Desde que mi madre nos abandonó con mi papá cuando teníamos 7 años, mi hermana y yo nos unimos más a él de lo que habitualmente hacen las chicas con los padres. Crecimos siendo normal que sea él que nos lleve al médico, después a la ginecóloga, a comprar ropa, nuestros primeros conjuntos de adolescentes, escuchara nuestros males de amores adolescentes. Incluso fue el quien se sentó a hablar de sexo, como cuidarnos. Siempre fue respetuoso de nuestra privacidad. Era un genio.
Nosotras lo veíamos como un súper papá. Nunca trajo una mujer a casa, no sabíamos nada de sus novias, si las tenía, menos de su sexualidad. Cuando fuimos creciendo seguía siendo habitual que nos colguemos las dos de su cuello para darle todo nuestro amor.
Me acuerdo, a los 19 fui la primera de las dos en estar con un chico. Titi, mi hermana mayor, no había debutado todavía. Esa noche cuando llegué el me miró y me guiño un ojo como si supiera todo. Después de cenar, como era su costumbre, mientras nosotras levantábamos la mesa, él se sentaba en el parque de la casa a fumar.
Me senté junto a él en silencio. Sin mirarme me tomó por los hombros y me abrazó.
“Papá, hoy estuve con un chico.”
“Estás bien?” me preguntó
“Si, papá, bien.”
“Me alegro mucho entonces? Dijo y se quedó callado. Pasaron un par de minutos, y le pregunté
“¿No me vas a preguntar nada?
“Hija, las he criado lo mejor que he podido. He tratado de estar junto a Uds., hemos charlado muchas horas, del amor, del sexo, de los cuidados. Y sé que si lo has hecho es porque primero lo pensaste, y decidiste que era lo que querías. Y por supuesto, intimidades no te voy a preguntar.”
Y gracias por tener la confianza de contármelo”
No pude decir nada, solo abrazarlo y decirle que lo amaba. Era un padre muy joven, la tuvieron a mi hermana con 17 años los dos.
Al poco tiempo fue mi hermana la que habló con él para contarle que también había estado con un chico. Según ella me contó, el dialogo fue igual.
Él tenía un negocio de materiales de construcción, siempre por las tardes estábamos en el negocio, desde chicas. Ahí hacíamos la tarea y estudiábamos. Luego fuimos aprendiendo del negocio y el decidió abrir otro negocio, pero de computación. Y nos dejó a las dos a cargo del de materiales.
Para nosotras era la gloria. Ninguna quería seguir estudiando y habíamos aprendido a amar ese negocio. Teníamos novios, que iban a casa, pero ningún plan serio por delante.
Cuando cumplió cuarenta lo festejamos en casa los tres. Al día siguiente si iban a venir sus amigos, pero esa noche era nuestra.
Terminamos de cenar, y cumplió con su rutina de ir al parque. Habíamos comprado una torta, servimos porciones y con una copa de champagne lo sorprendimos. Las dos nos sentamos, pero mi hermana frente a él. Ella es callada, súper respetuosa, pero cuando habla, puede hacer temblar el mundo.
“Papá, hace muchos años nuestra madre te tiró el fardo y se fue. Fuiste y sos un padre increíble, el mejor. Pero ¿y vos?”
“No entiendo la pregunta”
“Si, ¿y vos? ¿Tu vida? Nunca trajiste una mujer a casa, nunca supimos que tuvieras novia.
“Titi, si para una pareja en estos tiempos es difícil criar a los hijos, para un hombre solo, criar dos mujeres te podes imaginar.”
“Pero, ¿por qué nunca trajiste una mujer a casa?
“Por respeto a uds.”
A mí se me empezaron a caer las lágrimas. No podía preguntar nada.
“Somos grandes las dos, hablemos claro” dijo Titi y yo temblé, la pregunta con anticipo indicaba que iba a ser pesada
“¿Vos, en casi 20 años, no volviste a estar con una mujer? ¿Ni siquiera una aventura, algo ocasional?”
“No, hija, no” dijo casi con vergüenza
Titi y yo nos levantamos al mismo tiempo y sin siquiera mirarnos. Lo abrazamos, con tanta fuerza que caímos al pasto los tres abrazados. Las dos llorábamos pensando como ese hombre había dejado su vida de lado por nosotras. Orgullo tremendo, admiración total.
Él nos abrazó a las dos sobre su pecho.
“Este momento, este instante de amor de Uds. supera lo que una mujer me hubiera podido dar. El amor que Uds. me han dado, su respeto, su confianza, dicen que hice bien. Eso es lo que me importa”
Cuando nos íbamos a acostar, Titi se quedó sola en el parque. Al rato como no se acostaba, fui a verla
“Anda a dormir petisa. Mañana hay que trabajar” me dijo. Vi que estaba con un vaso y una botella de whisky.
