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Mi hija y el messenger: Cosas de familia (Parte 2.5)
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Tiempo de lectura: 16 minutos

Era un poco más tarde de las 11 de la noche y la fiesta continuaba en todo su apogeo. Patricia volteó a ver a su hija Cristina y se deleitó de verla reír de esa manera, mientras sostenía una animada charla con algunos de sus amigos, a pesar de la estridente música que inundaba el ambiente. La mujer, de unas escandalosas curvas, tetas duras y apetitosas, producto del duro trabajo… del cirujano plástico que las había operado y una bonita figura en general, pensó en lo poco que conocía el mundo de su hija, de los 5 jóvenes que le acompañaban, conocía solamente a Arturo, su novio, quien casi no participaba de la conversación, con la mirada abstraída de quien se halla a punto de caer rendido ante el efecto del alcohol, y a Pamela, la mejor amiga de su hija y… desde hacía una semana, su perrita particular.

Patricia paseó la mirada por la terraza a un lado de la sala. Era una zona de guerra en toda la forma. Los jóvenes habían dado cuenta de los canapés, de las pizzas y botanas que habían preparado para la fiesta y, cuando se acabaron las primeras botellas de licor, volvieron a aparecer otras como por arte de magia y que de igual forma se iban vaciando sin que mediara control alguno. Patricia se sintió alegre de haber recurrido a Pamela para ayudarla a organizar aquella fiesta.

Casi como si fuera un conjuro, la joven volteó discretamente a verla y le lanzó un guiño imperceptible para el resto de sus compañeros. Patricia se estremeció mientras volvían a su mente las candentes escenas que habían protagonizado ambas en la regadera la semana anterior. Pamela se veía encantadora enfundada en esos apretados leggings y la blusa pequeña que dejaba parte de su abdomen descubierto. Su bonita figura se amoldaba perfecto a esa ropa y se sintió muy cachonda de pronto, anhelando volver a sentir la turgencia de ese cuerpo juvenil entre sus manos de nueva cuenta.

Cristina traía puesto unos jeans que le quedaban de infarto también y una ligera blusa transparente con la leyenda de “Happy 18, Girl”. Era su cumpleaños dieciocho esa noche de viernes y todo había salido a pedir de boca gracias a la ayuda de su amiga, y ahora amante sumisa de su madre, Pamela. Se alcanzaba a apreciar la figura de sus macizos senos, desafiando a la gravedad sin recato alguno, aunque su sport bra cubría apenas, discretamente, sus atributos.

Patricia había querido subir a su recámara, pero su hija había insistido en que se quedara con ellos ya que esa era su última noche antes de que partiera de nuevo a Nueva York en su rutina de vuelos de cada 15 días al siguiente día, ya que Patricia trabajaba como Azafata de una línea aérea comercial. Por otro lado, su esposo Ricardo si había decidido subir a dormir y le había pedido a Patricia una de sus pastillas para poder conciliar el sueño sobre todo aquel escándalo.

De pronto sintió que alguien se sentaba a su lado. Volteó y vio el sonriente rostro de Pamela. Tomó uno de los cojines del sofá y lo puso de manera casual entre ambas. La sala se iluminaba apenas por la escasa luz que se alcanzaba a colar de la terraza donde todos bebían, charlaban y bailaban ya bastante eufóricos a estas alturas del partido. Debía haber unos 15 a 20 muchachos en total y todos parecían divertirse de lo lindo. Patricia volteó de nuevo a ver a Pamela y le sonrió sugestivamente, dándole las gracias con una voz apenas audible. La chica musitó, realmente sin voz, un “de nada” mientras tomaba su mano y la guiaba entre sus piernas por debajo del cojín del sofá. Cobijadas en la semipenumbra, Pamela comenzó a moverle la mano sobre su entrepierna por encima de los leggings. Patricia apretó suavemente su mano sobre el pubis de Pamela y ésta se tensó recargándose sobre el respaldo del sofá mientras cerraba los ojos. Patricia a su vez, sintió como una deliciosa humedad se iba apoderando de su entrepierna. Volteó a ver al resto de los muchachos y no percibió a nadie que les estuviera prestando atención. Con un ligero movimiento de su cuerpo, se acomodó y metió su mano bajo los leggings de la chica para tocar su coñito bajo sus bragas mojadas. Fue guiando su mano experta por toda la extensión de su pubis e hizo a un lado la prenda para tocar directamente sus labios vaginales con el dedo índice. Estaba muy mojada y sintió el delicado botón de su clítoris salir a darle la bienvenida a ese dedo andariego. La joven gimió tal vez un poco más alto de lo que hubiera querido pero su gemido se perdió en el tumulto y el ruido de la música.

