Vamos a decir que me llamo Laura, pero muchos me dicen La. Hace algún tiempo cuando tenía 48 años y estaba casada y con dos hijos; había comenzado a sentir que algo me faltaba en el deseo, o ese deseo estaba pidiendo algo más que el sexo de entrecasa con mi esposo; con treinta y ocho años y casada, habían quedado atrás mi adolescencia y mis viajes por el mundo, habiendo conocido placeres, vicios eróticos, copas de espumantes y amigovios (como dicen ahora) bastantes frecuentes entre mis íntimos.
Esa tarde de un viernes cualquiera en Buenos Aires, tenía ganas de llegar temprano a casa darme un baño de espumas con sales y escuchar música, una copa de espumante y la paz de la casa; mi esposo estaba de viaje y mis hijos creyendo yo, en casa mis padres, por lo que el fin de semana era mío y nada más que a merced de mis placeres; de vez en cuando la llamaba a Mena, esa amiga que sabe hasta el último orgasmo que tuve en la noche, o aquella que alguna vez también me los provocara.
Dejé mis papeles, me colgué la cartera y como toda arquitecta me vanaglorié de mis encantos frente a los chicos de mi estudio cruzando mis piernas al caminar, haciendo que mis glúteos marcaran mi sugerente andar o mis posiciones delante de ellos y de ellas también; siempre supe que más de uno de ellos, tenían alto morbo con mi figura y mis provocaciones, las que no eran menos; había alguno que otro y sobre todo un rubiecito, Leo al que alguna vez comiéndole la boca le demostré como se coge a una potra como yo.
Pero llegué a casa, descendí del auto, y entrando, percibí que la puerta de calle estaba sin llave, pensé que se habrían malogrado mis planes de “finde” especulando que mi esposo había regresado, pero no, su auto no estaba en la cochera; al entrar sentí ruido en los dormitorios y sigilosamente, quitándome las sandalias subí las escaleras; cada vez más se sentía el gemido de una mujer que estaba cogiendo rico en mi dormitorio; sin hacer ruido, a través de la puerta entreabierta veo que mi hijo Richard estaba cogiendo con su novia sobre mi cama, los gemidos y la cara de Rosana (su novia) estaban en pleno orgasmo; mi hijo detrás de ella, clavaba tremenda pija en una conchita depilada y muy rica bañada por sus propios flujos, con una colita que se elevaba en tanto que ella arqueaba su cintura, recostando su carita y su pelo rubio sobre las almohadas. No voy a negarlo, me excite…
Mientras seguían cogiendo y cada vez que el golpeteo del pubis de mi hijo sobre la colita de Rosana era más intenso y más profundo, gemían con murmullos que me costaba distinguir, yo ya me estaba mojando frente a esa escena…
—Cogéme más fuerte hijo de puta, cogéme como coge la putita de tu mami. —Le gritó Rosana.
Me quedé helada, cuando escuché esas palabras, me di cuenta en ese momento que alguien más sabía de mis aventuras, lo más asombroso fue cuando veo que la pendeja, tenía puesto una biquini mía, una tanga y soutien de tela atigresada, para esas noches de putas que una se pone debajo de una minifalda par provocar calenturas. Pero ahora me calentaba a mí que esa nena tenía puesto mi traje de perra y que mi hijo con su pija la estaba gozando.
—Cogéme más fuerte, pensá como coge tu mami con cada macho que tiene. Te gusta ver a tu mami coger, te calienta también putito… Entonces partíme como se la parten a ella.
Mi hijo se estaba cogiendo a su novia, pensando en mí, estuve a punto de explotar, pero el morbo me fue conteniendo y mostrándome que yo era la protagonista de esa cogida profunda; cerré mis ojos y comencé a sentir un mareo que me tumbó contra la pared.
—Si nena, me encanta como coge mi mami, y más cuando la llenan de leche.
—Rompéme, cogeeeme más; sentí que esta conchita es de tu mami, de esa putita.
—¿Te gusta espiarla?… ¿Te gusta como se la coge Mingo?… ¿Te gusta bebe?…
Yo no podía creer lo que escuchaban mis oídos, mi hijo sabía que mi amante era Mingo, el hermano de Mena que un día me sedujo en casa esta y ya llevábamos más de 5 años cogiendo y con un par de raspajes en el haber, a pesar de otros amantes temporales o compartidos; me gusta el swingerismo o los tríos; pero ahora estaba masturbándome, rozando la tela de mi tanga contra mi clítoris; viendo a mi hijo coger y calentarse conmigo; cerraba los ojos y gemía…
—Sentila mami, sentila mami. —decía y volvía a repetir.
—Si bebe; mamí la está sintiendo, —le contestaba Rosana.
