Conocí a Esther, mi pareja, en una convención en Mar del Plata. Ella era cordobesa y yo porteño, por lo cual había pocas chances de encontrarnos, pero sucedió. La conexión fue inmediata y los tres días del evento lo pasamos en mi pieza de hotel, salvo las reuniones imposibles de evitar. Vino a Buenos aires y se quedó en mi casa quince días, tres meses después de conocernos. En el verano pasamos unas vacaciones juntos de una semana en San Luis. Los dos estábamos con ganas de más. Ella tenía la oportunidad de pedir el traslado a la sede de Escobar y yo estaba con ganas de mudarme de mi casa en Maswichtz, Escobar me quedaba perfecto.
Todo eso dio como resultado que un año después de conocernos nos fuéramos a vivir juntos a Loma Verde. Hicimos una fiesta de “juntada” con amigos de los dos en un restaurante de El Cazador y allí conocí por primera vez a Giselle, la hija de Esther. Una rubia beldad de 18 años, extrovertida y alegre que había estado terminando sus estudios en Princeton donde vivía el padre. Era muy linda pero, sobre todo, desbordaba sensualidad. Todos los varones de la reunión se le pegaron como moscas. Esther me pidió que la rescate y, de paso, la conozca. Eso hice, llevándomela al parque para hablar tranquilos.
-“No tuve la ocasión de conocerte ni vos a mí, por eso ahora aprovecho a preguntarte, aunque sea un poco tarde. ¿Qué opinión tenés de la unión entre tu mamá y yo y de venirte a vivir con nosotros?”.
-“Sobre lo primero, es un asunto de mi vieja. Después de todo es ella la que se va a acostar con vos y aguantarte. Sobre lo segundo, tenemos que ver que pasa. Espero que nos llevemos bien, me pareces muy piola, mucho más de lo que esperaba. Pero no te preocupes por algo que ni sabes que va a pasar. Lo único que puedo decirte es que me parece que vos y yo nos vamos a llevar bárbaro. Como te lleves con mi vieja, es otro asunto”.
Me pareció re piola, canchera, desinhibida y tal como dijo, nos llevamos bien de entrada. La vida en común nos permitió ir forjando una relación de más confianza y empatía, se hizo muy compinche conmigo, me consultaba todo (mucho más que a la madre). A veces parecía tener una excesiva confianza, me contaba sus cuestiones más íntimas sin tapujos ni reparos.
Como parte de su forma extrovertida y suelta, se paseaba en ropa interior o con remeras sin nada abajo dejando ver sus esculturales formas. Es más, una vez entré en el baño y ella estaba desnuda, secándose después de la ducha y no intento ni el mínimo movimiento de taparse. La reté por no trabar la puerta y ella solo soltó una carcajada mientras me iba. Incluso me pareció que cuando venía con algún pibe hacía ostentación de sus mimos delante de mí, pero lo atribuí a su forma de ser. ¿O trataba de calentarme?
No lo sé, ni tuve tiempo de averiguarlo. El trabajo se puso más exigente obligándome a viajar seguido y la convivencia con la madre se puso cada vez más tensa e insoportable. Al año y medio tuvimos una violenta discusión (por suerte Gise no estaba) y terminamos resolviendo separarnos. Ella volvió a Córdoba, pero cuando le informó a su hija, Giselle le dijo que no se iba ni loca. Había empezado Diseño y Comunicación en la UBA de Pilar y no pensaba abandonar los estudios. Los gritos de ese debate sonaron por la casa durante tres días, pero Esther no tenía manera de obligarla a nada.
-“Andá vos”, le dijo a la madre, “Yo me quedo con Roberto hasta que me acomode en algún lugar de por acá”.
Pese a las protestas, no hubo nada que la cambiara. Como además recibía una mensualidad de 500 dólares del viejo, tenía la capacidad de valerse por si misma y no depender de la vieja. Y así fue como nos quedamos los dos viviendo juntos. Yo estaba re bajón por el fracaso de mi relación a la que había puestos muchas esperanzas y la verdad que Gise tuvo que aguantar mis pálidas, mi depre e hizo lo que pudo para ayudarme. Y en realidad me sirvió mucho para que no me bajonee más, ponía vitalidad y alegría donde estaba.
Pasaron dos meses hasta que una tarde de sábado en que ella se había levantado tarde (se fue a bailar el viernes y llegó de madrugada), la encontré haciendo una siesta en una reposera al lado de la pileta cuando llegué. Yo venía de trabajar, transpirado y cansado. Me duché, me puse un short, preparé unos mates, me di un chapuzón y me acomodé en una reposera cerca de ella, mateando mientras terminaba un cuento que estaba escribiendo (escribir era una de las cosas que me calmaba del duelo), suponiendo que Gise estaba dormida.
-“¿No hay un alma caritativa que me pase crema por la espalda?”, preguntó haciendo un mohín (le encantaba bebotearme).
-“Pensé que estabas dormida. Ya te paso”.
