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Relato
El pasado 5 de agosto cumplí 22 años. Caería en sábado y prometía ser el acontecimiento del año. Estaba muy equivocada, porque sucedió algo más destacable el día antes.
El viernes por la mañana, apenas despertaba, mi hermano Álex vino a mi dormitorio, se sentó sobre mi estómago, me cogió las manos y las forzó hasta ponerlas por encima de mi cabeza. Por un momento pensé que estaba caliente y con ganas de echarme un polvo mañanero. Erré el tiro porque no era tal.
-¿Recuerdas lo que me pediste el otro día cuando sucedió aquello con Sonia? -preguntó añadiendo cierta intriga.
Recordé que yo le había incitado a follar con mi amiga, motivada porque quería ver escondida cómo le daba por el culo. En un momento dado, Sonia propuso a mi hermano repetir otro día, pero un trío con él y con otro. Algún cable se me debió cruzar en el cerebro, porque le exigí que buscara a un chico de mi gusto, que no supiera que somos hermanos, y que el trío lo hicieran conmigo y no con ella.
-No me digas que ya has encontrado a alguien -dije algo nerviosa.
Mi hermano asintió con la cabeza.
-Se lo propuse a un compañero de la universidad que no te conoce de nada. Le dije que somos follamigos. Se negó porque no se presta a estos juegos y es fiel a su novia. Como alternativa, propuso que lo hablara con un primo suyo habituado a estas prácticas. Me lo presentó, le puse en situación, le mostré un par de fotos tuyas y aceptó al instante. Se llama Sergio y tiene 29 años, pero lo mejor de todo es que estoy seguro que te gustará.
Quedé pensativa. La propuesta me ilusionaba, pero también despertaba ciertas dudas, sobre todo una en concreto.
-¿Piensas que podemos y debemos fiarnos de él?
-Al principio no estaba muy convencido -explicó Álex-, pero sucedió algo que terminó por convencerme. Me dijo que está muy familiarizado con este tipo de situaciones, pero, opina que un trío puede resultar desastroso, especialmente si no tenemos una cierta confianza entre nosotros. Según sus palabras, los hombres nos avergonzamos más de nosotros mismos que con vosotras. Propuso probar con una amiga suya a modo de experimento y no pudo ser mejor.
La explicación de mi hermano era coherente y acepté a la espera de más instrucciones. Las tuve cuando desperté de la siesta.
A los pies de la cama, encontré varias prendas de color negro, un conjunto compuesto por top y minifalda de cuero, sujetador, braguita y liguero de encaje, medias y sandalias. También había una nota que decía así:
“El conjunto es un regalo. Quiero que te lo pongas y estés a las 21:00h en la dirección que adjunto”.
Otra vez me asaltaban las dudas, entre ellas cómo sabía mis medidas porque me quedaba como un guante cuando me lo puse. El caso es que me gustaba, pero pensé que me tomarían por una puta quienes me vieran de esta guisa por la calle. Percibí las primeras miradas en este sentido cuando subí al bus urbano. Otras tantas desde la parada del bus al lugar de la cita. Se trataba de una concurrida cafetería en el centro de la ciudad. Sentados en la terraza aguardaban mi hermano y el otro.
La primera impresión no pudo ser mejor. Sergio es alto, de tipo atlético y su carita varonil es un escándalo. Mis rodillas temblaban cuando se puso en pie. No concebía todavía que semejante macho me daría matarile sexual junto con mi hermano. También resultaba muy lanzado, un hombre seguro de sí mismo. Durante las presentaciones, en lugar de los dos besos de rigor, me besó los labios, tomó mi mano, la elevó en el aire y me hizo girar como una bailarina de ballet.
-Estás impresionante vestida así. Tal y cómo te había imaginado -dijo en mi oído abrazándome por la espalda-. Quiero que me digas cómo te has sentido mientras venías.