Yo sí que la estaba sintiendo, me había mojado toda y tenía que morderme para no gritar y gozar como me gusta, pero más me calentaba ver la pija de Richard rozando mi tanga, ¿las fantasías que tendría? y ¿cuántas pajas me habrá dedicado revolviendo mis cajones? los que de vez en cuando descubría yo, que estaban revueltos mis encajes. Ahora entendía cuántas veces me dio a entender que sabía de mis infidelidades. Mi hijo era un cómplice a boca cerrada; ¿sabría todas mis aventuras?… Guau… la cabeza me dio vueltas y más me calentaba tratando de verle la pija, ahora quería sentir lo que estaba sintiendo esa chica sobre mi cama.
En un momento Rosana pegó el gritito de un orgasmo y poniendo por debajo su mano, acaricio su conchita llena de flujo y se untó ese esfínter rosadito; mi hijo separándose le pasó su lengua húmeda dejando caer una intensa salivada, —la pija de Richard era enorme—, cuando apoyó su glande en ese orificio no había duda que el morbo que tenían conmigo era intenso y tan real como lo estaban viviendo.
—¿Me vas a hacer la colita?
—Si mami, como te la hace Mingo. —Mi hijo sabía hasta mis diálogos con mi amante.
—Despacito bebe, como le gusta a tu mami; haceme sentir como esa pija se clava y se pone más dura. Mirá mis pezones, son como los de tu mami… mirá como se ponen… “guasqueame” la colita. —hasta eso sabían, “guasqueame la colita” es como le pido yo a mis amantes, que me llenen la colita de leche.
—Así… la siento adentro mío, que rico que duele.
—Así la siente la putita de mamá.
Sin duda Richard, mi hijo, me había visto coger; yo tenía que contenerme porque hasta sentía mi propio esfínter mojarse. No tardaron mucho en acabar, mi hijo se estrelló contra Rosana, la penetración fue una acaba profunda en esa colita, que el grito de esa nena retumbó en toda la casa; chorreaba semen entre sus piernas, aún sin que mi hijo se hubiera despegado de ella; mi tanga, la que Rosana llevaba puesta se tiñó de blanco con tanto semen y tanto flujo blanco que le bajaba mientras se despegaban suavemente. Rosana se irguió sobre sus piernas y antes que se escapara el glande de Richard y chorreando guasca; ella lo besó, se besaron profundamente; –tenía los pezones tan calientes y rozados como los míos.
—¿Te gusta como coge mamá?
—Si putita, mamá y vos son ideales, un par de putas que saben lo que es coger.
—Algún día nos la cogemos a tu mami y le enseñamos nuestro morbo; me encantaría cogerme a Laura, y le damos el gusto de un trío como a ella le gusta. Como los hace en el club con sus amiguitos.
¡Sabían hasta mis secretos y los nombres de mis amantes!
Richard se incorporó y dejó caer toda su leche sobre la cara de Rosana, ella abriendo la boca, se metió cada centímetro de esa pija, todavía erecta y se tragó hasta la última gota…
—Limpiala putita.
—¿Cómo hace mamí?
—Si nena, toda.
Rosana se tumbó de espaldas sobre la cama; tenía su pubis igual que el mío, depilado y apenas con una línea de bellos rubios que descienden hasta el clítoris; sus lolas un poco más pequeñas que las mías, pero tenía la misma intensidad de mis aureolas y sus pezones erectos, al igual que los míos bajo mi camisa blanca. La pendeja era mi otra yo cogiendo con mi hijo. Eso me excito y el morbo se hacía más intenso en mi cabeza. Levantó sus piernas y Richard le quitó mi tanga arrastrándola por sus largas piernas, cuando estrujándola en sus manos la usó para limpiarla la conchita y la colita, a la vez que también se secó la pija.
—¿Que vas a hacer con esa tanga? —le preguntó Rosana.
—Se la vamos dedicar a mami con toda la leche que me sacaste.
Mi hijo comenzó a caminar hacia la puerta del cuarto, yo estaba detrás de esta; lo único que pude hacer es esconderme velozmente en el suyo, rogaba que no entrara y que fuera hacia el baño. Traía en su mano mi tanga hecha un bollo… Pero entró en el cuarto donde yo estaba, me descubrió con la camisa desabrochada, mi minifalda levantada por sobre las caderas y sin mi biquini; mis pezones reventando sobre la tela de la camisa ya desabrochada; apenas si intenté tapar mis pubis, pero dejé que también lo descubriera.
—¿Qué haces acá? — Me murmuro para que no lo escuchara Rosana.
—Vi todo Richard, hace un buen rato que estoy espiándolos. Dame esa tanga que es mía, (le dije) llevándomela hacia mi boca y sintiendo sus olores; decíle a Rosana que se vaya, que mamá está por llegar y que quiero hablar con vos.
No tardé en meterme esa tanga llena de semen entre mis labios, cuando con sus dedos Richard aún más, la empujó dentro de mi boca; le devolví el gesto cuando me arrodillé y tomando entre mis manos su pija, le hice un par de pajas y le dije como pude mientras metía esa pija también entre mis labios…
—Ahora sí que va a ser de mami.