Cuando mi hermana tenía 18 años, me pidió que le pusiera crema en sus chiches y que acariciara el vello ralo de tu pubis. Desde esa edad le mamé las tetas, que le crecieron de buen tamaño. Algunas raras veces, cuando nuestros padres tenían que ir a una reunion, pudimos “jugar” a hacer el amor antes de dormir, es decir, desnudos y sin penetrarla. Otras, ella iba a mi cuarto y me despertaba acariciándome el pene en tanto que me decía al oído “si quieres más puedes venir a mi cuarto”. Allí se desnudaba y acostada con las piernas abiertas recibías mis caricias. Se quedaba satisfecha con la fricción de mi glande en su clítoris, después ella veía cómo me masturbaba viendo su cuerpo desnudo y el vello reluciente de su triángulo con el líquido de mi verga. Me venía en su pubis exprimiéndome mientras ella contemplaba cómo me salía el semen, incluso me daba los últimos jalones para exprimirme, después me iba a mi cuarto a dormir.
Ella, tuvo varios encuentros sexuales, sin que la penetraran. Una vez me dijo “¿Por qué no te coges a tu amiga Martha?, tiene unas chiches grandes y me dijo que quería contigo” Sí sabía que mi amiga quería tener sexo conmigo, lo intenté, pero sólo le metí mano ya que, a la hora de la hora, ella se arrepintió porque, según ella, terminaría embarazándola.
Varias veces, cuando platicábamos, mi hermana me dijo que yo le gustaba mucho, y que no veía mal que fuéramos hermanos “También Jorge se coge a su hermana Dania”, dijo refiriéndose a unos vecinos. “¿Tú los viste?”, le inquirí. “Sí, una vez entré al cuarto de ella y estaban cogiendo desnudos”. “¿Y qué hiciste?” le pregunté empezándome a calentar, pues Jorge era de mi edad y Dania un año mayor, además, me gustaba verla en bikini cuando coincidíamos en el balneario y era muy cariñosa conmigo. “Nada, cerré la puerta y me salí de la casa. Después Jorge y Dania me pidieron que no dijera nada, incluso Jorge quería coger conmigo, pero le dije que no. Ja, ja, ja. Si supiera que era porque él no me gusta… Ja, ja, ja, ja. Para coger me gustas tú que eres muy guapo”, me contestó empezando a bajarme el cierre del pantalón.
Cuando ella ya tomaba anticonceptivos, me permitía más: “Puedes venirte, no pasa nada” y me besaba riquísimo, mientras me abrazaba fuerte con brazos y piernas para venirnos juntos.
Una vez que cogíamos, me contó quiénes se la habían cogido y dónde lo habían hecho. Una de sus fantasías era estar mamándole la verga a uno y que otro la estuviera penetrando. Le pedí que, si la cumplía conmigo, yo prefería ser el que estuviera dentro de su boca, le di un beso y me moví más rápido para venirnos juntos. Mi hermana siempre fue discreta, aunque muy puta y me hubiera gustado embarazarla, ¿por qué no?
Ya casada, seguía siendo puta, cogía con muchos de sus amigos. Se divorció porque su esposo quería tener un hijo y ella aún no quería ser madre. Durante un año nos tocó salir los fines de semana, de viernes a domingo, a trabajar a un pueblo cercano a la ciudad donde vivíamos. Dormíamos en una casa grande que tenía varias habitaciones separadas, como búngalos. Dormíamos en la misma recámara y cogíamos en las noches pero en una ocasión no quiso dormir conmigo.
—Hoy voy a pedir una recámara para mí, no me vayas a buscar.
—¿Por qué, ya no quieres coger conmigo? —le pregunté agarrándole las tetas.
—Sí, pero hoy irá Lalo a mi recámara —dijo refiriéndose a otro amigo del trabajo.
—¿Ya quedaron en eso?
—No, pero te apuesto que así será, sin que yo le diga directamente.
—¿Cómo sabes?
—¿No te has dado cuenta cómo somos las mujeres? ¡Ponte más aguzado! Ni con lo que hace tu esposa te das cuenta! Ella es tan puta como yo: se cogió a uno de mis novios y al hermano de éste.
—¿Cómo supiste? —le pregunté extrañado, a sabiendas de que sí me daba cuenta de muchos deslices que tuvo mi mujer.
—Me lo contó su hermano cuando cogíamos… —contestó viéndome sonriente a la cara para ver mi reacción. Yo sólo levanté las cejas.
Esa noche me desvelé trabajando para elaborar unos documentos que serían de utilidad a todos al día siguiente y no estuve al corriente si Lalo llegó con ella pues su habitación estaba sumamente alejada de la mía. Después supe que sí se dio ese encuentro y otros más, donde ella averiguó que también Lalo se había llevado a mi mujer a un hotel. Supongo que todo eso me lo contó por despecho ya que a raíz de que su novio estuvo con mi esposa, se enfrió su relación. No era para menos, mi esposa es sumamente hermosa y entusiasma a cualquiera al grado de creer que podríamos divorciarnos.