Patricia empezó a mover su dedo adentro y afuera de la vagina de Pamela, quien había abierto las piernas por completo, ofreciéndole su intimidad como una ofrenda, dispuesta y cachonda al saberse rodeadas de tanta gente. Le hubiera gustado abrazarle y besarle esos labios apetitosos que se entreabrían con cada nuevo gemido pero se contuvo. Era demasiado obvio y no quería exponerla ante sus compañeros de escuela.

De cualquier manera, Patricia siguió con esas caricias profundas en Pamela y, excitada por la situación, siguió implacable con esa masturbación lenta pero constante, que logró su cometido al finalmente sentir como se tensaba el cuerpo de Pamela mientras le recompensaba con un río de fluidos vaginales en su mano intrusa. El brillo de su rostro sudoroso y la mirada de satisfacción le dijeron que había disfrutado enormemente de aquel encuentro improvisado entre ellas. Se sintió muy cachonda y mojada también.

Pamela se acercó a ella y le susurró en el oído, “gracias, ama. Me hiciste venirme bien rico”. Patricia se estremeció al escuchar la voz cargada de sensualidad de su sumisa y apretó las piernas de forma instintiva. La chica la observó y metió a su vez la mano debajo del cojín, moviéndolo un poco hacia el lado de Patricia, susurrando de nuevo “¿quieres que te satisfaga a ti, mi ama?”. Patricia se escuchó susurrar con una voz cargada de deseo “si, zorrita. Haz que se venga tu pinche ama caliente”.

Pamela levantó discretamente la falda de su ama hasta que sintió el contacto de su mojada entrepierna sobre la diminuta tanga que usaba esa noche. Huelga decidir que la prenda estaba empapada con los fluidos que Patricia había derramado mientras le daba placer a la chica. Los dedos de Pamela se movieron con destreza y, haciendo a un lado la tanga, acariciaron los mojados bellos de la bella mujer. Un joven tambaleante se acercó a ellas haciendo que Pamela frenara un poco el ritmo de su movimiento, pero sin sacar la mano ni dar indicios de sorpresa por aquella intromisión. El joven pareció querer decirles algo, pero finalmente recordó que su destino era el baño para nivelar su hidratación y les sonrió de forma boba e incoherente, siguiendo de largo. Pamela continuó dándole placer sin tregua a su ama, dejando que su dedo corazón vagara libremente por los delicados pliegues del coño de Patricia ante su evidente placer y cachondez. No les importó cuando el joven volvía de regreso del baño, balbuceando palabras sin sentido ya sin prestarles la menor atención. Pamela detenía su acometida a la entrepierna de su ama, dejándola un par de veces al borde de un orgasmo casi inminente. Finalmente le dio tregua y, apretando su teta izquierda en su mano y ocultándola contra su propio cuerpo, le masajeó el clítoris rápidamente hasta que Patricia se vino copiosamente, exclamando un par de maldiciones y estremeciéndose en la mano de su aventajada pupila.

– Putita, me dejaste seca. – Dijo Patricia a modo de cumplido. Pamela solo sonrió y le guiñó un ojo, levantándose.

– No te vayas a ir a dormir todavía. ¿Me lo prometes?

– Si, ve putita. Me voy a ir asear y vuelvo con ustedes. – Dijo Patricia levantándose a su vez y sintiendo la humedad entre sus piernas.

Como pudo alcanzó el baño y se metió rápidamente a limpiarse. Como lo sospechaba, su tanga estaba empapada y decidió quitársela y dejarla en el cesto de la ropa sucia. Se sentía liberada al no tener nada bajo su falda. Se limpió y el roce del papel higiénico en su coño le pareció un estímulo delicioso acrecentado por las imágenes de sexo improvisado que acaban de protagonizar en la sala ante todo mundo.