-Antes que nada, quiero darte las gracias por el conjunto -murmuré tímidamente-. Me gusta mucho, pero confieso que me he sentido ridícula, convencida de que todos me tomaban por una fulana -añadí con la voz temblorosa-. Luego me ha dado igual y el ridículo se ha convertido en excitación. Ahora mismo, viendo cómo todos me miran, estoy tan cachonda que creo que he mojado las braguitas.
Sergio me tomó de la mano y pidió que le acompañara. Entramos en el local y me llevó hasta lo que parecía un almacén. Sospeché cierta connivencia con los empleados, porque nadie nos impidió entrar.
-Ciertamente están mojadas -dijo al tiempo que me besaba el cuello y las palpaba con la mano derecha.
Tiró de la prenda íntima hacia abajo y levanté los pies para que saliera cuando la tuve en los tobillos. Sergio iba demasiado rápido, pero no podía negarme por mucho que lo intentaba.
-Alguien puede sorprendernos y ponernos de patitas en la calle -dije con intención de disuadirle.
-Nada tienes que temer -respondió cuando me penetraba el coño con los dedos-. El negocio es mío a medias con un socio.
Instintivamente, flexioné un poco las rodillas y abrí los muslos para facilitar que me jodiera con los dedos. El gusto que me daba era indescriptible, pero yo tenía ganas de algo más. Le bajé la cremallera y saqué su miembro. Sin ser descomunal, me pareció el más grande que había visto en mi corta vida. Le rogué entre jadeos que me lo metiera, pero sus planes eran otros.
-Eres una chiquilla impulsiva -dijo con tono paternal-, pero debes tener paciencia. Antes quiero saber si te van las emociones fuertes. También si quieres dejarte llevar por nosotros. Decidas lo que decidas, no sucederá nada que tú no quieras.
No sé si fueron sus palabras, el modo en que las pronunciaba o el repentino orgasmo que se apoderó de mí, el caso es que acepté ambas cuestiones.
Todavía albergo dudas sobre si aquello lo tenía planeado o fue fruto de un impulso. Entonces me dio igual y vi cómo recogía mi braguita y se la guardaba en el bolsillo después de olisquearla igual que un pervertido. Volvimos con mi hermano y esperé con él en la terraza mientras Sergio iba a por su coche.
Le comenté lo que había pasado y añadí que Sergio me parecía un tanto rarito. Mi hermano rio con ganas, confirmando que era un tanto peculiar, pero sabía lo que se hacía. En esto estábamos cuando un descapotable estacionó delante de nosotros. Sergio iba al volante, me miró fijamente y con un gesto de la mano indicó que descruzara las piernas. Estaba sin bragas y hasta entonces me había esforzado por ocultar mis vergüenzas al resto de la gente. Accedí a su capricho abriendo ligeramente las piernas. Debió ser suficiente para Sergio, porque soltó varias carcajadas acompañadas de aplausos.
Viajamos hasta un bonito chalet ubicado en una exclusiva urbanización a las afueras de la ciudad. Apenas entramos en el garaje, bajamos del coche, Sergio abrió una puerta y prendió las luces.
-Esto no puede ser real -exclamé atónita ante lo que veían mis asombrados ojos.
Aquella sala parecía una mazmorra en toda regla, aunque yo nunca había visto una. Imaginé que Sergio se refería a esto cuando preguntó si me gustaban las emociones fuertes. Antes de que sacara conclusiones precipitadas, mi hermano me tomó de la mano y me fue mostrando todo lo que allí había. En uno de los muros había un par de maderos enormes en forma de equis. Álex dijo que era una cruz de San Andrés y tuve clara cuál sería su función. Había también un banco doble a dos alturas, una estructura de madera con varios orificios, a lo que llamó cepo, una extraña mesa de madera, un potro con forma de yunque, una enorme cama y zona de ducha y aseo. Lo más inquietante es que todas aquellas estructuras disponían de varias argollas.