Una vez que regresamos a la ciudad un poco antes de lo acostumbrado, primero pasamos a mi casa. Encontramos a mi esposa en bata y dijo que se disponía a bañar. Rápidamente mi esposa se metió al baño y nos dejó en la sala sin más comentarios. Mi hermana me tomó de la mano y me llevó a la recámara, donde estaba la cama revuelta “porque mi esposa no la tendió hoy”, dije. Cuando se oyó el ruido de la ducha, mi hermana se desnudó y me ordenó “Encuérate, porque quiero que me cojas”. En cuanto lo hice, quedamos frente a frente, de pie, talló mi glande en los labios de su vagina, lo colocó en la entrada y se colgó a mi cuello metiéndose todo el miembro de un solo envión. En cuanto me atenazó la cintura con sus piernas, la tomé de las nalgas y comencé a cargarla y mecerla cada vez más rápido. “Te amo, hermanito, vente, vente mucho” me decía al oído, colgada de mi cuello hasta que nos venimos. Completamente satisfecha por el vaivén que le había dado, se descolgó de mí y se acostó en la cama. “No sé si haya tendido, pero sí la usó mucho, mira…” dijo levantando la cobija, dejando ver muchos vellos, unos negros, de mi mujer, y otros más claros, de un color castaño oscuro. “Yo conozco estos vellos”, me dijo y comprendí que mi hermana quiso que realizáramos una doble venganza… Nos vestimos y nos fuimos a la sala.
Cuando mi esposa salió del baño, con bata y antes de meterse a la recámara, mi hermana hizo el ademán de que estaba esperando que le contestaran el teléfono fijo, colgó y dijo, mirando hacia mí y dándole la espalda a mi esposa, “No, mi novio aún no llega a casa. Seguro que se fue a ver a alguna cusca casada, le gustan mucho”, me dijo guiñando un ojo, y observé que mi esposa hizo un ademán de desagrado. Miró el reloj y dijo “¿Cuánto haré de aquí a su casa? seguro que para entonces ya habrá llegado” dijo por último y vi en mi mujer un gesto de sorpresa. Mi hermana se despidió de nosotros y se retiró. Hasta ese momento, mi esposa se dignó a darme un beso.
—¿Cómo les fue?
—Bien, pero no se a ella…
—Supongo que también bien, y al rato le irá mejor, si Memo ya está en su casa…
Con el tiempo, mi esposa y yo nos divorciamos, mi hermana se volvió a casar y buscó embarazarse. Los intentos no fueron solamente con su esposo, lo buscó con varias personas más, incluso una vez me dijo, después de que me vine abundantemente en ella “Sólo me falta que tú sí lo logres, me olvidé de ponerte un condón”, me dijo asombrándome de que ya no usara anticonceptivos y enterándome al rato de que ella estaba buscando un embarazo. “Ojalá que sí”, dije. “¡No, hombre, no estaría bien!” replicó. Seguimos desnudos y nos colocamos en un 69 para que ella tuviera más orgasmos. Al rato, descansamos desnudos en la cama
—¿No te gustaría que el hijo que buscas tener fuera de tu esposo?
—De quien sea, aunque no debería ser tuyo, te voy a pedir que cojamos con condón. Tampoco me gustaría un hijo de Memo, mi antiguo novio con quien a veces cojo. Por cierto, sé que tu ex se lo coge a él y a otros más, sin recato, tú también estás en esa lista.
—Sí, ella coge mucho, a veces a dos o tres de sus amigos en un mismo día. Yo también, pues siempre me ha gustado lo puta que es. El otro día que se lo dije, me reviró diciéndome “Tú hasta a tu hermana te has cogido”.
—Ah caray, ¿y ella cómo lo supo? preguntó asombrada mi hermana.
—Yo le repliqué a mi ex: “¡Estás loca!, ¿quién te contó eso?” Y me contestó “Alguien a quien tu hermana se lo confió”, pero no me dijo más, a lo que yo respondí “¡Oh, sí, cómo no! y dejé todo allí.
—Pues yo a nadie le he dicho que cojo contigo, pero ¿sabes qué? No es cierto lo del condón, tú eres quien me ha gustado toda la vida —dijo subiéndose a mí para cabalgar sin medida…
—¡También yo te he amado siempre! —dije cuando me vine.
Mi hermana se quedó sobre mí y, todavía ensartada, llorando, pero con la cara sonriente, me dijo “Yo te amo manito…”
Con el tiempo, ella tuvo un bebé muy sano que fue la alegría de su matrimonio. A partir de ese momento, ella fue más tranquila. Raras veces coge con otro que no sea su marido. Claro, entre esos pocos yo soy una constante cuando hay oportunidad, y hay muchas…
Una vez le pregunté de quién era su hijo y me contestó “De mi esposo, de quién más. No lo averiguaré nunca, se tendrá que parecer a mi marido. Si no es de él, me gustaría que fuera tuyo.”