Patricia siguió estimulándose sin importarle el par de veces que golpearon a la puerta. “A la mierda” pensó “que usen el baño de arriba”. Sus dedos siguieron el camino que ya había trazado la mano de Pamela y esta vez si se pudo despojar de su blusa y sostén para tocar sus tetas a sus anchas. Imágenes de las escenas de la semana anterior con Pamela maniatada en la sala, Pamela comiéndole el coño ese mismo día en el baño. Su excitación cuando sintieron llegar a Cristina y Patricia conversó con ella mientras se bañaba pretendiendo que estaba sola mientras Pamela la acariciaba por detrás de la cortina sin que Cristina se diera cuenta; todo en una vorágine de imágenes sensuales aderezadas por la coqueta y juvenil sonrisa de la chica. No tuvo conciencia de cuando tiempo estuvo dándose placer en el baño hasta que un nuevo orgasmo le llenó el cuerpo de electricidad haciendo que se tensara y gritará con los labios apretados para no delatarse ante quienes pudieran estar esperando afuera.

Había sido un orgasmo brutal e inesperado y se congratuló de haber obedecido a su amo para seducir a esa chica espectacular. Una vez que se hubo sentido satisfecha, se puso la blusa de nueva cuenta y dejó el sostén junto a su tanga mojada como recuerdo de lo bien que lo había pasado esa noche.

Cuando salió finalmente del baño, la fiesta había casi concluido. De los casi veinte jóvenes que estaban en la fiesta, ahora solo quedaban 4, bueno cinco si contabas a Arturo, el novio de Cristina que se había finalmente quedado dormido en el sofá que previamente ocuparan ella y Pamela cuando se prodigaban placer, literalmente “a manos llenas”.

– Hola Patricia. – Dijo Pamela saliendo a su encuentro. – Pensamos que ya te habías ido a dormir.

– No todavía, pero veo que ya se fueron casi todos. ¿Te divertiste, hija? – Dijo dirigiéndose a Cristina.

– Claro que si, mamita. Fuee franduioso, granduooioso. – Dijo Cristina arrastrando las palabras, evidentemente ebria. Los demás, con excepción de Pamela se veían en las mismas condiciones, sin contar a Arturo que había sido el primero en caer.

– ¿Cómo que fueee? – Dijo uno de los jóvenes, alto y moreno aunque un poco escuálido reclamó intentando que su voz sonara lo suficientemente coherente para hacerse entender.

– Tranquilo Manuel, que todavía falta el juego de atreverse… – dijo Pamela. – Nos acompañas Patricia? – preguntó dirigiéndose a su secreta ama.

– No, muchachos, sigan ustedes yo viajo mañana…

– Anda mamá, quédate con nosotros. Te prometo que te va a gustar el juego? Dijo Cristina haciendo un mohín de niña caprichosa.

Patricia iba a seguir argumentando ya que realmente se sentía cansada pero cayó en cuenta que Cristina no la procuraba mucho últimamente, parecía que toda su atención estaba volcada en su padre y esta era una oportunidad de oro para retomar la relación con su hija y, haciendo a un lado su cansancio se sentó alrededor del grupo, quedando a un lado de Manuel a su derecha y de Pamela a su izquierda. Frente a ella, quedó el otro joven y su hija Cristina sentados todos en la alfombra de la sala.

– Vamos a jugar un poco a los retos. – Dijo Pamela sacando su celular. – Somos cinco participantes y tengo este juego que selecciona automáticamente el nivel de reto y qué número se lo pide a quien. Yo seré la número 1, Cristina 2, Eduardo 3, Manuel 4 y Patricia será el número 5. ¿Les parece?

Todos asintieron, ya deseosos de comenzar con aquel juego que parecía ofrecer algunas posibilidades.

Pamela presionó el botón de la pantalla y el juego desplegó la leyenda “4 pregunta a 1 Nivel: Verde”

– Manuel, te toca preguntarme. Nivel verde significa que lo que pidas no debe ser muy pasado.

Manuel dudó por un instante y finalmente dijo con voz pastosa.

– Quítate la ah la blusa, Pam eh llllla.

– A cómo serás idiota, Manuel. ¿No sabes lo que significa verde? Algo sencillo.