Volví a preguntar a mi hermano si Sergio era de fiar. Aquel despliegue de medios me parecía excesivo para tener sexo con ellos. Mi hermano me tomó de las manos, me miró fijamente a los ojos y aseguró que cuidaría de mí, repitiendo lo mismo que Sergio en el almacén, que no haríamos nada que yo no quisiera. También destacó el hecho de que no había látigos, fustas o cualquier artilugio destinado a producir daño o dolor.
Mis rodillas volvieron a flaquear, debido ahora al deseo de entregarme a ellos, ilusionada porque mi deseo de participar en un trío iba a cumplirse. Lentamente me fui desnudando hasta que solo quedaba por quitarme el liguero y las medias.
-Imagino que habérmelo puesto obedece a un capricho y no queréis que me lo quite, como si vestirlo fuera parte del ambiente, -les dije al tiempo que me recogía la melena en una cola de caballo.
Los dos asintieron con la cabeza, sonriendo como chiquillos perversos. Entonces pensé que debía comportarme como una puta, si como tal me habían vestido. Con esta idea miré a mi alrededor, observando detenidamente aquellas estructuras, con intención de decidirme por una. Finalmente elegí el banco doble, me acerqué, hinqué las rodillas en el más bajo y me apoyé con los antebrazos en el de arriba, más amplio que el otro. En esta postura llamé a mi hermano con un gesto del dedo índice.
-Folladme de momento solo por el coño -le dije cuando lo tuve desnudándose a mi espalda-. Antes debo asimilar si seré capaz de soportar el pollón de Sergio por el culo.
-Te hemos prometido que tú eliges lo que quieres y lo que no -respondió al tiempo que me penetraba lentamente hasta el fondo.
Mi hermano comenzó a follarme sin prisa, sacando la verga por completo cada dos o tres penetraciones. Sabe lo mucho que me gusta sentir cómo el cabezón se abre camino en mis carnes. Gimiendo de placer y con los ojitos entornados, miré a mi izquierda y vi cómo Sergio se tocaba la entrepierna por encima del pantalón. Había evitado comerles la polla previamente, lo que puede esperarse en estas situaciones, con intención de hacerlo mientras alguno de los dos me follara. Le llamé con el dedo y acudió con parsimonia. Parecía mentira que tuviera que pedírselo. El caso es que permanecía estático, indolente ante mí, como si se tuviera por un sultán y a mí por su concubina. Le di el capricho sacándole la verga una vez más, la tomé con la mano derecha y la engullí en la boca. Entonces fui consciente de sus verdaderas proporciones. Apenas pude tragarla poco más de la mitad. Finalmente me limité a mamarla, aprovechando el vaivén provocado por las embestidas de mi hermano.
-Desnúdate y jódeme por el coño -le supliqué entre gemidos-. No se me va la idea de la cabeza desde que estuvimos en el almacén.
Sergio sonrió, gesto que interpreté como una victoria por su parte. No obstante, inesperadamente se alejó, abrió el cajón de un mueble y regresó con varios condones en la mano.
-Creo que podemos fiarnos el uno del otro -le dije frunciendo el ceño, buscando una explicación en sus ojos.
Nuevamente sonrió, se inclinó y me susurró al oído algo que me dejó perpleja:
-Algún día te follaré a pelo, siempre que quieras y como prefieras, pero solo cuando aceptes ser mi novia.
Menudo cabronazo había resultado el macho alfa. Era inconcebible que tanto ego cupiera en él. No respondí y vi cómo se enfundaba el preservativo. Luego apartó a mi hermano, colocó el glande entre los labios vaginales y nuevamente quedó inmóvil. Yo misma me la clavé reculando hacia atrás. Si ya me gustaba que Álex me abriera el coño varias veces, hacerlo yo misma con la verga de Sergio me arrancaba alaridos de placer. Lo interesante es que Sergio no se mostraba caprichoso nuevamente, tan solo pretendía averiguar hasta donde era capaz de profundizar yo misma. Era lógico teniendo en cuenta la longitud de su ariete. Con esta información en mente, se aferró con las manos a mis nalgas y comenzó a follarme como poseído por un diablillo perverso.
