja, ja pues espera sentado.

– ¿Puedo hacerte una pregunta? Un poco íntima.

– ¿Las que has hecho hasta ahora no lo eran? Pregunta lo que quieras.

– ¿Qué llevas debajo de la faldita?

– Braguitas.

– ¿Alguna vez has salida con faldita y sin nada debajo?

La conversación me estaba excitando muchísimo, estaba muy húmeda, pensé en terminar con la conversación, pero mi excitación pudo más y seguí con ella.

– Si, una vez, hace un mes. Después de celebrar mi cumpleaños, mi primo me dijo que no me atrevía a salir a la calle sin ropa interior y con una minifalda. Yo le contesté que no tenía ningún problema en hacerlo, que si nos apostábamos algo podíamos quedar para el fin de semana próximo. Finalmente nos apostamos una cena y la gané yo.

– Como te vestiste.

– Con una mini escocesa y una blusa estampada, camisera como esta.

– ¿Cuántos botones sueltos?

– No recuerdo supongo que dos o tres, como en esta.

– Vamos que según como se te mire se te puede ver el tirante del sujetador y el borde de la copa.

-Si, supongo que sí.

– Tu primo ¿se fio de tu palabra o comprobó que realmente ibas sin nada debajo?

– Mira si te sigo contestando vas a terminar diciéndome que soy una puta.

– No creo que en este momento eso te preocupe demasiado igual hasta te gustaría que lo hiciese, además el que lo piense no quiere decir que te lo diga si pienso que te va a molestar. ¿Lo comprobó? y ¿Cómo lo hizo?

– Paramos en un área de descanso y estuvimos metiéndonos mano.

– Supongo que pasaría algo más.

– Me dijo que había una convocatoria de dogging y que siempre le había apetecido ir a una, yo al principio me negué, pero como la cita era en otra provincia limítrofe pensé que sería difícil encontrarnos con algún conocido y finalmente accedí y después de cenar nos acercamos al lugar de la convocatoria.

– Muy interesante, sigue contándome, ¿cómo te exhibió?, ¿qué pasó?

– Bueno era un parking en un pinar cerca de una playa, me puso una barra separadora de piernas en los tobillos y me mandó que pusiese mis manos a la espalda esposándomelas, reclinó mi asiento hasta que quede completamente tumbada, encendió las luces interiores del coche y me dijo que esperara, poco a poco empezaron a acercarse algunos curiosos que me miraban, empezó a acariciarme los pechos por encima de la blusa a continuación fue desabrochándome los botones muy despacio uno a uno pero teniendo mucho cuidado para que la blusa se mantuviese en su posición original y cuando terminó con el último me dijo: “Ahora viene lo divertido” y procedió a separar los lados de la blusa dejando mis pechos al descubierto, a continuación, al igual que había hecho con los botones, fue soltando muy poco a poco cada una de las dos hebillas de la falda escocesa, cuando termino con la última el extremo de la falda que quedó libre lo retiro hacia un lateral del asiento dejando al descubierto todo mi muslo derecho hasta la cintura. El otro extremo de la falda que permanecía unido al resto de la falda por un par de corchetes que tenía en la cintura tapaba a duras penas mi entrepierna y mi muslo izquierdo, no me atreví ni a mover un solo musculo, temiendo que si lo hacía mi coño quedase al descubierto. Alguien preguntó si se podían sacar fotos, y la respuesta de mi primo fue que sí. A partir de ese momento aparecieron varios móviles que se dirigieron hacia mí, supongo que aparezco en varias fotos y supongo que también en algún video. A continuación, desabrocho los dos corchetes que mantenían unida mi mini por la cintura, lo que le permitió deslizar el extremo izquierdo de mi falda al lado izquierdo del asiento, dejándome completamente desnuda a la vista de los mirones. Mi primo empezó a tocarme los pechos y el coño, finalmente se tumbó encima de mí, se desabrochó la bragueta y sacando su polla me folló delante de todos hasta correrse dentro de mí, a continuación, se sentó en su asiento subiéndose su calzoncillo y cerrando su bragueta. A continuación, puso mi asiento en su posición normal quedando nuevamente sentada. En el exterior del coche había cinco o seis personas mirándome, mi primo me dijo: “creo que quieren hacer algo más que mirar” y dicho esto bajo la ventanilla de mi lado, inmediatamente entraron varias manos que acariciaban mis pechos, mis pezones, algunos los pellizcaban, me tocaban el coño, sentía como entraban y salían dedos de él, hasta que finalmente mi primo dijo que nos teníamos que ir, cerró la ventanilla, me libero los tobillos de la barra separadora, me soltó las esposas y arrancó el coche y nos fuimos de allí.