– Ah, ok, tómate… una cerveza da, de un solo… trago. – Dijo finalmente. Pamela iba a objetar algo, pero decidió callar y tomó una de las cervezas de la mesita, la abrió y tomó casi todo el líquido hasta que terminó derramando una parte por sus labios ante la risa de sus compañeros.

– Demonios, ya me mojé la blusaaahh. – Dijo Pamela riendo al igual que sus compañeros.

Pamela volvió a presionar el botón del juego y esta vez le tocó el turno de preguntar de 3 al 5. Eduardo a Patricia. A pesar de su borrachera, el joven se sentía cohibido al tener que preguntar algo o dar una orden a la madre de Cristina. Ante su silencio, Cristina le arengó a que preguntara, que todo era un juego al final.

– Está bien. Señora Patricia… a qué hora, no perdón, a qué edad, tuvo su primera experiencia eehmmm

– ¿Sexual? – Le interrumpió Patricia. El joven asintió con la cabeza nerviosamente. – A los 18 años. – contestó ella con una sonrisa.

– Cuéntanos más detalles, mamá. – Dijo Cristina.

– No, sólo contesté la pregunta. No quiero acaparar la conversación.

Pamela la secundó y aplicó la nueva ronda de retos. Esta vez le tocó al 4 (Manuel) preguntarle al 3 (Eduardo). Color Rojo. Todos se miraron nerviosamente, esperando el reto o pregunta a Eduardo.

– A quien de las 3 mujeres que están en el juego… – Manuel dudó un momento y continuó acordándose que al fin estaba borracho y los escrúpulos se habían ido a dormir hacía un buen rato… – te cogerías si tuvieras oportunidad?

– A las 3 jajaja, – Dijo Eduardo súbitamente espabilado.

– No seas pendejo, Eduardo, tienes que elegir a una. – Dijo Cristina pellizcándolo suavemente y todos rieron sin saber porqué a ciencia cierta.

– Bueno pues… a ti. – Cristina se ruborizó un poco, pero ya no dijo nada. Eduardo le dedicó una mirada a sus senos e iba a decir algo, pero prefirió callar.

En la siguiente ronda, por azares del destino, le tocó al 3 (Eduardo) preguntarle a la 2 (Cristina). De nueva cuenta el reto se presentó de color Rojo.

– ¿Tengo que hacer preguntas o retos también? – preguntó dirigiéndose a Pamela.

– Lo que quieras, reto o pregunta. – Contestó la chica.

– Ah, entonces quiero que se quite el sostén que no se quería quitar hace rato. – Todos, inclusive Patricia lo secundaron.

Cristina, sin hacerse mucho del rogar se despojó de su sport bra metiendo sus manos por debajo de su blusa de cumpleaños y quitándoselo hábilmente como un contorsionista. Sus pezones se miraban erguidos a través de la delgada tela y Eduardo, disimuladamente se cogió la verga para reacomodarla en su pantalón.

A medida que el juego progresaba, los retos se iban haciendo cada vez mas atrevidos entre ellos. Besos de Eduardo a Cristina, adivinanza de quien te tocó el paquete para Eduardo y hasta un reto para que el mismo Eduardo besara a Manuel. Después de mucho resistirse le dio un beso apresurado en los labios ante la algarabía de las chicas.

Era casi la una de la noche cuando le tocó el turno al 1 (Pamela) para el 2 (Cristina). Nerviosamente, Pamela le susurró algo en el oído y Cristina, después de pensársela un poco asintió, mientras volteaba a ver a Patricia.

– Patricia, el siguiente reto que le voy a pedir a Cristina, no se va a atrever a hacerlo frente a ti, pero no queremos que te vayas…

– Si quieren me retiro a dorm…

– No, mamá, quédate, pero sólo te vamos a poner una condición. – Dijo Cristina.

– Bien, díganme.

– Te vamos a poner unos audífonos y te vamos a tapar los ojos mientras dura el reto. No puedes quitártelos ni preguntar nada cuando concluya el reto. ¿Estamos?

– ¿Pero, quieres decir, que me van a dejar incomunicada?…

– Es mi cumpleaños, mamá. – Dijo Cristina haciendo un pequeño puchero.

