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Mi hombre llega desde el pasado
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Todavía siento en la piel el roce de sus besos, me estremezco recordando como sus caricias hacían brotar mis orgasmos a borbotones. Imposible no extrañar sus penetraciones profundas, firmes, que me llenaban de placer.

Han pasado 3 años desde que tuvimos un encuentro súper fugaz, solo una noche de verano. Fue en una playa del caribe, yo festejaba sola mis treinta años, donde habíamos coincidido de forma casual. Era el tipo de hombre que no me atraía, apenas llega a 1,70 cuando yo mido 1.80, con la cabeza rapada, pero con barba, un abdomen prominente, y finalmente, un pene de 15 cm. Yo tengo un cuerpo cuidado, mis medidas son las ideales, 90-60-90, pechos y culo bien firmes, soy rubia de ojos verdes.

En estos tres años solo hemos mantenido contacto por mensajes, video llamadas. Nunca nada sexual, no es su estilo. No menos de una vez por mes, nos comunicamos, charlamos de nuestras cosas, incluso íntimas. Después de esa noche, se fue transformando en amigo, hasta hoy, que puedo decir que es mi mejor amigo hombre.

Inconscientemente siempre pensé en volver a estar con él, aunque sea solo una noche. Debo reconocer, que a pesar que he tenido un par de parejas y otros touch con otros hombres después de él, nunca he disfrutado el sexo como esa noche. Anoche, me llamó por video llamada para charlar y sobre el final, como quien no quiere la cosa me dijo:

“Pau, tengo ganas ve verte, de estar con vos”

Me quedé helada, por su tono de voz y su rostro, entendí perfectamente a donde apuntaba la frase. El aprovechó mi desconcierto para continuar.

“Dentro de 15 días viajo a Buenos Aires, voy a estar una semana. Pensaba que quizás, si tenés ganas, podemos cenar una noche”

“Una noche, no. Por mí cenemos todas las noches, y también desayunemos todos los días…” le dije con malicia.

“Me resulta difícil negarme a eso, pero viste como es la vida, quizás una noche sea suficiente para romper todo el encanto del recuerdo.” Me dijo. En nuestras charlas siempre se mostró igual, muy realista, duro, sin dejar de decir lo que piensa. Tenía razón. Aquella noche en el Caribe quizás fue algo excepcional, y hoy la realidad sea otra.

De él sabía lo que me había dicho, que trabajaba en un banco de EEUU, y que rara vez viajaba al exterior. Yo en cambio, le conté que trabajaba en una oficina como administrativa. La pura realidad.

“Tim, dejemos que las cosas fluyan, y que camino toman. ¿Dónde vas a parar?”

“En un hotel, pero todavía no me confirmaron nada. Cuando tenga la fecha de llegada y el hotel te aviso, y si no estás ocupada, quizás podamos vernos.”

“Dale, quedamos así” le dije.

Los 14 días siguientes fueron interminables, no tenía noticias de su llegada, pensé que había suspendido el viaje, ya que teóricamente, al día siguiente llegaría. Me fui a dormir amargada y triste.

Me levanté igual, amargada, triste. No tanto por la parte sexual, sino por la amistad que tenemos. Fui a la oficina, trabajaba, pero pensaba en él. Mis compañeros se preocuparon porque me veían triste. Casi al final del horario de trabajo me entró una llamada de él en el celular.

“Hola Pau, mil disculpas, pero no pude llamarte antes. Se complicaron algunas cosas”

“Tim, hola. No hay problema, estaba preocupada por si te había pasado algo.”

“No, está todo bien. Solo fue problema de organización del viaje. Te puedo invitar a cenar, estoy en Buenos Aires.”

“¡En serio! Que alegría me das. Claro que sí. Quiero verte ya mismo”

“Por favor, pásame tu dirección por mensaje y a qué hora pasa un auto a buscarte.”

“No es necesario…” dije.

“Por favor, yo voy a estar hasta tarde en la oficina. Si te parece te pasa a buscar a las 21 h y pasan por el hotel a buscarme. Y vos elegís donde comemos.”

“Bueno, dale.”

Le mandé mi dirección y me cambió la cara totalmente. Estaba feliz, había podido venir, y esa misma noche lo iba a ver.

Cuando llegué a casa, primero pensé en donde ir a cenar, para después elegir la ropa. Como me había contado de sus ganas de conocer una parrilla argentina, elegí un conjunto muy casual, pero sensual y elegante. Me di una ducha, me maquillé y me arreglé el pelo. Cinco minutos después de estar lista, sonó el portero eléctrico, avisando que me venían a buscar.

Cuando bajé me encontré con una persona de traje negro, que muy amablemente me guio hasta un Mercedes Benz gigante y me abrió la puerta. Esperó cerrarla y subió.

