Pocas cosas me rompían más las bolas que ir a las reuniones sociales del colegio de Alana e intercambiar opiniones con los padres de sus compañeras. Todos eran de esa clase media engrupida de zona norte que, por tener un relativo éxito comercial o de negocios, creen que son la raza superior. Supuestos progres que rápidamente llaman a la cana si ven por el barrio a un vagabundo sin hogar que “afea” su entorno o son capaces de apoyar a un presidente si les consigue que su economía mejore un poco, olvidándose que sea misógino, corrupto o poco democrático.
Mi señora lo sabía y aceptaba que yo dé la cara, salude un poco y me escape ni bien podía a pasear. Ella hacía las sociales y alentaba esa idea de que yo era un poco solitario y reservado.
Así pasó cuando fuimos a la reunión que hicieron por la primavera. Quince minutos después de llegar, estaba paseando por los jardines del campo deportivo donde se realizaba el evento hasta que encontré un hermoso banco oculto entre unos árboles y me senté a esperar que un llamado de mi señora en el celular me avise que ya era la hora de irse. Me puse a pensar en la novela que estaba escribiendo.
No porque mi trabajo sea de escritor, sino porque tengo ese hobby y me encanta. Trabajo como terapeuta de parejas con una modalidad nueva, yendo a las casas de los que están con problemas y trabajando con la familia y el entorno de la relación. Y me va muy bien en eso. La cosa es que estaba perdido en mis pensamientos cuando una voz me sorprendió.
-“Perdoná, no quería molestarte, pero no encontré otro lugar para sentarme. ¿Vos sos un alma poco dada a estas reuniones como yo, o te escondiste acá por otro motivo?”, me preguntó la dueña de esa voz. Una treintañera bien conservada, de buena figura y una estética de vestimenta, maquillaje y arreglo que me encantó. Con una voz, además, muy cálida y serena.
-“Soy un cascarrabias antisocial”, contesté, “que me escapo de estas reuniones. Algo así como lo que vos dijiste, pero más intenso” Se rio del comentario y me corrí indicándole que el asiento era para compartir. Se sentó y preguntó si fumaba. Mi negativa la tranquilizó
-“Menos mal. Puedo soportar el humo, pero habría estropeado el momento. Lindo lugar, una compañía aparentemente culta y amena con la cual espero que nos acompañemos hasta que esta fiesta de vanidades se termine. ¿Tenes hijo o hija estudiando acá”.-
-“Hija. En tercer año. Adolescente en la etapa obscura, pero no muy grave”.-
-“Me hacés reír. Mi hijo está en 4° y su etapa más que obscura es de vagancia, desorden y constante mal humor”.-
La media hora que trascurrió (hasta que el llamado en el celular me marcaba el tiempo de reaparecer para dar los saludos de despedida) fue muy agradable. Así fue como conocí a Yanai, contadora, separada, con un único hijo (Sergio) y que vive en uno de los nuevos emprendimientos edilicios en torre que están proliferando cerca del río.
Supe que su nombre era de origen quechua (que, ¿ustedes no hubieran preguntado?), que era onda super tranqui como yo, que hacía yoga y que todavía estaba transitando el duelo de la separación de hacía dos años. Me despedí para volver a la reunión y, si bien me quedó grabado lo hermosa que era y rápidamente la había catalogado como milf (mother I´d like to fuck), no pensé que nada más iba a pasar entre nosotros.
Hasta que… el colegio inició un taller de teatro y hubo un llamado a una reunión de padres para explicar los límites de una actividad donde se jugaban muchas sensibilidades, se ponía el cuerpo en acciones compartidas y, como se trataba de adolescentes y la Dirección quería curarse en salud, todos los progenitores de los que se anotaron para el taller necesitaban concurrir, enterarse de como se iba a encarar y aceptar los términos de la actividad. Así fue que volví a ver a Yanaí.
Terminada la reunión, los pibes se quedaban para empezar la primera clase de teatro y los padres fuimos invitados elegantemente a irnos. Cuando llegamos a la puerta nos enteramos que se había desatado una lluvia bastante intensa. Yanaí no tenía nada con que cubrirse y sus sandalias de hilo tejido eran muy lindas pero totalmente inapropiadas para mojarse. Además había venido sin auto pensando en caminar un poco después de la reunión. Tras mucho insistirle, aceptó que vaya por mi auto y la pase a buscar para que no se empape.
Cuando llegamos a su casa, estacioné en una especie de garaje abierto techado del cual podía ir a resguardo hasta su casa. Me invitó a tomar un café e insistió que me lo debía por el viaje. Entramos en su living y me dijo que me saque los zapatos. Dentro de la casa no usaban, me indicó un sofá para sentarme y me dijo que se iba a cambiar. Volvió con una camisa liviana y una pollera bastante cortita y preparó café. No sé si por mi trabajo doy la sensación de ser buena oreja para los dramas o necesitaba a alguien para volcarlo, pero en diez minutos estábamos hablando de su ex, sus heridas, sus rabias y se puso sentimental y lloriqueaba entre hipos.