– Está bien, pero si se sienten mas cómodos los puedo dejar sol…

– Quédate, mamá. Quiero que te quedes. Solo es esa condición y es solo un momento.

– Está bien. – Accedió Patricia, levantando los brazos en señal de asentimiento.

Pamela tomó los audífonos que Arturo llevaba en su mochila y encendió la música, poniendo los auriculares sobre las orejas de Patricia. Acto seguido, tomó el sport bra de Cristina y los puso sobre el rostro de su madre. A través de la prenda, Patricia solo podía ver formas sin poder identificar quien era quien, pero sabía la posición que tenía cada uno de ellos y sonrió a la expectativa. De alguna manera, sentir el sostén que recientemente usara su hija, le provocaba algún tipo de placer morboso que no podía o quería explicarse a si misma.

Acto seguido, una mano femenina, tomó sus manos y las ató para prevenir que se fuera a quitar los audífonos o la prenda de sus ojos y la guiaron delicadamente hasta donde sintió el contorno familiar de la cocina. La voz susurrante de Pamela le llegó como un silbido cuando le retiró momentáneamente los audífonos. “Aquí quédate ama, en un rato vengo por ti”. Después sintió la tibieza de su lengua en su oído y se estremeció de placer antes de que le volviera a colocar el aparato y la dejara sola ahí en la cocina mientras ellos terminaban con el reto que le habían asignado a Cristina.

Pamela regresó a la sala con sus amigos y les indicó con la mirada que todo estaba listo. Pamela le dijo quedamente a Cristina. “Escoge al que tú quieras pero tienes que hacer que se venga, ese es el trato” mientras decía esto, volteó a ver a Arturo que seguía durmiendo la mona plácidamente, acostado en el sofá en la misma posición que tenía desde que empezaron a jugar.

Cristina apuntó con el dedo a Manuel y luego a Eduardo, luego a Manuel y de nuevo a Eduardo en una especie de Tin-Marin de do pingüe. Finalmente se hincó en la alfombra de la sala frente a Eduardo y le sacó lentamente la verga ante la mirada expectante de los otros dos. Eduardo se bajó los pantalones y se plantó firmemente ante Cristina, ansioso por sentir aquel erguido instrumento dentro de su boquita que se antojaba deliciosa y húmeda.

La chica abrió la boca y se introdujo la verga de Manuel lentamente, acariciando la punta con su lengua en suaves movimientos circulares. El joven respingó soltando un largo suspiro, mientras volteaba a ver al inconsciente novio de la cumpleañera que ni se inmutó ante semejante cornamenta que le iban pintando frente a sus ojos. Manuel, mientras tanto, observaba aquella escena con suma atención y casi sin darse cuenta, se la sacó y empezó a jalársela excitado de ver a Cristina devorar la verga de su amigo. Sentía unas ganas horribles de orinar y una excitación creciente. Supuso que poder orinar en esas condiciones sería una tarea cuesta arriba pero, la urgencia pudo más y, sin molestarse en guardar su pene en el pantalón se dirigió al baño.

Cristina mientras tanto, había logrado tragarse por completo la verga de Eduardo y, dando grandes arcadas, la metía hasta que su velludo pubis chocaba con la nariz de la chica. Siempre le había parecido una sensación extraña pero agradable el escozor que le provocaba dicho contacto cuando mamaba una verga y lograba tragarla toda. Con delicadeza, acarició los huevos del muchacho, que se estremeció ante la caricia y se animó a coger la cabeza de la chica para empujarla hacia él e intensificar el movimiento.

Pamela, mientras tanto, se acariciaba el coño con su mano por encima de los leggings cuando de pronto…

Patricia estaba muy concentrada escuchando la música que salía de los audífonos de Arturo. Debía admitir que el muchacho tenía buenos gustos musicales. De pronto, sintió un contacto inesperado detrás de ella. Seguramente uno de los muchachos se estaba queriendo propasar con ella, aprovechando su indefensión. Sintió unas tibias manos deslizarse por debajo de su blusa y acariciar sus tetas suavemente comprobando que no traía sostén. Ella trató de parar esa caricia, cuando los dedos hábiles empezaron a juguetear con sus pezones acariciándolos con pequeños movimientos circulares seguidos por un apretón que le resultaba simplemente delicioso. En su mente desfilaba el rostro de Manuel, cuando miraba disimuladamente sus tetas durante el juego y el de Eduardo, pendiente siempre de sus piernas, mientras se acomodaba repetidamente su paquete. Repentinamente se sintió excitada de no saber quién de los dos muchachos le estaba tocando y sintió cómo se iba excitando ante aquel inesperado evento. Sintió una lengua buscando ávidamente su cuello y ella le permitió dando un pequeño quejido. La lengua intrusa fue moviéndose lentamente por su cuello mientras las manos seguían apretando sus tetas ahora con más libertad y atrevimiento.