“Srta. Paula, el Sr. Tim me indicó que lo pasemos a buscar por el hotel, y después van a ir a cenar, pero que Ud. tiene la dirección. Si me la facilita, así la voy cargando en el GPS, por las dudas sea una zona que no conozco”

Le di la dirección y me quedé pensando en el auto que me llevaba, era impresionante. El confort, el lujo, el andar. Y con chofer. Muy disimuladamente, el chofer tomó el teléfono y avisó que estábamos a 5 minutos. Llegábamos a la zona de los hoteles más caros de la ciudad y se detuvo frente a uno de ellos.

Lo vi salir del hotel y me costó reconocerlo. Obviamente no había crecido, pero sí estaba más flaco. Llevaba un traje azul cruzado hermoso. Zapatos negros brillantes, lentes. Si bien tenía 40 años, parecía mucho menos. El chofer le abrió la puerta, el agradeció y subió sacándose los lentes.

“Hola Pau” me dijo mirándome a los ojos fijamente, mientras tomaba mi mano y la acercaba a su boca para besarla.

“Hola Tim, que alegría verte de nuevo. Y que elegante estás.”

“Vos, hermosa y sensual como siempre. Estoy feliz de poder haber venido, hace muchos que quería venir a Bs. As., pero no se daba. Supongo que le pasaste la dirección del restaurant a Carlos”.

“Si, pero vamos a una parrilla, me acordé que siempre me decís que querés comer carne argentina y en una parrilla.”

“Genial, que buena bienvenida que me das: tu compañía y asado argentino”

Debo reconocer que estaba impactada por todo, el auto, el hotel donde se hospeda, sus modales siempre impecables. Y su mirada. Sus ojos me hablaban tanto como su boca. Veía su pasión en la mirada.

Cuando llegamos a la parrilla, el chofer abrió primero su puerta, luego la mía.

“Carlos, yo lo llamo cuando terminamos de cenar. Muchas gracias”

“Por favor, Sr. un placer. Que disfruten su cena.”

Entramos y nos sentamos directamente.

“Tim, por favor, me muero de intriga, ¿cómo estás?, te veo más delgado, súper elegante”

“Feliz por poder verte, la realidad es esa. Como te dije, tenía muchas ganas de venir, pero siempre surgía algo. Esta vez no dejé que nada me lo impida. Si estoy más delgado. Quería verme bien. Pero Contame de vos, ¿novio, pareja, algo?”

“No, nada. Te conté las veces que hablamos que salí con dos o tres, pero nada serio y terminó todo muy rápido. ¿Vos?”

“Igual que vos, solo”

Y se quedó mirándome a los ojos. En silencio. Estaba moviendo mi mano para agarrar la suya cuando el mozo nos interrumpió para tomarnos el pedido. Yo estaba turbada. El seguía teniendo ese magnetismo tremendo que me enloqueció en el caribe. Me dejaba sin palabras. Solo quería besarlo.

“Contame, como es esto del Mercedes Benz, semejante hotel”

“Te dije, trabajo en un banco de EEUU, y bueno, tiene sus beneficios”

“Ya lo creo, yo sigo igual, en la oficina. Nada cambia para mí”

Cenamos, charlamos, nos miramos en silencio. Su sonrisa me volvía loca, notaba que disfrutaba estar conmigo. Que más lindo para una mujer que un hombre la halague con sonrisas, miradas.

Terminamos de cenar, y avisó al chofer que estábamos por salir.

“Y, ¿Qué te pareció la carne argentina?” pregunté.

“Es la segunda vez que la pruebo, y me gustó más la que saboree en el caribe” me contestó

“Sos un desgraciado.” Le dije poniéndome roja como una chiquilina.

Salimos de la parrilla, yo tomándolo del brazo, y antes de subir al auto, me miró y me preguntó:

“¿Dónde vamos?”

“Cerca de tu hotel hay un lugar muy lindo para tomar algo, podemos ir caminando desde el hotel”

“Dale, indicale a Carlos así nos deja ahí”

Era un boliche donde se junta gente a tomar unas copas después de cenar, con sillones muy cómodos, luz tenue, y muy buenas bebidas.

“Que lindo lugar” dijo Tim.

Fuimos a un sillón, pedimos un par de whisky’s. No pude con mi genio y le dije:

“Tim, ¿empezas a hablar vos o yo?”

