Era domingo, día de "descanso" para los dos. Me habré levantado a las 9 de la mañana para hacer mate y leer las noticias desde la compu. Ella siguió de largo hasta las 2 de la tarde. Cuando se levantó yo estaba preparando la comida. Vino y me abrazó desde atrás. Yo estaba descalzo, tenía puestos unos pantalones de jogging, y de la cintura para arriba estaba desnudo. Sentía sus pechos desnudos en mi inmensa espalda. Pasó su brazo por encima de mi hombro y acarició los labios de mi cara de una manera muy suave con sus dedos, parecían hechos de terciopelo verdaderamente. Con la otra mano y el antebrazo masajeaba mi espalda con movimientos circulares. Solté todo el aire que tenía en los pulmones por la nariz.
—Disfruté muchísimo ayer ¿sabías?, dijo acercando su boca al lóbulo de mi oreja y besándolo.
—Yo también cielo, aclaré revolviendo la salsa del risotto que estaba haciendo, a la vez que la miraba sensualmente de reojo.
—Pero… ¿acabaste y no me di cuenta?, preguntó descolocada.
—No, ¿vos notaste alguna mancha en las sábanas o entre tus piernas?
—¿Entonces cómo…?
—Sólo con tu disfrute, yo me estremecía.
De su boca no salieron más palabras, se quedó atónita.
Terminé de hacer la comida, la serví en dos platos y nos sentamos a comer.
—¿Cómo es eso?
—¿Qué cosa?
—Eso de que sólo con verme disfrutar, vos te estremecías.
—No se cómo explicarlo, es algo extraño, una sensación muy linda.
—Bueno, dijo con cara de no entender nada.
—¿Qué pasa?
—No sé, es raro.
—¿Qué es raro?
—Que un hombre se dirija hacia mí de esta manera. Eso es raro.
—¿De qué manera?
—Tan… gentil, atenta, educada, amable…
—Me parece que vos sufriste demasiados abusos y maltratos en tu vida.
—Sí, de hecho sí.
—¿Por qué?, pregunté con decepción.
—No tengo idea…
—¿Por qué el mundo es una basura, Anen?
—No te confundas, nosotros no somos una basura.
—Pero formamos parte del mundo.
—Exacto, somos buenas personas, bah, yo nos noto así. No sé vos.
—Sí, supongo que el mundo entonces no es una mierda gracias a nosotros.
—¿Qué se yo?
—…
—…
—Che, tengo algo para decirte.
—Decime, dijo apoyando su mentón en la palma de la mano y mirándome fijamente.
—Es algo que todavía no te dije y quiero decírtelo ahora que se me presenta la oportunidad.
—Dale, escupílo.
—Sos una mujer hermosa, fuerte, valiente y con carácter. Incluso cuando perdiste a tus viejos no bajaste la mirada, incluso cuando este hijo de puta te lastimó una banda de veces, incluso cuando yo me tuve que ir y te quedaste sola, con un montón de quilombos en la cabeza. Nunca dijiste ´no aguanto más´. Siempre seguiste para adelante. Y quiero que, en tu puta vida, cambies de opinión. Tu existencia es muy valiosa, tal vez no para las demás personas, pero para mi sí. Jamás vayas a dejarme. ¿Si?
Asintió y se largó a llorar.
Me levanté de la silla y fui a abrazarla, lloré junto a ella durante un buen rato. Se le caían los mocos y yo trataba de limpiárselos con la mano. Le besaba repetidamente toda la cara.
Recordé una frase que me dijo mi bisabuela antes de morir. Se la dije a Anen a mi manera.
—Vos sos como un caballo de carreras, tenés unas anteojeras que te impiden ver a los costados, ves siempre para adelante, corrés, corrés y corrés.
Terminamos de llorar, comí lo que quedaba en el plato, atragantado y cada uno se puso a hacer algo.
Yo me puse a lavar los platos y la ropa de los dos. Ella se puso a pagar el alquiler del departamento.
Me acerqué y le dije:
—¿Te ayudo con algo?
—No, estoy bien.
—Ok.
—Eu, te tengo que decir algo.
—¿Qué pasa? Decime, pregunté con interés.
—Gracias por…
—¿Por?
—Por cuidarme tanto.
—No pasa nada, es lo que se supone que hace un novio ¿no?
—No, en serio. Todos los gestos de parte tuya… Los regalos que me hiciste… que me hacés… cómo me tratás todo el tiempo, hasta cuando lo hacemos…
Y le di el abrazo más cálido que nos dimos hasta ese momento, me dio un beso con lengua y se lo devolví. Cuando terminó ese beso tan hermoso lleno de amor y cariño, empecé a jugar con su pelo. Lo tocaba y le hacía rulos. Ella se reía. Agarré una silla y me senté a su lado. Mis manos pasaron de su pelo negro y sedoso a su cuello y lo acaricié. En un momento, hice que se pare y me puse detrás, mi boca buscaba su mejilla derecha. Cuando la encontró, la empezó a besar y fue subiendo hasta su sien. Su respiración se puso pesada.
Entonces, pregunté en un tono muy bajito, casi inaudible:
—¿Me seguís amando como el primer día?
Movió la cabeza asintiendo, cerró los ojos e inclinó su cabeza hacia atrás y hacia un lado para que mi boca vaya a su cuello una vez más.
—¿Y vos?, preguntó.
—¿Yo qué?
—¿Seguís enamorado de mí?
—Me quedé prendado de vos desde el primer día en que te vi.
—¿Pero me querés de verdad?
—¿Por qué pensás que hago lo que hago?
—¿Qué hacés que cosa?, me cuestionó de forma erótica mordiéndose los labios.
Respondí a su pregunta tocando con suavidad uno de sus pechos por debajo del sostén, al mismo tiempo que bajé mi otra mano hasta sus partes y la empecé a tocar. Sus pezones se pusieron duros y gimió sutilmente.
—¿Ahora entendés?
—Sí.
—Bueno, vení acá.
La levanté a upa y la llevé al sillón, la acosté y me eché encima. Nos tocábamos mutuamente riéndonos, hasta que ella me dijo:
—Te amo tanto.
—Yo igual, -respondí- la pasión que tengo por vos no la tuve nunca por nadie en mi vida.
—Pero si tenés 18 años, te queda un mundo por conocer a vos, pendejo.
—Ya sé, pero tal vez el mundo no me quiera conocer de la misma manera que lo hiciste vos.
Me parece que la dejé pensando con esa frase. Luego de unos minutos de quedarse pensando, dijo:
—Bueno, dejáme terminar de pagar el alquiler y después a la noche seguimos.