Mis viajes a Río de Janeiro siempre fueron una provocación para mis deseos eróticos, mis vicios sexuales se despiertan apenas toco las arenas de esas playas y más, cuando llegando a mi casa en Cabo Frio, lejos de tanta multitud me entrego al juego de mis deseos lujuriosos. Para ello siempre voy provista, no solo de mis deseos, sino de mis intimidades y de mis pensamientos más perversos. Este viaje de negocios también de placer —y vaya que placeres— lo estábamos haciendo con mi marido y con mi hijo mayor Richard, mi fiel cómplice.
Sabía que del otro lado de estos negocios estaba mi primo Ronaldinho, a quien había dejado de ver hacia más de veinte años y aunque siendo jóvenes tuvimos un «approach» nunca le permití avanzar más que de sus besos cariocas. Me preguntaba ¿Cómo estaría?, la fantasía me llevaba a excitarme y a elaborar estrategias, quizá para seducirlo si ahora se concretaba la excitación que me provocaba mi propia fantasía.
Estando mi marido acompañándome en estas reuniones, sabía que iba a necesitar de un cómplice para mis aventuras, —no lo dude— mientras pensaba todo esto, y mientras íbamos en el avión giré mi cara hacia mi hijo y le sonreí dulcemente, él me devolvió la sonrisa y una sensación erótica me atravesó todo el cuerpo, la sentí desde mis pezones hasta esa leve sensación de sentir que se mojaba mi tanga, sin duda estaba en el sumun de mis fantasías y mi hijo desde ese momento fue mi cómplice y después mi amante perfecto; ¿quién iba a sospechar de nuestro incesto y de estos juegos eróticos?
Efectivamente llegamos a Río y la noche siguiente tuvimos esa cena en la recepción, allí estaban Ronaldinho encargado de negocios, mi padre embajador y mi marido (el cornudo de siempre) —¡¡¡Ufff!!!— Estaban todos, pero también mi hijo.
La noche se fue haciendo larga y en un momento me quedé charlando con él, con Richard; quien descubrió el erotismo con el que me había vestido para esa gala; no dudo en acariciarme la mejilla cuando me dijo, — estás para el pecado más perverso—, me descrucé de piernas mostrándole que tenía una tanga de encajes negro, a lo cual él abrió sus ojos y desabrochando un botón de mi blusa le dejé ver que mis pecas descendían hacia mis lolas sin soutien, pero todavía firmes como mis pezones. Ante su mudez me acerqué con mis labios y le di ese piquito en los labios, lo que le encendió la provocación de sujetarme por la cintura y devolverme ese besito con un «te amo mamá».
Le pedí que distrajera a mi marido y a mi padre tratando de alejarlos cuando me viera conversar con Ronaldinho; —¿te lo vas a coger? —me preguntó al oído, yo poniéndole mi dedo sobre su boca le contesté, —si me dejás y prometés ser mi cómplice después te daré tu premio— mientras le acariciaba su entrepierna sintiendo su incipiente erección. Yo estaba despertando el incesto de Yocasta y Edito con mi propio hijo. —Me encanta que seas una puta— me murmuró susurrándome al oído, le devolví esa confesión con otro piquito, pero más húmedo en sus labios.
En un momento me di cuenta que ya estaba hablando con Ronaldinho, mi moreno novio de juventud, cuando la conversación iba subiendo de tono y nuestras copas brindaban a cada instante, miré a mi hijo que guiñándome un ojo, me anunciaba que tenía el plan bajo su control; me acerqué al oído de mi moreno pretendiente y le murmuré que esta noche podía ser suya, él miró mi escote, yo lo abrí aún más, cuando me dijo suavemente, —quiero devorarme cada una de tus pecas— mis pezones reaccionaron y tratando de ocultar el relieve de mi blusa, le di la espalda a mi marido con una sonrisa y otra pero más cómplice a mi hijo, cuando salí tomada por la cintura del brazo de la infidelidad y del pecado de esa noche.
Llegué a ver que Richard detrás de la ventana tenía controlada mi situación y la de mi marido; me asintió con la cabeza cuando yo dejé que Ronaldinho me besara en la boca llevando su lengua húmeda hasta mi garganta. Me colgué de su cuello y apreté mis lolas en su pecho. Estuvimos jugando con nuestras salivas largo rato, sus manos que fueron descubriendo mis lolas dejaron a merced de su boca también mis pezones que sintieron también el juego húmedo de sus besos, mientras una de sus manos llegó hasta mi tanga y se hundió entre mis jugos vaginales, tuve que reaccionar con un mudo jadeo cuando dejé que me provocara ese inolvidable orgasmo.