“Normalmente se dice que primero las damas”

“Sos muy malo, me tengo que mandar al frente sola”

“Entonces empiezo yo, y espero que no salgas huyendo” me dijo y continuó

“La verdad es que no te puedo sacar de mi cabeza desde aquella noche. Sé que te parecerá una locura, pero me volviste loco. No solo en lo sexual, que fue genial, sino lo poco que hablamos me maravilló. Y después, en nuestras charlas pude comprobar que eras como te había conocido: divertida, simple, madura, sensual, y sin haber hablado nada de esa noche, sexual. Y me fui enamorando de vos. Poco a poco, charla a charla. Me enojaba por no poder venir a verte, a charlar con vos, ver si había alguna posibilidad que vos…, pero siempre el trabajo me lo impedía. Y aquí estoy. Feliz de estar con vos, de ver tu sonrisa en persona, de disfrutar estos tragos, y que hayas tenido ganas de verme.”

No pude hablar, se me hizo un nudo en la garganta. Tim era tal cual lo idealizaba, y me volvía loca que y como lo decía. Claro que yo también estaba enamorada, solo que quería taparlo para no ilusionarme gratis. Él se mantuvo en silencio, no forzó mi respuesta. Como caballero que es me dio mi tiempo. No me tomó la mano, ni intentó besarme. Solo tomó un trago de whisky mientras me miraba sonriendo.

“Si te digo que me pasa exactamente lo mismo no lo vas a creer. Maldigo no haber hablado yo primero. No pude sacarte nunca de mi mente. Era imposible no comparar a otros hombres con vos, no existían al lado tuyo. Fui perdiendo las esperanzas de volver a vernos. Deseaba estar con vos, charlar en persona, reírnos juntos, y si, estar en la cama otra vez. Yo pretendía tapar lo que siento por vos, porque tenía miedo de no volver a verte.”

“Este es el momento, donde yo tengo que preguntar: ¿Vamos?, pero estoy temblando como un adolescente, cono miedo a un papelón”

“No te preocupes, que yo estoy igual. Me tiembla todo el cuerpo. Mejor no lo preguntes.”

Pagó, me tomó de la mano y fuimos a su hotel. Su cuarto no era un cuarto. Era una suite, con una sala de estar, dormitorio, y una mini cocina.

Solo se sacó el saco y la corbata y los zapatos. Yo la campera y los zapatos. Así, vestidos nos tiramos en la cama. Abrazándonos con fuerza. Cuando pude parar de temblar, lo empecé a acariciar, le fui sacando la ropa al tiempo que me sacaba la mía. Cuando terminé él estaba con una erección plena. Yo, totalmente mojada y excitada.

Me subí a él, y me metí su pija en la concha, que estaba tan lubricada que entro totalmente, y me provocó el primer orgasmo.

Dicho esto, lo empecé a cabalgar como loca, subía y bajaba sin parar, apretaba mis pechos, gemía y gozaba. Los orgasmos se sucedían. Por fin podía gozar al hombre que tanto me había hecho gozar aquella noche. El acariciaba mis piernas, siempre con dulzura, una dulzura infinita. Pero sus ojos lanzaban rayos de placer, lujuria, sexo a pleno. Hice que acaricie mis pechos, él fue bajando hasta tomarme de la cintura, sentía sus manos firmes. Me levanté y volví a meterla dándole la espalda. Ahora él veía como entraba y salía de mi concha, y tenía una visión total de mi orto. De pronto, sentí que me daba una palmada en el culo.

Esa palmada fue un disparador de sensaciones, mi hombre estaba realmente caliente, me decidí a volverlo loco. Mojé un dedo y lo empecé a meter en mi culo. Escuchaba su respiración ponerse más pesada. Me tomó por la cintura y me hacía acelerar el ritmo. Llegué a un orgasmo tremendo. Y me dejé caer en la cama.

Él no había acabado, por lo que lo comencé a chupar y masturbar. Me puse de forma que pueda acariciar mi culo y mi concha. El introdujo dos dedos en mi concha e inmediatamente encontró mi punto G. Ahora en cuatro patas, me movía como loca, sin dejar de chupar su pija. Metió un tercer dedo y yo deliraba de placer, pero lo sacó y lo puso en la puerta de mi orto, sin meterlo. Yo me fui moviendo hasta que entró por completo. Ahora lo tenía en mi boca, mi concha y mi culo. Pude sentir como estaba por venirse en mi boca y me la metí toda, para no dejar escapar nada. Cuando acabó me llenó la boca por completo, y fui tragando en medio de orgasmos.

Me tiré su lado y lo abracé. Fui al baño y le lavé la boca. No pude salir del baño porque él estaba parado en la puerta esperando para besarme. El primer beso desde que nos vimos. Y duró varios minutos, por momentos con toda la pasión y por momentos toda la ternura. Nos dimos una ducha caliente juntos, nos secamos el uno al otro y fuimos a la cama. Nos quedamos abrazados sin hablar. Así nos dormimos y así nos despertamos cuando sonó la alarma de su teléfono.

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