-“Perdoname Andrés, soy una bruta. Apenas te conozco y te cuento mis dramas, pobre. Perdoname, pero no sé por qué no pude contenerlo”
-“No hay problerma ni tenes nada que disculpar. Descargate si te sirve. Además, te pones más bonita cuando te enojás”.-
-“Tonto”, me dijo sonriendo.
-“Ningún tonto. Sos muy hermosa y ni bien mandés al desván del pasado a tu ex, vas a tener una fila de tipos esperándote”.-
-“No puedo borrarlo y además estoy sola y no puedo soltar mis penas con mi hijo. Es el padre. Un reverendo turro conmigo, pero su padre”.-
-“Yanaí, me voy que estarán esperándome para comer. Pero cuando necesites una oreja, invitame a un café, que lo hacés muy rico y vengo”.-
La despedida fue con un cálido abrazo, que duró más de lo esperable y un muy amoroso beso en mi mejilla. “No pensés boludeces, tarado”, me dije, “es sólo por las gracias de escucharla. No te dés manija”. Pero eso era difícil con una belleza como Yanaí. Igual, una semana después ya la había borrado de mis pensamientos. Por eso me extrañó su wasap preguntándome si tenía tiempo de hablar. Me dijo que el jueves su hijo se quedaba con el padre y, si yo podía, le encantaría que vaya a su casa. “te preparo el mejor café posible” prometió, con un emoticón de beso.
Obvio que fui. Le dije a María (mi mujer) que tenía una pareja que solo podía tarde y que no se preocupe si tardaba. Ella sabía que mis sesiones eran de horario abierto, de modo que lo tomó como algo normal. La tarde del jueves toqué el timbre en la casa de Yanaí sin saber mucho que iba a pasar. Cuando me abrió la puerta intenté ser normal, pero me costaba. Estaba vestida con un vestido ajustado que le marcaba todos los contornos de su cuerpo y era … ¡¡fantástico!! Tenía el pelo suelto y un maquillaje remarcado en los ojos con un contorno tipo princesa egipcia. Todo en ella era sensual.
Nos sentamos a tomar el café y empezó a relatarme un episodio de cierta violencia con su ex y después pasó a confesarme su vida de casada, monótona, rutinaria y con poco sexo y sin variantes fuera del misionero. Describía a su ex como controlador, tosco y apocado. Fueron novios en secundaria y no conoció a otro hombre hasta su separación, cuando tuvo una fea experiencia con alguien que la usó y se aprovechó de su vulnerabilidad afectiva. Después se cerró como ostra y así pudo funcionar mejor. Me contó toda esa historia para rematar en algo que shockeó.
-“Hasta que te vi a vos bajo el árbol y es como si todos los deseos me hubieran revivido de golpe. Desde que te ví en ese parque no puedo parar de pensar en vos. No te asustes, no es algo romántico, no quiero que seas mi novio. Es que me calentás mucho y no aguantaba más no decírtelo”.-
-“Uauuu, Yanaí. Te juro que ni soñaba que me dijeras algo así”.-
-“Perdoname, pero es lo que siento ¿no te gusto?”
-“Si, totalmente, pero estoy casado”
-“Lo sé y no quiero complicarte la vida. Pero… ¿no te gustaría tenerme como amante? Solo sexo, nada más”.-
-“No sé Yanaí. Me tienta, obvio, porque sos muy bonita… y sensual. Pero no salgo de la sorpresa”.-
Se acercó a mí, se paró a mi lado, corrió los breteles del vestido y dejó que cayera a sus pies, quedando en un brassier diminuto y una tanguita minúscula.
-“Quiero que me abraces Andrés ¿podrías?”.-
Me levanté, la abracé. Ella se pegó a mí, levantó la cara y me besó
-“Llevame a la cama y mimame. No tengo mucha experiencia en el sexo, como te conté. Pero estoy dispuesta a aprender y hacerte caso. No sé por qué pero confío en vos.”
Le pasé el brazo por abajo de sus rodillas mientras con el otro la tomaba por la espalda, la cargué y ella se acomodó abrazándome y sin hablar. La dejé en la cama y empecé a desvestirme, ella mientras abrió las cobijas y las sábanas, se acostó mirándome.