—Te deseo Laura. —Fue lo que llegó a decirme cuando me volvió a comer la boca.
—cógeme como siempre lo deseaste.
Mientras metiendo mis manos en su pantalón comencé a sentir su pija de piedra con una suavidad, que solo pude reaccionar cuando arrodillándome la desnudé sobre mi cara y la introduje de una vez, toda en mi boca. Sentí que el placer comenzó a correr por sus sentidos cuando echó su cabeza hacia el infinito y su incipiente flujo seminal apenas dejó un saborcito amargo en mi lengua, le pedí que no acabara…
Me incorporé, lo fui masturbando suavemente mientras nos volvimos a besar, vi que mi hijo nos seguía observando, me quité con arte mi tanga y poniendo una pierna sobre la cintura de mi negro comencé a sentir esa penetración anhelada; no duró lo suficiente para el gozo cuando una catarata se leche comenzó a correr por los pliegues de mi vulva y a derramarse por mis piernas; me volví a arrodillar y dejar que ese semen me invadiera con su sabor.
Después de temblar por un buen rato abrazados, mientras retornamos a la realidad, volvimos al salón, atento mi hijo me acercó una copa de champagne y a mi oído mientras me robaba la tanga que tenía en mi mano, me murmuró:
—Putita, esta tanga ahora es mi trofeo, bébete este champagne que tu aliento sabe a semen.
—Amor, —le dije— mami ahora también va a ser tuya, si me guardas estos secretos.
No terminé de decirle esas palabras cuando metió su mano por debajo de mi falda y en ese gesto encontró mi «punto g», le dejé de regalo una catarata de orgasmos que se derramaba en su mano; no sé cómo nadie no nos alcanzó a ver; le pedí por favor que no me masturbara más, porque estaba a punto de caer de rodillas. Le prometí con un beso que íbamos a estar juntos, pero enterró aún más sus dedos en mi húmeda conchita sintiéndola depilada, —júramelo putita—; —te lo juro hijo y sus dedos con mis flujos y el resto de semen de mi negro fueron a saborearse en su boca.
Cuando volví de esa locura fugaz y mi hijo seguía sirviéndome champagne para quitarme el sabor a semen de mi boca, mi marido se acercó… —Emborrachaste a tu madre Richard, llevala a casa y «que se acueste a dormir la mona» (así decimos en Argentina, cuando estamos pasados de copas). Lo miré a Richard y vi que sus ojos se encendieron igual los míos; me hice más la descompuesta sabiendo que la noche aún no terminaría. Saludé a todos, y con un beso suave me despedí de Ronaldinho, pero acariciando su bulto, —habrá una próxima vez— le prometí —y más sabrosa —me respondió él.
Cuando subimos al auto con mi hijo, le pregunté —¿me vas a devolver la tanga?, él la sacó de debajo de su camisa refregándosela en la cara, a lo que me contestó; —si me das lo mismo que le diste a tu negro. Me acomodé en la butaca de tal manera que con mi boca alcanzara a su sexo y comencé a desnudarlo, cuando su pija rebotó en mi cara dejé que entrara por mi boca; ahora estaba masturbándolo con mis labios; la locura me estaba envolviendo y mi concha volvió a humedecerse; le pedí que no acabara hasta llegar a la casa, pero no pudo contenerse y yo tampoco cuando comencé a tragar la leche de mi propio hijo; me quedé saboreando su semen y el aroma perfumado de sus rasurados vellos.
—¿Siempre te perfumas aquí abajo? —le pregunté sin dejar de refregarme en ese aroma.
—Siempre que tengo la seguridad que me voy a coger a una puta como vos.
Le comí la boca con un beso, sin antes tragarme su leche; así arrancamos hacia la noche y nos fuimos a perder a la playa «Gruta do Amor», a la que se accede solo caminado, esa distancia entre el auto y la playa fue en silencio, yo me quité las sandalias mientras también desabrochaba totalmente mi blusa dejando mis lolas iluminando mis pezones con la luz de la luna, nos fuimos mojando los pies en las olas hasta que el silencio se convirtió en su voz…
—Me encanta que seas tan puta y me dejes ser tu cómplice.