-No entiendo por qué esa obsesión con que sea tu novia -dije jadeando como una zorra-. Soy mucho más joven que tú y seguro que muchas aceptarían sin pestañear.
Sergio soltó varias carcajadas y disminuyó el ritmo de las penetraciones. Mi hermano, mudo en todo momento, convertido en un mero espectador, puso la pija delante de mis narices y forzó mis labios para metérmela en la boca. Yo solo me limité a dejar que me la follara, concentrada únicamente en la respuesta de Sergio.
-No importa la diferencia de edad -dijo acompañando con varias penetraciones violentas. Yo solo podía emitir gemidos nasales-. Lo que cuenta es que somos muy parecidos y buscamos lo mismo. Lo presiento.
-¿Qué se supone que buscamos? -pregunté mientras lamía el capullo a mi hermano.
Sergio dejó de penetrarme, se recostó sobre mi espalda y susurró en mi oído algo que me dejó helada.
-No es que me importe. Tampoco lo censuro porque me parece de puta madre, pero follas a diario con tu hermano, ahora conmigo delante de él, y eso implica que no quieres compromiso, sino pasarlo bien, lo mismo que yo. Que seas mi novia implica que puedes joder con quién quieras, porque estoy seguro que me lo dirías, y esto es lo que importa, la confianza.
Mi reacción inmediata fue abofetear a mi hermano por chismoso, pero alcé la mirada, le miré a los ojos y no le creí capaz de semejante disparate. Abandoné este pensamiento cuando Sergio volvió a follarme con ganas y alcancé un glorioso orgasmo que me dejó en la lona.
-Dadme un respiro porque tengo las rodillas dormidas y necesito descansar sentada -imploré porque no podía aguantar más.
Me senté en el banco y, aprovechando que mi hermano fue a buscar unas cervezas a la cocina, tuve una charla con Sergio. Me intrigaba conocer cómo sabía que Álex y yo somos hermanos. Confirmó que no lo sabía por Álex y respiré aliviada. Simplemente apuntó a nuestro evidente parecido respecto a determinados rasgos faciales. No es común que alguien se percate de ellos; pero, salvo mi madre, las madres se fijan más en los detalles, pocas personas lo habían comentado al vernos juntos. Aclarado esto, retomé el asunto relativo a su inesperada proposición. Lo enfoqué desde un punto de vista racional. En otras circunstancias, habiéndole conocido de un modo convencional, aunque fuera precipitado, hubiese aceptado a ciegas. Solo una idiota rechazaría a un tipo como Sergio. No porque me resultara atractivo a la vista, también me parecía correcto y seguro de sí mismo, algo que valoro por encima de todo. Esto y su modo liberal de ver las relaciones de pareja, me animó a aceptar su propuesta, pero debía hacerlo con cierta indiferencia, evitando que se me notaran las ganas.
-¿Si acepto me follarás a pelo desde ya? -pregunté y Sergio asintió con la cabeza. Me tomé un par de segundos y abordé una segunda cuestión-. ¿Y me juras que nunca habrá malos rollos y seré libre de hacer lo que quiera y con quien quiera? Mira que ya tuve un novio celoso y posesivo, algo que odio a rabiar.
Sergio aceptó sin poner objeciones, le ofrecí la mano para que me ayudara a levantar y propuse follar en el potro con forma de yunque. Fue lo que más morbo me produjo apenas vi todo.