– ¿Disfrutaste?

– La verdad es que sí.

– ¿Lo habéis vuelto a repetir?

– No

– ¿Por?

– Mi primo se dedicó a contarlo y se enteraron varios compañeros de clase.

– Vieron las fotos o los videos.

– Que yo sepa no.

– Supongo que aquella noche oirías más de una vez palabras como puta o similares.

– Si.

– Y eras consciente de que se referían a ti.

– No soy tonta

– ¿Te molestaba o te ponía?

– En aquel contexto me ponía.

– Una chica con tu experiencia y que ya está acostumbrada a que la llamen puta no tendría ningún problema en trabajar para mí.

– Son cosas diferentes, una cosa es tener una cierta fama de puta porque me gusta el sexo, y otra cosa es trabajar de puta.

– Te hago una propuesta. Si vas al servicio y te quitas la ropa interior y cuando vuelvas aquí me dejas comprobar todas las veces que yo quiera que vas sin bragas te doy cien euros.

– Ja, ja y cómo quieres comprobarlo, ¿subiéndome la falda?

– No, metiéndote mano, como los mirones que me has contado.

– Estamos en un tren nos pueden ver.

– Un poco difícil, estamos en la última fila del vagón, en el asiento de al lado no hay nadie y estas bandejas tapan muy bien.

– No.

– Doscientos.

– ¿Sólo por dejarme meter mano?

– Sería más divertido follarte, pero aquí sería más complicado. Sólo por meterte mano.

– ¿Hasta cuanto piensas seguir subiendo? Ja, ja, no soy una prostituta.

– Quinientos, ni un euro más y tienes diez minutos para decidirte a partir de ese momento iré bajando la oferta de cien en cien euros hasta llegar a cero, sólo una condición más tu braguita y sujetador me los tendrías que entregar, pasarían a ser de mi propiedad.

Cogió su mochila, abrió la cremallera de un compartimento interior y tras unos segundos me mostró diez billetes de cincuenta:

– Pueden ser tuyos, ya sabes las condiciones y el tiempo está corriendo

Desde que Juan se había sentado a mi lado, el morbo de la conversación había ido subiendo de tono, le había contado intimidades mías que no se las hubiese contado a nadie, el que insinuase que era una puta, no me molestaba, sino que, aumentando el morbo de la situación, incluso yo le había dado pie a que me lo llamase, no cortando la conversación a tiempo o con algunas de mis respuestas. Hacía rato que estaba tremendamente mojada, que tenía unas ganas tremendas de hacerme un dedito o de que alguien me metiese mano has conseguir que me corriese de una vez. ¿Quién mejor que un desconocido al que posiblemente no iba a volver a ver? Además, a pesar de sacarme unos cuantos años, calculé unos veinte, me resultaba atractivo, me gustaba su forma de tratarme y por otra parte recibir quinientos euros por dejarme meter mano durante poco más de una hora y venderle un conjunto de ropa interior que me había costado unos veinte euros no estaba nada mal.

Mientras me hacía estas reflexiones, me pregunto:

– ¿Dudas?

– La verdad es que sí. Y si después de dejarme meter mano ¿no me pagas?

– En cuanto pongas tu braguita y sujetador encima de mi bandeja yo pongo los billetes encima de la tuya, a las putas siempre se las paga por adelantado.