—A mí me gusta que seas vos mi cómplice y mi todo, —le dije colgándome de su cuello y apoyando mis desnudas tetas y mis tiesos pezones en su pecho.
En ese abrazo nos caímos en las arenas de esa playa y girando quedó sobre mí, terminé por quitarme la blusa y dejé que me mordisqueara los pezones mientras lo sostenía de los cabellos sobre mis lolas; —más hijo, más; mami es toda tuya, —mientras sentí que su miembro otra vez quería escaparse de su jean; me hizo acabar no sé cuántas veces mordisqueando mis pezones y saboreándolos con su saliva que corría por mi piel.
Él también comenzó a desnudarse y quedamos piel contra piel cuando comenzamos a revolcarnos en la arena. Se incorporó sobre sus brazos, me miró —¿Estás lista?, solo me preguntó, pero no llegué a responderle cuando sentí que mis flujos dejaban que me penetrara suavemente, también con una erección enorme; le consentí con mis ojos y mientras mi propio hijo comenzaba a cogerme le volví a comer la boca desesperada.
Me estaba entregando toda, mi hijo jugaba refregando su glande entre mis labios, yo seguí comiéndole la boca y más me mojaba y de él, más sentía su erección hasta que me hizo sentir toda esa pija en mis entrañas, yo grité ese jadeo que se perdió en el mar.
—¿Te gusta cogerte a mami?
—Sos muy puta, te voy a coger hasta que me cansé de echarte leche.
—Mami tiene para contarte muchas cositas chanchas, te van a gustar; échame tu lechita en mi cara.
—Ya lo sé, me vas a contar desde tu primer macho. —me decía mientras lo sentía más dentro mío.
—No me acabes bebe, quiero montarme en esa pija.
Me acomodé, volteándome sobre él, dejando que mis tetas se sacudieran en su cara, mis pezones ardientes por sus mordiscos volvieron a su boca, cuando esa erección que tomé con mi mano para guiarla a mi pubis y para que fuera una excitación más perversa a sus ojos, así comenzó a escupir leche a borbotones, fue el instinto y me la clavé de un saque otra vez en mi concha hasta sentir que chorreaba semen entre mis piernas. Caí rendida sobre su pecho, nos abrazamos y nos besamos hasta que la primera claridad nos despertó desnudos en la playa Gruta do Amor.
Llegamos a la casa, me interné en mi ducha y mi hijo en su dormitorio, mi esposo no había llegado todavía, seguramente también estaría poniéndome los cuernos con alguna carioca. Me calcé otra tanga, pero blanca y un body corto hasta mi ombligo dejando que mis lolas traslucieran mis pecas junto a mis pezones rojizos; así le llevé el desayuno a mi hijo, despertándolo comencé a contarle mis aventuras, me excita que él sea mi cómplice, porque también lo deseo como hombre y en eso se convirtió, en mi macho preferido, ¡nunca lo vi, ni lo volveré a ver como mi hijo!
—Buen día, ¡bebe!
—Buen día putita mía, ¿qué tenés para tu bebe está mañana? —me dijo destapándose y dejando su erección a mis ojos.
—¿Qué querés que te cuente? Vos también vas a ser mi putito. —mientras le acaricié esa pija erecta bajo el bóxer rojo.
—¿Cuándo empezaste a ser tan puta?
—¡Uy! cuándo Mena me dijo que Mingo (su hermano), estaba caliente conmigo y que quería cogerme, eso me dio pie para animarme a meterle por primera vez los cuernos a tu padre.
—Pero Mingo tiene quince años menos que vos, casi tiene mi edad.
—Por eso, me calientan los pendejos pajeros como vos y Mingo también tiene mucha leche y me sabe coger y muy seguido.
Le seguí contando, una tarde cuando te fuiste a la facultad, Mingo me abrazó también en la casa de Mena y sin decirme palabra alguna me apoyó su bulto, me comió la boca y sin mediar palabra me dijo —Lau, te quiero coger—, me sorprendió tanto que mirándola a Mena, ella me tiró un besito y me dejó sola con su hermano.