A pesar de que no eran necesarias las explicaciones, porque su utilidad era más que evidente, Sergio indicó que me sentara a horcajadas con el culo en el borde, las piernas colgando por los lados y terminó empujando mi espalda para que me recostara sobre el travesaño. La postura no era ciertamente cómoda; sin embargo, apenas me la clavó en el coño y empezó a follarme, todo lo demás quedó en un segundo plano. En esto estábamos cuando mi hermano regresó con las cervezas, nos miró sorprendido y bromeó al percatarse de que Sergio no usaba preservativo.
-Veo que las cosas avanzan a un ritmo vertiginoso. También que he quedado fuera de juego. Ahora no sé yo si me atrevería a follar con la novia de un amigo.
Sergio soltó varias carcajadas. Yo no estaba para chanzas, me limitaba a gemir y chillar con cada penetración.
-Esto no depende de mí -dijo Sergio entre jadeos-. Prueba a meterle la polla en la boca. No creo que la golfilla se oponga.
-De buena gana me levantaría para daros vuestro merecido por machistas -dije entre grititos-, pero no lo hago porque esto es mejor. También porque tengo la boca seca de tanto jadear.
Mi hermano se puso en cuclillas y como pudo me dio de beber. La cerveza helada hizo prodigios en mi garganta y supliqué que me la metiera en la boca.
-¿Recuerdas el día que te lo hice atada en el banco de casa? -preguntó Álex, sorprendiendo a propios y extraños. Confirmé con la cabeza-. Yo recuerdo que te gustó y me pregunto si quieres probar ahora. Creo que es el lugar y momento apropiados.
Me lo veía venir desde el preciso momento en que vi argollas por todas partes. Y había pensado en ello desde entonces. En otras circunstancias me hubiese negado en rotundo, pero estando mi hermano pensaba que nada debía temer. Sergio se detuvo apenas acepté, rio con ganas y dijo divertido:
-No me lo esperaba de ti, mi querida Laura. Realmente eres una grata sorpresa. Eres la única que acepta la primera vez.
No supe qué decir. Me avergonzaba saber que era la más pervertida que había pisado aquel lugar. Esta es la conclusión que extraje de su último comentario. Resté importancia viendo cómo mi hermano me amarraba piernas y brazos meticulosamente. Sergio no hizo nada por ayudar. Inamovible, se limitó a tener la polla dentro de mi coño.
-Me gustaría saber qué ventaja tiene joderme atada si lo hago libremente sin necesidad de ello -pregunté cuando estuve privada de libertad de movimientos.
-Es indiferente para mí -aseguró Sergio al tiempo que volvía a follarme-. Casi todas las que lo han probado, al principio lo tomaron como un acto machista. Luego, la mayoría opinaron que la sensación instintiva de querer moverse y no poder, acrecienta el deseo y esto repercute en más placer.
La explicación era algo retorcida, un tanto artificial para mi gusto; aun así, le encontré todo el sentido cuando tuve la polla de mi hermano en la boca. Varias veces traté de cogerla con la mano. Lógicamente no pude. Lo mismo ocurrió otras tantas, cuando Sergio me mataba de placer follándome el coño, y traté de mover el culo para acompañar sus movimientos.
Se intercambiaron pasado un rato. Yo estaba a punto de caramelo y mi hermano no tardó en arrancarme un nuevo orgasmo. Pasé a ser una más en la estadística de las que prefieren esta práctica. Quedé completamente relajada, igual que una muñeca inerte sometida a la depravación sexual de dos machos altamente motivados. Recobré las fuerzas pocos minutos más tarde, cuando propusieron un nuevo reto que no implicaba estar atada, pero en algo se parecía.
Me desataron e invitaron a seguirles. Se trataba del cepo. Lo retiraron de la pared, Sergio colocó junto a él un banco cuadrado y acolchado, de más o menos un metro de lado. Me pidieron que me arrodillara, bajaron la altura del cepo, lo abrieron y coloqué las manos a los lados y la cabeza en el centro, luego lo cerraron y quedé atrapada, en una postura parecida a la del perrito. Sonreí al sentirme igual que los reos en la Edad Media, cuando los exponían al populacho para que les lanzaran frutas y verduras.