Cuando pensaba que aquello no podía ponerse más intenso…

La chica sintió la mano posándose en sus nalgas por encima de sus leggings. Sin dejar de voltear a ver cómo su amiga se devoraba aquel pedazo de carne ensalivado y en pie de guerra, movió su culito hacia arriba para facilitar el contacto. Ante aquella invitación, la mano se metió dentro de su prenda y acarició su coñito, que para estas alturas estaba ya empapado de nuevo. Pamela sintió un ramalazo de placer atravesando por todo su cuerpo, especialmente el centro mismo de la entrepierna y, con lujuria acarició el paquete del intruso que la acariciaba.

Cristina, por su parte, se levantó de la posición donde se hallaba tragándose la verga de Eduardo y, cuando este pensó que la diversión había ya terminado, notó con beneplácito cómo la chica se despojaba de su blusa de cumpleaños y le ofrecía sus juveniles tetas. Eduardo, sin pensársela dos veces, las empezó a besar con desesperación, masajeándolas tal vez un poco más fuerte de lo que ella hubiera querido, pero a ninguno de los dos pareció importarles. Eduardo apretó los labios alrededor de sus pezones y presionando mediante sus dientes, le empezó a dar mordidas intensas que la llevaron a sentir una emoción intensa. La suavidad protectora de esos labios, permitían a los labios del muchacho presionarlos sin llegar a lastimarla. “Así pinche Eduardo, mámame las tetas así cabrón, me tienes hecha una puta” gemía Cristina de forma entrecortada, apenas consciente de la presencia de su novio a un escaso metro de ellas.

Pamela seguía acariciando aquella verga que se sentía deliciosa en su mano cuando sintió cómo sus leggings iban bajando junto con sus panties. Se enrollaban en sus piernas, como resistiéndose a dejar el paraíso pero finalmente sintió sus piernas liberadas y en un acto reflejo las abrió lo mas que pudo aun estando de pie. Una mano le retiró la suya de la suculenta y verga y por un par de segundos cesó aquel delicioso contacto, hasta que…

Patricia sintió como su cuerpo era empujado firmemente sobre la superficie de la mesa hasta quedar en posición de perrito. Sus tetas quedaron tocando la fría superficie de la mesa, ya que aquellas manos mantenían su blusa levantada a la altura de su cuello. Cuando Patricia adoptó esa posición sin quejarse, la mano se retiró de su cuello y empezó a subir su falda.

“¿Qué estoy haciendo?” se preguntó la mujer, consciente de que no traía ropa interior y que su atacante pronto le estaría tocando su coñito sin contemplaciones. “¿debo pararlo ahora? ¿Cómo lo llamo, Manuel, Eduardo, chaval o hijo de puta?, me estás violando, cabrón”. Su boca intentó decir esas palabras pero su coñito lo silenció abriendo las piernas en señal de consentimiento.

Patricia sintió una mano hurgar en su cuevita llena de fluidos. En silencio, el intruso se metió entre sus piernas y le empezó a dar una chupada deliciosa, acariciando su clítoris con la punta de la lengua. Patricia brincó por la sensación, incapaz de negarse a recibir las caricias de aquella boca descarada y atrevida. Sus labios empezaron a proferir obscenidades que ella misma no alcanzaba a escuchar por la música de los audífonos. De lo que sí estaba segura era de que algunas de esas palabras eran “cógeme” y “cabrón” dichas repetidamente entre gemidos.