Me acomodé una mesa al lado de su reposera, me senté a su lado y empecé a pasarle crema con la izquierda mientras me cebaba mates y los tomaba con la derecha. Ella llevó sus manos a la espalda y desató la malla para dejar toda su espalda descubierta. Terminé de embadurnarle la espalda y se quejó porque no le pasaba en las piernas y brazos por lo que también se los unté de crema.
-”Y vas a dejar que mi cola se ponga roja por el sol?”.
Le pasé rápidamente crema allí y cuando no quedó sector de su cuerpo a mi alcance sin crema, me dediqué al mate y ya me volvía a mi cuento cuando ella se dio vuelta y protestó.
-“Y en la parte de adelante, mi hermoso y galante caballero ¿no me va a pasar crema?”.
Al darme vuelta mientras le decía que ella misma podía pasarse crema, vi que estaba sin la parte de arriba de la malla, con sus preciosas tetas al aire, sonriéndome.
-“No es lo mismo si la pasas vos, Betito”.
-“¿Te volviste loca?”, le dije mientras le tiraba la toalla que tenía a mano y me llevaba las cosas del mate a mi reposera. “Tapate”.
Se levantó, sentándose en la reposera, tomando los senos en sus manos como ofreciéndomelos y me pregunto si no me gustaban.
-“No sé que te agarró Gise ¿te volviste loca? ¡¡soy la pareja de tu mamá!!, además de llevarte más de 30 años”.
-“Eras la pareja Beto, ya no sos más y no veo chance alguna que vos y mi vieja vuelvan a estar juntos. Ella no está más, no solo se fue sino que está saliendo con uno de sus viejos novios cordobeses y vos estás llorando al pedo. Ella ni está acá ni quiere volver con vos. Pero yo si estoy acá y si quiero estar con vos. Me gustas y quiero que me mimes. Quiero ser tu “nena”, quiero que seas mi papi y disfrutar con vos ¿por qué estaría mal? A vos te gusta Vladimir Nabokov, me dijiste ¿no?, bueno, yo quiero ser tu Lolita”.
-“No digas pavadas Gise”, le dije yéndome a sentar e intentando volver a mi escritura.
Ella se paró vino hasta mi reposera, se paró a mi espalda, se agachó para que su cabellera rubia me envolviera, me dio un beso en la nuca y me abrazó por detrás, apoyando sus tetas en mi espalda mientras me decía que soñaba conmigo hacía tiempo y me deseaba mucho.
-“Te tengo ganas hace rato Beto. No sos mi papá ni sos nada más que un hermoso tipo que me gustaría mucho tener en mi cama. Soy grande, libre y elijo mis machos y te elegí a vos. ¿cuál es el drama? ¿no te gusto?”, dijo mientras sus manos me acariciaban y sentía sus pezones duros contra mí.
Yo intenté (lo juro) decirle todo lo que se me ocurría sobre lo mal que estaba lo que proponía, pero tengo que reconocer que esas tetas en mi espalda me volaban los ratones. Ella corrió la mesa, me acostó en la reposera y se acostó sobre mí, besándome todo mientras mis últimas energías de resistencia eran cada vez más débiles. Cuando su mano se apoyó en mi pija ya dura y me puso un pezón en la boca, todo lo que en mí se oponía se desvaneció y chupé ese hermoso botoncito mientras ella metía su mano dentro del short para agarrarme con la mano mi palpitante miembro.
Intenté levantarme, pero ella me empujó para que me quede acostado y fue a liberar mi pija y lamerla, besarla, acariciarla y chuparla con una suavidad y una delicadeza hermosa mientras me miraba con una carita de puta golosa que me derretía.
-“¿Queres que sea tu nenita? Yo quiero todo con vos, todo. Haceme el amor de todas las formas que quieras.”.
Me sacó el short, se paró y se quitó la malla, se sentó a horcajadas mío y comenzó a acariciarme la pija con su húmeda conchita mientras tomaba mis manos para llevar una a sus tetas y la otra a su cola.
-“Esta nenita es toda para vos, papi. ¿Me vas a coger toda?”
No terminó de decir eso que tomó mi pija en su mano y la llevó a su vulva para introducirla toda bajando despacito hasta apoyarse en mis muslos. Se inclinó hacia mí y empezó una danza suave y rítmica mientras cerraba los ojos y yo la acariciaba. Así estuvimos un buen rato. Yo disfrutaba no solo su hermosa y húmeda vagina apretadita y cálida, sino la preciosa pendeja que tenía sobre mí, le pellizcaba los pezones (lo cual le encantaba), le masajeaba las tetas o la agarraba de las nalgas para acompañarle el ritmo. Ella parecía perdida en su mundo y en su cara se reflejaba el deseo y el placer.
-“Que pija grandota y linda que tenés papi. Me encanta que me dejes jugar tanto tiempo así. Soy lerda para acabar y la mayoría de las veces terminan antes y me quedo sin nada”.