Cogí mi bolso y me levanté de mi asiento:

– ¿Me dejas pasar?

– Encantado – dijo mientras se levantaba.

Fui al servicio, me quite la blusa para a continuación quitarme el sujetador, después me quite las braguitas y doble perfectamente ambas prendas, para que ocuparan lo menos posible y las guarde en mi bolso. Salí del servicio y volví a mi asiento, en cuanto llegué Juan se levantó para dejarme pasar. Me senté, abrí mi bolso y cogiendo las dos prendas las dejé sobre la bandeja de Juan, inmediatamente el dejó los billetes sobre la mía, los cogí y los guardé en el bolso. Antes de guardar mi ropa interior en su mochila cogió mis braguitas y empezó a olerlas por la zona de la entrepierna:

– Huelen a puta.

– Si, estoy un poco húmeda, pero en todo caso olerán a sexo.

– A sexo de puta, y dentro de poco mis dedos también olerán a puta

Posó su mano derecha sobre mi rodilla izquierda y comenzó a acariciármela, a continuación, fue subiendo poco a poco hasta llegar al borde de la falda y ahí se detuvo conformándose con acariciarme el muslo y juguetear con el borde de la falda, unos segundos más tarde su mano empezó a progresar ya por debajo de la mini hasta llegar a mi vello púbico y empezar a jugar con él diciéndome:

– Ya no se lleva el felpudo, de lo tienes que depilar o al menos recortarlo.

– Es que tenerlo completamente depilado cuando voy a una playa nudista me da corte.

– Y estar en un coche abierta de piernas a vista de todos ¿no?, voy a buscar una posición más cómoda.

Sacó la mano de donde la tenía y me la puso en el hombro y fue bajándola muy despacito hasta toparse con la cintura de mi falda, busco el botón y me lo desabrochó, a continuación, me bajo la cremallera de la falda, yo proteste:

– Me estas desnudando, ese no era el trato.

– Tranquila, que la mini va a seguir en su sitio, sólo estoy haciéndome espacio para meter mi mano, con el botón y la cremallera subida no tenía espacio.

Empezó a meter la mano entre mi cintura y la de la falda hasta llegar a rozar con los dedos la rajita de mi coño.

– ¿Sabes Lorena? Ya no podrás volver a decirme lo que me has dicho hace un momento.

– ¿A qué te refieres?

– Me has dicho que tu no eras una prostituta, y en este momento te estás prostituyendo por quinientos euros, ¿sí o no?

– Vale tienes razón, ahora ya si lo soy.

– No te he oído decir lo que eres.

– Soy una prostituta.

– Muy bien así me gusta que lo reconozcas. Abre las piernas.

Obedecí y a partir de ese momento sus dedos manosearon mi coño, pellizcaron mi clítoris, entraban y salían de mi coño, en un momento dado saco la mano y se llevó los dedos a la nariz.

– Efectivamente huelen a puta.

Volvió a meter la mano debajo de mi falda y sus dedos en el interior de mi coño y aunque me corrí el siguió metiendo y sacando sus dedos hasta que se anunció por la megafonía del tren que estábamos llegando a Chamartín.

Subí la cremallera de mi falda abroché el botón cogí mi equipaje y Salí con él del tren, entonces me dijo.

– Viene a buscarme mi socio, te llevamos a casa.

– No gracias – Mi intención era no volver a verle, me había divertido y obtenido unos euros que me venían muy bien pero no quería que supiese donde vivía – Prefiero ir sola.

– ¿Me das tu teléfono?

– No lo siento

– Como quieras, de todas formas, aquí tienes mi tarjeta, espero que cambies de opinión, siempre serás bien recibida en nuestra agencia.

– Lo tendré en cuenta.

Nos dimos dos besos en la mejilla, yo cogí el metro y me dirigí a la dirección de la inmobiliaria en la que yo y mis compañeras habíamos alquilado el piso que sería mi nuevo domicilio en mi etapa universitaria.

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