Sin hacerse del rogar, aquel intruso la volvió a coger de la cintura y, atrayéndola hacia si…

Cristina se acostó en el sofá a un lado de Arturo su novio. Podía sentir la acompasada respiración del muchacho mientras sentía cómo Eduardo le iba quitando sus jeans y sus pantys hasta dejarla completamente desnuda. Abrió sus piernas y el muchacho metió su cabeza en medio de ellas, rozando sus labios vaginales, hinchados de placer con aquella boca sedienta. Subió un poco más la boca, presionando contra su pubis apenas recubierto de sus vellos finamente recortados y, cuando pensaba que aquello no se podía poner mejor, sintió un par de dedos de Eduardo entrando en ella mientras seguía comiéndole entre gemidos de ambos.

Pamela, recibiendo de igual forma una rica comida de coño, veía a su amiga recibiendo aquel tratamiento a un lado de su novio y se sintió sumamente excitada. Todo aquel episodio le parecía surreal y sintió el chorro caliente de su venida correr en tropel por su entrepierna para caer en la boca de aquel afortunado comedor de coños.

La chica, apenas repuesta del temblor que le provocara tan profundo orgasmo, se movió un poco hacía donde se hallaban Cristina y Eduardo y se metió entre las piernas de su amiga, luchando por un pedazo de aquel coño delicioso. Apenas sintió cómo una verga se movía a través de los labios de su coñito e, incapaz de hacer otra cosa, se empezó a acariciar el clítoris, con su dedo, mientras seguía comiendo el coñito de su amiga y recibía aquella caliente verga dentro de ella.

Para completar el cuadro, Eduardo acariciaba las tetas de Pamela a la vez que compartían aquel mojado manjar. El placer que sentía la chica era indescriptible y sintió una enorme urgencia por retribuirle el favor al muchacho. Tomó la verga de Eduardo, ya mojada por la saliva de Cristina y empezó a masturbarla lentamente.

Cristina, abriendo sus ojos, volteó a ver a su novio aun dormido y, con una perversa sonrisa en su rostro…

Patricia sintió el brutal golpe de aquella verga adentrándose en sus carnes, las paredes de su coño se abrieron para darle la bienvenida a aquel visitante inesperado y levantó su culo para facilitarle aún más el acceso. Las manos intrusas la tomaron de la cintura y comenzaron a penetrarla con rudeza en un frenético movimiento que le hizo sentir como su coñito se contraía ante la inminente llegada de un nuevo orgasmo. Sin saber quién de los dos chicos se la estaba cogiendo, Patricia dejaba volar su imaginación entre los rostros sonrientes de los dos.

Nunca había tenido sexo con unos audífonos puestos pero la sensación no le molestaba en absoluto, estaba consciente de que estaba seguramente gimiendo tanto que podía despertar a Ricardo si no se hubiera tomado aquella potente pastilla para dormir. Imaginar el cuerno que le estaba poniendo al imbécil de su esposo le hizo potenciar aún más el placer que sentía y se retorció en la mesa sintiéndose una puta sin escrúpulos, puro placer sin culpa, sin temor a ser sorprendida, en algún punto recóndito de su ser le atraía el morbo de escuchar la voz encabronada de su marido al verla cogiendo como una vil perra y ella sin poder recobrar el control de su cuerpo, incapaz de parar de sentir emociones intensas ante los embates de aquella verga dentro, muy dentro de ella. Sin poder contenerse más se vino en aquella mesa, con el culo al aire y sin siquiera saber a ciencia cierta a quien le estaba dando su coñito en esa noche extremadamente caliente. Sintió cómo sus fluidos bañaban a aquella verga deliciosa cuando…

Cristina se recostó en el sofá montada encima de la cabeza de su novio Arturo y ofreció su coñito abierto a Eduardo para que se la metiera duro. Eduardo dudó por un momento ya que el coño de Cristina estaba a unos escasos centímetros arriba de la cara de Arturo. Para cogerla, tendría que rozar el rostro de su amigo, aun inconsciente. Qué pasaría si el despertaba y los encontraba en esa posición. A su lado, Pamela recibía una rica ración de verga que le estaba taladrando su coñito mientras la chica gemía y se aferraba de la pierna de su amiga.