Mingo me volvió a besar y no me resistí, le di mi boca, cerré mis ojos y desabroché mi jean para que me desnudara, dándome vuelta y apoyándome sobre una mesa le di la espalda, mi pantalón cayó, quebrando mi cintura y él arrancándome la bikini me pegó una cogida como nunca había sentido, yo tenía miedo de quedar embarazada pero nada pude hacer, me cabalgaba de parado, golpeteando, cacheteándome mis nalgas hasta que acabó dentro de mi vientre, mientras más se pegaba a mi cola y pasando sus brazos por debajo de mis axilas tomándome de los hombros, me clavó el mejor orgasmo de mi vida; desde ese momento sabía que iba a ser mi amante y yo una puta infiel.
Muchas veces tuve que correr cuando me llevaba a un «telo» o escapándonos en la playa mientras Mena nos cubría. ¿Eso vos lo descubriste?, ¡no te hagas el pícaro hijo!
—Si, putita. Yo te vi y no solo con Mingo…
—¿Queee…?
—Mingo, José, Juan, Pablo… ¿Cuántos machos tuviste perrita?
—¡Ay hijo!, ¿me tengo que confesar con vos? (…) Fueron muchos hasta ahora, pero digamos que Mingo fue el elegido por lo grande de su erección.
—¿Y esos abortos que te hiciste de quién o de quiénes eran?
—¡Lo sabes todo hijo de puta, —nunca tan bien dicho—, nunca lo sabré, pero no eran de tu padre!
Me mordí los labios ante tantos secretos míos, los que conocía mi hijo; y tirando desde una cinta desabroché ese body dejando ante sus ojos otra vez las pecas de mis lolas, mis pezones y mi desnudez ardiente, apenas cubierta con un culote blanco clavado en mis caderas, más erótico que la madrugada que había despertado nuestra lujuria.
—Vamos a mi cama. —le dije acariciando su pecho depilado y bajando hasta sentir que su glande estaba fuera de ese bóxer rojo.
—Chupala perrita. —me ordenó—. Le quité el bóxer y comencé a hacerle una paja a dos manos y también con mi boca, hasta que acomodándome en un perfecto sesenta nueve comencé a comerme otra vez esa erección, pero esta vez, dejé sobre su boca los labios de mi concha depilada, húmeda y perversa; yo gemía de placer, de emoción, demasiado perfecto estaba siendo ese momento mientras sentía sus besos y su lengua enterrándose en mi esfínter y en mi vulva nacarada de tantos orgasmos.
—¡Seguí pendejo cogiéndote a mami! —le decía cuando acomodándonos me recosté sobre su cama y él incorporándose se arrodilló delante de mí, puso mis piernas sobre sus hombros y abriéndome volvió a enterrarme esa erección que yo veía cada vez más grande, tanto como la sentía, mientras yo pellizcaba mis pezones una vez más.
—Ponete en cuatro putita, quiero esa colita.
—Vas a ser el primero, hijo de puta, ni tu padre me cogió la cola. —Le confesé mientras me lubricaba con el flujo que me arrancaba metiéndome los dedos entre mis labios, con ese mismo flujo que mi hijo me estaba provocando.
Sentí que me desgarraba el ano esa pija, el ardor se convertía en placer cuando se fue enterrando en mí; yo arrancaba con mis uñas las sábanas y dejé que mis gemidos mordieran bruscamente la almohada para no gritar, pero seguí gimiendo hasta que sentí que sus pelotas golpeteaban en mis caderas, ahí supe que estaba empalmada hasta lo más profundo de su erección. Explotamos los dos al mismo tiempo en un solo orgasmo y a gritos liberados, él se dejó caer sobre mí, giré mi cara para ver su cara de placer, me comió la boca y yo fui mordisqueando suavemente sus labios.
Eran las nueve de la mañana cuando después de relajarnos en tremendo orgasmo sentimos el auto de mi marido; yo salí desnuda corriendo por las escaleras chorreando semen junto con mis flujos; me volví a la ducha, ahora dudaba si el mejor polvo de la noche había sido con Ronaldinho o con mi hijo; solo pensarlo inconscientemente me volví a masturbar, sin duda estaba pensando en Richard, cuando pasó por el corredor, se asomó a la ducha me tiró un beso y prometimos quedarnos solos un par de noches más en Cabo Frio y volver a la playa «Gruta do Amor».
Estupendo relató, me excita tu modo de narrar cada detalle, sos una puta de primera besos desde México.
Joder, me ha encantado y calentado tu historia, acabas de ganar un fan….para lo que quieras. También tengo relatos publicados, sería estupendo si leyeras alguno y me comentas que te parece. Gracias