-“Podes disfrutar sin problema. Si estoy por acabar te digo, paramos hasta calmarme y después seguimos”.
-“Quiero ponerme en cuatro para que me agarres por atrás. ¿querés?”.
-“¿Y tener tu hermosa cola para contemplar?, ¡¡por supuesto!!”, la tomé de un brazo, la llevé al sofá del living, la hice ponerse de rodillas apoyando sus brazos en el respaldo y empecé a cogerla así, tomándola de la cola para guiarle el ritmo. Era verdad que era lerda, porque estuvimos bastante antes que se arqueara y acabara en medio de gemidos.
-“Me gustó mucho papi, ¿me vas a seguir cogiendo?”.
-“Si no te molesta, si”.
-”¡¡¡Nooo!!! Claro que no me molesta. O mejor dicho me molestaría mucho si dejas de hacerlo. Cogeme todo el tiempo que quieras. Me gusta mucho como lo haces.”.
Salí de su vagina, me senté en el sofá y la puse a horcajadas mio mirándome y así volví a penetrarla. En esa posición le di el primer beso, la abracé, le acaricié la cola, le di algunos chirlitos, le chupé las tetas. Todo mientras ella bailaba sobre mi pija a su antojo, siempre con los ojos cerrados. Pasó un largo tiempo hasta su segundo orgasmo, después del cual se abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro.
-“Te tenía ganas sin conocerte y ahora te tengo más ganas. Hacía rato que no acababa así. ¿Queres que haga algo en especial”?
-“No Gise, solo con estar ya es un encanto. Sos una hermosísima pendeja y además haces el amor de una manera sensual y linda. Me gustas mucho y voy a cogerte de las formas que tenga ganas a menos que haya algo para lo cual tenga que pedirte permiso”.
-“Para nada caballero, esta nenita es toda para usted”.
La hice levantar, saqué mi pija de su conchita y la puse en la entrada de su culito y le dije que se agarre de mis hombros y baje despacito, a su ritmo. Ella fue moviéndose en círculos presionando apenas contra mi pija que yo tenía firme con mi mano, hasta que suave y delicadamente entró toda en su colita. Una vez allí se quedó quieta y me pidió que esperara un rato.
-“Todo lo que necesites Gise, quiero que disfrutes tanto como yo te disfruto a vos. Tenes un culito precioso y quiero que sea un placer para los dos compartirlo.”
Al poco rato ella misma empezó a moverse suavemente primero y mas intensamente después.
-“Cogeme fuerte papi, muy fuerte. Me gusta mucho el sexo anal y te quiero sentir loquito dentro de mi”.
La tomé por la cola y empecé a llevarla en un subí baja cada vez más frenético mientras mi pija al palo entraba y salía de ese agujerito cálido, apretadito y cada vez más caliente. Ella jadeaba con los ojos cerrados y empezó a hablar cada vez más rápido y fuerte.
-“Que pija linda que tenés guacho, me encanta que me cojas así, como a una puta. Quiero ser tu putita, cogeme toda, llename de pija esa colita, que me encanta. Soy tu nenita puta papi, toda para vos. Cogela toda a tu nena”
Cuando le di dos chirlos se estremeció y acabó con un largo quejido para quedarse quieta, con mi pija bien adentro en su culito mientras sus manos apretaban con fuerza mis brazos. Después se apoyó contra mi y me dio un beso en el cuello y un “gracias” susurrado en mi oído. Tardó un rato en volver a incorporarse y preguntarme si yo había acabado. Ante mi negativa me dijo que hiciera lo que quisiera para acabar.
-“Usame de puta, quiero sentirte acabar dentro mío, o en mis tetas, o en mi boca o donde quieras”.
La volví a poner en cuatro contra el respaldo y así le penetré la cola con movimientos suaves y largos para salir casi del todo y volver a meterla hasta el fondo. Ella se acomodaba para ayudarme en esos movimientos. Ahora me tocó a mi decirle que era una putita divina, que su culito me volvía loco de placer y que tenerla así, viendo su cola y su cuerpo mientras la cogía era una delicia.
Ella daba vueltas la cabeza para mirarme y me contestaba que era mi puta y le gustaba ser mi puta y que quería que fuera su macho y la cogiera toda … y así acabé como hacía tiempo no me acordaba de acabar, soltando un montón de semen en su cola, apretando sus nalgas mientras metía mi pija con fuerza hasta el fondo. Estuve un rato moviéndome y terminando de sentir ese intenso orgasmo.
Fuimos a la cama y nos acostamos en cucharita. Recién a la una de la mañana nos despertó el hambre. O mejor dicho la despertó a ella y ella me despertó a mi chupándome la pija. Me dijo que si no tuviera tanto hambre me cogería, pero que lo dejábamos para después. Me dio un beso y me dijo que descansara que ella me hacía la comida. La vi parada poniéndose la bata y no podía creer que ese caramelito hermoso tuviera tantas ganas de coger conmigo.
Continuará.