-“¡¡Qué lindo que sos!!, me dijo.-
-“Vos no te quedas atrás, hermosa”, le contesté acostándome a su lado ya desnudo. Le bajé nl brassier para dejar suelto uno de sus pechos y empezar a lamer y besar su pezón mientras le acariciaba todo el cuerpo Ella suspiraba y me miraba sin decir nada mientras se desprendía el brassier y lo sacaba, ofreciéndome sus tetas. Me entretuve un largo rato con ellas. Me encantaban y se notaba que a ella le gustaban esos mimos.
-”Me encanta mirarte mientras me besas las tetas. Me calienta mucho cuando me lames y chupás. Es delicioso”
-“Perdona, pero ¿tu marido no las besaba?”
-“Casi nada. Unos besitos y a ponerme de espalda para que me penetre”.-
-“Ayyy, bebe. Podría besarte estas tetitas por horas. Me encanta”
-“Besalas todo lo que quieras. Me gusta mucho”.-
Le acaricie, besé y lamí los pechos, le acaricié todo el cuerpo y después me ocupé de su conchita, de su clítoris, al cual lamí y chupé mientras le acariciaba la vagina con mis dedos lo cual la hizo acabar con un profundo gemido y sus dedos enredados en mi cabello y empujándome contra su cuerpo.
-“¡Ahhh! Nunca acabé así. Mi dios, que lindo.
Fui a abrazarla y besarla y le llevé la mano a mi miembro. Lo acarició suave y bajó a chuparlo. Pero lo hizo en forma mecánica con chupadas rítmicas. La paré.
-“¿Lo estoy haciendo mal?”, preguntó preocupada
-“Veni, se ve que no tenés tampoco mucha experiencia en esto”.-
Y le dije que no a todas las personas le gustaba de la misma manera. Le pedí que lo haga suave, lamiendo todo el tronco, besándolo y chupándolo poquito y solo de vez en cuando metiéndolo todo en su boca. Se preocupaba en seguir mis instrucciones.
-“Así me gusta más a mí también”, dijo levantando la cara sonriente como alumna aplicada.
No quería repetir el misionero y por eso me acosté y le pedí que se suba a caballito, le levanté el cuerpo y , mientras con una mano le tenía la cola, con la otra le apuntaba mi pija en su conchita. La hice mover despacito hasta que entró la cabecita y después ella misma fue bajando hasta tenerla toda dentro.
-“¿Cómo me muevo?”.-
-“Como quieras, pero primero quedate quieto y sentime dentro tuyo ¿te gusta?.-
-“Mucho y no solo es tu pija grandota que se siente lindo sino el sentir que estás acá conmigo, que me cuidas, que me mimas, que me te preocupa mi calentura. Todo”
Le tomé la cara y la besé y luego le dije al oído -”Sos mi nena, mi hembra, mi putita y me voy a preocupar de que goces mucho y disfrutes todo”.-
-“Gracias. Nunca me cogieron así”
-“Nunca te hicieron el amor. A mi no me gusta cogerme a una mujer, me gusta disfrutar con ella, hacer el amor ¿entendés?”.–“Si. Totalmente. Pero cuando quieras cogerme, hacelo como quieras”
La tomé de los cachetes de la cola y la llevé marcándole el ritmo hasta que tuvo un nuevo orgasmo. La abracé y le dije que se quede quieta y lo disfrute. Después disfruté a esa hermosa mujer cogiéndola estilo perrito, de pie contra la pared, sentado con ella contra mí y después en estilo misionero. Acabó dos veces más.
-”Quiero que acabes vos. ¿Qué tengo que hacer?”.
-“Tardo en acabar, pero me encanta que me acaricies la pija, me masturbes y la chupes hasta hacerme venir mientras te miro. ¿te animás a tragarte mi leche?”
-“Lo que quieras”
Y fue a acostarse en medio de mis piernas, tomo mi pija y se dedicó a masturbarme, lamerla, besarla, chuparla mientras me miraba seductoramente
-“Quiero tu leche papi, damela en la boquita”, dijo haciendo un mohín y volviendo a chuparla mientras me masturbaba. Le tomé la cabeza y la tuve quieta mientras, con mi pija bien dentro de su boca, acababa un montón. Mientras sentía como me chupaba y lamía y siguió haciéndolo un rato largo después de tragarse mi leche.
-“¿Te gustó?.-
-“Muchísimo. ¿a vos?”.-
-“Me encantó. Sentir como te calentás, como se te pone tensa la pija antes de acabar, poder llevarte a ese estado. Divino”
Al rato le dije que tenía que volver a casa. Mientras me vestía ella me preparó un café y me dio un cálido beso.
-“Desde ahora soy tu amante, sin exigencias. Pero cuando quieras venir, te voy a estar esperando. Toda para vos, entera.”.
Mientras volvía a casa me dije que no iba a poder dejar pasar mucho antes de volver a cogerme a esa mamita preciosa y deseosa de sexo.