-Tengo ganas de follarte por el culo -dijo mi hermano sin cortarse un pelo, sin importar que el otro escuchara.
Me estremecí pensando que Sergio también querría. Era una posibilidad con la que contaba desde el principio, pero había demorado la decisión y ahora me veía en la difícil tesitura de soportarlo o quedar en mal lugar. El caso es que lo deseaba y tiré por el camino de la sinceridad, pensando que tarde o temprano habría de entregarle el culito a Sergio.
-Contigo no hay problema, Álex, pero necesito ayuda si Sergio también lo quiere -dije mirando al suelo un tanto avergonzada, evitando cruzar la mirada con Sergio-. Además, prefiero que os pongáis condones, los que haga falta. No quiero tener en la boca lo que salga del recto.
-Podemos probar sin precipitarnos -dijo Sergio con un tono sumamente dulce-. Tengo varios productos que obran milagros. Por los preservativos no temas, porque tengo de sobra.
Acepté la propuesta, mi hermano se puso una goma y me enculó mientras el otro buscaba lo prometido. Vino con varios botecitos, los depositó en una butaca y me puso la verga delante de la boca. La abrí y fue penetrando hasta donde pude tragar. Finalmente comenzó a follármela, sin que nada pudiera hacer yo por colaborar estando como estaba.
El caso es que ya metida en faena, gocé enloquecida con las enculadas de mi hermano, extrañamente excitada porque Sergio parecía ansioso por sodomizarme. Y llegó el momento. Ocupó el lugar de mi hermano, embadurnó el ano abundantemente y se dispuso a sodomizarme. Entendí que mi hermano me había dilatado suficientemente, porque apenas grité cuando Sergio introdujo el cabezón. Le animé a profundizar, pero no más de la mitad.
Es sorprendente como funciona el cerebro humano. Lo había temido tanto que ahora, gimiendo de gusto como una marrana, suplicaba que me diera por el culo sin miramientos. Otra vez estaba a punto de caramelo y pedí a mi hermano que me liberara la mano derecha. Lo hizo y la dediqué a castigarme el coño al tiempo que era enculada. El orgasmo fue de récord en cuanto a duración e intensidad.
Ahora bien, lo destacable de semejante maratón sexual fue que se intercambiaran con cierta regularidad. Esto evitó que uno de ellos o ambos se corrieran prematuramente, y fue definitivo porque parecían infatigables. Me dieron por el culo no menos de media hora. Nunca hubiese imaginado que mi ano tendría tanto aguante con la debida lubricación. Ahora bien, ya iba siendo hora de que ellos también se desfogaran.
Mi hermano eligió correrse en el recto, nada nuevo para mí. Por su parte, Sergio prefirió terminar en el coño. Entendí que no quería meterla donde otro había eyaculado.
Terminamos la velada a eso de las dos de la madrugada, un tanto chispados tras brindar innumerables veces por mi aniversario. Sergio se empeñó en que nos quedáramos a dormir. Yo dormí con él allí mismo y mi hermano en el cuarto de invitados. Lo que sucedió al levantarnos es digno de ser narrado, algo que me dejó marcada, pero lo dejo para mejor ocasión.
La moraleja del cuento es que el destino es un tanto cabrón. Nunca sabes lo que te depara y debes tomar las oportunidades al vuelo. Yo lo hice aceptando una oportunidad arriesgada por la que muchas matarían. Y puedo asegurar que fue una de las mejores decisiones hasta la fecha. Sergio no es solo una cara bonita y un cuerpo de escándalo, también es sensible y romántico, a su manera, pero sus perversiones son lo que más me motiva.
Sospecho que con él me estoy convirtiendo en una adicta al sexo, y esto es algo que me tiene flotando en una nube.