Finalmente, pudo más la calentura de Eduardo que su temor a ser descubierto y se recostó parcialmente en el sillón para penetrar a Cristina. Su coñito húmedo y caliente le recibió alegremente y sintió, con aprensión al principio, como sus huevos rebotaban en las mejillas de su amigo cada vez que penetraba a su novia. Cristina, tal vez debido al morbo de aquella situación, gemía y le decía guarradas al tiempo que se acariciaba su clítoris al mismo ritmo con el que recibía la verga endurecida de Eduardo. Pronto sus fluidos escurrían mojando el pene del muchacho y por supuesto la mejilla de su cornudo novio. Volteó a ver a su amiga con una mirada extraviada en el rostro, Pamela captó esa mirada turbia y, sin pensarlo…

Patricia sintió que su mundo daba vueltas y su coñito se contraía al sentir el espeso y caliente semen inundando su intimidad en volúmenes copiosos. La verga se contraía y ella sentía los espasmos de aquel intruso empujando contra ella y apretando aún más sus tetas contra la dura superficie de la mesa. Vagamente sintió cómo él se separaba de ella y, cuando pensaba que todo había concluido, sintió unos dedos hurgando en su interior para recoger aquella leche fresca que acababa de ser vaciada en su hambriento coño. Las diestras manos, utilizando el semen como un lubricante empezó a masturbarla frenéticamente. De pronto paró por unos cinco segundos y continuó de nueva cuenta con aquel movimiento de sus dedos dentro de ella. Su otra mano se adentró en la boca de ella, y le hizo probar el sabor de aquel semen fresco, mezclado con sus abundantes flujos vaginales. Era un sabor exquisito que la puso de nuevo caliente en un santiamén y, con el estímulo de aquellos otros dedos dándole placer a su coño, le hicieron venirse de nueva cuenta, temblando ante aquel extraño y colapsando su cuerpo contra la mesa hasta quedar exhausta, totalmente rendida a aquellas caricias endemoniadamente cachondas. Cuando recuperó de nueva cuenta las fuerzas…

Pamela se acercó a la boca de su amiga, moviéndose con sus piernas y brazos como una gatita, y le besó mientras ella seguía siendo penetrada por aquel incansable chico. Pamela le sonrió a Cristina y se puso a un lado de ella, montada en el pecho del inconsciente Arturo. Abrió sus piernas igual que su amiga y Eduardo y se ofreció de nuevo ante aquella verga deliciosa que la había penetrado anteriormente.

Ver a aquellas dos pareas lado a lado, disfrutando de lo rico, era un espectáculo demasiado caliente y no tardaron aquellas jóvenes vergas en descargar su leche en las calientes amigas, que se besaban con desesperación mientras sentían la corrida de ambos jóvenes y sus aullidos incontrolables. Primero se vino Eduardo seguido casi inmediatamente después de Manuel, que se vació como si no hubiera un mañana en el dulce coñito de su amiga.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, Pamela y Cristina se siguieron besando, y se tocaron sus respectivos coños cubiertos de semen, hasta venirse como dos bailarinas practicando coreografías elaboradas.

El semen de Eduardo escurría por el coñito de Cristina y bañaba el rostro de Arturo que ni se inmutó ante aquella brutal escena.

Patricia sintió la suave mano acariciando su rostro, y removiendo el sostén que aún le cubría sus ojos. Ante ella apareció la cara sonriente de Cristina.

– Ma, te quedaste dormida acá. Perdón que nos hayamos tardado tanto en el juego…

– No te preocupes, hija. – Dijo Patricia aun somnolienta.

– Hija… ¿te puedo preguntar algo?

– Dime mamá…

– ¿Quién de los muchachos abandonó el juego?

– Nadie. – Dijo Cristina aun recordando la brutal corrida doble en el sofá y encima de Arturo. – Nos quedamos jugando hasta que ambos perdieron… ya se fueron hace un momento, pero pamela se quedará a dormir conmigo y Arturo sigue perdido en el sofá…

– ¿Estás segura, Cristina?

– Totalmente, ma. ¿Por qué lo preguntas?

– Por nada hija, no tiene importancia. – Dijo Patricia confundida.

En el cuarto de arriba, Ricardo dormía plácidamente en su cama, con una pacífica sonrisa mientras una pastilla para dormir se iba disolviendo lentamente en el drenaje.

Sin que su madre se diera cuenta, Cristina sonrió y se retiró a su recamara.

Dark Knight

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