Me dormí pensado en como la había afectado la charla con nuestro padre. Me despertó el sonido de la ducha de nuestro baño. No dije nada, y me hice la dormida. Pude ver como Titi se ponía una camiseta de futbol, solamente.
Salió de la habitación fui a espiar donde iba. Abrió la puerta del cuarto de nuestro padre y entro. No la llegó a cerrar, solo la entornó. Aproveché ese descuido. Vi como se metía en la cama de papá. Él se despertó sobresaltado
“Titi, ¿Qué haces acá? Le preguntó
“Recordando que cuando mamá se fue, yo, cuando la petisa se dormía me venía a tu cama con mi camisón de nena, te abrazaba y te pedía que no nos abandones. Vos me abrazabas, me dabas un besito en la frente. Muchas noches te escuché llorar en silencio, nunca te lo dije. Y menos a mi hermana.”
“Pero ahora no sos una nena y me parece que tomaste de más. ¿Por qué no vas a tu cama?
Ella se puso de rodillas junto a él y cuando parecía que le iba a hacer caso dijo:
“Tenes razón, no soy una nena, soy una mujer” y tras decir eso, se sacó la remera quedando totalmente desnuda frente a nuestro padre.
Él, sorprendido no atinó a decir nada. Ella se tiró sobre él, lo besó por un nos momentos mientras acariciaba su pene.
“Titi, por favor, sos mi hija, esto no está bien y…”
No pudo seguir, ella le tapó la boca con la mano.
“Soy una mujer, y voy a hacerle el amor al hombre más maravilloso del mundo”
Dicho esto, se puso a chuparle la verga, aunque seguramente mi padre hacía fuerza para evitarlo, su pene se iba hinchando. Me sorprendió el tamaño, era verdaderamente muy grande. El solo atinaba a acariciar la cabeza de Titi. Ella gemía y se acariciaba la concha mientras chupaba.
Cuando se sintió lo suficientemente excitada se subió y la comenzó a meter en su concha. Se notaba por sus movimientos lentos para meterla que ella era estrecha. Cuando la pudo meter toda, comenzó a subir y bajar. Fue acelerando y a medida que lo hacía gemía con mayor fuerza. Cuando sintió que él se derramaba en su interior, ella alcanzó su propio orgasmo.
Se salió, y tapándole le boca le dijo muy seria:
“Tenés un problema: como mujer me gustó mucho. Y si no conseguís una mujer, creo que me va a dar mucho gusto disfrutarte, digamos una vez por semana”
“Titi, no…”
“Una semana para que nuevamente me olvide que sos mi amado papá para ser mi gentil amante. Una semana”
Me fui a nuestra habitación y me quedé sentada en la cama.
Ella entró, sin mirarme se fue a dar otra ducha. Cuando salió me miró con una sonrisa y me guiño un ojo.
“Supongo que sabes que pasó, tiene una semana para traer una mujer a casa.”
Me volvió a mirar y picara me dijo:
“Ah, y me gustó”.
Nunca la juzgué.
Al día siguiente, no hubo comentarios, ni reproches, nada. No había pasado nada.
Dos días después, estábamos poniendo la mesa y entra con una mujer muy elegante, delgada, con buenas formas, y muy linda de cara. No tenía 30 años”
“Chicas, les presento a Ana, ella es una amiga”
Las dos saludamos, y Titi buscó el momento para dedicarle una sonrisa cómplice y un guiño de ojo a mi papá, que se puso colorado.
Luego de cenar, y tomando un café en el living, Ana pidió pasar al baño.
“Deja papá, va a ser un gusto indicarle” dije.
Cuando estábamos fuera de la vista de mi papá la tomé de los cabellos y golpee su cabeza contra la puerta del baño. Ella solo llegó a largar un breve quejido, dado que le tapé la boca. Al escucharlo, mi padre la miró a Titi, que se encogió de hombros, y sonrió picara.
“Si llegas a jugar con mi papá o lo lastimas te aseguro que te hacemos mierda. No jodas”.
La solté entro al baño y la esperé para volver. Ella iba seria, casi con susto. Se sentó y la miro a Titi, que le guiño el ojo.
“¿Todo bien, Ana? Preguntó mi papá
“Si, claro” dijo ella
A casi una semana que Titi se haya acostado con él, al desayunar, mi padre apareció con una sonrisa divina. Con mi hermana nos miramos. Nos saludó con un beso y se sentó. Segundos después apareció Ana, con una sonrisa igual a él, con una bata de satén.
“Chicas, a Ana ya la conocen, no se sorprendan si algunos días somos cuatro para desayunar”, dijo casi con orgullo. Y le guiño un ojo a Titi.
Nunca volvieron a hacerlo. Hoy Ana es su pareja.